EL ENCUENTRO DE HELEN Y BETTY MITCHELL
Helen Mitchell y Betty Mitchell fueron dos hermanas de San Luis, Missouri, EE.UU. que escribieron un folleto de 15 páginas[1] en 1959 titulado «We Met the Space People»[2], publicado por Saucerian Books, la editorial de Gray Barker. En el libro, las hermanas Mitchell hicieron afirmaciones ridículas de haberse reunido con extraterrestres, parecidos a nosotros, de Marte y Venus, quienes les dijeron que la humanidad debía detener la construcción de las ojivas atómicas de lo contrario sufriría la «misma suerte que nuestros antepasados de la Atlántida».
El libro, más bien un folleto, parece que fue la transcripción que hizo el propio Gray Barker de la conferencia de las hermanas Mitchell en la Convención de Naves Espaciales de Buck Nelson, en 1959.
Fue justo cuatro años después de que Desmond Leslie y George Adamski escribieran su Flying Saucers Have Landed que las dos hermanas fueron contactadas de una manera muy «normal». En mayo de 1957 habían estado de compras y pararon para tomar una coca cola en una cafetería de San Luis, cuando fueron contactadas.
Mientras estaban sentadas charlando en una de las mesas de la cafetería, dos hombres se acercaron a ellas y se presentaron como hermanos del espacio de una nave madre extraterrestre (como las que describió Adamski) que orbita la Tierra. No sabían nada de los platillos y los extraterrestres. Y fueron tomadas por sorpresa.
Los dos hombres estaban vestidos con trajes grises y se llamaban a sí mismos Elen y Zelas. Les dijeron que habían sido seguidas de cerca por la gente del espacio durante los últimos 8 años, y que se había visto su progreso desde que nacieron. Habían sido seleccionadas para llevar su mensaje a la humanidad.
Por supuesto, las dos mujeres pensaron que los hombres estaban bromeando. Eso fue hasta que los dos hombres misteriosos comenzaron a contarles a las mujeres sobre incidentes específicos que les habían sucedido a ellas durante la infancia, cosas que sólo la familia Mitchell podría haber conocido.
Se les dijo que habían sido elegidas como contactos o canales por los que podrían dar cierta información a la Tierra. Se les informó que las razones por las que la gente del espacio venía a la Tierra fueron a causa de la fraternidad y de la ciencia. Expresaron su preocupación sobre la detonación de las bombas y los dispositivos nucleares y su contaminación de la Tierra. Ellos estaban en una misión de misericordia para advertir a la gente del planeta Tierra.
Helen y Betty estaban sorprendidas por sus palabras, y señalaron en particular la amabilidad y calidez que brillaba en sus ojos. Helen dijo: «Con una sola mirada de ellos nos parecía sentir la inmensa sabiduría y fraternidad entre la que deben haber vivido». Ellos continuaron la conversación durante casi dos horas hasta que estuvieron bastante convencidas de que estos alienígenas eran reales. Finalmente se fueron diciéndoles que contactarían con ellas de nuevo.
Alrededor de una semana después de su encuentro extraterrestre inicial, ambas mujeres se sintieron atraídas por volver a la cafetería. Efectivamente, a su regreso, uno de los astronautas se sentó en una mesa apareciendo igual que cualquier otro ser humano en el lugar. En esta reunión, dio instrucciones a las hermanas sobre cómo construir un dispositivo de comunicación con el fin de comunicarse con la nave madre. Durante un período de seis meses, las mujeres usaron el dispositivo para comunicarse con la nave espacial alienígena incluyendo el comandante llamado Alna.
Viaje en un plato volador
Para noviembre, Helen Mitchell se encontró con uno de los seres extraterrestres y se fue con él a donde estaba oculta la nave espacial del extraterrestre, de 9 pies de alto y 38 pies de diámetro, en un bosque cercano a Illinois[3]. En un corto vuelo de 15 minutos, Helen dijo que ella viajó a la nave nodriza en órbita de nuestro planeta. Una vez en la nave se reunió con el comandante Alna e incluso hizo una llamada telefónica a su hermana Betty. Ella podía ver a Betty mientras hablaba con este comunicador desde la nave espacial.
La mayoría de «We Met the Space People» trata los temas habituales de los contactados, con hermosos extraterrestres de Venus vestidos en uniformes, advirtiendo a la humanidad de no probar armas nucleares (atómicas y de hidrógeno). Dijeron que la radiactividad ya estaba contaminado la Tierra y más explosiones podrían causar mutación y destrucción.
Pero hubo un mensaje aún más importante que la posible destrucción de la Tierra por las bombas atómicas. En la nave nodriza Helen Mitchell descubrió que los venusinos juegan tejo usando poderes psicoquinéticos.
En el folleto también se recogen algunas de las profecías acerca de un nuevo mundo de paz, a pesar de que las Mitchell son cuidadosas para hacer sus predicciones condicionadas a que la humanidad renuncie a las pruebas nucleares.
Los marcianos, además, advirtieron en contra de otros seres extraterrestres que no son amables. Estas entidades negativas fueron descritas como pequeñas y que vienen desde el espacio profundo. Su intención es confundir y llevar a la perturbación de la humanidad. De hecho, la humanidad está en el centro de una batalla entre la buena gente del espacio de Venus y Marte, y «los ángeles caídos» de sistemas solares lejanos (o quizás del planeta Lucifer).
Los alienígenas malvados a veces se hacen pasar por buenos, pero las hermanas Mitchell aparentemente no podían ser engañadas. Tampoco pudieron ser presionadas para escribir un libro en nombre de los ángeles caídos. Ellas empiezan a escribir un libro así, sólo para quemar los manuscritos poco después.
Aunque We Met the Space People es francamente increíble, sin embargo, tiene un aspecto particular refrescante. La estrategia habitual en estos círculos parece ser la de cualquiera de negar la existencia de los malvados alienígenas por completo (las abducciones alienígenas deben ser el resultado de una conspiración del gobierno para desacreditar a los venusianos luminosos), o de afirmar de alguna manera que los extraterrestres no son malos, incluso cuando secuestran y torturan a las personas.
Las Mitchell también son lo suficientemente astutas como para darse cuenta de que algunos extraterrestres «buenos» son impostores, mientras que otros contactados y canalizadores son totalmente acríticos a cualquier entidad «espiritual» con las que dicen estar contacto.
Se dice que los alienígenas malvados han influido en la Atlántida, con los resultados conocidos, y todavía están tratando de influir en todas las personas negativas y el mal en nuestro planeta.
Helen y Betty también niegan el rumor de que los «Hombres de Negro» las amenazaron con la esperanza de detener a las hermanas de aparecer en las convenciones de ovnis.
El folleto tiene un buen trasfondo religioso. Al leerlo parece haber indicios de que eran cristianas o al menos creían en Dios.
Este panfleto ya es de dominio público y se puede encontrar en internet, pero, además de su edición original por Saucerian Books, también se publicó en Canadá por Galaxy Press[4]. El mayor Wendelle C. Stevens lo reprodujo, pero también incluyó una versión actualizada escrita por las propias hermanas Mitchell, que se vendía con un mini CD[5]
UFO Contact… Among the Saucers
Veamos esta versión actualizada. Wendelle C. Stevens escribe en su prefacio:
Las hermanas Mitchell contaron por primera vez su historia en la Buck Nelson»™s Flying Saucer Convention el 28 de junio de 1959. Fueron atacadas por los usuales «againsters» (contreras). Ellas hicieron una convención más al siguiente año y luego se rindieron y pararon de hablar en público.
Gray Barker de Clarksburg, Virginia Occidental publicó la primera transcripción de esa primera presentación en un pequeño folleto de 15 páginas llamado «We Met The Space People», que vendió por $ 1.00 la copia. La historia de las hermanas Mitchell fue contada en una re publicación de ese pequeño panfleto bajo el título «Among The Flying Saucers», y entonces el caso pareció haber perdido energía después que las hermanas pararon de hablar sobre sus experiencias.
Pero Helen puso por escrito su autobiografía de su caso en un manuscrito de 216 páginas, que comprende este libro que ahora tiene usted en sus manos. Podemos ver cómo su caso progresó más allá de sus sueños más salvajes e inimaginable en su fantástico alcance.
Tal vez la mejor forma de introducir a este tomo es reproducir aquí el primer panfleto, la transcripción de su primera presentación, para que la examine. Luego ofreceremos la autobiografía de sus experiencias por completo. Esperamos que las encuentren tan interesantes como nosotros.
Wendelle C. Stevens
INTRODUCCIÓN
El pequeño pueblo del Suroeste donde nacimos y nos criamos Helen, yo misma, y nuestra hermana mayor, ahora me parece, otro pequeño mundo separado. Sin embargo, al reflexionar en él, de nuevo puedo ver los edificios planos en la parte de arriba que delineaban una pequeña sección de negocios llamada The Square. Se asientan en silencio y dormitan en el Sol, reflejando la vida tranquila de la comunidad que los rodea. La pequeña iglesia blanca donde gozosamente nos reuníamos cada domingo por la mañana parece permanecer más claramente que el resto, pues fue aquí, entre estas pacíficas y tranquilas paredes que me descubrí a mí misma y a mi Dios. Helen siempre estaba ahí, también, tan devota como yo, aceptando todo lo que ofrecía esta pequeña iglesia.
Pero Helen, como un cristal de muchas caras, siempre estaba buscando y reflejando más luz. De alguna forma a ella le parecía que el patrón de vida no era completamente tranquilo. Siempre tenía que saber, que investigar, para encontrar lo que podía acerca de todo. Siempre leyendo e investigando, su deseo de conocer parecía derramarse y saturarme. Pero había una diferencia. Helen sólo era persuadida por los hechos. En mí, parecía haber una complacencia a creer, incluso si los hechos no añadían nada, y yo tenía un sentimiento sobre el asunto.
En las calurosas tardes de verano, solíamos alejarnos hasta donde estaba trabajando nuestro padre. Dentro del fresco hogar a medio terminar, donde él estaba aplicando el empaste, solía sentarme y maravillarme por él. Primero llenaba por completo su boca, con tachuelas recubiertas de azul. Luego con un ritmo perfecto, con sus golpes relámpago de su hacha, su mano volaba a su boca por una tachuela. Sin mirar o fallar un golpe, cubría una pared como si fuera magia.
Pero con la llegada de los nuevos materiales de construcción, su trabajo disminuyó y nos mudamos al área de Greater St. Louis, sabiendo que las cosas serían mejor ahí.
Y las cosas fueron mejor, para que pronto estuviéramos en nuestro propio hogar de nuevo. Nuestro círculo de conocidos creció, y de nuevo estábamos en las actividades que nos hacían sentir en casa; la iglesia con todas sus funciones invitantes; un grupo de amigos sólo para hablar; y una noche fuera de vez en cuando. No fue sino hasta que mi padre murió que me casé, y en dos años Helen me siguió con el mismo patrón. Ninguno de nuestros matrimonios funcionó así que nos encontramos, con nuestros niños, de nuevo bajo el mismo techo y hogar con mi madre.
A la luz de lo que los marcianos nos dijeron sobre su método de seleccionar compañeros me pregunto si»¦ Bueno este no es un libro sobre matrimonio. ES un libro sobre nuestros contactos con la gente del espacio y el vuelo de Helen en un platillo hacia una Meired o nave madre.
Fue en una noche de amigos, justo poco después que un periódico de San Luis había informado un objeto volador no identificado, que nuestro interés comenzó a arder sin llama. Cuando la discusión discurrió, Helen admitió que ella había leído un libro de un contactado y lo había dejado a un lado antes de terminarlo, pensando en ese tiempo que la persona estaba un poco tocada por el sol del verano. Pero cuando continuó la discusión, Helen dijo que ella había leído sobre Ovnis en los periódicos de Ohio, donde ella se había mudado con su esposo. «Luces extrañas en el cielo» así las llamaban. Incluso ella relató un incidente donde estas extrañas luces habían afectado la operación de una planta de generación de electricidad.
La reunión terminó y nosotras regresamos a casa, yo preguntando. Pero Helen era bastante difícil de ceder. De alguna forma yo tenía un sentimiento de todo este asunto. Decidí que tenía que leer el libro que tenía Helen, relativo a las experiencias de los contactados con la gente del espacio. Después de eso hablamos sobre eso por horas. Helen siempre estaba analizando los hechos. Siempre decía, «no hay pruebas concretas». Pero Helen con su mente escrutadora no se rendía. Ella pidió prestados otros libros y los leyó. Entonces llegó la gran discusión. También leí cuando tuve tiempo.
Helen comenzó a aceptar la posibilidad ovni con total naturalidad. Yo estaba más viva con la cosa. Comencé a tomar tiempo afuera para observar el cielo. Yo tenía que conocer»¦ no de lo que decían los libros, sino de una experiencia real. Me di cuenta que este fuerte deseo nos llevaría tan profundamente al corazón de todo el panorama ovni.
Betty Mitchell
Para cerrar mi discurso me gustaría agradecer públicamente a la gente del Espacio quienes nos han dado mucha información y también agradecerles a ustedes, damas y caballeros, por su tiempo.
Una dirección de entrega por Betty Mitchell en la Convención de Buck Nelson, junio 28 1959
CAPÃTULO UNO
Conocimos a Zelas y Elen
«Que día tan maravilloso para estar vivo», le dije a Helen, porque el aire estaba completamente vigorizante aunque el día de mayo era aparentemente tibio.
«Tenemos que salir».
«¿A dónde?» preguntó Helen.
«Simplemente salir». Respondí.
En cuestión de minutos ambas estábamos listas y nuestro adiós a nuestra madre y a los niños fue bastante corto. Cuando conducíamos a través de las calles de la ciudad, toda la naturaleza parecía estar estallando en una lluvia de verdor. Dentro de mi parecía también parecía estar estallando, pero no sabía que era lo que lo causaba. Tal vez algo grande nos iba a ocurrir. De cualquier forma, sentía como si iba a ocurrir. Volteaba y sonreía a Helen como si verdaderamente yo tuviera un secreto muy emocionante. Pero ella no lo notó porque estaba ocupada mirando el escenario.
Conduje el auto hacia la gran zona de tiendas que recién se había completado.
Parando antes de la cuneta, apagué el motor y miré alrededor.
«Todo el mundo debió haber tenido la misma idea que nosotras», dijo Helen mientras observaba la multitud caminando lentamente por los senderos. «Parece como si ellos también van a ninguna parte».
Bajamos del auto y lo cerramos. Todavía seguía el entusiasmo, nos unimos a la multitud de compradores que veían las ventanas. Al principio los empujones no parecían molestarnos mucho. Nos movíamos lentamente, mirando en los escaparates y conversando sobre todo lo que veíamos de interés. Después de una hora de esta inactividad en las tiendas nuestro interés comenzó a apagarse y ahora sentíamos los empujones de la multitud a cada lado.
«¿Ya tienes suficiente?» preguntó Helen. «Encontremos un lugar donde podamos tomar una coca», dije. Mi entusiasmo y sentimiento maravilloso con el que había comenzado, definitivamente había caído. Tal vez una coca podría ayudar.
Comenzamos a buscar un lugar y encontramos una tranquila tienda de sándwiches que se veía invitante. Helen fue por delante y encontró una mesa desocupada cerca de la parte posterior del lugar. Ella se sentó en un lado y yo me senté en el otro. Ordenamos nuestras bebidas y nos relajamos. Del otro lado del cuarto una madre estaba reprendiendo a sus hijos por golpearse el uno al otro.
«Los mismos problemas de la semana», dijo Helen llamando mi atención hacia ellos.
Nuestras cocas fueron servidas y mis pensamientos viajaron a los niños en casa. Había sido un impulso tan repentino cuando salimos que me pregunté si tal vez había olvidado algo con respecto a ellos. Podía ver a los pequeños abriendo la puerta y alejarse en las calles mientras mi madre estaba ocupada dentro.
«¿Te preguntas cómo se llevan tan bien los niños y nuestra madre?» preguntó Helen.
«Debes estar leyendo mis pensamientos», contesté.
«¿Telepatía mental?» preguntó Helen.
«Puede ser», respondí sonriendo. Las coincidencias siempre tienen la forma de salir o producirse por fuerzas desconocidas.
«Bien, puede ser», respondió Helen como si esta vez realmente leyera mis pensamientos. «Estaba leyendo sobre la máquina electroencefalógrafo»¦»
«¿Una qué?» Pregunté.
Una máquina electroencefalógrafo», respondió. «Es un aparato que mide los impulsos eléctricos que salen del cerebro. ¿Si salen del cerebro cuando piensa una persona, parecería natural que esos impulsos pudieran ser cachados y reinterpretados hacia los pensamientos en los que estaba pensando la persona?»
«¿Quieren decir, que tal vez el cerebro de una persona tiene esta habilidad receptora?» Pregunté.
«Algo como eso», respondió Helen.
«Entonces, ¿por qué no leemos los pensamientos de otras personas?»
«Puede ser, si ellos son impulsos eléctricos, otros impulsos eléctricos en el aire pueden perturbarlos», respondió Helen.
«Podríamos no haber aprendido a superar tales impulsos hasta ahora, ¿no? Pregunté.
«Algo como: Qué vino primero, la gallina o el huevo, eh», dijo Helen.
Esta era una broma entre nosotras con respuestas fáciles.
«Yo digo que la gallina», dije, lo que siempre era mi respuesta de cajón.
«Yo digo que el huevo».
Alcé la vista sobresaltada. No era la voz de Helen la que me respondía aunque pensé que ella estaba respondiendo a nuestro pequeño juego. La respuesta venía de un joven en la mesa cercana a nosotras. Pude ver que Helen estaba molesta porque agitaba su coca furiosamente. Traté de no mostrar ningún interés en este hombre o al otro sentado frente a él, pero no pude evitarlo. Ambos se veían jóvenes; diría que a mediados de sus veintes. Buen corte de cabello y peinados inmaculadamente. El que había hablado tenía un brillo alegre en sus ojos cuando miraba a Helen agitar su coca cola. El otro estaba viéndome en silencio. No había la arrogancia o descaro en ellos que usualmente es tan aparente en una persona tratando de familiarizar con una mujer joven por razones personales. En lugar de eso había una gentileza en ellos. Algo que pude sentir, y pese a que no quería admitirlo, no pude sentir animosidad contra ellos. Parecíamos haberlo golpeado en una debilidad porque parecía haber una cierta seriedad en un profundo interés en este tema.
Pude ver que Helen estaba agitando su coca con menos furia. Conozco a Helen y sé que su curiosidad le estaba ganando.
«¿Por qué el huevo?» preguntó.
«Todas las cosas están contenidas en la mente antes de que sean realmente», dijo.
«La ciencia puede probar que de una energía invisible, no vista por el ojo, viene la formación de nuevas manifestaciones. El átomo y su movimiento crea cosas nuevas, y esto es por lo tanto en forma de huevo. La forma de huevo es el movimiento antes de la manifestación».
Yo negué con mi cabeza. Helen ahora estaba dentro de ella, más allá de toda duda este joven no solo era cualquiera. Aquí había dado la primera respuesta razonable que había escuchado sobre el asunto. Y yo estaba segura que Helen no lo dejaría ir hasta que ella tuviera algunas otras respuestas que nos habían estado molestando.
«Pienso que sé lo que quieres decir», dijo Helen. Ella había olvidado por completo la agitación y ahora su coca estaba a un lado. «Tome como ejemplo la guerra. ¿No es esto algo como la gallina y el huevo? ¿La forma del huevo no encuentra su nacimiento en la mente del hombre como en la codicia, el miedo y los malos entendidos? Entonces ¿no se ha hecho madurar a este huevo por hablar sobre él y actuar para prevenir que cause reacciones en los otros? Entonces, ¿no se puso este huevo, y por la maternidad de tales pensamientos y actos produjo la manifestación, la guerra que fue en su primer momento?»
El sujeto ahora estaba profundamente involucrado, y notando su deseo de no ser tan conspicuo al hablar fuerte a través de la mesa, les pedimos que se sentaran en nuestra mesa mientras discutíamos esto. El otro hombre intervino y su voz era pesada con acento. Puede ver que Helen estaba un poco reluctante en aceptarlo en esta conversación, pero él continuó.
«La guerra es una forma destructiva y cruel de evolucionar, y sin embargo a veces es un medio necesario para las primeras civilizaciones, parece que la gente de la Tierra ahora puede vivir en paz». Sin embargo su voz era tan tranquila, que me encontré tratando de oír cada palabra. «La Hermandad y la Unidad pueden resolver todos los problemas aquí si los líderes y la gente se esfuerzan más por entender. Si todos los pensamientos sobre la Tierra pudieran contener la forma de huevo de la paz y perfección para todo, entonces ¿no habría el «cielo en la Tierra» del que habla la Biblia?»
Sus observaciones estaban dirigidas hacia Helen, quien había perdido todo su sentimiento por haber sido interrumpida, y parecía estar dándole vueltas a este asunto en su mente. Cuando ella habló, su respuesta fue corta y nítida como frecuentemente eran sus respuestas.
«Esta paz se está formando ahora en las mentes de muchos, y tal vez la Tierra está cerca de este «˜Cielo»™ de lo que ella se da cuenta», dijo.
Me pregunté qué le hizo dar tal respuesta. Nunca supe que ella tuviera tales pensamientos de esta «resurrección» de la Tierra. La conversación ahora estaba pisando sobre un tema delicado, y sospeché que estos hombres eran estudiantes de algún seminario. A pesar de mi gran signo velado a Helen de pasar desapercibido sus comentarios, pude ver que ella estaba lista a discutir todo el asunto tan lejos como ellos quisieran llevar.
«¿Dónde crees que caen los alrededores geográficos de este «˜Cielo»™?» Preguntó con una voz suave que casi fue un susurro. Esta cuestión me interesaba y tenía una respuesta que quería dar. Tomé un rápido sorbo a mi coca para aclarar mi garganta pero fue demasiado tarde. Helen estaba lista en el proceso de responderle.
«Para mí el cielo no tiene fronteras. Con toda la vasta cantidad de espacio sin fin en los cielos, puede estar en cualquier lugar allá afuera. Tal vez en una de las estrellas sin fin que brillan en la noche».
Vi sus caras brillando como si este fuera el terreno a donde habían esperado llegar. Y lo supe cuando el más oscuro respondió.
«¿Crees que hay vida en otros planetas?» preguntó.
La pregunta parecía estar dirigida a las dos, y sentí que era mi turno de responder.
«Vida, si», respondí, «Pero nada remotamente parecido a la vida sobre la Tierra. Los científicos nos dicen que las condiciones climáticas son distintas en otros planetas. Pero entonces, la ciencia también puede estar equivocada». No sabía muy bien cómo poner lo que tenía que decir a continuación, pero sentí que tenía que decirlo. «La otra noche estaba leyendo un libro justamente sobre estas cosas. Fue escrito por un hombre que afirma haber sido informado por seres del espacio exterior de que hay vida en todos los otros planetas. Incluso afirma haber tomado un paseo en sus naves espaciales «“ «˜platillos voladores»™, ya saben», añadí, sin saber mucho en la que me había metido.
Él asintió, y ambos sonrieron ampliamente, no haciendo burla sino como si tuvieran un buen secreto entre ellos.
El que tenía acento puso ambas manos sólidamente sobra la mesa y habló.
«Si yo les dijera que soy Elen y él es Zelas del planeta Marte, ¿Cuál sería su reacción? De golpe miré a Helen. Su cara era un espejo de sorpresa y su boca estaba abierta. Sentí como si me estuviera viendo de la misma forma. De pronto comenzamos a reírnos.
La espontaneidad de la risa ayudó mucho. Dejo salir mucha de la tensión que se había construido en mi interior. Después que la risa me había calmado un poco, los miré. Estaban sentados ahí, silenciosamente observándonos. Sus caras estaban absolutamente calmadas. Sólo mostraban una emoción de paciencia, mucho como la misma emoción que una madre muestra a su hijo. Un sentimiento de hormigueo comenzó en mí, subiendo por mi espalda, y llegando hasta la parte superior de mi cabeza. Ahora estaba nerviosa, tengo que admitir eso. Miraba a Helen y aunque estaba segura que ella sentía la misma cosa que yo, ella parecía por el exterior perfectamente lista para manejar la situación ahora que había parado de reír.
«Si ustedes son de ahí», preguntó señalando en una dirección hacia arriba, «¿qué están haciendo aquí? ¿Cómo pueden responder al hecho de que ustedes se parecen mucho a la gente de la Tierra cuando Marte está más alejado del Sol?»
Helen no estaba siendo maliciosa. Ella sólo quería saber»¦ si ellos tenían la respuesta, lo que yo dudaba.
Continuará
[1] 20 si incluimos la presentación y las portadas.
[2] Mitchell Helen & Mitchell Betty, We Met The Space People. The Story of the Mitchell Sisters, (Address delivered at the Buck Nelson Convention, June 28, 1959), Saucerian Books, Clarksburg, West Virginia, 1959. 15 s.
[3] No entiendo porque los extraterrestres, después de haber viajado millones de kilómetros desde Marte, tuvieron que estacionar su plato volador a casi 300 kilómetros de distancia de la casa de las hermanas Mitchell. Incluso hay más lugares en Missouri para poder ocultar el plato volador. (Nota de LRN)
[4] Mitchell Helen & Mitchell Betty, We Met the Space People. The Story of the Mitchell Sisters, Galaxy press, Canada, 1973. 15 s.
[5] Mitchell Helen & Mitchell Betty, UFO Contact… Among the Saucers by Helen & Betty Mitchell, Editado, anotado y publicado por Wendelle C. Stevens, UFO Photo Archives, 1990. Hay una versión de libro electrónico en Mini-CD, de 2012.