IMPACTO AMBIENTAL
La insospechada importancia del sac xikín[1]
Juan José Morales
Quien vea de lejos a un ocelote, sin tener manera de juzgar su tamaño, podría tomarlo por un gato doméstico. Pero es mucho mayor. De hecho, es el mayor de los pequeños felinos silvestres. Puede alcanzar un metro de longitud, sin contar la cola.
Pero es extremadamente difícil que usted llegue a ver uno en su ambiente natural. Aunque está ampliamente distribuido en el continente, desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina «”incluidas las zonas costeras de ambos litorales de México y la península de Yucatán»” es cada vez más escaso. Además, por ser de hábitos nocturnos, pasa el día en lo alto de los árboles o en alguna cueva, tratando de no ser visto. Y por la noche, cuando sale de cacería, se mueve sigilosamente en la oscuridad y enmascarado por las manchas de su pelaje.
El ocelote o sac xikín «”Leopardus pardalis en la clasificación científica (antes Felis pardalis)»” se parece al tigrillo, con el cual puede confundirse a primera vista por la coloración de su pelaje y su aspecto general, pero es bastante mayor y pesado. El tigrillo normalmente tiene una longitud de 60 a 80 centímetros y pesa de tres a nueve kilos, en tanto que el ocelote mide entre 70 centímetros y un metro y pesa de 11 a 16 kilos.
El ocelote, cuyo nombre deriva del náhuatl océlotl y en maya se conoce como sac xikín, tiene la triste distinción de ser quizá el felino más perseguido por los cazadores, debido a la extraordinaria belleza y suavidad de su pelaje de color amarillento o grisáceo pálido y profusamente salpicado de manchas negras. Como resultado de esa cacería «”ilegal por lo demás, ya que es una especie protegida»”, se han reducido considerablemente sus poblaciones. Sin embargo, es bastante tolerante a las perturbaciones ambientales. Si se destruye la selva, logra adaptarse a otros tipos de vegetación y hasta se aventura por las inmediaciones de los pequeños centros de población. Pero al hacerlo muchas veces comienza a incursionar en gallineros y corrales buscando pollos, gallinas, cabras y otros animales domésticos «”incluso gatos y perros»” y los campesinos lo persiguen considerándolo nocivo.
A la caza furtiva y el acoso de los lugareños, hay que sumar la destrucción y fragmentación de su hábitat como resultado de la deforestación y la construcción de carreteras.
La combinación de ambos factores hizo disminuir aceleradamente las poblaciones de ocelote, tanto en México como en otros países, a tal grado que llegó a vaticinarse que a mediados del presente siglo XXI ya se habría extinguido. Sin embargo, controles más estrictos del comercio ilegal de pieles, sumados a la creación de reservas naturales en las que puede sobrevivir, contuvieron la declinación y, si bien todavía se le considera gravemente amenazado, su situación ya no se califica como crítica.
Y conservar este bello animal no es sólo una cuestión romántica o estética, pues el ocelote cumple una importante aunque insospechada función en la naturaleza. Como depredador de mediano tamaño que es, ayuda a mantener bajo control las poblaciones de herbívoros tales como venados y conejos, cuyo número excesivo acarrea problemas de erosión y desertificación al destruir la cubierta vegetal. Asimismo ayuda a controlar las poblaciones de roedores dañinos para los cultivos.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 9 de febrero de 2015