ESCRUTINIO
El espejismo del voto nulo o la abstención[1]
Juan José Morales
Entiendo que mucha gente esté pensando en abstenerse de votar este 7 de junio, sufragar en blanco o anular su boleta. Suponen que de esa manera podrán demostrar su hartazgo con la partidocracia que nos gobierna y por la corrupción gubernamental, que ha alcanzado y arrastrado a políticos y partidos en los que los electores depositaron su confianza en recientes comicios pero terminaron sumándose a los grupos de poder.
Muchos ya se habrían retirado de la lucha política después de ser en dos ocasiones consecutivas víctima del fraude electoral y verse traicionado por sus compañeros de partido, o habrían cedido a la tentación de venderse al mejor postor. López Obrador no. Eso, y el hecho de que nadie haya podido nunca acusarlo de corrupto, le permite tener millones de seguidores.
Respeto, pero no comparto tal punto de vista. Creo que sólo servirá para que ese tipo de gente siga haciendo de las suyas y México continúe inundado por la corrupción. Un voto en blanco, anulado o no emitido, no tiene ningún efecto. Ni apoya ni repudia a nadie en particular. Simplemente no cuenta. Los que cuentan son los votos válidos que aparecen en las urnas, por pocos que sean, y es a partir de ellos que se declara triunfador a quien obtiene la mayoría simple y se distribuyen los escaños de representación proporcional en la cámara de diputados y los regidores en el caso de los ayuntamientos.
No ejercer el voto no ayuda a lograr ningún cambio. Si, después de la decepción sufrida por los electores cuando en 1988 se despojó del triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas mediante ese gran fraude electoral que fue «la caída del sistema», los electores hubieran reaccionado absteniéndose de votar, nunca él y la izquierda habrían alcanzado el poder en el Distrito Federal. No hubiera habido por lo tanto avances tan importantes como la pensión universal para adultos mayores, los apoyos a madres solteras, las becas para estudiantes, el seguro de desempleo, el derecho al aborto, y otros igualmente importantes, que significaron un mejoramiento radical en las condiciones de vida de millones de personas beneficiadas con ellas.
Si en las últimas elecciones para gobernador en Tabasco hubiera predominado la idea de que no vale la pena votar porque en anteriores comicios se habían cometido monumentales fraudes que anularon la voluntad popular, hoy el ex gobernador de ese estado, Andrés Granier Melo estaría libre, muy orondo y campante, disfrutando del dinero que robó durante su gestión, porque habría triunfado el candidato priísta, siguiente eslabón en la cadena de complicidades y encubrimientos que durante mucho tiempo agobió a Tabasco, al igual que ocurre en otras entidades del país.
No. Definitivamente, la abstención, la anulación del voto y el voto en blanco son un espejismo, un acto de protesta inútil. No ayudan a combatir la corrupción, el fraude y los abusos del poder. Por lo contrario, los facilitan. Por difícil e infructuoso que pueda parecer a algunos, hay que seguir insistiendo en votar por aquellas fuerzas políticas que se han mantenido al margen de la corrupción, que realmente la han combatido, y de las que por sus antecedentes es posible esperar que hagan cambiar las cosas. Tarde o temprano se tendrá éxito.
Pero, ojo: hay que tener mucho cuidado con aquellos partidos que se presentan como nuevas y limpias opciones pero tienen nada recomendables ligas con altos funcionarios del gobierno, o aquellos candidatos de pequeños partidos que sin embargo realizan una dispendiosa propaganda, reveladora de abundantes recursos económicos. Son títeres cuya función es la de dividir el voto opositor captando los sufragios de electores ingenuos.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Miércoles 3 de junio de 2015