¿Por qué hemos inventado los monstruos?
3 de diciembre 2011
Cómo nuestros ancestros primates formaron nuestra obsesión por las criaturas terroríficas
Por Paul A. Trout
Este artículo fue adaptado del libro «Deadly Powers», de Prometheus Books.
Los monstruos llenan el paisaje mítico. En la mitología hawaiana, hay un ser humano con una «boca de tiburón» en el centro de la espalda. En la mitología aborigen, hay una criatura con el cuerpo de un ser humano, la cabeza de una serpiente, y las ventosas de un pulpo. En Suramérica, hay un hombre-jaguar, en la mitología de los nativo americanos, hay cabezas voladoras, águilas devorando seres humanos, hombres búho, caníbales de agua, serpientes con cuernos, tortugas gigantes, murciélagos monstruosos, e incluso una sanguijuela come humanos tan grande como una casa. En la mitología griega, se encuentra a Polifemo, el caníbal gigante de un solo ojo, el Minotauro, un monstruo híbrido humano-toro que consume víctimas de los sacrificios en las «entrañas» del laberinto subterráneo y Escila, la serpiente de seis cabezas, que lleva un cinturón de cabezas de perros voraces de carne.
A pesar de sus diferentes tamaños, características y formas, los monstruos tienen un rasgo en común -que comen seres humanos. Cualquier otra cosa que puedan hacernos psicológicamente, los monstruos expresan – y ex-prensan- nuestro temor a ser destrozados, eviscerados, masticados, tragados, y luego hechos mierda. Este lamentable destino de los que han sido comidos se enfrenta en un mito africano en el que un gigante depredador de aves se traga todo el día al héroe y luego lo excreta. Mito tras mito se enfrenta a los hechos crudos de ser consumidos por una criatura más grande, representada obsesivamente en detalle gráfico como se representa a los monstruos y los animales depredadores, transformando a los seres humanos en excrementos.
Todos los días a lo largo de varios millones de años, nuestros antepasados vieron (y escucharon) seres vivos desgarrados y devorados por animales hambrientos – con algunas de las víctimas todavía pateando, mientras eran evisceradas y desmembradas. No es de extrañar que nuestros cerebros estén diseñados para hacernos temer este destino terrible, y que las historias que nos contamos reflejan este temor y tratan de expresarlo.
El arquetipo del monstruo es una expresión de este miedo primordial, grande, exagerado e intensificado a un grado extravagante. ¿Pero por qué este miedo primordial toma la forma de un «monstruo», es decir, una criatura depredadora, que grotescamente combina elementos físicos de animales o humanos y animales?¿De qué manera nuestra experiencia como presas contribuye a la formación del monstruo mítico?
Vamos a empezar por mirar al más extendido y célebre de todos los monstruos míticos – el dragón. Esta criatura, de una forma u otra, aparece en casi todas las mitologías y ha sido objeto de numerosos libros e innumerables artículos. Quizás el más intrigante de estos exámenes es «An Instinct for Dragons» del antropólogo David E. Jones. Jones sostiene que la imagen del dragón se compone de partes del cuerpo sobresalientes de tres especies de depredadores que cazaron y mataron a nuestros antepasados arborícolas primates africanos hace unos sesenta millones de años. Los tres depredadores son el leopardo, el pitón, y el águila.
De acuerdo con Jones (lo que sigue es un resumen condensado de un argumento complejo), los primates antiguos evolucionaron las llamadas de alarma para identificar a cada uno de los depredadores, con cada llamada desencadenaron la respuesta defensiva apropiada a la naturaleza del modo de ataque del depredador específico. Jones llama a este modelo reconocimiento-depredador el «complejo serpiente/raptor/gato». Este complejo es la fuente de lo que Jones se refiere como el «cerebro del dragón». El cerebro del dragón surgió cuando nuestros antepasados simiescos dejaron los árboles para caminar en el suelo. De repente, el cerebro relativamente pequeño del Australopithecus tenía que procesar una gran cantidad de información acerca de muchas nuevas formas de depredadores y desarrollar nuevas alarmas y respuestas estratégicas a los mismos. Frente a la sobrecarga de información, el cerebro del Australopithecus recurrió a agrupar la información en pedazos manejables y memorizables. Como resultado, el gato, la serpiente y el ave de rapiña se fusionaron en una criatura híbrida que tenía las características depredadoras sobresalientes de cada uno: la cara de un felino, el cuerpo de una serpiente, y las garras de un ave de rapiña. Este es el «monstruo» híbrido que llegó a ser conocido como «dragón».
Debido a que la imagen combina características de tres depredadores dominantes, rápidamente se pudo enviar el mensaje neural, animal muy peligroso. En efecto, la derivación de la palabra monstruo parece reconocer esta antigua función. Monstruo viene de la palabra latina Monstrare, «mostrar», y Monere, «advertir». Los monstruos son señales de advertencia, que nos recuerda las muchas criaturas que acechan en el medio ambiente deseosos de devorarnos.
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http://www.salon.com/2011/12/03/the_evolution_of_monsters/
De «Deadly Powers: Animal Powers and the Mythic Imagination» (Prometheus Books, 2011).