IMPACTO AMBIENTAL
El enigma del colugo y la teoría de la evolución[1]
Juan José Morales
Si no sabe usted qué es un colugo, no se sienta culpable de ignorancia. Es un animal muy poco conocido, incluso por los científicos. Aproximadamente del tamaño de un gato, habita las selvas del sureste de Asia y se caracteriza porque posee entre las patas una gran membrana elástica como la de los murciélagos, llamada patagio, que le permite «volar» de un árbol a otro. Pertenece a un grupo zoológico muy especial y hasta la fecha sólo se conocen dos especies: Galeopterus colugo y Cynocephalus volans.
Por mucho tiempo ha constituido un quebradero de cabeza para los biólogos, que no se ponían de acuerdo acerca de si clasificarlo junto con los murciélagos «”que son verdaderos mamíferos voladores»” o las musarañas arborícolas, que únicamente planean igual que el colugo. Y no se tenía muy claro «”o más bien había mucha confusión»” respecto a su ubicación en el proceso evolutivo de los mamíferos.
Esto, desde luego, no es nada extraño en biología. Muchos animales han representado un gran problema a la hora de clasificarlos. Por ejemplo, los bien conocidos flamencos. Inicialmente se les ubicó en el mismo orden zoológico de los cisnes, patos y gansos, pero algunos ornitólogos los agruparon con las cigüeñas y los ibis, en tanto que otros los situaban entre las garzas. Finalmente, se decidió colocarlos en un orden separado y diferente a los de todas aquellas aves: el de los Phoenicopteriformes, del cual son los únicos miembros y se caracterizan por sus largas patas, cuello curvado y una voz parecida a la de los gansos.
Este es un colugo. Pertenece al orden zoológico de los dermópteros, que significa «alas de piel». A las dos especies actualmente identificadas quizá habrá que añadir otras cuatro, a juzgar por las diferencias en el ADN de las distintas poblaciones de estos animales existentes en diferentes regiones de Asia.
Pero el desafío que la clasificación del colugo representó para los biólogos, fue aprovechado por los creacionistas para lanzar la peregrina afirmación de que si esta criatura no tenía un lugar en el árbol de la evolución, era precisamente porque se trata de una criatura; es decir de una creación de Dios, quien lo diseñó hace seis mil años, edad que tiene la Tierra «”con todo lo que en ella existe»” según la interpretación que algunos hacen de los textos bíblicos.
En pocas palabras: el colugo se convirtió en estandarte de cierto tipo de antievolucionistas, esos que no buscan respaldo místico o religioso a sus afirmaciones de que todo fue creado por un ser superior, sino que echan mano de los errores, inconsistencias, lagunas o deficiencias de los estudios sobre evolución para «demostrar» que ésta es falsa.
Pero, para desconsuelo de quienes así piensan, en la revista Science acaba de publicarse un estudio científico, basado en las modernas técnicas de análisis de ADN, que permitió ubicar al colugo en el árbol de la evolución. No tiene parentesco con los murciélagos ni las musarañas, sino con los primates, ese grupo al cual pertenecen el chimpancé, el mono araña, el gorila, los lémures y otros mamíferos con cinco dedos, inclusive el ser humano.
El estudio permitió también llegar a la conclusión de que esa rama de los primates a la cual pertenece el colugo se separó del tronco de la evolución hace unos 86 millones de años, cuando los grandes reptiles todavía dominaban la Tierra y nuestros remotos ancestros mamíferos eran sólo animalillos que debían andarse cuidando de no perecer aplastados por un pisotón de dinosaurio.
Se acabó, pues, el enigma del colugo y una vez más se confirmó la teoría de la evolución.
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[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 19 de agosto de 2016