UN ROSTRO EN MARTE[1]
Mario Méndez Acosta
Este verano de 1997, la llegada al planeta Marte de dos sondas exploradoras, la Pathfinder-con su carrito explorador llaÂmado Sojurner (transeúnte)- y el vehíÂculo orbital denominado Surveyor (topóÂgrafo), ha revivido en algunos medios de comunicación amarillistas e irresponsaÂbles la leyenda de que en algún lugar de la superficie de ese planeta se puede obÂservar la enorme escultura de un rostro humano que ve hacia el firmamento y varias estructuras, supuestamente artificiaÂles, que configuran lo que, según alguÂnos vivales, es una antiquísima y ciclópea ciudad abandonada desde hace milloÂnes de años por una civilización desapaÂrecida, información que por cierto es ocultada por la NASA y el gobierno esÂtadounidense por razones ignotas.
Este mito surgió a partir de julio de 1976, cuando la sonda estadounidense no tripulada Viking tomó cerca de 60 mil fotografías de la superficie marciana, una de las cuales llamó la atención de dos empleados del centro de vuelo espacial ubicado en Greenbelt, Maryland, VinÂcent Di Pietro, ingeniero electricista, y Gregory Molenaar, técnico en computación. En la foto se apreciaba una formación rocosa de más o menos 1.6 kilómetros de diámetro que, al ser iluminada en el momento en que se tomó la imaÂgen, daba la impresión de ser la mitad de un rostro humano. Esos dos empleaÂdos decidieron vender la fotografía al periódico sensacionalista National Enquirer, que divulgó con gran escánÂdalo la versión de que la roca represenÂtaba la cara de un ser humano y que, junto con otras formaciones geológicas vecinas, parecían vestigios de una avanÂzada cultura.
Acerca de esta leyenda se han escriÂto varios libros igualmente sensacionaÂlistas e infundados. Uno de ellos es Los monumentos de Marte, de Richard HoagÂland, y el otro La esfinge de Marte de Brian Crowey y James J. Hurtak, colaÂborador habitual de las revistas sobre ovnis.
Resulta interesante conocer la opiÂnión sobre este asunto del doctor ConÂway Snyder, encargado directo del proÂyecto científico de la misión Viking que tomó las fotografías, quien dirigió una carta a Alan Feinstein, un consultor de inversiones que se ha dedicado a proÂmover mundialmente el negocio de la coÂmercialización del «rostro» marciano. A propósito del informe publicado por Feinstein, Snyder señala: «No ha habiÂdo revisión especial alguna de la fotoÂgrafía, porque ningún experto sobre Marte le asigna la menor importancia y ningún científico de los que estudian ese planeta la considera digna de comentaÂrio. Dos empleados del centro especial de Greenbelt, sin experiencia en geoloÂgía marciana o en fotointerpretación, decidieron que podían hacerse publiciÂdad con ella… La idea fue recogida por el National Enquirer, que se especializa en historias sensacionalistas y científiÂcamente falsas… Usted debería avergonÂzarse de verse asociado con tal empreÂsa. Al publicar esta tontería ha perdido usted la confianza de todas las persoÂnas educadas».
En dicha carta el doctor Snyder afirÂma también: «Es falso que el promontoÂrio sea un monumento con un rostro huÂmano. Simplemente, sugiere una cara. Millones de personas todos los días creen ver figuras de animales en las nubes, pero en realidad no hay animal gigante alguÂno en el cielo. El objeto de Marte ni siÂquiera parece totalmente un rostro; sin embargo, el sentido de correlación de nuestro cerebro llena los detalles faltantes para provocar esa ilusión. Es también falÂso que a seis millas se encuentren varios edificios de cinco lados… No son edifiÂcios, sino formaciones naturales de roca erosionada por el viento, muy conocidas por los geólogos especializados en el paiÂsaje desértico. No hay hasta el momento la menor evidencia concreta y creíble de que existan seres inteligentes fuera de la Tierra… Usted debe a sus lectores una reÂtractación y una disculpa, a menos que quiera sufrir una severa pérdida de creÂdibilidad».
Snyder resulta ingenuo al hacer seÂmejante llamado a personas que desde luego propalan estas patrañas con objeÂto de beneficiarse económicamente de la sed de prodigios que afecta al públiÂco. Existen en la Tierra muchas forma ciones rocosas que semejan rostros, obÂjetos, animales o apariciones de toda la corte celestial, lo extraño hubiera sido que entre las miles de fotografías enviaÂdas por el Viking no hubiese una que incluyera alguna formación rocosa con cierto parecido a determinado objeto familiar. De hecho, la revisión de otras fotografías revela similitudes curiosas, pues en una de ellas se cree ver a la Rana René, del programa televisivo de los Muppets, y en otra, una carita sonrienÂte como las que estuvieron de moda hace algunos lustros.
En su libro, Hurtak especula sobre la trascendencia de las supuestas pirámides de la planicie Elísea de Marte, e intenta encontrar similitudes con las construidas en la Tierra por seres humanos. Pero hay una diferencia de fondo, las supuestas pirámides marcianas tienen base trianÂgular, como corresponde a la estructura geológica natural que les dio lugar, y son el vértice de una formación cúbica que se eleva sobre el terreno circundante.
Ninguno de los que proponen el oriÂgen artificial del supuesto rostro marÂciano se ha puesto a pensar que, necesaÂriamente, el mismo tuvo que formarse hace millones de años, antes de que evoÂlucionara el ser humano caucásico en la Tierra, por lo que no existía el modelo de rostros humanos para esculpir una monÂtaña en Marte que, además, nadie obserÂvaría durante varias eras geológicas. Pero eso no les preocupa, su único afán es saÂcar dinero a la gente crédula. Â
[1] Se publicó en Ciencia y Desarrollo, número 135, páginas 92-93, México julio-agosto de 1997.