TERROR Y PENSAMIENTO MAGICO
Mario Méndez Acosta
La mente del ser humano está excelentemente adaptada para distinguir y reconocer patrones en la naturaleza. Durante millones de años, nuestros antepasados fueron adquiriendo especial destreza para reconocer información oculta en nuestro medio ambiente, lo cual hizo que nos convirtiéramos en expertos en reconocer la presencia de peligros escondidos y de depredadores al acecho, o también de la existencia de alimentos y manantiales difíciles de localizar, así como de otros recursos útiles en la selva o en las praderas en donde evolucionamos. Sin embargo, esta tendencia a encontrar trascendencia en la información que recabamos provoca que en ocasiones encontremos explicaciones mágicas a fenómenos naturales carentes por completo de las mismas. Esta faceta de la mentalidad humana se puso de manifiesto especialmente ante los recientes actos terroristas contra Estados Unidos.
Así, a las pocas semanas del ataque de septiembre 11 en contra de las Torres Gemelas del WTC, en la ciudad de Nueva York, un torrente de correos electrónicos empezó a circular en la Internet, afirmando que el ataque había sido previsto por el astrólogo y vidente francés Michel de Nostradamus, quien vivió en el siglo XVI.
Alrededor de una docena de cuartetas rimadas fueron dadas a conocer, algunas de ellas totalmente inventadas, otras eran versos originales parcialmente alterados, pero ninguna en realidad predecía la tragedia.
Tales afirmaciones no representan algo nuevo, ya que después de toda tragedia de grandes proporciones, no faltan supuestos profetas que aseguran haber pronosticado con exactitud los eventos. Psíquicos, videntes y adivinos salen de sus madrigueras con relatos de premoniciones trágicas, o presentando predicciones que supuestamente se escribieron antes de los hechos, pero lamentablemente no se publicaron.
De manera simultánea, aquellos que creen en las profecías se dedican buscar en los registros de montones de manuscritos y cuartetas de pretendidos profetas, como Edgar Cayce o Nostradamus, tratando de inyectarles vida a sus rancias afirmaciones. Esto parece tener por objeto satisfacer la necesidad psicológica de participar, aunque sea un poco, en la expresión de los sentimientos y emociones que despierta un hecho de esta naturaleza; o bien, ganar cierta notoriedad.
Ejemplo de una de las profecías enviadas por correo electrónico es el siguiente:
Dos aves de acero caerán del cielo en la metrópolis.
El cielo arderá a los cuarenta y cinco grados de latitud el fuego se acerca a la nueva gran ciudad
Inmediatamente, una enorme y extensa llama brota
En meses, los ríos rebosarán de sangre los no muertos vagarán por la Tierra durante un breve tiempo.
Se armó mucho alboroto en torno de la segunda línea, ya que la ciudad de Nueva York (la supuesta Metrópolis) se encuentra cerca de los cuarenta grados de latitud norte -aunque no a los cuarenta y cinco-.
Nueva York no es una ciudad nueva, ya que es una de las urbes más viejas del continente. No fue sino hasta 1569, tres años después de la muerte de Nostradamus, cuando Mercator elaboró un mapamundi incluyendo el sistema de coordenadas con la latitud y longitud de cada punto claramente expresadas, aunque por supuesto, hay la posibilidad de que esto también haya sido predicho por Nostradamus. El nombre de «Metrópolis» revela más bien que el autor del fraude está influido por las historietas de Supermán.
Este fragmento es un híbrido de líneas auténticas de Nostradamus y otras apócrifas, aunque el autor fue descuidado y un poco de observación revela que se trata de una falsificación, ya que carece de la forma de cuarteta bien redactada, pero la parte de las dos aves de acero resulta extraña, pues el acero no se usó extensamente sino hasta 300 años después de la muerte de Nostradamus.
Otro párrafo se lee:
En la ciudad de Dios habrá un gran estruendo dos hermanos serán apartados con violencia por el caos mientras que la fortaleza resiste.
El gran dirigente sucumbirá,
La tercera gran guerra se iniciará cuando la gran ciudad arda.
Nostradamus, 1654.
Dado que Nostradamus murió en 1566, el fragmento resulta obviamente apócrifo. Pero este verso en realidad fue publicado hace unos seis años en la página de Internet de una universidad canadiense, como parte de un ensayo sobre qué tan fácilmente se pueden crear profecías que suenen trascendentales usando imágenes muy vagas. Resulta irónico que lo publicado en un principio como un ensayo escéptico, cuya finalidad era cuestionar la existencia de las profecías, se haya hecho circular intencionalmente como algo real.
El autor, Clifford Pickover, creó hace poco tiempo un engaño crítico similar al difundir las supuestas Profecías de Antinoo, con versos incoherentes presentados como profecías recientemente descubiertas. Antinoo fue un joven favorito del emperador Adriano que posteriormente se vio deificado como figura mitológica. Sobre sus profecías, algunos creyentes ingenuos crearon interpretaciones en tomo a diversos hechos reales con gran facilidad. Pickover califica sus profecías como pruebas Rorschach verbales en las que los lectores modernos pueden interpretar descripciones vagas de lo que se les antoje (Las pruebas Rorschach son unas manchas simétricas de tinta, que se muestran a los examinados para invitarlos a hallar interpretaciones sobre las figuras que alcanzan a distinguir).
Otra fuente de irracionalidad desatada por los atentados se puede encontrar en las interpretaciones numerológicas relacionadas con las fechas y demás números relacionados con los hechos del día 11 de septiembre.
Así se ha señalado cómo el número 11 aparece en varios momentos, en la fecha, el número del vuelo, en el número de letras de la palabra Afganistán en inglés, etc. Sin embargo, esa serie de coincidencias, que a primera vista resulta impresionante, sólo es resultado del comportamiento real de los fenómenos aleatorios; de hecho, los estadígrafos han resaltado que las series de números verdaderamente aleatorios deben incluir una cierta cantidad de coincidencias para realmente serlo. Un conjunto de números presentados supuestamente al azar, pero que nunca muestre ciertas regularidades, no representa una serie en verdad aleatoria. Lo anterior quiere decir que las coincidencias deben presentarse con una frecuencia calculable; la ausencia de esas casualidades resulta un fenómeno extremadamente improbable, y en general ello revela que alguien le ha metido mano a la serie numérica, supuestamente representativa de un fenómeno real, para presentada como un auténtico fruto del azar.
El factor común de estos intentos por elucidar mágicamente los grandes desastres resulta ser el hecho de que ninguna de estas interpretaciones podía haber servido para prever lo ocurrido; la interpretación mágica de predicciones caprichosas o de la presencia de números u objetos sólo sirve para elaborar sobre ellas después de ocurridos los hechos, careciendo así de aquello que los expertos llaman aplicabilidad tecnológica.
Referencias:
Radford, Benjamin. Bogus Nostradamus Prophecies. Skeptical Inquirer. No. 25-6. November 200 l.
Radford, Benjamin. Bogus Nostradamus Prophecies. Skeptical Inquirer. No. 25-6. December 200 l.
Publicdo originalmente en Ciencia y Desarrollo No. 163, México, marzo abril 2002.