Ciencia y magia

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CIENCIA Y MAGIA[1]

 

Por Mauricio José Schwarz

HermelindaLindaAunque esto resulte asombroso, parece que no queda claro aún para muchos seudointelectuales la diferencia entre ciencia y magia, a grado tal que los charlatanes se dan vuelo presentándose como «especialistas» de una «ciencia». Tal es el caso de la astrología, creencia que recibió inesperado foro en fecha reciente. La expositora de tal rollo -simpática viejecita que giraba un huevo de obsidiana entre los dedos- habló con desparpajo de la «ciencia» de la astrología, de los Atlantes, de las humanidades terrestres -en contraposición a las ultraterrestres, suponemos- de la reencarnación, la telepatía y cosas así. Concluyó, claro, que la época de las ciencias materiales «ya ha pasado» y que, por supuestísimo. «dejad que los niños se acerquen a mí» haciendo un llamamiento proselitista a la «ciencia» astrológica sin siquiera aclarar el monto de sus honorarios. Cuantiosos han de ser, ya que la susodicha astróloga (sic) vive exclusivamente de estas creencias.

No es posible negar el derecho de toda persona a creer en lo que se le dé la gana, siempre y cuando no pretenda que su creencia dispone de bases suficientes para llamarse «ciencia», Por otro lado el negocio y el proselitismo no son, sin duda, elementos que evoquen la confianza para las mentes verdaderamente científicas. ¿Qué es eso de «verdaderamente científicas»? La ciencia es una disciplina que se basa en un método estricto de pensamiento, observación y comprobación de los hechos repetibles. Nada más pretende la ciencia que enfrentar el mundo real, conocido y cognoscible a través de su método. Toda forma de pensamiento que no disponga de pruebas científicas se puede llamar de cualquier modo menos ciencia (y ya sabemos entonces de qué se trata el asunto cuando por televisión presentan mafufadas como «las otras ciencias», copiando la acepción de «las otras literaturas», que sí existen).

Pero preocupa también que en la involución hacia el pensamiento individualista, aterrados ante un mundo complejo, ciertos grupos que se autocatalogan como intelectuales, niegan el pensamiento científico y sus resultados. El mundo ha sido transformado, no siempre para bien, de acuerdo por el pensamiento científico y sus frutos, en tanto que las supercherías de siglos pasados (llamadas por algunos «sabiduría») solo han incrementado la infelicidad y la barbarie entre los seres humanos. Labor de muchos estudiosos, por ejemplo, ha sido separar, entre todo el conocimiento antiguo, lo científico de lo supersticioso. Así, por ejemplo, de la magia se puede separar lo que de valioso tiene en el terreno de la herbolaria -saludos, Abelardo- o de la psicología de mesas, pero sólo si logramos dividir lo mágico de lo científico. Ningún médico negaría las propiedades curativas de ciertas plantas, pero rechazará las explicaciones brujeriles en favor de la bioquímica y la farmacología.

Bertrand Russell demostró, sin lugar a dudas, que no es posible probar la inexistencia de cualquier cosa dada en un universo abierto. Por tanto, queda a los charlatanes demostrar la veracidad de sus asertos bajo las condiciones de control de variables científicas «“si desean llamarse científicos-, Si, por ejemplo, aparecieran pruebas claras de la reencarnación, de la existencia de la Atlántida o de las humanidades extraterrestres, a no dudarlo la ciencia saltaría gozosa a estudiar tales fenómenos. Pero en todos, absolutamente todos los casos en que la ciencia se ha aproximado a estos fenómenos, los ha hallado indemostrables. De acuerdo en que quizá no conocemos las condiciones precisas para la telepatía y por ello no ocurre cuando queremos, vieja coartada. Pero la Atlántida simplemente existió o no. Recursos humanos y económicos se han botado a pasto para tratar de hallar esa ciudad que olímpicamente -ahora sí- inventó Platón, tan reconocido por su rigor científico. El atavismo de la astrología es un mero resabio de cuando estaban unidos conocimiento y superstición Como en el caso de la magia y la herbolaria, el conocimiento se volvió astronomía y más adelante astrofísica. La superstición quedó como tal.

En los albores del siglo XXI, los representantes de la cultura abogan por el fanatismo y reniegan de la ciencia y de lo demostrable, en aras de las creencias, llamándolas ciencia. Hitler también inventó; «ciencias» para justificar lo que todos conocernos. Un servidor se permite estar preocupado.


[1] Publicado originalmente el 28 de octubre de 1984 en Excelsior

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