PAREIDOLIAS MUSULMANAS
Los lectores que nos han seguido desde Perspectivas saben que hemos ido documentando, a lo largo del tiempo, la aparición del fenómeno llamado Simulacrum (del latín simulare, «parecerse a, hacer aparecer como real algo que no lo es», usado para describir la representación de otra cosa, tal como una estatua o una pintura, especialmente de un dios; una imagen sin la sustancia o las calidades de la original) o Pareidolia (del griego eidolon -figura o imagen- y el prefijo par -junto a o adjunta-).
El simulacrum o la pareidolia es un fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen, aunque también puede ser un sonido o un sabor) es percibido erróneamente como una forma reconocible. Se trata de las conocidas figuras de animales o caras que se pueden «ver» en las nubes, en los mosaicos de los baños, en los terrenos pedregosos o en las hojas de los árboles. También se pueden «escuchar» mensajes en discos reproducidos al revés, o voces en nuestro propio idioma escuchando conversaciones o canciones en idiomas distintos a los nuestros. El que algunos vean a una nave de otro planeta en un fenómeno natural (como los planetas, parhelios, nubes lenticulares, luz zodiacal, centellas»¦) también es un simulacrum.
Es algo propio de la naturaleza humana, aunque se han encontrado ejemplos en otros animales, y que se ha ido modificando a través de la evolución como una herramienta de subsistencia.
A lo largo de los años he ido publicando los relatos aparecidos en la prensa que dan cuenta de estos fenómenos. Así hemos hablado de la famosa virgen del sándwich, o de la virgen de chocolate, etc.
Mi interés en este fenómeno no es reciente. Desde principios de los setenta inicié la colección de recortes de periódicos con casos de pareidolias. En los ochenta comencé a investigar algunos casos in situ: diversas apariciones de vírgenes en piedras, comales y frutas. Para 1993 contaba con un archivo de más de 700 casos. En ese año la revista Duda nos encargó la realización de una serie de reportajes sobre el asunto. En compañía del ufólogo crítico Óscar García estuvimos reencuestando algunos de los casos de mi colección, así como casos nuevos. Durante poco más de dos semanas recorrimos el centro del país para ver la más reciente aparición de una virgen en una sandía, debajo de un puente de la calzada Zaragoza, o en un comal en una ranchería de Tultitlán. Cada vez que visitábamos un lugar nos mencionaban dos o tres apariciones en otros sitios. Aunque algunas ya las habíamos visitado, parecía que era un asunto de nunca acabar. Decidimos concluir y presentar nuestra investigación.
Algo que siempre me llamó la atención fue que todas las «apariciones» que investigamos estaban relacionadas a una creencia cristiana o católica. Tal vez no tendría nada de raro si consideramos que México es un país eminentemente católico. Pero, posteriormente, en los casos que iba encontrando en la prensa internacional o en Internet, la mayoría seguían la misma pauta: eran figuras de Cristo o de su madre.
Es cierto que en ocasiones se veían animales o incluso «marcianitos verdes», pero nunca encontré una pareidolia de Alá o de Yahvé. Y nunca la encontraré.
La razón es simple. Mientras los cristianos hacen representaciones de su dios o de sus santos, para los judíos y los musulmanes eso está prohibido. No hay figuras, dibujos ni fotografías de Yahvé o de Alá.
¿Quiero esto decir que ni los judíos ni los musulmanes experimentan fenómenos pareidólicos? ¿Luego entonces hay algún error en la teoría psicológica de los simulacra, ya que parte de la humanidad no los experimenta?
Como veremos a continuación tanto los musulmanes como los judíos tienen percepciones del tipo pareidólico. En este artículo me ocuparé del caso de los musulmanes y dejaré los ejemplos de simulara judíos para una nota posterior.
SHIRK
Decíamos más arriba que los musulmanes consideran como idolatría la asociación de una cosa (figura, fotografía u objeto) con dios. A este pecado lo llaman Shirk y, por lo tanto, está prohibido hacer iconos de Alá o de sus profetas (Mahoma, Jesucristo, Moisés«¦). Para los musulmanes dios no tiene forma corporal, aunque se le puede describir en lenguaje humano por su nombre y atributos. Estos atributos están contenidos en el mismo Corán (القرآن [al-qurʼÄn], literalmente «la recitación»; también se le llama Al Qur’Än, Al KarÄ«m o El noble Corán; o bien, de forma transliterada, Quran, Koran y Alcorán)
A dios sólo se le puede representar mediante la representación caligráfica de su nombre: Dios (Alá, الله). Según los musulmanes existen 100 nombres de dios (los «más bellos nombres de Dios», Allah al-asma al-husna), pero los hombres sólo conocen 99. El hombre que llegue a conocer el centésimo nombre de dios será dotado de sabiduría eterna.
Los musulmanes consideran a los judíos y cristianos como «gente de Libro», mientras que a los politeístas se les llama mushriq o «adoradores de ídolos». Estos últimos son considerados herejes por cometer el pecado de Shirk (lo opuesto a Tawhid, o la unicidad de Dios), y serán severamente condenados el día del juicio. Pero los peores son los ateos; estos ni siquiera tienen derecho a la vida en un país musulmán.
Entonces, ¿por qué se relaciona la estrella, la luna creciente y el color verde con el Islam? En realidad estos eran los símbolos del Imperio Otomano y han llegado hasta nuestra época, pero sin tener ningún significado religioso. Los únicos «adornos» permitidos en una mezquita son los azoras (capítulos del Corán) caligrafiados.
El libro sagrado de los musulmanes está compuesto de 114 capítulos (azoras, سورة), cada uno dividido en versículos (aleyas, آيات). Se cree que fue revelado a Mahoma (Muhammad, Ù…Øمد), por medio del ángel Gabriel (Yibrail o Yibril, جبريل). Estos azoras, con sus aleyas originalmente fueron transmitidos oralmente y posteriormente escritos en hojas de palmeras, trozos de cuero o huesos.
Lo mismo que los judíos con la Torá, los musulmanes dicen que el Corán es la palabra «eterna e increada» de Dios, por eso no debe haber ni un solo cambio. Dicen que desde que fue revelado ni un solo signo se ha cambiado. Las traducciones del Corán no se consideran un Corán y sólo se permiten para extender la palabra de Alá, pero en la liturgia se utiliza exclusivamente el árabe.
ALÃ
Entonces, si no hay representaciones de Alá ni de sus profetas, ¿cómo es que decimos que los musulmanes también pueden percibir pareidolias? El truco está en qué es lo que buscan los musulmanes en las nubes o en los terrenos pedregosos y mosaicos. No buscan a Mahoma ni a Alá, o más bien, no buscan una figura humana sino una palabra: الله (Alá). En efecto, las pareidolias en el Islam aparecen en peces, carneros, nubes y frutos que muestran la palabra الله.
De hecho hay una «base teórica» en el mismo Corán. Algunos aleyas hablan de «Signos». Por ejemplo, en la azura 2, llamada La vaca (Al bacara), aleya 99, podemos leer:
2.99 La vaca (Al bacara)
Te hemos revelado, en verdad, Signos claros y sólo los perversos pueden negarlos.
La azura 3 La familia de Imran (Alí Emran), aleya 101, dice:
3.101 La familia de Imran (Alí Emran)
¿Cómo podéis dejar de creer si se te muestran los Signos de Alá y Su Enviado se halla entre vosotros? Quien se aferre a Alá será dirigido a una vía recta.
Finalmente leemos en la azura 41, Han sido explicadas detalladamente (Fossílat), aleya 53:
41.53 Han sido explicadas detalladamente (Fossílat)
Les mostraremos Nuestros Signos fuera y dentro de sí mismos hasta que vean claramente que es la Verdad. ¿Es que no basta que tu Señor sea testigo de todo?
Estos «Signos» son los que buscan los musulmanes en las nubes y en otras fuentes de pareidolias, como lo veremos en el video que se anexa.
Existe una excepción en las pareidolias musulmanas que está relacionada con la figura humana. Durante los rezos se suele adoptar una posición llamada Ruku»™at. Esta consiste en inclinar el tronco hasta que la cabeza alcance la atura de las caderas. Las manos deben estar sobre las rodillas y muslos, con las palmas de las manos planas. Esta posición debería soportar un vaso de agua sobre la espalda, sin derramar su contenido. Al inicio de la incorporación se debe decir Subhana Rabbi al-‘Adim (Exaltado sea mi Señor el Inmenso). Y cuando se llega a la posición erguida Rabbanâ wa laka al-Hamd.
Pues bien, hay una fotografía de un tronco que parece una figura humana adoptando la posición de Ruku»™at. En todas las demás la constante es el nombre de Alá.
Al final parece que todos los hombres somos iguales y percibimos pareidolias muy similares, lo único que nos hace diferentes es nuestro dios o nuestros dioses (o la falta de ellos).