Will West, Osama Bin Laden y la Ciencia de la Identidad
5 DE MAYO DE 2011
Kentaro Mori
«En 1903 un prisionero llamado Will West llegó a la (penitenciaria de) Leavenworth. El escribano sacó las fotografías de arriba y, teniendo la impresión de recordar a West, preguntó si ya había estado en la prisión anteriormente. West dijo que no. El escribano tomó algunas medidas, fue al archivo y encontró este registro, con el nombre de William West:
Estupefacto, el prisionero respondió: «Esa foto es mía, pero no sé cómo la has sacado, porque sé que nunca estuve aquí antes».
Y West estaba diciendo la verdad, porque el registro anterior pertenecía a otro prisionero que ya estaba cumpliendo prisión perpetua en aquella exacta penitenciaría desde 1901. No sólo poseía la misma apariencia y medidas, sino también se llamaba William West. La leyenda que el caso se tornaría emblemático para la adopción de la nueva ciencia de identificación por huellas dactilares, la dactiloscopia: era la única técnica que diferenciaría con seguridad los dos Wests (uno era clasificado 13/32, el otro 30/26). La impresión de su pulgar en la identidad debe algo al caso de Will y William West.
Es una fábula de la ciencia forense, demasiado buena para ser verdad. Y de hecho, en realidad la historia de los dos Wests sólo llegó a la literatura en 1918, años después que las huellas digitales ya habían sido reconocidas e implantadas como un sistema de identificación superior. El sistema de medidas biométricas usado anteriormente nunca fue promovido como un método exacto y único de identificación, así que la reunión de los dos Wests muy parecidos no fue exactamente una falla, era en cierto modo un éxito por la forma en que, a partir de características y medidas físicas, dos personas parecidas pudieron ser fácilmente localizadas.
Por otro lado, la realidad también es que los hechos básicos de la historia, de las fotos a las fichas, son verdaderos y con un detalle fascinante: el oficial responsable por implantar el sistema de identificación por medidas en Estados Unidos, el mayor Robert W. McClaughry, fue el padre del escribano M W McClaughry, el que estaba presente y no sólo midió a William y Will West en 1901 y 1903 con el antiguo sistema Bertillon, sino fue también pionero en la implantación de la nueva dactiloscopia en 1905. El único detalle poco fascinante en esta historia desgraciadamente es lo más importante: no se sabe con certeza si los dos Wests serían parientes, o incluso hermanos gemelos. El mismo apellido de familia y los nombres similares sugieren que sí. Hay fuentes no verificadas de que su parentesco habría sido establecido, pero en la época, y siendo que los dos no se conocían ni sabían que tenían un hermano gemelo, la cuestión quedó, y permaneció abierta.
Lo que se afirmó con seguridad sorprendente es que después de más de un siglo en uso en la dactiloscopia, jamás se encontraron dos personas con huellas dactilares idénticas. Incluso los gemelos idénticos, univitelinos, como los West pueden haber poseído diferentes huellas dactilares. Aunque las impresiones de gemelos sí tienen mayor similitud, un indicativo de cómo nuestras digitales son fruto tanto de nuestra herencia genética y de elementos fortuitos del ambiente en que crecemos, empezando desde el vientre materno.
Es casi poético que las puntas de nuestros dedos sean en más de un aspecto un reflejo de quiénes somos y literalmente un sinónimo de nuestra propia identidad. Los babilonios dos milenios antes de Jesús ya usaban huellas digitales como firmas, pero fue sólo en el siglo 19 que la ciencia, a través del polímata Francis Galton, demostró que ellas serían incluso únicas para cada individuo. Algo de la historia de la ciencia de la identificación revela algunos nexos más interesantes.
Antes de ensuciar el pulgar con tinta, el primer sistema de identificación científica fue creado por el francés Alphonse Bertillon. En el caso de los Wests, se realizaban varias medidas físicas, como el tamaño de la cabeza, la longitud del dedo medio (!), del pie y el brazo, permitiendo fichar a una persona en una de 243 categorías. Así, incluso un archivo con 5,000 personas sólo tendría alrededor de 20 fichas en cada categoría, facilitando inmensamente localizar a una persona – hace dos siglos, la tecnología de recorrer miles de fichas sistemáticamente para encontrar una tarjeta era algo tan fabuloso como Google. Y en esencia no tan diferente.
Los detalles adicionales como los colores de los ojos y el cabello permitiría todavía 1,701 grupos diferentes, que eran al final completados en la identificación por las fotos de frente y perfil de la persona, las conocidas «mugshots». Bertillon fue el pionero en avanzar esta estandarización y registro objetivo de caras a través de fotografías, así como la fotografía de escenas de crímenes. Su sistema biométrico fue abandonado a favor de la dactiloscopia, pero las «mughots» que introdujo persisten y también penetraron en la cultura popular.
Fascinante también es que, a partir de las medidas, y en el proceso de categorización, todo era transformado a través de fórmulas en números. Algo como una fórmula de la identidad, si la idea de un individuo único ser «reducido a un número» asusta, la de dactiloscopia también lo hace, porque de poco adelantaría un sistema de identificación único que no pueda ser indexado e investigado con facilidad. Como Google.
Y la era digital nos lleva por fin a Osama Bin Laden, mientras que los rumores dan cuenta de que las primeras identificaciones y confirmaciones de su identidad -aunque con gran margen de error- se hicieron a través de medidas biométricas. Es decir, imágenes anteriores del líder de Al Qaeda fueron analizadas, a partir de ellas se hicieron medidas y, sí, podemos decir que Bin Laden se transformó en un número que fue entonces verificado en el hombre muerto en Pakistán. No tan diferente del sistema Bertillon, pero mucho más sofisticada, esa identificación tardó pocas horas, de hecho, pudo haber tardado pocos minutos.
La confirmación adicional de la identidad única del terrorista, aún según rumores, saltó el sistema de dactiloscópico, y fue directamente a la identificación genética, a través de su ADN. Aunque los gemelos idénticos comparten la misma carga genética, y aunque se puede imaginar así que las huellas digitales sean una forma más confiable de identificación, el hecho de que basta una muestra genética que puede obtenerse más fácilmente que una impresión completa, y los métodos más objetivos con qué muestras genéticas son diferenciadas, hacen que la prueba de ADN sea la más sofisticada forma a través de la cual la ciencia puede identificarlo entre casi siete mil millones de otras personas. Como las huellas digitales, de pruebas de paternidad la evidencia en los peores crímenes, y ahora, en uno de los más relevantes casos de identificación en la historia, la ciencia de la genética y la identificación forense moldean y cambian el mundo en que vivimos.
Una «mugshot» del terrorista muerto puede dirigir algunas dudas al proporcionar una imagen simbólica de identificación, pero la historia de Will y William West hace más de un siglo demuestran cómo las fotografías, incluso décadas antes del advenimiento de Photoshop, son poco confiables. Por cierta ironía histórica que casi suena como ficción, el presidente estadounidense que autorizó su captura y eventual muerte tiene un nombre parecido.
En una fábula, Osama Bin Laden y Barack Obama serían gemelos idénticos, siendo un malévolo y el otro un héroe del bien, descubriendo fortuitamente la existencia del otro en un combate mortal. En realidad, cualquier forma que el gobierno estadounidense proporcione para comprobar la identificación del hombre muerto después de una década de búsquedas será cuestionada. [Futility Closet, @fabianelima, Scafo]