Ovnis, COVID y la incertidumbre radical de este momento
15 de junio de 2021
Sandro Galea MD
Qué significa nuestro presente impredecible sobre cómo planificamos un futuro más saludable.
Revisado por Abigail Fagan
Los informes sobre ovnis y la experiencia de COVID demuestran que los eventos inesperados pueden conducir rápidamente a cambios e incertidumbre.
Las personas tienden a tener un sesgo hacia la normalidad, pero la incertidumbre puede cambiar ese sesgo y crear cambios dramáticos.
Los períodos de incertidumbre resaltan la vulnerabilidad de la humanidad y brindan oportunidades para remodelar ámbitos sociales como la salud pública.
A principios de este mes, The New York Times publicó una historia con un titular que hablaba de la incertidumbre con la que vivimos: «Estados Unidos no encuentra evidencia de tecnología alienígena en objetos voladores, pero tampoco puede descartarla». La historia se refería a un próximo informe del gobierno sobre fenómenos aéreos no identificados (UAP), un término actualizado para lo que se conoce más comúnmente como ovnis. El artículo contenía esta llamativa línea:
«Los funcionarios superiores informados sobre la inteligencia admitieron que la misma ambigüedad de los hallazgos significaba que el gobierno no podía descartar definitivamente las teorías de que los fenómenos observados por los pilotos militares podrían ser naves espaciales extraterrestres».
Me doy cuenta de que hay un ligero elemento de absurdo en sacar a relucir el tema de los ovnis. Dado el estigma en torno al tema, es llamativo ver el tema planteado por una serie de figuras creíbles, desde senadores al ex presidente Obama. La historia ovni es, en muchos sentidos, un complemento apropiado para nuestro año y medio de COVID. Refleja cuán repentinamente pueden surgir problemas nuevos e inesperados, para dominar nuestro pensamiento y reiterar la incertidumbre de la vida. Piense en noviembre de 2019. Pocos podrían haber anticipado que, durante gran parte de los próximos 18 meses, el mundo se vería cerrado efectivamente por una pandemia global.
En este sentido, tanto los ovnis como el COVID exponen un sesgo en nuestro pensamiento, un sesgo hacia la normalidad, hacia la rutina. Este sesgo da forma a nuestras decisiones, influyendo en cómo planificamos para las crisis y cómo respondemos cuando ocurre un desastre. Al romper este sesgo, nuestro momento presente ha visto un regreso de la incertidumbre radical, un término acuñado por el libro, Radical Uncertainty: Decision-Making Beyond the Numbers, de John Kay y Mervyn King. Algunas reflexiones sobre cómo el regreso de la incertidumbre radical ha invertido nuestro sesgo hacia la previsibilidad y cómo podemos aprender de este punto de inflexión para tomar mejores decisiones sobre la salud.
Tanto los ovnis como el COVID nos recuerdan que vivimos, siempre, en un contexto de incertidumbre. A veces es posible olvidar esto. Podemos vivir gran parte de nuestras vidas asumiendo que el mañana se parecerá más o menos al hoy, a medida que nos aclimatamos a la ilusión de la previsibilidad. Sabemos que pueden ocurrir cambios dramáticos, pero tendemos a pensar que les suceden a otras personas, no a nosotros.
Sin embargo, la historia ofrece muchos ejemplos de grandes cambios que pueden sacarnos de esta complacencia. Gran parte de mi investigación se ha centrado en cómo desafíos como las guerras, los ataques terroristas y los desastres naturales alteran el status quo y dan forma a la salud a corto y largo plazo. Este trabajo a menudo ha traído a la mente cuán inesperados pueden parecer estos eventos para las poblaciones afectadas, cuán radicalmente alteran el sentido de lo familiar, lo predecible. Todos sabemos, por supuesto, que ocurren desastres. Pero cuando atacan, sin embargo, parecen inexplicables, rompiendo un status quo que parecía más la norma que la excepción de la historia frecuentemente caótica y violenta de la humanidad.
Por ejemplo, miremos nuestro momento presente. Sabíamos desde hace mucho tiempo que el mundo era vulnerable a las pandemias, así como sabemos desde hace mucho tiempo que la vida en otros mundos es claramente posible, incluso probable. Sin embargo, COVID y la repentina seriedad del tema ovni se sienten como algo salido de otra dimensión, muy alejado de nuestra experiencia cotidiana. En este sentido, nos devuelven a un sentimiento de incertidumbre radical.
Este sentimiento caracterizó gran parte de la experiencia humana antes de nuestra era actual. Durante muchas edades, incluso los eventos más comunes podrían recordarnos esta incertidumbre. Por ejemplo, cuando no sabíamos de dónde procedían los truenos y los relámpagos, cada tormenta era como una comunicación de los dioses en cuyas manos se asumía ampliamente que todos vivíamos. En aquellos días, nuestro sesgo era hacia una comprensión del mundo que dejaba un amplio espacio para la incertidumbre radical, en contraste con nuestra era actual, cuando nuestro sesgo es todo lo contrario.
Con este sesgo viene, yo diría, una cierta falta de humildad sobre nuestro lugar en el mundo, informada por una ligera sobrevaloración de lo que sabemos. Gran parte de nuestro sentido de previsibilidad se basa en nuestra capacidad para comprender el mundo a través de la ciencia. Ya no tememos a los dioses cuando escuchamos truenos porque la ciencia ahora nos dice de dónde vienen los truenos. Incluso durante la interrupción de COVID, la expectativa de que pronto tendríamos una vacuna ayudó a moderar el impacto del momento. Esto significó que gran parte de la conversación sobre la reapertura de la sociedad se basó en la suposición de que la pandemia no se prolongaría indefinidamente.
Esta suposición permitió que muchos tomaran posiciones más absolutistas de las que podrían haber tomado si hubiera parecido que no había una vacuna a la vista. Gracias a lo que sabíamos sobre la fabricación de vacunas, pudimos sentir que sabíamos algo más, algo que no podíamos saber: el futuro. Este es un error al que los seres humanos somos susceptibles. La ciencia nos proporciona una base para la comprensión que ayuda a mitigar la incertidumbre radical de nuestro estado natural. Todo lo que hemos aprendido a través de la ciencia puede hacer posible olvidar que nuestro conocimiento sigue siendo, de hecho, puede ser siempre, exiguo en comparación con todo lo que aún tenemos que aprender.
La aparición de COVID fue un recordatorio de que la incertidumbre siempre está presente. Por esta razón, un sesgo hacia la aceptación de la incertidumbre puede ayudarnos a crear un mundo más saludable no solo cuando navegamos por las crisis, sino también cuando los tiempos son buenos. La incertidumbre recuerda nuestra vulnerabilidad compartida, una vulnerabilidad que persiste en todo momento y en todo lugar. Cuando veamos esta vulnerabilidad, podemos trabajar para crear una sociedad más resiliente, entendiendo que, en cualquier momento, esta resiliencia podría ser probada.