IMPACTO AMBIENTAL
Falsos juguetes incendiarios y cegadores[1]
Juan José Morales
Nadie le regalaría a un niño un soplete de gas o de gasolina para andar jugando con él. Sin embargo, muchos padres compran a sus hijos, creyendo que se trata de juguetes, dispositivos que pueden incendiar la casa, quemar la piel a una persona o dejar irremisiblemente ciego a cualquiera.
Los dispositivos en cuestión son los láseres. En particular los de luz azul, que se han vuelto muy populares en los últimos tiempos. Aunque no son precisamente baratos, su precio los pone al alcance de personas de clase media o acomodada, que los compran «”como decíamos»” en calidad de juguetes. Sobre todo porque generalmente se venden con unos complementos que se embonan en la punta y permiten proyectar estrellas y otras figuras decorativas.
Sin restricción ni control alguno, en México se venden por Internet, en calidad de simples juguetes, láseres como este, que «”dice el anuncio»” «quema hule, plástico, madera y papel (incluso revienta globos y enciende fósforos)». El paquete incluye anteojos de protección para quien lo maneja (pero no para quien recibe su haz luminoso), ya que su potencia es de mil milivatios, o sea más del triple que la de los usados en oftalmología para operaciones de la retina, los cuales sólo pueden ser manejados por expertos, bajo estrictas normas de seguridad y en condiciones minuciosamente controladas.
Los niños y adolescentes, sin embargo, usualmente se divierten con ellos dirigiendo el haz luminoso hacia objetos, personas, pájaros, gatos y otros animales. Es muy común que los utilicen en estadios y arenas deportivas, ya sea para molestar a los jugadores o a personas del público en las gradas del lado opuesto, y también para desconcertar a transeúntes al proyectar el punto de luz en el suelo, su calzado o su cuerpo, causarles quemaduras en ropa o la la piel o deslumbrar a motociclistas y guiadores de automóvil enfocándolo hacia sus ojos.
Y es que estos láseres tienen una potencia insospechadamente alta. La intensidad de la luz que emiten «”con una frecuencia cercana al ultravioleta»” es tan grande que el punto luminoso puede encender un cigarrillo. De hecho en su publicidad se dice abiertamente que pueden hacer arder papel, tela, cartón, madera y otros materiales, encender fósforos, cigarrillos o la mecha de bombas, y derretir plástico. «Sable láser azul que quema de verdad», reza el anuncio de uno de ellos.
Para tener una idea de la increíble peligrosidad de estos aparatos, basta señalar que los láseres que usualmente emplean los conferencistas como puntero tienen una potencia de sólo cinco milivatios y sin embargo pueden causar daño irreparable al ojo si incide sobre él a menos de 15 metros. Por eso en Estados Unidos no se permite vender láseres de mayor potencia, salvo que sean para usos médicos o científicos. Y en la Gran Bretaña el máximo permitido es de un milivatio. Pero los de luz azul que se venden libremente en México y otros países y ahora están en manos de miles de niños y adolescentes, tienen una potencia de mil a 10 mil milivatios. Es decir, entre 200 y mil o diez mil veces mayor.
Es fácil imaginar lo que esa luz concentrada le hará al ojo humano si llega a proyectarse sobre él. En diversos países se han registrado casos de personas que perdieron totalmente la visión en un ojo al recibir por una fracción de segundo el rayo luminoso de un láser azul. Recientemente, en Cancún ocurrió un accidente de ese tipo, y la oftalmóloga que atendió al paciente está haciendo circular por Internet una advertencia a los padres sobre los graves riesgos que conllevan tales aparatos, a fin de que no se los compren a sus hijos. Sobre todo en estos días de regalos navideños. También, un popular payaso, Platanito, ha difundido una alerta similar. Relata que compró uno para su hijo creyendo que se trataba de un juguete, pero al encenderlo para probarlo y dirigir el punto luminoso sobre un mueble, descubrió que la tela de éste comenzaba a arder.
Por lo demás, ni siquiera es necesario dirigir el rayo luminoso hacia una persona para causarle graves lesiones oculares. Puede reflejarse en un espejo, el vidrio de una ventana o cualquier otra superficie parecida, y así llegar accidentalmente a los ojos de alguien. Incluso de quien lo proyecta, como ocurrió a una mujer que, en España, se divertía proyectando estrellas con un láser azul dentro de su habitación y sufrió una irreparable quemadura de retina que la dejó ciega de un ojo cuando la luz «rebotó» en un vidrio.
En fin, aquí está la advertencia. Los láseres no son juguetes, sino aparatos extremadamente peligrosos que no deben dejarse en manos de niños, adolescentes y ni siquiera de adultos, si no es para usos específicos y muy bien limitados.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 7 de diciembre de 2015