ESCRUTINIO
Haití y Majahual, dos casos semejantes[1]
Juan José Morales
Hace poco más de dos años, el 12 de enero de 2010, Haití fue sacudido por un violentísimo terremoto que «”según el balance definitivo dado a conocer por el gobierno de ese país un año después de la tragedia»” dejó un saldo de 316 mil muertos, 350 mil heridos, y millón y medio de personas sin hogar.
Terminal de cruceros de Majahual. Por su aislamiento de la población, se puede acaparar a los turistas que desembarcan de los navíos para venderles bienes y servicios, con lo cual la derrama económica que dejan a los negocios locales es mínima.
El mundo se conmovió con esa que sin duda es una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia. Pero mucha gente no se enteró de que mientras los haitianos removían los escombros en busca de cadáveres y sobrevivientes, y mientras ese millón y medio de damnificados sufrían hambre y sed y vivían prácticamente a la intemperie, en el propio Haití, 150 kilómetros al norte de aquel dantesco escenario, en la isla de Labadee, los turistas extranjeros comían, bebían, tomaban el sol, veleaban y nadaban despreocupadamente en una especie de enclave extraterritorial que ahí mantiene la compañía de cruceros Royal Caribbean y al cual los únicos haitianos que pueden entrar son meseros, jardineros o barrenderos.
Recordé lo anterior a propósito de lo publicado recientemente en nuestro periódico sobre las quejas de los habitantes de Majahual, en el sur de Quintana Roo, en el sentido de que los turistas que llegan en crucero a ese lugar son controlados de tal modo por la empresa que maneja las instalaciones portuarias, que casi no dejan beneficio económico a los negocios locales. No pocos de éstos han tenido que cerrar debido a tal situación «”incluso algunos propiedad de poderosas cadenas comerciales»” y otros sobreviven a duras penas.
El muelle de cruceros de Majahual, como se sabe, fue concesionado en 1999, durante el período del gobernador Joaquín Hendricks, al empresario Isaac Hamui, quien también se benefició con la concesión del Centro de Convenciones de Cancún por 99 años y en condiciones escandalosas: aunque sólo posee el 40% de las acciones del centro, se queda con el 93% de los ingresos brutos del mismo, en tanto que el gobierno de Quintana Roo, con el 60% de las acciones, recibe sólo el 7%. Y es vox populi que las concesiones no fueron gratuitas, sino a cambio de una asociación en la cual Hendricks obtuvo una buena tajada del pastel.
Sea como sea, el hecho es que el muelle de cruceros de Majahual, del cual se dijo en su momento que sería el detonador de la prosperidad y el desarrollo en la zona sur de Quintana Roo y además de dar empleos directos a mucha gente, propiciaría una gran derrama económica ya que los turistas comprarían bienes y servicios a los negocios de la localidad, sólo ha beneficiado a Hamui y socios. A los pasajeros de los buques se les vende casi todo «”desde paseos hasta artesanías»” en la propia embarcación o al desembarcar en la terminal marítima, y se les atiende en un club de playa ligado a la propia empresa, que así acapara todos los beneficios y deja sólo migajas a la población de Majahual.
De hecho, el puerto de cruceros funciona como un coto cerrado, como una copia del enclave de Labadee en Haití, del que están excluidos los nativos y en el cual los únicos que hacen negocios son los propietarios.
Y así seguirán las cosas por casi medio siglo más, pues aunque originalmente la concesión era por 20 años «”con lo cual vencería en 2019″”, en julio del año pasado la secretaría de Comunicaciones y Transportes la amplió hasta 2059, arguyendo que debido a los daños ocasionados por los huracanes Wilma y Dean, la inversión tardará más tiempo en recuperarse.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Miércoles 1° de febrero de 2012. Reproducción autorizada por Juan José Morales.