PHILIP K. DICK, MAESTRO DE LA IMAGINACIÓN REBELDE[1]
Por Mauricio-José Schwarz
No sólo es el buen estilo el que hace a un autor representativo de su época. Tampoco bastan las buenas ideas. La trascendencia definitiva sólo se logra cuando, además de estos dos elementos, un escritor logra cristalizar en su obra las inquietudes del tiempo que le tocó vivir, de modo tal que se inserten en la problemática universal y atemporal.
Esto, justamente es lo que hizo Philip Kendred Dick durante treinta años de labor literaria. Una obra impresionante por su volumen -más de cincuenta novelas e incontables relatos-, pero más aún por la extraordinaria calidad de sus ideas, su estilo y los planteamientos tan originales y descarnados que, a la vez que provocaron el rechazo de multitud de editores, atrajeron a hordas de aficionados.
Como creador de la más avanzada ciencia ficción psicológica y sociológica, Dick describió extraterrestres creíbles, posibles y metaposibles que se alejan de los esquemas tradicionales y nos ofrecen nuevas perspectivas para el análisis de lo que son o podrán ser las inteligencias no terrestres. Del mismo modo, su literatura altera nuestra idea de la realidad, obligándonos inevitablemente a cuestionar la validez de nuestros conceptos, de nuestra percepción de la realidad, luchando para que el lector abra su mente a nuevas posibilidades sin limitarse a aquellos seguros esquemas que suponemos ciertos de modo totalmente gratuito. Es esto lo que provocó que la muerte de Philip K. Dick se convirtiera en un acontecimiento casi trágico para mucha gente. ¿Quién le inventará ahora realidades y universos alternativos tan vastos y esclarecedores como los que sabía crear el maestro norteamericano?
BREVE BIOGRAFIA
Philip Kendred Dick nació en Chicago en 1928 y vivió la mayor parte de su vida en California. Desde los doce años se hizo aficionado a la ciencia ficción. Estudió un año de universidad y mezcló su interés por las filosofías de moda (Sartre, Proust) con su gusto por la música y la ciencia ficción. Según sus propias palabras, fue «expulsado de la Universidad de California en Berkeley por rebelarme contra el entrenamiento militar obligatorio». Fue gerente del departamento de discos en una tienda de Berkeley y presentador de un programa de música clásica en una radiodifusora local.
A principios de los años cincuenta abandonó todo para dedicarse a su carrera de escritor de ciencia ficción de tiempo completo; «salí de mi trabajo en la tienda de discos un día y nunca volví», recordaba. También recordaba cómo él y su segunda esposa, Kleo, vivían en la más absoluta pobreza y compraban carne de caballo en la tienda de mascotas Lucky Dog, de la calle de San Pablo de Berkeley, Dick se sentía avergonzado de pensar que el dueño de la tienda quizá supiera que compraban la carne de caballo no para sus mascotas, sino para ellos mismos.
En 1952 vendió su primer cuento: Beyond lies the Wub (Más allá yace el Wub) a la ya desaparecida revista Planet Stories. Ahí comenzó una agitada y prolífica vida que lo llevó a escribir clásicos como, Lotería solar, El hombre en el castillo, Ubik, Los tres estigmas de Palmer Eldrich, a la vez que producía algunas obras de calidad muy inferior aunque nunca realmente malas.
A mediados de los sesenta, y como resultado de su activísimo político y su protesta contra la guerra de Vietnam, fue perseguido subrepticiamente por las autoridades norteamericanas. Así, «casualmente», se produjo la voladura -literal- de sus archivos y pertenencias, así como la revisión y requisa sistemáticas de sus papeles.
Durante un tiempo vivió la· tempestuosa vida de las calles y las drogas, para volver definitivamente a su literatura, enriquecida por su difícil pero útil experiencia.
A partir de entonces nace la tercera y definitiva etapa de la obra de Dick, iniciada por uno de sus mejores libros Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, colosal saga psicodélica donde se plantea el «viaje» de un individuo como un problema que atañe a toda la humanidad.
Habiéndose casado cinco veces, con tres hijos y una vida plena y agitada que inevitablemente recuerda el sino de los genios verdaderos, dejó, como lo dijera Norman Spinrad, «»¦la más significativa obra en su conjunto de todos los escritores de ciencia ficción». Así, Philip K. Dick murió finalmente de un ataque cardiaco en marzo del presente año, en su casa de Santa Ana, California.
LA OBRA DE DICK
Las novelas y cuentos de Dick siempre se centraron en dos temas fundamentales: la crítica de los conceptos de la realidad y la conciencia humana. Así, los mundos alternos y superpuestos, donde generalmente interviene una autoridad superior, terrestre o no fueron siempre el escenario de sus principales obras.
Dick es quien plantea por primera vez un mundo alterno donde los aliados han perdido la guerra y Estados Unidos queda dividido entre Japón y Alemania; se trata de El hombre en el Castillo. Er una novela en la cual un escritor de ciencia ficción escribe sobre un mundo alterno en el que los aliados efectivamente ganaron la guerra -la realidad-, y el cual el personaje descubre gracias a la adivinación por medio del I Ching. Esta novela, publicada en 1962, ganó el premio «Hugo» en 1963 y lanzó finalmente a Dick a la fama. Su cualidad más destacada es la forma en que confunde al lector, quien en un momento no sabe cuál es la realidad auténtica: la imaginada por Dick, la imaginada por su escritor imaginario o aquella en la que se está leyendo la novela.
La constante presencia de la autoridad en la obra de Dick nos hace pensar de inmediato en Charles Fort. Como el mismo Dick decía: «Esencialmente, estoy defendiendo la causa de aquellos que no son fuertes… esa es la razón por la que mis protagonistas en la ficción son esencialmente antihéroes». Desde este punto de vista esos antihéroes serían victimas de las autoridades -de los poseedores, sean éstos terrestres o no.
Se habla mucho de la preocupación de Dick por las drogas; sin embargo, en entrevista con Charles Platt, él mismo reconoció: «Las únicas drogas que tomaba eran anfetaminas, para poder escribir todo lo que necesitaba para ganarme la vida… Finalmente dejé de usarlas… Un mes después de que finalmente experimenté con el LSD recibí las galeras de Los tres estigmas de Palmer Eldrich... el libro es mi clásica novela sobre LSD, aunque toda la información que tenía cuando lo escribí era un artículo de Aldous Huxley sobre dicha droga».
Su interés por las drogas en realidad, era sólo el reflejo de su preocupación por la percepción de la realidad. Descubrió las antiguas teorías griegas de Heráclito sobre el universo real (el koinos kosmos) en contraposición al mundo tal y como lo percibimos (el ideos kosmos) y encontró el tema fundamental que necesitaba para su trabajo: ¿qué tan real es la realidad? Al mismo tiempo, su interés por las filosofías orientales le ofreció una nueva alternativa para la percepción de la realidad: el budismo zen.
Pero en el fondo de todo radicaba su furia contra la injusticia. Dejemos que él mismo nos la explique en extractos del prólogo que escribió en 1980 para su antología The golden man (El hombre de oro):
«‘Tengo una actitud errónea. En síntesis, temo a la autoridad pero, al mismo tiempo, la resiento… así que me rebelo. Y escribir ciencia ficción es un modo de rebelarse… la ciencia ficción es una forma artística rebelde y necesita escritores y lectores con actitudes erróneas, actitudes de «˜¿por qué?»™ «˜¿cómo?»™ «˜¿quién lo dice?»™ Esto se sublima en temas como los que aparecen en mi literatura, tales como: «˜¿es real el universo?»™
«Básicamente no soy un tipo sereno. Crecí en Berkeley y heredé de ese sitio la conciencia social que se extendió por todo el país en los sesenta y se libró de Nixon y terminó con la guerra de Vietnam; más otras muchas cosas buenas…
«Yo me enfurecía con los agentes del FBI que llegaban a visitarme semana tras semana (el señor George Smith y el señor George Scruggs, del Escuadrón Rojo)…»
Philip K. Dick era un escritor furioso pero, al mismo tiempo, un hombre capaz de una infinita ternura. Ternura por sus personajes, que son generalmente víctimas de un universo difícil de entender. Se trata de la ternura que Buckman siente por su víctima, Jason Taverner, en Fluyan mis lágrimas, dijo el policía. Es quizá por ello que de Dick siempre se ha hablado con admiración, aunque a veces teñida por una dificultad para entender lo que está tratando de decirnos.
ALGUNAS OPINIONES SOBRE LA OBRA DE DICK
Siendo uno de los más prominentes miembros de la segunda generación de la ciencia ficción moderna -a la que pertenecen autores tan destacados como Frank Herbert, Harlan Ellison, Brian Aldiss y Larry Niven-, Dick se convirtió en el centro de multitud de controversias. Tanto el problema de la realidad de sus experiencias con drogas alteradoras de la conciencia así como sus actitudes mismas ante la vida, provocaron serias discrepancias entre lectores y críticos. Unos se referían a él como un «pesimista y atormentado», mientras que otros pensaban que era un «genio alterado». Lo único en lo que todos estaban de acuerdo era que la obra de Dick resultaba absolutamente original, inquietante y muy buena desde el punto de vista literario.
El afamado crítico, autor y maestro John Brunner, escribió sobre él: «Si usted quiere ser testigo de un maestro de la ciencia ficción anunciando cambios que el resto de nosotros jamás soñó, lea a Philip K. Dick».
En la Enciclopedia de la ciencia ficción editada por Peter Nichols es presentado como «una de las principales figuras de la ciencia ficción contemporánea… es brillantemente inventivo y obtiene acceso a reinos de la imaginación que ningún otro escritor de ciencia ficción ha alcanzado aún».
Pero, ¿hasta qué punto el juego con la realidad era parte de la vida de Dick? Un día él mismo reconoció que, durante una prueba psicológica, se demostró que era esquizofrénico, paranoico, ciclotímico, neurótico, y, al mismo tiempo, un mentiroso incorregible. Era capaz de estar de acuerdo con afirmaciones totalmente opuestas, simplemente porque, en condiciones diferentes, ambas podrían ser verdaderas. «Soy un relativista total en el sentido de que, para mí, la respuesta a la pregunta «˜¿es esto malo o bueno?»™, carece de significado semántico».
Como se deduce de lo anterior, Dick gozaba con su reputación de escritor extraño y paranoide. Charles Platt, quien lo entrevistó varias veces, platica cómo, mientras preparaba su grabadora para una charla, Dick preparaba la suya. El entrevistador se encontró de pronto ante un micrófono que no era el suyo. «Supongo que uno podría ver esto como una actitud paranoide, yo no -escribe Platt-, pero me parece que desea confirmarme, ver si mi transcripción de la cinta es exacta»¦ o ¿soy yo quien ahora se está comportando como un paranoico?» Dick, nuevamente, había logrado crear la duda entre la realidad y la percepción.
La revista Rolling Stone, con la que Dick tuvo estrechas relaciones (fue, por ejemplo, la única publicación que denunció el ataque policiaco a sus archivos), escribió sobre él: «Es la mente más brillante de la ciencia ficción en cualquier planeta».
Lo más curioso -y significativo- es que recibió mayor reconocimiento en Francia, Alemania, España y América Latina que en su natal Estados Unidos (al menos hasta mediados de los setenta). Sin embargo, mundialmente se le recuerda hoy como uno de los maestros de la nueva ciencia ficción. Como lo dijera Harlan Ellison: «Si existe algo que sea la «˜ciencia ficción negra»™, Philip K. Dick sería su Pirandello, su Beckett y su Pinter. Ningún otro talento podría calificar para ese puesto»
DECLARACIONES EXCLUSIVAS PARA CONTACTOS
Fue precisamente a Hartan Ellison a quien nos dirigimos para pedirle una breve declaración sobre la muerte de Dick.
«Phil Dick era un escritor de todas las naciones y de todos los, pueblos. No era sólo un autor de ciencia ficción o fantasía, fue un escritor como tal muy importante» nos dijo desde su casa en Los Ãngeles, California. «Era uno de esos fenómenos que ocurren una sola vez en mucho, mucho tiempo. Creo que es muy importante que en México se preocupen por publicar algo sobre él».
Nuestro colaborador y amigo, Mack Reynolds, también nos habló desde San Miguel Allende:
«Es un suceso lamentable. Yo lo conocí en una convención de ciencia ficción y, aunque no conozco a fondo su literatura, sé que es un escritor muy influyente en las nuevas generaciones».
Entre la comunidad de ciencia ficción en México hubo también comentarios de pesar, no sólo por la gran calidad de Dick, sino por su relativa juventud, que nos hacía esperar aún muchos años de trabajo y nuevas obras.
Pero el mismo Dick escribía en 1980: «La semana pasada mi médico me dijo que mi presión sanguínea se ha elevado de nuevo y ahora parece haber una complicación cardiaca. Me enfurecí». Y más adelante: «las esposas vienen y van; las novias vienen y van; nosotros, los escritores de ciencia ficción, nos quedamos juntos hasta que literalmente morimos… lo cual quizá yo haga cualquier día (probablemente para mi secreto alivio)».
[1] Publicado originalmente en Contactos Extraterrestres No. 139, México, 28 de abril de 1982. Págs. 36-40.