DEL DETECTIVE DE CONSULTA AL 007[1]
Por Héctor Chavarría
·Personajes parecidos sólo en lo superficial
·Es más fácil identificarse con Holmes que con Bond
·La solidez de Holmes no está a discusión, la de Bond sí
Holmes, ¿cabe alguna duda?, es una leyenda, a pesar de los años transcurridos desde que Conan Doyle lo inventara; su credibilidad ha llegado a tanto que casi es un ser vivo.
Pero no sólo él es considerado casi vivo, hay otro caballero inglés cuyos modales a veces se alejan bastante de los de un caballero. Su fama es comparable y quizá superior a la de Holmes. Se llama Bond, James Bond.
Bond, al igual que Holmes, desentraña casos tortuosos aunque el primero sólo se salva de los problemas en que se mete gracias a la suerte, la tecnología y, en menor grado, a su astucia. Bond no es un maestro de la deducción, tampoco un detective privado. Holmes no suele andar siempre armado, Bond sí. Las aventuras de Holmes transcurren en la época eduardiana, en una Inglaterra poderosa y conservadora; las de Bond en un imperio en bancarrota, tradicionalista, pero sólo potencia mundial de tercera.
Los personajes casi no tienen semejanzas, salvo el hecho de que ambos son ingleses. El cine ha perpetuado la imagen de Holmes de manera muy similar a como la dibujó su autor; en el caso de Bond ha ocurrido lo contrario, el cine ha creado un mito diferente al que planteó Ian Fleming. Ambos autores – eso sí – tuvieron en común algo: deseaban hacer otras cosas y nunca estuvieron muy de acuerdo con la fama que les atrajeron sus personajes. En esto Fleming fue más indulgente que Doyle. Ambos escritores, también, parecen haber creado a sus personajes un poco como pasatiempo; en ambos casos, la creación sobrepasó al autor.
Holmes ha sido conocido a través de la literatura. Bond a través del cine. ¿Quién es Bond?
La respuesta inmediata: el agente 007 de Su Majestad… un funcionario público inglés al cual se le encargan ciertas misiones del Servicio Secreto en las que se ve involucrado en grandes líos. La literatura holmesiana es extensa, la bondiana no. Fleming no escribió mucho pues la muerte lo sorprendió prematuramente aunque, de cualquier forma. él había confesado que ya no deseaba seguir con el personaje. Escribió 13 libros entre 1952 y 1964; el primero fue Casino Royale y el último El hombre del revólver dorado. Fue suficiente.
De Holmes no es necesario decir gran cosa, especialmente después de leer este número de Revista de revistas: quizá valga la pena hablar un poco más de Bond. Holmes dibujó a balazos en su departamento·las letras V. R. (Victoria Regina). Bond suele hacer dibujos parecidos sobre el cuerpo de sus enemigos… Holmes solía cargar consigo en ocasiones un revólver de reglamento del ejército británico, posiblemente una Webley Scott calibre .38… Bond usaba en sus primeras novelas una Beretta .25 – posiblemente la peor elección – y después una Walther PPK 7.65 milímetros aunque el armero que asesoró a Fleming recomendó una Smith & Wesson .38 especial Airweight, que es un revolver mucho más con fiable que una automática, por buena que ésta sea…
Además de ser ambos buenos tiradores, Holmes practica el boxeo, Bond es cinta negra en judo y en las películas es además experto en karate, amén de otras disciplinas. Bond, por supuesto, se mete en líos mucho más complejos que el bueno de Holmes, pero no hay que olvidar que Holmes es un detective, un investigador deductivo; James Bond es un agente secreto que se enfrenta a sus similares de la Unión Soviética y a los delincuentes de Spectre.
Por otra parte, el cine resultó un veneno para la literatura bondiana, cosa que no ocurrió, salvo excepciones con Sherlock Holmes. Fleming jamás imaginó un Bond como los que han encarnado los tres actores más conocidos de la filmografía del 007: Sean Connery, George Lazensby y Roger Moore – aquí no contamos la película de la primera novela: Casino Royale, porque esa es otra historia -, y la gente a quien conoce es al Bond del cine y no al de las novelas, por lo menos por lo que se refiere al nivel masivo.
¿Quién es mejor de los dos? Como suele ocurrir en el caso de los ídolos, cada cual tiene sus seguidores convencidos, casi fanáticos. Sin embargo, habría que precisar que Holmes es una garantía que este año cumple cien y el público no se ha cansado de él. Bond, a pesar de todos los atractivos del cine no es una garantía, sigue siendo una mina de oro y tiene un público casi casi fijo, pero se ven pocas reediciones de los libros de Fleming, y las películas, a pesar del éxito y el negocio, comienzan a ser repetitivas – desde hace bastante se acabaron los argumentos originales de Fleming – y, a la larga o corta, tendrán que interrumpirse.
Holmes parece ser un producto mucho más sólido, más humano y por tanto más perdurable que el afable señor Bond, a fin de cuentas espía tornadizo y producto más de una época que de una necesidad humana. Bond es deshumanizado, parece más máquina que persona y está adecuado a una época específica. Su éxito se ha debido más a la enajenación de la gente que a un deseo de identificación con el personaje.
Todos desearíamos ser Bond aunque sabemos que es imposible… es un personaje lejano, difícil: poco íntimo. James Bond carece de interioridad, es epidermis pura, superficialidad. James Bond actúa directamente, muy pocas veces reflexiona y sólo ve lo que entiende.
Hay un abismo entre ambos.
Holmes entiende lo que ve, reflexiona y, aunque confiesa que no le interesa aprender cosas que no tienen utilidad aparente para su trabajo, posee una vida interna mucho más intensa que Bond.
Es más fácil identificarse con Holmes.
Cada vez que deducimos algo, cada vez que un detalle aparentemente oculto es captado por nuestra vista, nos estamos pareciendo a Sherlock Holmes.
Claro que los gustos influyen, habrá quien desee parecerse más a lo superficial que a lo profundo. Existe el sagrado derecho de elegir. Vistas las características será seguramente una elección elemental. ¿o no?
[1] Publicado originalmente en Revista de revistas, No. 3967, México, 7 de febrero de 1986, Págs. 56-57.