ESCRUTINIO
Dos confesiones de las que muchos dudan[1]
Juan José Morales
Hasta tiempos recientes, jueces, policías y magistrados se ceñían a aquel viejo adagio de que «la confesión es la reina de las pruebas». Es decir, que si un acusado confesaba su delito, no era necesario probar su culpabilidad, pues con sus palabras la demostraba.
Aquello se acabó. En el nuevo sistema penal acusatorio, basado en la presunción de inocencia del imputado «”que fue incorporada como principio constitucional en la Carta Magna desde 2008″”, se requieren pruebas periciales, de carácter científico. No basta su confesión, por la obvia razón de que «”como ha sido una larga tradición en México»” usualmente se le arranca por diversos medios de tortura.
Son muchos y muy variados los métodos de tortura usados por las policías mexicanas, desde las golpizas hasta el «tehuacanazo», como se denomina a la introducción de agua gasificada por las fosas nasales, y «”como se muestra en la imagen»” la asfixia con una bolsa de plástico. Usualmente, los interrogadores tratan de no dejar huellas, pero a menudo no les importa dejar a sus víctimas llenas de moretones, quemaduras de cigarros u otras lesiones, sabedores de que los jueces y agentes del ministerio público fingirán no verlos o aceptarán la explicación de que se las causó el propio reo para simular que fue torturado.
Sin embargo, los dos feminicidios más sonados ocurridos recientemente en Quintana Roo, fueron «aclarados» con inusitada presteza por la policía judicial precisamente con base en la confesión de los acusados y sin que se presentara ninguna prueba convincente. Por ello de inmediato surgió la duda «”como señalamos el pasado 17 de noviembre»” de que realmente fueran culpables o simples chivos expiatorios. Y, a juzgar por los hechos que no tardaron en salir a la luz pública, parece que en efecto se trata de falsos culpables fabricados por la policía para dar carpetazo al asunto.
El primer presunto homicida cuya captura anunció personalmente el gobernador Roberto Borge, fue Carmen Ramos Pérez (a) «Conejo», supuesto victimario de la joven universitaria Karen Carrasco Castilla. El segundo, Luis Enrique Meza Calderón, (a) «El Peque», señalado como asesino de la niña María Fernanda Vargas Sánchez, de 13 años. Este crimen, dicho sea de paso, había permanecido sin resolver desde abril del presente año, pero súbitamente se dio por aclarado «”unos días después del de Karen»” a raíz de la gran manifestación de seis mil cancunenses que protestaban por la inseguridad y la ineficacia de las autoridades.
Pues bien, de acuerdo con un reportaje publicado en la revista Proceso por su corresponsal en Cancún, Sergio Caballero «”un periodista de gran calidad profesional y muy acucioso en su labor»” ambos acusados fueron sometidos a tortura para obligarlos a firmar confesiones de las cuales posteriormente se retractaron. Pero siguen en prisión.
Dice en su reportaje Caballero que un grupo de activistas de derechos humanos tomó la defensa de Carmen Ramos Pérez, supuesto asesino confeso de Karen Carrasco, y cuando un abogado de la agrupación lo visitó, pudo constatar que había sido torturado. «Tenía «”dijo el abogado»” los testículos completamente inflamados, a punto de reventar, además la mandíbula dislocada por los golpes. También la clavícula». Ante ello, se tramitó un amparo contra nuevos actos de tortura, que fue otorgado por el Juez Quinto de Distrito, y otro para que se le brindara atención médica.
En el caso de Meza Calderón, supuesto asesino de la niña María Fernanda Vargas, señala el reportaje de Caballero que al comparecer ante el juez se desdijo de la confesión que había firmado ante el ministerio público, ya que «”dijo»” había sido golpeado para obligarlo a signarla.
No deja de llamar la atención que ninguno de los dos supuestos homicidas hubiera sido presentado ante la prensa. El gobernador Borge se limitó a presentar sus fotografías, de las que «”por lo demás»” no se sabe cuándo fueran tomadas, ya que ambos tenían antecedentes penales y habían sido por lo tanto fichados en tiempos recientes.
Hay, pues, buenas razones para suponer que de nuevo estamos ante uno de esos típicos casos de inocentes convertidos en culpables a fuerza de torturas y encerrados sin más prueba que su confesión. Falta ver «”y a decir verdad, dudamos mucho de que ello ocurra»” si se presentarán las pruebas periciales de carácter científico que demuestren sin lugar a dudas su culpabilidad. Por ejemplo, las pruebas de ADN que a través de las redes sociales han estado exigiendo los compañeros universitarios de Karen.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 8 de diciembre de 2015