Platos voladores de antaño y ovnis de hogaño
Parece que fue ayer. Todo está casi como lo dejaron sus antiguos dueños. Un poco más de polvo»¦ bien, hay que reconocer que bastante más polvo, y no es de extrañar, estamos en el desierto.
La piedra gigante se ha desquebrajado debido a las expansiones y contracciones sufridas por las hogueras que se hacían a uno de sus costados.
La pista de aterrizaje ya no recibe avionetas (nunca recibió platos voladores), pero está en buenas condiciones.
Unos kilómetros más allá el Integraton, por fin, está completamente terminado y operando. No, no funciona como la máquina de tiempo que quería George Van Tassel, pero sigue siendo lugar de magufos que venden sanaciones por medio de la meditación y «sonoterapia».
Van Tassel, muerto en 1978, no hubiera notado más que aquellos ligeros cambios que mencionamos. Sus «Flying Saucer Convention» no tenían nada que envidiar al nuevo «Contact in the Desert», bueno, tal vez que ahora son 50 conferencistas quienes se encargan de adormilar a los asistentes con cuentos increíbles de extraterrestres (anunnakis, les llaman ahora). En su tiempo, eran sólo Van Tassel y un reducido grupo de amigos «“ los contactados «“ quienes realizaban tales proezas: adormilar a sus oyentes con cuentos increíbles de extraterrestres (marcianos y venusinos, les decían entonces).
Pero incluso en el número de asistentes los viejos contactados les llevan la mano a los ufolocos de «Ancient Aliens» de The History Channel. James W. Moseley, uno de los pocos ufólogos respetables nos dice en su Shockingly Close To The Truth!, que el máximo aforo de una «Flying Saucer Convention» (en realidad se llamaban Interplanetary Spacecraft Conventions) ocurrió en 1954, con más de 10,000 asistentes. En el Woodstock de los ovnis, como alguien llamó a «Contact in the Desert», en particular en la conferencia del 2014, hubo poco más de 2,000 visitantes.
Aunque ahora la reunión anual de chiflados ya no se hace en Giant Rock, por seguridad, pero sobre todo, por comodidad. La sede actual es el Joshua Tree Retreat Center, en el desierto de Mojave. Muy cerca de la «roca más grande del mundo», la Giant Rock, y del «centro de salud», el Integraton.
El reciclaje de esta vieja idea viene de Paul Andrews, un coordinador de eventos de Los Angeles, quien es un entusiasta de los ovnis y vio en estas conferencias una oportunidad de negocio.
Andrews no es tan deshonesto como Jimmy Mouse, porque al menos les ofrece a sus visitantes una variedad de conferencistas, entre los que se encuentran las estrellas de Hystory Channel, Erich Von Daniken y Giorgio Tsoukalos, o ufólogos como Jim Marrs.
Jimmy dirá que él también ofreció una pléyade de «expertos» apoyados por alta tecnología, pero su producto final, el marcianito, fue una entelequia. Andrews por lo menos les da algo tangible: unas «piedras de profecía» y agua a precios extraterrestres, que los asistentes no dudan en pagar debido a las altas temperaturas del lugar.
La idea de lucrar con la ignorancia ajena no es nueva. El mismo Van Tassel fue quien la instituyó en este lugar. En 1947, el año en que nacieron los platos voladores, Van Tassel compró el viejo feudo del misántropo Frank Critzer, quien excavó la cueva bajo Giant Rock, que luego le sirvió de casa y que posteriormente habitaría Van Tassel y su familia, su esposa Eva y sus tres hijas.
Van Tassel acondicionó el aeropuerto para que pudiera aterrizar el plato volador de su amigo Solganda, aquel extraterrestre que, telepáticamente, le transmitió los «conocimientos» para fundar su iglesia: Ministry of Universal Wisdom; y para construir el Integraton.
Pero mucho antes de esto, Van Tassel ingresó en el circuito de contactados, estrechando su amistad con figuras de la talla de George Adamski, Daniel Fry, Howard Menger, Orfeo Angelucci, Truman Betrhum, y tantos otros de los que nos hemos ocupado en este blog, y que eran las estrellas en estos conclaves platillistas.
No se si la idea de construir el Integraton, un edificio con cúpula blanca de dos pisos de altura, muy parecido a las cúpulas de los observatorios, le vino a Van Tassel del cuento de Adamski que jugaba con la ambigüedad de que era «Profesor» (en realidad maestro de teosofía y otras disciplinas sin importancia) y que vivía en Monte Palomar, en donde por aquel entonces se encontraba el observatorio astronómico más avanzado de la época (en realidad era cocinero «“ especializado en hot-dogs – en un restaurante a las faldas del cerro). Pero el parecido es evidente. ¿Van Tassel quiso construir su propio observatorio de platos voladores?
Los congresos platillistas de las décadas de los 50 y 60 son muy parecidos a las conferencias ufológicas de este nuevo siglo. Los asistentes no han evolucionado. No han aprendido nada de la historia. Siguen creyendo en todo tipo de tonterías pseudocientíficas: antiguos astronautas, platos voladores/ovnis, medicinas alternativas, contactos con extraterrestres, la tierra plana, etc.
La indumentaria y los accesorios siguen siendo los mismos: lentes oscuros, sombreros estrambóticos, sombrillas, sillas plegables, casas de campaña, casas rodantes. Tal vez se ha perdido el candor del día de campo en familia en una casa de campaña en un desierto inhóspito. Ahora se tiene las comunidades de un centro de convenciones y el aire acondicionado.
Los escenarios son prácticamente iguales: el desierto, un estrado con un «cuenta cuentos», niños aburridos, jóvenes desmadrosos, mujeres profundamente dormidas por el efecto de la conferencia, el frío inclemente de las mañanas y el calor abrazador del mediodía.
Ni siquiera faltan los ufolocos latinos. En los sesenta estaba el contactado Jim Velasques, quien fotografió un lens flare en Giant Rock, que se haría famoso en la historia de las fotos de ovnis (y que en algún momento presentaremos en este blog), y en 2014 tenemos a la directora del Ovni Club de Monterrey, Diana Perla Chapa, quien filmaría una bruja volando en su escoba (y que para no hacer escarnio de Diana, no presentaremos en Marcianitos Verdes).
Los platos voladores de ayer son los ovnis de hoy; los contactados de antaño son los ufolocos de hogaño pero el argumento, o más bien la falta de, sigue siendo el mismo, es decir the song remains the same.