ESCRUTINIO
Ojo con lo que come: puede causarle homosexualidad[1]
Juan José Morales
No cabe duda que en los últimos 25 años ha cambiado la forma en que se juzgaba la homosexualidad. Todavía en 1990 estaba incluida en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud de la Organización Mundial de la Salud. Eso pese a que ya en 1973 la Asociación Norteamericana de Psiquiatría había dejado de considerarla un trastorno mental.
Ya, en estos días que corren, en 2015, la atracción por personas del mismo sexo no se considera un «pecado nefando contra natura», una enfermedad, una aberración conductual, un desequilibrio mental ni cosa por el estilo. Incluso, en muchos países y en algunos estados de México es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Pero hay quienes siguen viviendo en el pasado. En la mismísima Inglaterra las relaciones homosexuales fueron ilegales hasta entrada la segunda mitad del siglo XX, y en los países donde se aplica la sharia o ley islámica, no sólo son consideradas un delito sino que se castigan duramente, incluso con la horca o la decapitación.
Este es el cartel de invitación a la conferencia sobre homosexualidad de que hablamos. Si quiere divertirse un poco, léalo. No tiene desperdicio.
Y, sin ir más lejos, aquí en México, existe gente con la mente anclada en el pasado que ignora los avances de la siquiatría, la sicología y la medicina, y sigue calificando la homosexualidad como un horrendo pecado punible con las llamas del infierno o una enfermedad «”contagiosa además»” que debe ser tratada médicamente antes de que infecte a otras personas y se convierta en epidemia.
A mi celular llegó hace poco la invitación de cierta organización religiosa, Seminarios Pentecostales, a una conferencia sobre homosexualidad. Por supuesto, no asistí. Fue suficiente ver el temario para percatarme de que ahí se repetirían las mismas ideas «”ya superadas, como decíamos líneas atrás»” que imperaron durante siglos y que convirtieron la vida de los homosexuales en un calvario y los obligaron a ocultar su identidad sexual, una identidad que no depende de su voluntad sino de factores ajenos a ella.
Desde luego, la idea central de los Seminarios Pentecostales es que los homosexuales son pecadores y, si persisten en su aberrante conducta, tras su muerte pasarán la eternidad achicharrándose en las llamas eternas del infierno. Y si un hijo tiene tales inclinaciones, hay que castigarlo como se merece. ¿De qué manera? Lo ignoro, pues como no fui a la conferencia, no pude enterarme de «qué tipo de correctivos deben aplicarse a los hijos con tendencias homosexuales». Pero quizá la recomendación sea administrarles una buena tanda de latigazos, como se acostumbra en los países musulmanes.
El machismo no podía menos que estar presente en esta conferencia. Uno de los temas que se abordarían en ella, fue «qué actividades del hogar podrían poner en riesgo la hombría de mi marido». Y, por supuesto, los hombres deben tener muchísimo cuidado de no ejercer labores destinadas al bello sexo, por aquello de que el «cambio de roles de hombre y mujer» fue «la caja de pandora que hundió al mundo en el pecado».
Dos de los puntos de la conferencia que más risa me ocasionaron, fueron aquellos en que se pregunta si «convivir con homosexuales nos pone en riesgo de contagio» y se ofrecen consejos para evitar «que el mal de la homosexualidad invada mi hogar cristiano».
Pero el que sí definitivamente me hizo desternillarme de risa fue el punto 9 del temario: «Alimentos que provocan homosexualidad». Como no asistí a la conferencia, no pude saber qué frutas, verduras, pescados y alimentos en general debo incluir o excluir de mi dieta cotidiana para que no se me filtre a través del estómago el terrible padecimiento de la homosexualidad. Así que sigo expuesto a tan grave peligro»¦ y usted también.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Jueves 5 de febrero de 2015