CUANDO LOS MARCIANOS INVADIERON NORTEAMÉRICA[1]
Por: Oscar García
En 1938, el ya fallecido actor norteamericano Orson Welles fue el responsable de una de las histerias colectivas más recordadas, en tomo de una invasión marciana.
COMIENZA LA FUNCION
Por aquel 1938 las cosas en Norteamérica giraban con cierta tranquilidad, mas no así en Europa. Entre las mayores diversiones dominicales estaba el salir al cine o quedarse en casa a escuchar una novela por radio en el programa de Charlie Mc. Carty o en el «Mercury Theatre» de Orson Welles.
En aquel tiempo Welles se preocupaba debido a que su competidor, Charlie Mc. Carty, estaba ganando mayor popularidad con comedias de línea tradicional dirigidas a la clase media norteamericana.
Ese domingo 30 de octubre de 1938, Orson tenía planeado dramatizar la obra de ciencia ficción de H. G. Wells, «La Guerra de los Mundos», la cual hablaba de una invasión marciana a la Tierra.
Cuando los fieles oyentes del programa de radio prendieron su aparato pudieron escuchar la clásica presentación de los créditos de la obra a dramatizar. Cuando esto concluyó, Orson Welles hizo una breve intervención indicando que, desde tiempos remotos, éramos vigilados. Posteriormente apareció otro anuncio de Welles en el que daba el pronóstico del tiempo de otro estado del país, a lo que le siguió música para bailar de Ramón Ranquello.
LAS EXPLOSIONES EN MARTE
Súbitamente un «corte noticioso» interrumpió la melodía para anunciar que el profesor Farrel, del observatorio de Bount Jennings, en Chicago, había observado algunas explosiones de gas incandescente en el planeta Marte.
Mientras tanto, en Princeton, otro profesor, un tal Pierson, era entrevistado para confirmar la observación de su colega y, gracias a un análisis de espectroscopio, identificarlas como explosiones de hidrógeno.
LA CAÃDA DE UNA NAVE ESPACIAL
Tras este corte continuó la música, que al cabo volvió a interrumpirse para anunciar que un extraño objeto brillante, quizás un meteorito, había caído en una granja cercana a Gobers Mill, en Nueva Jersey. En un supuesto anuncio oficial de la CBS, desde Nueva York, Welles indicaba que una unidad móvil se dirigía hacia el lugar, para transmitir al público detalles exactos sobre el incidente; después de esta pausa se escuchó de nuevo una melodía.
DESCIENDEN LOS SERES
Y así volvió a interrumpirse por última vez la música para que el anunciante de la CBS, Call Phillips, advirtiera con estremecedora voz que el meteoro resultó ser un objeto cilíndrico interplanetario, el cual brillaba fuertemente y producía sonidos raros; añadía que, de un extremo de la nave, salían sin ruido alguno unos seres con ojos similares a los de una serpiente cubiertos de piel y una fisiología por demás horripilante.
«Mientras tanto -narraba el locutor- la policía de Nueva Jersey se aproxima rápidamente al lugar donde el objeto cilíndrico abrió un enorme cráter». Con total expectación por parte del público, el locutor continuó narrando que del artefacto salía una extraña máquina que lanzaba fuego a todo un cuerpo de policías, el cual, en un instante, quedó reducido a cenizas.
Con un terror total, Phillips gritaba que la extraña máquina se acercaba a él; después se escuchó el ruido de un micrófono que caía y luego sobrevino un silencio total…»
COMIENZA LA INVASION
Tras un gran silencio la CBS volvía a anunciar que Nueva Jersey estaba en grave peligro, porque los marcianos habían logrado aniquilar a más de 7 mil policías amén de que habían aterrizado más naves en los lugares cercanos.
Para entonces el público que escuchaba el programa ya estaba envuelto en un pánico total y muy cerca de la histeria.
Se anunciaba que cientos de civiles trataban de huir hacia Nueva York por todas las carreteras y puentes y que un gas terrible comenzaba a propagarse sobre Newark.
También se decía que el gobierno ya tomaba las medidas necesarias y no había por qué dejarse llevar por el pánico, mientras los boletines eran interrumpidos de manera brusca para que el secretario de Estado pidiera a la población calma y acción controlada.
LA HISTERIA DEL PUEBLO
Como resultado de esto, el público, que creyó al pie de la letra la transmisión, se lanzó a las calles, principalmente en Nueva York y Nueva Jersey, hacia donde se dirigían los marcianos, según la radio.
Inmediatamente, jefaturas de policía, hospitales y periódicos recibían cientos de telefonazos en los cuales se les preguntaba los lugares por los que pasarían los marcianos en su devastador avance. La histeria no pudo ser mayor, muchos miles de personas se dirigieron en su automóvil al campo, a las montañas o a otro estado de la ciudad donde pudieran estar seguros.
En Broadway un hombre corría anunciando que había visto las llamaradas que asolaban a Newark. Todo se volvió caos: las jefaturas de policía se vieron abarrotadas de gentes que pedían máscaras contra gases; de los cines salían todos despavoridos ante el grito de alarma, mientras otros entraban a las iglesias para rogar a Dios que evitara la destrucción del planeta.
Otras estaciones de radio que recibían el reportaje lo transmitían como verdadero.
Quienes no escuchaban la radio eran alertados por sus vecinos y sacados de sus casas; otros más se ponían sus mejores ropas para recibir «con traje de gala a los visitantes».
De tal suerte, la CBS no dejaba de recibir llamadas de todas partes solicitando información sobre la invasión aun después de que concluyó el programa. Desesperados, en la radiodifusora trataban de explicar que todo era ciencia ficción, pero nadie creía, hasta que después de varias horas el público comenzó a calmarse.
LA CALMA
Patrullas recorrían las calles intentando explicar, con altavoces, que todo era parte de una comedia, rogándole al público que volviera a sus casas. Algunos regresaron hasta unas semanas después. Y de esta manera concluyó todo. Al día siguiente, cansado, desvelado, sin haberse rasurado ni haber comido, Orson Welles comenzó a recibir protestas de todo tipo de personas.
El senado mantuvo una sesión muy agitada en la que se planteó que Orson Welles fuera incluso fusilado debido a que condujo al país, y principalmente a los niños, a la histeria.
Investigaciones posteriores demostraron que el público continuaba nervioso, alerta y creyendo que la invasión había sido un hecho, pero que el gobierno había logrado controlarlo para afirmar posteriormente que todo se debía a una falsa alarma.
CONCLUSION Y MENSAJE
Esta experiencia demostró a muchos investigadores del fenómeno ovni la forma en que, posiblemente, la población actuaría en caso de un verdadero contacto extraterrestre[2]; y que quizá a esto se deba que los gobiernos mantienen la información con tantas reservas[3].
Y aunque posteriormente la experiencia provocó sonrisas, también propició que Orson Welles adquiriese fama mundial y nos hizo ver que siempre mantenemos un temor irracional a lo desconocido.
[1] Publicado originalmente en Semanario de lo Insólito, No. 74, México, abril de 1993. Pág. 26.
[2] En muchos otros casos de «invasiones» los testigos han actuado de manera distinta, casi vistiéndose con sus «mejores galas para recibir a los visitantes». Todo ha sido algarabía y júbilo, como aquella vez que los globovnis invadieron la ciudad de México. (Nota de LRN)
[3] Seguro, y aquella invasión marciana fue un hecho, y el gobierno de los EU fue infiltrado por reptiles que han logrado ocultar la verdad hasta nuestros días. (Nota de LRN)