ESCRUTINIO
Las guerras en favor de las drogas[1]
Juan José Morales
Ahora que se habla de la guerra contra las drogas, que tantos miles de muertos ha costado a los mexicanos «”mas no a los norteamericanos ni a los europeos»”, vale la pena recordar las que podrían denominarse guerras en favor de las drogas, un par de episodios históricos de los que prefieren no hablar Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia y otras naciones que estuvieron involucradas en ella.
Desde luego, aquellas contiendas no se llamaron así. Se les conoce como Guerras del Opio, y tuvieron lugar a mediados del siglo XIX. En aquel entonces, había en Europa gran demanda de té, seda, porcelana y otros productos chinos. Pero como en China no había mucha demanda de productos europeos, la balanza comercial resultaba desfavorable para las naciones europeas.
Poco o nada pudieron hacer los endebles juncos armados chinos contra las modernas naves de guerra británicas, entonces las mejores del mundo. En la imagen, una de las desiguales batallas navales de la Primera Guerra del Opio. Así, a fuerza de cañonazos, se obligó a China a permitir que se legalizara el consumo de ese estupefaciente en su territorio. Puede decirse entonces, que los mayores narcotraficantes de la historia fueron los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, España y otras potencias occidentales.
Para equilibrarla, España comenzó a vender en China grandes cantidades de opio, que se introducía de contrabando. Pronto comenzó a hacer lo mismo la llamada Compañía de las Indias Orientales, una dependencia del gobierno inglés que administraba a la India, entonces colonia británica. Estados Unidos y Alemania igualmente le entraron al productivo negocio, que dejaba ganancias del 400%.
Puede entonces decirse, sin exageración, que todos esos países fueron oficialmente narcotraficantes y envenenadores del pueblo chino.
Las cantidades de opio así vendido «”con un amplísimo margen de ganancia»” fueron en continuo aumento, y en continuo aumento fue también el número de adictos, que gastaban las dos terceras partes de sus salarios en la compra de la droga. Ante los graves problemas sociales que ocasionaba el creciente y desenfrenado consumo del estupefaciente, sumamente adictivo, en 1839 el emperador Dao Guang, ordenó destruir cierta cantidad de cajas de opio introducidas ilegalmente y solicitó cortésmente a su majestad británica, la reina Victoria, que por favor respetase las reglas del comercio internacional y dejara de contrabandear opio en China.
La augusta monarca, según tengo entendido, ni siquiera se dignó responder a la petición. Envió una poderosa flota de buques de guerra que sin mayores problemas «”pues entonces la Gran Bretaña era la mayor potencia naval del mundo»” derrotó a la armada china. Esa fue la Primera Guerra del Opio, librada entre 1839 y 1842, en la cual Gran Bretaña fue apoyada entusiastamente por España, Alemania, Estados Unidos, Francia y Portugal.
A China se le impusieron condiciones humillantes mediante el llamado Tratado de Nankín, entre ellas permitir la venta irrestricta de opio, abrir varios puertos al comercio, también sin restricciones para los europeos, y ceder el territorio de Hong Kong a la Gran Bretaña por 150 años (terminó devolviéndolo a regañadientes 155 años más tarde).
El gran descontento que esto ocasionó despertó fuertes sentimientos nacionalistas, y no tardó en desatarse, en 1850, una rebelión para expulsar a los extranjeros. Nuevamente intervinieron los buques y las tropas europeas en la Segunda Guerra del Opio, que se prolongó hasta 1856 y culminó también con la derrota de China y la firma del Tratado de Tientsin, que impuso nuevas y más duras condiciones al gobierno chino.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Miércoles 24 de febrero de 2016