ESCRUTINIO
Mucho garrote y poca zanahoria[1]
Juan José Morales
No resistí la tentación de titular estos comentarios con las palabras que usó el senador perredista Mario Delgado, quien fuera Secretario de Educación en el gobierno del DF, para referirse a la Ley General del Servicio Profesional Docente. En efecto, dicha ley «”malamente llamada reforma educativa»” parte de la base de que todos los problemas de la educación en México se deben a que el magisterio está compuesto en su mayoría, o en un elevado porcentaje, por docentes mal preparados y holgazanes, y que basta sacar de las aulas a esos malos elementos para que el nivel educativo mejore como por ensalmo. Y si los maestros se oponen a ser evaluados, es precisamente porque saben que no pasarían la prueba y quieren seguir disfrutando de privilegios inmerecidos.
La foto es elocuente. Los maestros no se oponen a la reforma educativa, sino «”al contrario»” es una de sus demandas. A lo que se oponen es a que se les quiera imponer una reforma laboral punitiva disfrazada de reforma educativa.
Desde luego, es innegable que en el magisterio hay corrupción e incapacidad. Pero también es innegable que ello no se debe a los maestros, sino a ese monstruo político llamado Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación que tan amorosamente cobijaron, nutrieron y fortalecieron durante décadas un gobierno tras otro «”lo mismo del PRI que del PAN»”, porque servía muy bien a sus propósitos de control político y de auxiliar en los fraudes electorales.
En realidad, y contra lo que se trata de hacer creer a la opinión pública, la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación, la CNTE, no se opone a la profesionalización del magisterio, sino todo lo contrario. Es una de sus peticiones. Pero la ley, tal como está redactada, no les garantiza tal cosa. Ni siquiera establece estímulos y recompensas para quienes demuestren tener una preparación y un desempeño superiores al promedio o que se esfuercen por alcanzar niveles de excelencia en su trabajo. Por eso, como dice el senador Delgado, tiene muy poca zanahoria. En cambio, hay mucho garrote. Esto es, la amenaza de ser despedidos, sin poder apelar a las autoridades laborales, si ciertos evaluadores designados por los gobiernos de los estados consideran que no alcanza un resultado suficiente en las evaluaciones.
Ciertamente, el despido sólo se aplicará a los maestros de nuevo ingreso, no a los que ya se encuentran en servicio. A estos últimos, en caso de no obtener resultados satisfactorios en tres evaluaciones consecutivas en un plazo de dos años, se les retirará del servicio docente y se les reasignará en otras funciones. Por ejemplo, en labores administrativas. Pero, de creer en la aseveración de que la mayoría de los maestros están mal preparados, podría resultar que de un millón de ellos sometidos a evaluación, al menos el 10% no pasaran satisfactoriamente las evaluaciones, y se tenga que reubicarlos. ¿Habrá suficientes sillas y escritorios para dar acomodo en las oficinas a cien mil nuevos empleados? ¿Habrá suficientes tareas administrativas que puedan desempeñar? Es más: ni siquiera habría la posibilidad de destinarlos a la limpieza y el mantenimiento de las escuelas, porque la nueva ley pone esa tarea en manos de los padres de familia.
Punitiva y persecutoria como es, la ley sobre el servicio profesional docente pone a los maestros en una situación de amenaza constante, con el perpetuo temor de perder el empleo o ser humillado al obligarlo a dejar la enseñanza «”quizá después de 15 ó 20 años de dedicarse a ella»” por juzgársele inepto. Ciertamente, no es esa la situación ideal para que un maestro desempeñe su labor con tranquilidad, eficiencia y deseos de superación.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Miércoles 18 de septiembre de 2013