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CARTAS AO DIRETOR/
De acuerdo con el principio de INTERCIENCIA[1] de adelantar la discusión libre de opiniones e ideas, dentro de un tono de altura, nuestras páginas están abiertas a las personas e instituciones que deseen expresar puntos de vista aunque no necesariamente coincidan con los que se publican en la revista.
El Editor
LA VERDAD SOBRE EL MONO VENEZOLANO[2]
Luego de haberse publicado por los suscritos el artículo «François de Loys (1892-1935) y un hallazgo desdeñado: La historia de una controversia antropológica» (Interciencia, 23(2): 94-100, 1998), recibimos varias cartas de lectores, indicándonos algunas referencias bibliográficas adicionales, pero sin añadir elementos nuevos al problema, reafirmando todo esto la intensidad de la controversia y que efectivamente continuaba irresoluta.
Más recientemente hemos recibido copia de una carta publicada en 1962 por el Dr. Enrique Tejera, que añadida a la información aportada por otras referencias bibliográficas obtenidas por los autores, impone replantear la historia en cuestión. La citada carta dirigida a Guillermo José Schael (Tejera, 1962), resulta muy reveladora y dice así:
«Caracas, Julio de 1962 «“ Recibimos ayer del Dr. Enrique Tejera la siguiente carta:
Señor Guillermo José Schael
El Universal
Mi distinguido amigo:
A propósito de un mono nuevo encontrado en Venezuela «“que por cierto ya hay bastantes con los conocidos- le diré con motivo de su artículo aparecido en El Universal de hoy, en su columna «Brújula» que me veo en la necesidad de desengañarlo. Tal mono es un mito. Le contaré su historia.
En los primeros meses del año de 1919 encontrábame yo en París y también allí estaba el Dr. Nicomedes Zuloaga Tovar. Una mañana me telefoneó pidiéndome que leyera en el diario «Le Temps» la columna «Conferencias». Estaba allí anunciada para esa tarde cuyo mote era: «Un mono antropoide en Venezuela. El primero que se encuentra en América».
El tema no podía ser más interesante, no sólo para nosotros sus compatriotas, sino para los sabios especializados en el asunto.
En la tarde concurrimos a la Sociedad de Historia Natural de París. El salón estaba lleno. ¡Qué curiosidad había despertado ese nuevo venezolano!
El conferencista era el señor Montandon, tildado por sí mismo «Explorador Especializado» (?).
Mi sorpresa fue extraordinaria al escucharlo. Siempre había dudado de muchas aseveraciones, pero aquello sobrepasaba lo imaginable.
Creo que el público tuvo otra sorpresa. Y fue que en el auditorio se había escuchado una voz pidiendo la palabra. Quizá el tono fue algo brusco lo confieso.
Rogué al Presidente de la Sociedad que pidiera al señor Montandon que exhibiera de nuevo la fotografía del mono objeto de la conferencia.
He aquí más o menos lo que dije aquel día:
«El señor Montandon nos acaba de decir que el simio éste en cuestión fue encontrado en una región ignota de Venezuela, en que el blanco nunca había llegado. Véase sin embargo en la foto, que el mono está sentado en una caja de un producto americano y por detrás como fondo tiene un platanal. No necesita esto comentarios con respecto a lo ignoto».
«Por otra parte, el señor Montandon ha señalado como de sexo masculino el espécimen aquí retratado. ¿No sabe el conferencista que en ese género de monos el sexo femenino es externo? Los que están aquí, y los hay especialistas, saben que esto es verdad».
«Pero debo agregar algo más: El señor Montandon ha dicho que el mono no tiene cola. Eso es cierto, pero ha olvidado decir algo, y es que no la tiene porque se la cortaron. Puedo asegurarlo así, señores, porque fue delante de mí que se la amputaron».
(movimiento en la sala, etc.)
Conté entonces: «Quien habla en este momento trabajaba para 1917 en un campo de exploración petrolera en la región de Perijá. Estaba como geólogo el señor François De Loys; como Ingeniero el Dr. Martín Tovar Lange.
De Loys era un bromista y muchas veces nos reímos de sus bromas. Un día le regalaron un mono. El mono tenía la cola enferma. Hubo de cortársele. De Loys lo llamaba el hombre mono.
Tiempo después De Loys y yo nos encontramos en otra región de Venezuela: en la zona llamada Mene Grande.
Siempre andaba con él su mono mocho.
Allí en Mene Grande murió el simio. De Loys lo fotografió y es esa y creo que el señor Montandon no lo negará, la fotografía que él ha presentado hoy.
Debo decirles señores que cualquier ignaro de la región de Perijá haría con seguridad el diagnóstico de ese mono ahí fotografiado. Allá lo llaman Marimonda. Como ese hay muchos allí.
Señores: los naturalistas especializados saben muy bien que los monos antropoides no tienen externa la vagina y que en cambio este género americano, la mona marimonda, sí la tiene así. Además, si al hacer un género y especie nueva de este mono el naturalista ha hecho una buena descripción del simio, seguro habrá descrito el cráneo y bastará compararlo con la especie «marimonda» para saber que ese es su verdadero nombre y no uno basado sobre un mito.
Creí aquella tarde que aquello había terminado, porque el fin de la conferencia no hay para qué contarlo.
Más últimamente, en un viaje a París mi estupor ha sido grande al visitar el Museo del Hombre. En lo alto de una escalera monumental, llenando la pared del fondo está una inmensa fotografía y debajo puede leerse: «El primer mono antropoide encontrado en América». Es la fotografía de De Loys, pero magníficamente retocada. Ya no se ve el platanal ni se sabe sobre que caja está sentado el mono. El truco ha sido tan bien aprovechado que dentro de unos años el simio en cuestión tendrá más de dos metros. De una farsa nació un mito, más después será la leyenda del «monstruoso hombre mono de las selvas de América». Y digo de América porque les parecerá entonces pequeño decir que es de Venezuela.
Mi apreciado amigo Schael: esa es la verdadera historia del mono que ha motivado su artículo. Para terminar debo agregarle: Montandon era mala persona. Después de la guerra fue fusilado porque traicionó a Francia, su patria.
Lo saluda cordialmente su amigo, Enrique Tejera.
Los planteamientos expuestos en la carta de Tejera, también fueron comunicados por él en una reunión de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, al respecto Eugenio de Bellard Pietri (1999, Com. Pers.) nos dice: «en una oportunidad en que se hablaba en la Academia de temas antropológicos (no recuerdo si fue con motivo de los descubrimientos de Louis y de Mary Leakey en Olduvai Gorge de los Australopithecus), [E. Tejera] relató una experiencia suya ciertamente extraordinaria habida cuenta de los lugares y personajes que intervinieron». Seguidamente, refirió el Dr. Tejera «que durante su estadía en los campos petroleros del Zulia, donde se desempeñó como médico al servicio de una empresa petrolera, le tocó un día ver a varias personas que estaban arreglando, para tomarle una fotografía, a un gran mono araña muerto. Se las ingeniaron con maña y colocaron al mono sentado sobre una caja que había contenido (según yo creo recordar) enlatados comestibles identificados muy claramente en la mencionada caja con un impreso muy evidente y grande, fácil de leer a distancia. Tejera nos refirió que él se acercó durante la toma de la fotografía y se fijó con atención en la caja y en el mono, al cual identificó en su conversación con nosotros en la Academia como un mono araña grande».
Enrique Tejera (1899-1980), se graduó de médico en 1917, el mismo año en que se debió dirigir al estado Zulia a ejercer como médico rural, donde según indica compartió con François de Loys. Posteriormente estuvo exiliado en Francia, y para 1920 participó en París en la Reunión de la Cruz Roja Internacional, en ese país recibió la distinción de «Caballero de la Legión de Honor» (Sáenz de la Calzada, 1953: 1137).
Del testimonio del Dr. Tejera interesa su señalamiento de que François de Loys en su lado personal era un «bromista». Igualmente resulta importante conocer que para 1919, ya se había efectuado la primera conferencia sobre el nombrado «antropoide», -dato desconocido para todos los autores que han tratado el tema-, pero fue años después que Montandon publicó la descripción del «nuevo» primate, como Ameranthropoides loysi (Montandon, 1929a). Quizás esta espera fue a propósito, para que se olvidara la discusión causada por Tejera en dicha conferencia. Luego, el 15 de junio de 1929, el mismo de Loys publica detalles de su «descubrimiento» (de Loys, 1929).
Coleman y Raynal (1996, 1997) recientemente han presentado información biográfica muy bien documentada sobre George Montadon, que confirma que en el medio francófono fue alguien que promulgaba una postura antisemítica y racista muy radical, de hecho, en un periódico de la época –La Lumière, 26-iv-1940- llegó a afirmar que esta doctrina era de su autoría y que Hitler se había copiado de él (Coleman y Raynal, 1997: 151). Montandon ha sido conocido por la postulación de su teoría de «hologénesis humana», cuya propuesta fundamental era que en distintas regiones de la tierra se creó el hombre independiente y simultáneamente (Montandon, 1928). Esta teoría tiene en el trasfondo de su estructuración una profunda connotación racista, con fuertes implicaciones en la otrora y lamentablemente pretendida justificación de la «supremacía aria». Ello implicó para Montandon, que el «˜blanco»™ provino del Homo sapiens arcaico (cro-magnon), el «˜amarillo»™ del orangutan, el «˜negro»™ del gorila o el chimpancé, y el descubrimiento del Ameranthropoides «˜explicó»™ el origen del amerindio (el llamado de raza «˜roja»™)» (Coleman y Raynal, 1996: 90). Curiosamente de la muy extensa bibliografía de Montandon, donde se encuentran libros como L»™ologenese humaine (ologénisme) (1928) y Le Race, les Races (1933), solamente una refiere a primates (Montandon, 1929a, y versiones sucesivas), justamente la referida al Ameranthropoides loysi. Por su parte, el mismo Montandon justifica la importancia del Ameranthropoides loysi, dentro de su teoría de «hologénesis humana» (Montandon, 1929b: 192; 1930: 453-454), cuyas implicaciones racistas se han señalado. A petición de los autores, el Dr. Alain Froment conversó con una hija de George Montandon, quien indicó que su padre fue gravemente herido por miembros de la Résistance francesa durante la Segunda Guerra Mundial en 1944, ya que compartía ideas nazistas y fue colaborador de los alemanes durante la ocupación, por ello también su casa y archivos fueron destruidos. Ese mismo año moriría eventualmente en Alemania y desde entonces su nombre ha sido prácticamente borrado de la historia de la antropología francófona.
Es lamentable que el testimonio de Tejera, sólo publicado localmente en 1962, no hubiese trascendido en los círculos extranjeros donde la discusión del «hallazgo» ha continuado hasta nuestros días, de haber sucedido, se hubieran ahorrado varias décadas de controversia. En lo que respecta a los bien documentados trabajos de Coleman y Raynal (1996, 1997), estos han aparecido en una publicación muy poco conocida, de difícil acceso, probablemente con poco impacto a futuro. Con la información aquí presentada, se sugiere que el Ameranthropoides loysi fue un fraude.
AGRADECIMIENTOS
Se agradece al Dr. Eugenio de Bellard Pietri por habernos enviado copia de la publicación del Dr. Enrique Tejera. Al Dr. Alain Froment, Secretario General de la Sociedad de Antropología de París, por la información suministrada.
REFERENCIAS
Coleman, L. y Raynal, M. (1996): De Loys»™ Photograph: A short tale of apes in green hell, spider monkeys, and Ameranthropoides loysi as tools of racism. The Anomalist (Manhasett, NY), 4: 84-93.
Coleman, L. y Raynal, M. (1997): [Réplica a Shomaker, M. 1997]. The Anomalist (Manhasett, NY), 5: 143-145.
Loys, F. de (1929): A gap filled in the pedigree of man? A sensational discovery in South America: A new and strangely human species of the anthropoid apes (hitherto unknown of the Western Hemisphere). The Illustrated London News (Londres), 174 (4704): 1040, 2 figs.
Montandon, G. (1928): L»™ologenese humaine (ologénisme): Librairie Félix Alcan, París, xii + 477 p., 14 pls.
Montandon, G. (1929a): Un singe d»™apparence anthropoïde en Amérique du Sud. Comptes Rendus hebdomadaires des Seances de l»™Académie des Sciences (París) (11 mars), 188(11): 815-817.
Montandon, G. (1929b): Découvertes d»™un singe d»™apparence anthropoïde en Amérique du Sud. Journal de la Société des Américanistes de Paris, n. s. (París), 21(1): 183-195.
Montandon, G. (1930): Précisions relatives au grand singe de l»™Amerique du Sud. Archivio Zoologico Italiano (Turín), 14(2-4): 441-459.
Montandon, G. (1933): Le Race, les Races. Edit. Payot, París, 299 p.
Sáenz de la Calzada, C. (Direc. de comp.) (1953): Diccionario Biográfico de Venezuela. Tip. Blass, S.A. Madrid. 1558 p.
Tejera, E. (1962): [Carta a Guillermo José Schael, columna Brújula]. Diario El Universal, Caracas. 19 julio, p. 28. Caracas, mayo de 1999.
Ãngel L. Viloria,
Franco Urbani
y Bernardo Urbani.
[1] En mis años de universidad descubrí esta hermosa revista venezolana y quedé atrapado. En cierta forma se parecía a la británica New Scientist (que también descubrí por aquellos años), porque no se arredraba por tratar temas considerados tabú, como la criptozoología (que es el tema de esta carta), o de astroarqueología (como las líneas de Nazca), etc. No era como la, en aquel entonces pomposa Ciencia y Desarrollo (actualmente la sección del Ing Mario Méndez Acosta aborda estos y otros temas). Interciencia y New Scientist me acercaron a los temas paranormales desde un punto de vista escéptico.
[2] Interciencia, Volumen 24, Número 4, julio «“ agosto 1999, páginas 229-231.