En este sitio hemos reportado varios casos de aviones a control remoto que han sido confundidos con ovnis. Pero creo que uno de los más interesantes ocurrió en Latinoamérica, más particularmente en Venezuela, e involucró el cierre de un aeropuerto y la presencia del Ejército para investigar el avistamiento.
Todo ocurrió el jueves 26 de febrero de 1981 en el aeropuerto de Caracas. Uno de los operadores de radar captó una señal no identificada al final de una de las pistas. El «blip» iba y venía de un lado a otro de la pista y luego desaparecía sin previo aviso como si de pronto bajara hasta una altura suicida para un avión normal. Alertados los demás encargados de la torre de control se procedió a la búsqueda del objeto con binoculares, pero salvo una mancha fugaz y muy pequeña que se vio en una o dos ocasiones, nada pudo detectarse.
Confundidos y un poco asustados, los encargados del tráfico aéreo suspendieron las entradas y salidas por la pista donde se localizaba la señal del ovni y llamaron al personal militar que se encarga de los casos de emergencia.
Poco después el aeropuerto se vio invadido de soldados mientras los técnicos del Ejército se encargaban de manejar el radar e intervenían los canales de radio. Se enviaron patrullas a la zona de la pista donde se suponía volaba el ovni y los soldados, arma en mano, comenzaron a «peinar» el lugar.
No encontraron ningún ovni y menos invasores marcianos o de algún país vecino, pero sí estuvieron a punto de derribar a tiros un pequeño avión que pasó sobre sus cabezas sin el menor respeto por sus uniformes. Después de levantarse del pecho a tierra forzado, los militares cargaron a bayoneta sobre el sitio donde creyeron ver que algo se movía y solo un milagro salvo a un jovencito que manejaba a control remoto un avión de juguete de ser cosido a cuchilladas.
El dueño del «ovni» fue llevado sin muchas ceremonias a los edificios del aeropuerto donde los expertos en inteligencia militar lo sometieron a un estrecho interrogatorio. No sacaron nada en claro ya que el jovencito sólo pretendía jugar con su avión a control remoto y le había parecido que el aeropuerto era un marco muy adecuado para hacerlo.
A estas alturas, más de tres horas después de la detención, los militares no sabían si reír o llorar y finalmente dejaron en libertad al joven y su avión, no sin antes haber obligado al primero a jurar que nunca jamás volvería a jugar con aviones a control remoto en sitios cercanos al aeropuerto.