Científicos en desacuerdo sobre un “artefacto alienígena” que podría ser un “fragmento del asesino de dinosaurios”
El físico de Harvard, criticado por sus colegas por sus “exageradas” afirmaciones sobre una nave interestelar, aunque algunos consideran sus ideas “creíbles”.
2 de septiembre de 2023
Por Joe Pinkstone
El profesor Loeb muestra un tubo que contiene fragmentos de meteoritos recuperados del fondo del Océano Pacífico Crédito: Anibal Martel/Anadolu Agency via Getty Images
Estaría entre los descubrimientos más extraordinarios de la historia científica: fragmentos de una nave extraterrestre de otro Sistema Solar que aterrizó en la Tierra.
Esta semana, el profesor Avi Loeb, astrofísico de Harvard, afirmó que podría haber realizado un hallazgo de este tipo tras recuperar objetos metálicos del lecho marino donde un meteorito se estrelló en el Océano Pacífico, cerca de Papúa Nueva Guinea, en 2014.
Su afirmación ha sido recibida con incredulidad por otros científicos que han ofrecido explicaciones alternativas, aunque extraordinarias, para las esférulas metálicas.
Los restos de una supernova, un fragmento de un exoplaneta lejano golpeado por un meteorito gigante y las pruebas con armas nucleares se han postulado como explicaciones más probables.
Según el profesor Loeb, el análisis de la composición de las esférulas demuestra que proceden de más allá del Sistema Solar.
Sin embargo, el ex director del Departamento de Astronomía de Harvard aún no ha enviado sus conclusiones a una revista para que sean revisadas por expertos.
Científicos de todo el mundo han acogido con escepticismo su afirmación de que ha encontrado un artefacto alienígena, pero siguen creyendo que puede tratarse de un hallazgo histórico: la primera vez que un objeto interestelar llega a las manos de un ser humano.
El Dr. Phil Sutton, astrofísico de la Universidad de Lincoln, está de acuerdo en que las esferas metálicas se originaron fuera de nuestro Sistema Solar.
La velocidad a la que el meteorito IM1 entró en la atmósfera terrestre en 2014 (45 km/segundo) indica que tiene que ser interestelar, afirma. La firma química del metal también indica que se forjó en un vivero estelar manifiestamente diferente al nuestro.
El Dr. Sutton está abierto a la posibilidad de que puedan ser restos de una nave espacial, pero añade que es una posibilidad poco probable.
“Esto procede de otra estrella y podría ser parte de un planeta de otro sistema estelar”, declaró a The Telegraph.
“Podría tratarse de varias cosas. La idea realmente exótica es hablar de objetos tecnológicos que han sido fabricados en contraposición a objetos naturales”.
“Soy científico y también tengo la mente abierta a muchas posibilidades. No creo que se pueda descartar que se trate de una nave extraterrestre. La mayoría de la gente se burlará de la idea y dirá que es totalmente ridícula”.
“Es más bien una posibilidad muy pequeña. La explicación más probable es que un objeto similar al que aniquiló a los dinosaurios aquí en la Tierra chocara contra un planeta de otro sistema estelar y enviara parte del material del núcleo y del océano de magma que luego se fundió en el impacto”.
“Esta metralla podría haber sido expulsada con tal fuerza que se moviera lo suficientemente rápido como para escapar del sistema estelar del que procedía, tal vez ayudada por una honda de otros planetas. Creo que ésa es probablemente la explicación más plausible”.
Sin embargo, argumenta, sigue siendo razonable contemplar la idea de que se trate de un fragmento de una nave alienígena. El ser humano dispone ahora mismo de la tecnología necesaria para enviar una sonda no tripulada a Próxima Centauri B, nuestro exoplaneta más cercano, a unos cuatro años luz de distancia, afirma, y si nosotros podemos hacerlo, quizá otra especie en otro lugar del universo ya lo haya hecho.
“¿Y si otra civilización nos encontró antes que nosotros a ellos y envió sondas? Eso en sí mismo es perfectamente plausible porque así es como lo haríamos nosotros, en mi opinión”.
Mínima justificación para la exageración
Otros científicos han rechazado tales sugerencias.
Lord Martin Rees, astrónomo real y catedrático de Cosmología y Astrofísica de la Universidad de Cambridge, declaró a The Telegraph que lo mejor era ignorar todas las afirmaciones de Loeb, que “ya son demasiado exageradas”.
En su opinión, los objetos encontrados por Loeb podrían ser sólo uno de los “billones de objetos similares a asteroides” que hay en el espacio interestelar, por lo que son “interesantes pero no sorprendentes”.
El astrónomo más veterano de Gran Bretaña añadió que “no hay ninguna justificación para que se diga a bombo y platillo que se trata de algo ‘artificial’, y menos aún para las otras afirmaciones de Loeb”.
La profesora Monica Grady, catedrática de Ciencias Planetarias y Espaciales de la Open University, afirma que el trabajo de Loeb es muy detallado e interesante, pero que no es “suficientemente convincente” como para afirmar que las partículas metálicas proceden del meteorito IM1, y mucho menos que se trata de una nave extraterrestre.
La profesora Grady sugiere que las partículas recuperadas del Océano Pacífico podrían proceder de una supernova, o estrella en explosión, algo que Loeb rechaza.
También dice que podrían haberse producido en la Tierra como efecto secundario de pruebas con armas nucleares.
“Las Islas Marshall están a sólo unos cientos de kilómetros de la región donde Loeb buscó”, dijo a The Telegraph.
“Las islas fueron escenario de 67 pruebas nucleares realizadas por Estados Unidos entre 1946 y 1958, y aún queda un legado de los daños causados por la radiación. Las esférulas podrían ser la lluvia radioactiva de las pruebas nucleares, producida por una supernova generada por el hombre”.
La profesora Grady también se ha propuesto analizar las esférulas ella misma para comprobar si efectivamente es así.
El profesor Paul Murdin, estimado colega de Lord Rees en Cambridge y descubridor del primer agujero negro, afirma que, aunque el método de Loeb es poco convencional, está de acuerdo con algunas de sus conclusiones.
Las esférulas tienen “probablemente un origen interestelar”, declaró a The Telegraph, y es “creíble” que tengan una composición extrasolar única. En su opinión, el descubrimiento tiene mérito desde el punto de vista científico, pero las afirmaciones de que se trata de tecnología extraterrestre lo están rebajando y desvirtuando.
“Es un caso científico muy interesante. Es posible que se trate de un planeta extrasolar o de un asteroide, que sabemos que existe en grandes cantidades”, afirmó.
“Pero la pregunta es ¿y qué? Sabemos que nuestro Sistema Solar es una isla en un mar de material que flota alrededor de la galaxia. Podría tratarse de restos galácticos que han llegado flotando hasta nuestras costas”.
“Decir que podría tratarse de una nave espacial artificial es un gran salto. Creo que es una pena restarle interés intrínseco a la ciencia especulando en exceso”.
https://www.telegraph.co.uk/news/2023/09/02/avi-loeb-meteor-alien-interstellar-material-space-craft/
¿Se han encontrado realmente fragmentos de meteoritos interestelares en el océano?
El astrofísico Avi Loeb y su equipo afirman ser los primeros en haber encontrado fragmentos de un meteorito interestelar, pero otros científicos se muestran muy escépticos
31 de agosto de 2023
Por Leah Crane
Imagen microscópica de una esfera metálica que, según un equipo de científicos, procede de un objeto interestelar. Expedición interestelar
Unas diminutas esferas de metal halladas en el fondo del mar podrían proceder de un meteorito interestelar. Los investigadores que recuperaron las esférulas afirman que su composición no se corresponde con nada que se haya visto antes en la Tierra, pero se trata de una afirmación controvertida.
A principios de este año, Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, llevó a un equipo a una expedición frente a la costa de Papúa Nueva Guinea, donde los modelos predijeron que habrían aterrizado restos de un objeto apodado IM1. IM1 cayó a la Tierra en 2014. Loeb y sus colegas lo identificaron más tarde como un posible objeto interestelar basándose en la velocidad registrada, que según ellos era lo suficientemente rápida como para indicar que se precipitó a la Tierra desde más allá de nuestro sistema solar. Esperaban localizar sus restos en el fondo del océano.
Durante la expedición, los investigadores hallaron unas 700 esférulas diminutas ricas en hierro. Han empezado a analizar la composición de esas esférulas. De las 57 que han examinado hasta ahora, cinco parecen tener composiciones inusuales.
Estos cinco orbes son especialmente ricos en los elementos berilio, lantano y uranio, por lo que los investigadores los han bautizado como esférulas BeLaU. Las esférulas también presentan concentraciones especialmente bajas de elementos que los científicos esperarían que se evaporasen con el calor extremo que genera un meteoro al atravesar la atmósfera terrestre, lo que indica que proceden del espacio. Pero sus composiciones no son consistentes con orígenes en la Tierra, la Luna o Marte, dice Loeb.
“Por lo general, cuando se obtienen esférulas procedentes de meteoritos del sistema solar, su abundancia se desvía, como mucho, en un orden de magnitud”, explica. Estas se desvían hasta en un factor de 1000. “Si se combina todo lo que sabemos… estoy bastante seguro de que proceden de un objeto interestelar”.
Loeb afirma que estas composiciones indican que las esférulas proceden probablemente de un objeto diferenciado, que ha tenido tiempo suficiente para que los elementos más densos se hundan hacia el centro. Pero para otros investigadores, eso no cuadra. “Estos objetos interestelares, esperamos que sean fugas de los equivalentes de la nube de Oort alrededor de otras estrellas… no estos objetos diferenciados que él está sugiriendo”, dice Alan Rubin de la Universidad de California en Los Ángeles. “No son lo que cabría esperar de material interplanetario”.
Incluso la idea de que estas esférulas sean diferentes de las rocas que ya hemos encontrado es controvertida. “Tendría que compararlas con cada tipo de roca de la Tierra y cada composición mineral, y luego hacer lo mismo con cada mineral y roca de los meteoritos”, dice Matthew Genge, del Imperial College. “Incluso si esta tarea descomunal diera como resultado la falta de coincidencias, entonces seguiría sin ser una prueba de un origen interestelar, porque los meteoritos sólo muestrean una fracción de los materiales de nuestro sistema solar”.
“Estas son cosas que han estado sentadas en el fondo del mar [durante] al menos nueve años, pero francamente probablemente miles de años, reaccionando con el agua de mar y acumulando contaminación”, dice Steven Desch de la Universidad Estatal de Arizona.”»El fondo oceánico está plagado de todo tipo de cosas: hay explicaciones naturales”.
La propia naturaleza del IM1 también ha sido objeto de críticas. “Hay muchas razones para pensar que estas velocidades, que no tienen barras de error, que no se pueden comprobar, no son correctas”, dice Desch. “Para todos los objetos más rápidos que parecen venir de fuera del sistema solar, casi siempre hay algo raro con la velocidad – este objeto no se establece como interestelar en absoluto”. Además, no está claro que ningún material hubiera sobrevivido al ardiente viaje del meteoro a través de la atmósfera terrestre, afirma.
Harán falta muchas más pruebas para convencer a otros astrónomos de que las esférulas son realmente interstelares. Pero Loeb dice que es posible que pronto se disponga de más pruebas. “Sólo hemos analizado una décima parte de los materiales, pero decidí publicarlo ahora para que pudiéramos obtener algunos comentarios de la comunidad. Así, si hay algo que debamos hacer de forma diferente o si necesitamos compartir algunos materiales, podremos hacerlo”, afirma. Él y sus colegas ya están planeando otra expedición para buscar trozos más grandes de IM1.
‘Oumuamua: ¿Natural o artificial?
Jason Wright
18 de julio de 2023
Jason T. Wright (Penn State)
Steven Desch (Arizona State University)
Sean Raymond (Universidad de Burdeos)
Descubrimiento del primer gran visitante interestelar
Durante décadas, los científicos anticiparon el descubrimiento de objetos procedentes de otras estrellas que pasaban por el Sistema Solar. (Uno de nosotros recuerda a su asesor de posgrado –Tom Quinn, de la Universidad de Washington- hablando de ello a principios de la década de 2000, momento en el que el tema ya contaba con una larga trayectoria). No era un tema de estudio corriente porque aún no se había encontrado ningún objeto “interestelar”.
Ya se sabía que los rayos cósmicos y algunas partículas de polvo eran interestelares, y hemos tenido muestras físicas de ellos durante décadas. También se había propuesto que algunos cometas de la nube de Oort (una vasta reserva de cometas que pululan alrededor del Sol a miles de veces la distancia Tierra-Sol) habían sido capturados de estrellas hermanas en el lugar de nacimiento del Sol. Lo que faltaba era una señal clara de un objeto macroscópico procedente de fuera de la esfera de influencia de nuestro Sol. A estos los llamamos objetos interestelares.
El 18 de octubre de 2017 se detectó la primera raya interestelar (confirmada) en una imagen tomada con el telescopio PAN-STARRS2 en Hawái. El objeto parecía una raya en lugar de un punto de luz porque se movía muy rápido por el cielo. La cronología de lo que ocurrió a continuación es fascinante y está documentada en la charla TED de Karen Meech. El objeto recibió el nombre de ‘Oumuamua, que significa “explorador avanzado” en hawaiano.
‘Oumuamua fue objeto de una intensa observación astronómica, pero su brillo se desvaneció tan rápidamente que a las dos semanas de su descubrimiento se perdió para todos los telescopios terrestres, excepto para los más grandes. La brevedad de esta ventana de observación y la incertidumbre asociada a sus propiedades físicas fueron los principales motores de la controversia posterior.
La impresión inmediata fue que ‘Oumuamua parecía una especie de asteroide o cometa. Estaba demasiado lejos para que pudiéramos resolver los detalles de su superficie, pero por su brillo en diferentes longitudes de onda parecía similar al de los asteroides ricos en agua o a los cometas inactivos. Sin embargo, a diferencia de los cometas, no mostraba ningún indicio de desgasificación o actividad cometaria: normalmente, cuando los cometas se calientan, sus hielos se evaporan y vemos que forman una coma, y vemos indicios de que ese gas se escapa. Los cometas retroceden ante este escape de gas, que actúa como el empuje de un cohete para alterar su trayectoria orbital.
Los astrónomos se apresuraron a situar a ‘Oumuamua en su contexto. El análisis de sus variaciones de brillo reveló dos hechos sorprendentes. En primer lugar, su brillo cambiante puso de manifiesto que ‘Oumuamua giraba cada 8 horas aproximadamente, pero siguiendo un patrón que no se repetía. Los rasgos de la superficie que entran y salen del campo de visión suelen permitirnos obtener el periodo de rotación de un asteroide o cometa, pero en este caso el periodo era irregular. Se trata de un indicador de rotación “tumultuosa”: un estado de giro perturbado pero no infrecuente en los cuerpos pequeños del Sistema Solar.
La segunda sorpresa fue que en algunos momentos de su rotación fue casi 10 veces más débil de lo habitual. Esto es demasiado para explicarlo con rasgos superficiales, lo que significa que su forma no podía parecerse en nada a la esférica. Actualmente hay dos posibilidades que parecen las más probables: una forma de panque con una relación de ejes de aproximadamente 6:6:1, o una forma de cigarro con una relación de ejes de ~8:1:1. La forma de panque es la más probable. La forma de tortita es más probable porque hay más probabilidades de verla de canto que de punta, y ‘Oumuamua no se oscurece tan a menudo. (Esta comprensión llegó demasiado tarde, ya que la imagen popular de ‘Oumuamua como un objeto alargado en forma de aguja cautivó la imaginación del público).
Una concepción artística comúnmente compartida de ‘Oumuamua, que muestra una proporción de eje “en forma de cigarro” de 10:1:1. Una geometría “panque” de 6:6:1 podría ser más probable. Crédito de la imagen: European Southern Observatory / M. Kornmesser
En pocos meses se propusieron una docena de explicaciones sobre los orígenes de ‘Oumuamua. Estas explicaciones iban desde las relativamente mundanas, como la de un asteroide o un cometa extinto expulsado de su sistema planetario de origen, hasta otras más novedosas, como la de un resto de una generación anterior de planetas que se fundió parcialmente en la atmósfera de una estrella masiva moribunda. A pesar del debate, todos los modelos publicados se mantuvieron en el ámbito de los objetos naturales.
La espina clavada en los modelos de origen convencionales la pusieron las mediciones de la órbita de ‘Oumuamua a medida que se alejaba de la Tierra. El telescopio espacial Hubble y los Very Large Telescopes de Chile midieron su posición hasta dos meses después de su descubrimiento, lo que permitió estimar con precisión su trayectoria orbital. Los análisis mostraron que la trayectoria de ‘Oumuamua cuando desapareció de nuestra vista se desviaba unas decenas de miles de kilómetros de una trayectoria puramente gravitatoria. Una fuerza adicional lo había empujado lejos del Sol y ligeramente fuera del curso de la gravedad.
Sugerencias de que ‘Oumuamua podría ser artificial
La idea de que ‘Oumuamua pudiera ser un objeto artificial, y no un cuerpo natural como un cometa o un asteroide, surgió de forma independiente en la mente de muchos científicos casi inmediatamente después de su descubrimiento. De hecho, muchos científicos y profanos en la materia se habían preparado para tal posibilidad gracias al libro de 1973 Rendezvous with Rama (Cita con Rama), de Arthur C. Clarke, cuyo primer capítulo relata con inquietante clarividencia algunos de los acontecimientos del descubrimiento de Oumuamua. En ese libro, un objeto alargado y cilíndrico entra en el Sistema Solar en una órbita que lo lleva cerca del Sol, luego sale de nuevo, y es descubierto por cazadores de cometas, y finalmente se determina que es una nave extraterrestre.
Portada del videojuego Rendezvous with Rama, de Telarium, que muestra la larga nave cilíndrica a través del ojo de buey de una nave terrestre que la intercepta.
En la vida real, las conversaciones entre astrónomos en Twitter sugirieron alegremente el nombre de Rama para nuestro nuevo visitante, y los científicos planetarios comprobaron sus datos en busca de cualquier signo de color inusual o características espectrales que pudieran indicar artificio. Desgraciadamente, el objeto real no se ajustaba a la visión de Clarke más allá de su forma y trayectoria aproximadas: era considerablemente más pequeño (quizá 100 m de diámetro, en lugar de los 50 km de Rama), tenía los mismos colores que los cometas y asteroides típicos del sistema solar y, al parecer, daba tumbos de forma incontrolada (lo que le confería un brillo muy variable, en lugar del constante del libro). Además, fue descubierto cuando salía del Sistema Solar, demasiado tarde para una inspección minuciosa (o para visitantes humanos, como en la novela de Clarke). La novela también anticipaba que el número de mujeres científicas que estudiarían este tipo de objetos sería bastante inferior al actual).
No obstante, la novedad del objeto y la posibilidad de un primer contacto bastaron para que los astrónomos buscaran señales de transmisiones de radio artificiales procedentes del objeto utilizando el Allen Telescope Array, operado por el Instituto SETI de Mountain View (California), el Murchison Wide Field Array y el Green Bank Telescope de 100 m Robert C. Byrd. En estas últimas observaciones, realizadas por astrónomos de la Universidad de Virginia Occidental y la Universidad de California en Berkeley, se utilizó el equipo Breakthrough Listen en lo que en su momento fue la investigación SETI más sensible y de banda ancha jamás realizada sobre un único objetivo. (No se detectaron señales artificiales).
La sugerencia más prominente de que ‘Oumuamua era artificial comenzó con un artículo de Bialy & Loeb, que analizaba la posibilidad de que ‘Oumuamua pudiera ser una vela de luz, una lámina extremadamente delgada utilizada para la propulsión de naves espaciales a través de la presión de la radiación. Este artículo analizaba principalmente la capacidad de supervivencia de los objetos finos en el espacio interestelar, pero concluía con la “hipótesis exótica” de que ‘Oumuamua podría haber sido un objeto de este tipo, tal vez una pieza desechada de un aparato de lanzamiento.
En su artículo, Bialy y Loeb calculan que ‘Oumuamua pesaba unos 1,000 kg y tenía un grosor de 1 mm, lo que parece demasiado voluminoso para ser una vela ligera eficaz (las nuestras suelen ser miles de veces más finas). Tampoco está claro si una vela así no se doblaría o si seguiría dando tumbos tras millones o miles de millones de años en el espacio interestelar. Hasta hace poco nadie había analizado la variación de brillo y las aceleraciones de una vela de luz, por lo que no estaba claro si la hipótesis de la vela de luz se ajustaba a los datos mejor que un cometa.
No obstante, la hipótesis ha sido ampliamente difundida en los medios de comunicación gracias a las numerosas entrevistas concedidas por el segundo autor, Avi Loeb, y a la posterior publicación de su libro científico Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth, que debutó en la lista de bestsellers del New York Times y recibió críticas favorables en la edición impresa de ese periódico. El libro del Dr. Loeb y sus debates públicos han sido mucho menos circunspectos y equívocos que el artículo de Bialy & Loeb, y hacen fuertes afirmaciones sobre la calidad de las pruebas de que ‘Oumuamua es artificial.
Portada del libro de divulgación científica de Avi Loeb que sostiene que ‘Oumuamua es una nave extraterrestre.
Afirmaciones extraordinarias y pruebas extraordinarias
Gran parte del meta-debate sobre las afirmaciones del Dr. Loeb se ha centrado en variaciones de la formulación de Carl Sagan de la vieja máxima de que las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. El Dr. Loeb argumenta en su libro y en otros lugares que su afirmación de que ‘Oumuamua es tecnología alienígena no es, a fin de cuentas, tan extraordinaria. Se trata, en última instancia, de una objeción filosófica a la presunción que muchos de nosotros hemos hecho de que el objeto es natural, y a los posteriores análisis de los datos realizados bajo esa presunción. Para el Dr. Loeb, esto podría parecer un “question begging”: si suponemos que es natural antes de empezar nuestro análisis, entonces no podemos afirmar que hemos llegado a la conclusión de que es natural basándonos en pruebas.
Nosotros replicaríamos: los científicos que analizan ‘Oumuamua en un contexto natural no han descartado de plano la hipótesis de la tecnología alienígena -de hecho, muchos de nosotros participamos en muchas de las discusiones anteriormente mencionadas sobre si se trataba de un artefacto-, sólo que es lo bastante improbable y las pruebas de esa posibilidad lo bastante débiles como para que no haya merecido la pena seguirle la pista. Al fin y al cabo, un corolario tácito de la máxima de Sagan en la comunidad científica es que la carga de demostrar que una afirmación extraordinaria es válida recae en quien la hace.
En última instancia, sin embargo, esta parte de la discusión se reduce a la evaluación personal de cada uno sobre la probabilidad de que naves extraterrestres visiten el Sistema Solar, lo que sólo puede debatirse filosóficamente: creemos que la afirmación es extraordinaria y que requiere muchas más pruebas de las que existen para ser considerada seriamente. Al parecer, el Dr. Loeb considera que la afirmación es bastante razonable (de hecho, dedica gran parte de su libro a este argumento) y, por lo tanto, no requiere mucho más trabajo que el análisis superficial que ya ha realizado para que la consideremos probable.
Así que en lugar de debatir los méritos de la idea de que existen naves extraterrestres en el Sistema Solar (y los tres autores tenemos opiniones diferentes sobre este tema), aquí nos mantendremos cerca de los datos y discutiremos los méritos de las pruebas del Dr. Loeb, para que el lector pueda llegar a sus propias conclusiones.
Agruparemos las pruebas en dos campos: las propiedades de ‘Oumuamua que son coherentes con los objetos naturales del sistema solar o con nuestras expectativas previas para los objetos interestelares, y las propiedades anómalas que podrían argumentar a favor de una nueva clase o comprensión de los objetos naturales, o de un artificio (dependiendo de los prejuicios de cada uno).
Pruebas de la naturalidad
¿Qué pruebas se necesitan para demostrar que ‘Oumuamua es un objeto natural, no artificial? La mayoría de los científicos no están acostumbrados a defender el concepto de naturalidad. Cada observación de ‘Oumuamua puede interpretarse en el contexto de las poblaciones conocidas de cuerpos pequeños. En su camino de entrada, se observó que se encontraba exactamente en el tipo de órbita que se esperaba para los objetos interestelares no activos. Sus colores coinciden con los de los asteroides de tipo D, los cometas e incluso Plutón. Sus variaciones de brillo son inusuales pero no sin precedentes (véase aquí una recopilación), y el censo de asteroides y cometas pequeños y débiles del Sistema Solar es lamentablemente incompleto. Muchos cuerpos pequeños se encuentran en estados de rotación tumultuosa, y muchos cometas muestran una aceleración no gravitatoria. Lo que resulta difícil de explicar es la combinación de estos diferentes factores en un único objeto, más que cualquier rasgo individual.
Por otra parte, no hay ninguna razón a priori para suponer que un objeto artificial comparta ninguna de estas propiedades con los cometas y asteroides, excepto la aceleración no gravitatoria, por lo que esto constituye una prueba de que ‘Oumuamua es natural, y de una clase con los asteroides y cometas del Sistema Solar.
Las pruebas de anomalías del Dr. Loeb
En Extraterrestre, el Dr. Loeb expone tres anomalías mayores y dos menores que, en su opinión, justifican la naturaleza artificial de ‘Oumuamua. Las principales pruebas son su forma, su reflectividad (o albedo) y, lo que es más importante para el Dr. Loeb, su aceleración no gravitatoria (parafraseando un comentario apócrifo de Galileo ante la Inquisición, Loeb repite a lo largo de su libro: “y sin embargo se desvió”). Las pruebas menores son la densidad espacial de objetos similares que implica su descubrimiento y su velocidad a través del espacio interestelar.
A continuación, abordamos cada una de las pruebas (individualmente y en conjunto) a la luz de la importante cantidad de investigaciones que se han realizado antes y desde las afirmaciones iniciales del Dr. Loeb.
Argumento principal: Forma
Afirmación: ‘Oumuamua es demasiado alargado para ser un objeto natural, ya que su relación entre ejes más largo y más corto es de al menos 5, quizás 10, mientras que los objetos más extremos del Sistema Solar tienen relaciones entre ejes inferiores a 3.
Verdad: Los ajustes de los modelos a los datos de la curva de luz son más consistentes con una forma de panqueque con relaciones de eje 6:6:1. No es 10:1, pero sigue siendo mucho más plana que casi todos los objetos del Sistema Solar, que suelen tener relaciones de eje inferiores a 3:1, aunque hay algunos con variaciones de la curva de luz igualmente grandes. Esos raros casos también implican cuerpos igualmente pequeños (< 100 m), y casi siempre cuando se ven directamente opuestos al Sol desde nosotros, cuando están en fase de “luna llena”, en oposición a en ángulo, en fase de “luna creciente”. Esto es importante porque muchas superficies planetarias son extra reflectantes cuando están directamente opuestas al Sol (un efecto conocido como “oleada de oposición”), por lo que algunas de las variaciones de la curva de luz pueden deberse a ese efecto más que a una forma de elongación. Así que aún puede darse el caso de que todos los cuerpos observados en el Sistema Solar tengan relaciones de eje inferiores a 3:1. Por otro lado, se sabe poco sobre las formas de estos cuerpos pequeños (< 100 m), y quizá entre ellos sean comunes las formas más alargadas. Curiosamente, el objeto del cinturón de Kuiper Arrokoth, visitado por New Horizons en 2019, está compuesto por dos cuerpos, uno de los cuales tiene forma de tortita, aunque sus relaciones de ejes son más bien 2:2:1.
Vista artística de la posible forma de panqueque de ‘Oumuamua. Crédito: William K. Hartmann
Tanto si hemos observado objetos en el Sistema Solar con relaciones de eje de 6:1 como si no, esto no excluiría la posibilidad de que exista una población de objetos naturales en algún lugar con relaciones de eje más extremas.
La mayoría de los cuerpos pequeños que hemos observado tienen relaciones de eje de como mucho 2:1 o 3:1 porque son fragmentos de asteroides, y las colisiones entre asteroides tienden a generar fragmentos de estas formas. Oumuamua también podría haber adquirido su extraña forma porque es un fragmento de un planeta rocoso gravitacionalmente triturado por un encuentro cercano con una estrella, o incluso por una historia de formación inusual a partir de cuerpos más pequeños.
Curiosamente, es bien sabido que la erosión puede aumentar las proporciones de los ejes, del mismo modo que una pastilla de jabón se vuelve cada vez más plana a medida que el jabón se retira por igual de todos los lados durante las duchas. Un fragmento con forma de disco que se formó con una relación de ejes 3:3:1 y que luego perdió el 75% de su masa acabaría teniendo una relación de ejes 6:6:1. Los objetos observados en nuestro Sistema Solar -y en el Sistema Solar interior- parecen corresponder más bien a fragmentos rocosos que no han sido erosionados; pero la erosión es un proceso natural que, en principio, puede afectar a los objetos naturales. Pero la erosión es un proceso natural que, en principio, puede afectar a los objetos naturales.
La hipótesis de una vela de luz es muy difícil de probar utilizando curvas de luz, porque no sabemos qué esperar de la ingeniería alienígena aquí. Dado que ‘Oumuamua está dando tumbos, parecería no estar controlada, por lo que la curva de luz que esperamos ver depende de cosas como si la parte trasera y la delantera eran igual de reflectantes, y si estaba arrugada o doblada.
Argumento de peso: Albedo
Afirmación: ‘Oumuamua reflejaba al menos diez veces más luz que un objeto típico del Sistema Solar, lo que lo hace mucho más consistente con un espejo o una vela solar reflectante, que con un cuerpo natural.
Verdad: En primer lugar, aunque ‘Oumuamua reflejara el 90% de la luz que incide sobre él, lo que le daría un albedo de 0.90, eso lo haría tan brillante como muchos cuerpos helados de nuestro Sistema Solar, incluido el gran objeto Eris del Cinturón de Kuiper, que es un cuerpo natural. Pero el albedo de ‘Oumuamua es desconocido. De hecho, es imposible saber a partir de una única medida -el brillo- si ‘Oumuamua era un cuerpo muy grande pero oscuro, o un cuerpo pequeño pero reflectante. El brillo que inferimos que tiene un cuerpo del Sistema Solar depende del tamaño que determinemos que tiene. Como conocemos sus tamaños, se ha determinado que los asteroides suelen tener una reflectividad del 5-20% (hasta el 50%), los núcleos polvorientos de los cometas oscilan entre el 2% y el 7%, y la superficie de Plutón ronda el 60-70%.
Todo lo que sabemos sobre el tamaño de ‘Oumuamua es que no fue detectado por el telescopio espacial Spitzer, que habría detectado su radiación infrarroja si hubiera superado cierto tamaño. Por lo tanto, ‘Oumuamua no podría haber sido demasiado extremo en la categoría de “grande y oscuro”, pero esto sólo nos dice que su albedo debe ser superior al 4%. Casi cualquier cuerpo del Sistema Solar encajaría en esta categoría.
Para probar la hipótesis de una vela solar utilizando el albedo, habría que conocer el albedo de ‘Oumuamua, y el albedo de una vela solar. La primera es desconocida, ya que sería necesario conocer primero el tamaño del objeto. La segunda también se desconoce, ya que no conocemos las especificaciones de diseño de los alienígenas, salvo que debería ser reflectante en la longitud de onda en la que se utilizara. No obstante, se podría argumentar que una vela solar sería lo más reflectante posible (es decir, albedo de 1.0), en muchas longitudes de onda. Esto se contradice con la observación de que ‘Oumuamua era de color rojo, es decir, que reflejaba con menor intensidad las longitudes de onda azules que las rojas.
Argumento principal: Aceleración no gravitacional sin evidencia de desgasificación o desintegración.
Afirmación: ‘Oumuamua experimentó una aceleración (distinta de la gravedad) al salir del Sol, distinta de la experimentada por cualquier cuerpo natural del Sistema Solar, y por tanto no debe ser natural.
Verdad: ‘Oumuamua experimentó definitivamente una aceleración no gravitatoria, determinada por su posición en el cielo, especialmente fijada por la observación final de ‘Oumuamua, por el telescopio espacial Hubble. Es importante tener en cuenta que ‘Oumuamua se ajustó casi exactamente a una órbita hiperbólica alrededor del Sol debido únicamente a la gravedad. No es como si hubiera girado en ángulo recto para observar la Tierra y luego se hubiera precipitado hacia Marte. Loeb no afirma que se desviara tanto, sino que el hecho de que lo hiciera implica que es tan ligero que incluso la luz solar podría empujarlo, y que esto demuestra que no se trata de un objeto masivo de gran tamaño, como un cometa o un asteroide, sino de algo diseñado para ser empujado suavemente por la luz de las estrellas, como una vela ligera.
Pero esta ligera desviación de una órbita puramente gravitatoria no era tan inusual. Los cometas experimentan habitualmente una aceleración no gravitatoria que los aleja ligeramente del Sol. Esta aceleración depende de la cantidad de luz solar que incide sobre el cometa y calienta su superficie, por lo que varía como el recíproco de la distancia al Sol al cuadrado. Esto se debe a que la aceleración depende del “efecto cohete”: la sublimación de los hielos de la superficie, que hace que los gases se desprendan del lado iluminado por el Sol, acelerando el cometa hacia el exterior. La aceleración experimentada por ‘Oumuamua también varió como uno sobre r al cuadrado, implicando fuertemente también a la luz solar (técnicamente, se midió para ser r? con un valor de a entre -1,5 y -2).
Para los cometas, la aceleración típica de este efecto es del 0.01% de la fuerza de la aceleración gravitatoria. En el caso de ‘Oumuamua, se aproxima al 0.1% de la fuerza de la gravedad, por lo que se trata de algo anómalo.
Pero, ¿esta gran aceleración descarta el efecto cohete? No necesariamente, ya que la fuerza del efecto cohete es proporcional a la superficie del objeto, pero la inercia del objeto es proporcional a su masa. Los cuerpos pequeños tienen más superficie por masa (puedes comprobarlo si piensas en trocear un pepino: la cantidad de masa de pepino es la misma después de trocearlo, pero la superficie de todos los trozos es mucho mayor que cuando sólo estaba la piel verde en el exterior). Esto significa que experimentarán un efecto cohete mucho mayor, inversamente proporcional a su tamaño.
Así pues, la aceleración del efecto cohete es perfectamente coherente con que ‘Oumuamua sea muy pequeño, no sólo muy delgado.
La trayectoria de ‘Oumuamua a través del Sistema Solar al verse afectada por la aceleración no gravitatoria. Los datos muestran que ‘Oumuamua no se limitó a seguir la gravedad del Sol (línea verde). Derechos de autor: ESA; impresión artística: ESA/Hubble, NASA, ESO, M. Kornmesser
Afirmación: La desviación de ‘Oumuamua de una órbita ordinaria por desgasificación requiere que haya perdido el 10% de su masa.
Verdad: Esto es cierto, pero no es incompatible con los objetos naturales, especialmente si ‘Oumuamua estaba compuesto principalmente de hielos y no de roca. De hecho, al igual que ocurre con la pastilla de jabón de baño después de muchos usos, las cantidades extremas de pérdida de masa también explican sus grandes relaciones de eje.
Afirmación: Loeb escribe “Los cometas son rocas desgarbadas: sus superficies rugosas e irregulares retienen hielo distribuido de forma desigual. A medida que el Sol derrite el hielo y la desgasificación produce propulsión, lo hace a través de esa superficie rugosa y picada. El resultado es… una aceleración hercúlea”.
Verdad: Hay dos formas de medir la aceleración de ‘Oumuamua: por su desviación de una trayectoria hiperbólica a través del sistema solar y por el cambio de su periodo de rotación. La primera de ellas no la conocemos: nuestras mediciones de su trayectoria a través del sistema solar son demasiado escasas como para decir si la aceleración fue suave.
En cuanto al periodo de rotación, Loeb cita un paper de Roman Rafikov, según el cual la desgasificación necesaria para explicar la aceleración de ‘Oumuamua habría generado un par de torsión que lo habría hecho girar a velocidades muy superiores a las que hemos observado y probablemente lo habría roto en pedazos. Sin embargo, esto sólo es cierto si todo ‘Oumuamua se desgasificó a partir de un único chorro estacionario. Estudios posteriores han demostrado que si el chorro de ‘Oumuamua siguiera el punto subestelar, el giro inducido no conduciría a la desintegración, sino que coincidiría con la rotación observada.
Afirmación: ‘Oumuamua no mostró indicios de desgasificación o desintegración, lo que cabría esperar si el efecto cohete fuera el responsable de la desviación.
Verdad: Esta afirmación se basa en la ausencia de gases como el H2O o el CO alrededor de ‘Oumuamua observados por el telescopio espacial Spitzer, o de una coma de polvo observada en luz óptica, lo que llamó la atención de muchos en su momento. Pero si ‘Oumuamua era muy pequeño, habría muy poco gas y polvo que ver.
Además, nuestras mediciones sólo eran sensibles al polvo pequeño (< micras), no al polvo grande. Muchos cometas del sistema solar presentan niveles igualmente bajos de polvo y gas de pequeño tamaño. De hecho, hay dos clases de objetos del sistema solar, los cometas manx y los damocloides, que no suelen mostrar colas cometarias. El cometa 2P/Encke (el segundo en tener su órbita calculada, después del cometa Halley) a menudo no muestra ninguna coma visible. También es posible que ‘Oumuamua sólo experimentara una desgasificación episódica, que Spitzer lo observara desafortunadamente en un breve estado de inactividad antes de que comenzara a desgasificar de nuevo. Alternativamente, un fragmento de hielo puro que no fuera CO o H2O podría desintegrarse sin generar polvo o gas observable.
Por último, en febrero de 2023 Darryl Seligman y sus coautores anunciaron el descubrimiento de 6 asteroides con grandes aceleraciones no gravitatorias pero sin signos de coma, cola u otro tipo de desgasificación. Estos “cometas oscuros”, muchos de los cuales parecen ser del tamaño de ‘Oumuamua o más pequeños, muestran que el comportamiento de ‘Oumuamua puede ser en realidad típico de objetos tan pequeños.
Argumento menor: La densidad espacial
Afirmación: A menos que hayamos tenido mucha suerte y hayamos observado a ‘Oumuamua en la primera década de estudios, ‘Oumuamua debe formar parte de una población de objetos en la Galaxia de aproximadamente 10¹? por estrella, que es mayor de lo que puede producirse por cualquier proceso natural.
Verdad: La detección de objetos interestelares se preveía desde hace décadas. Desde hace tiempo se sabe que los cometas de periodo largo entran en el Sistema Solar interior desde una extensa “nube de Oort” de cometas alrededor del Sol, que se extiende a medio camino de la estrella más cercana. Estos cometas se originaron (en su mayoría) en nuestro propio Sistema Solar y adquirieron sus órbitas de gran tamaño (con periodos de decenas de miles a millones de años) gracias a las ondas gravitatorias de Júpiter o Neptuno. Se sabe que este proceso no está especialmente afinado, y que por cada cometa colocado en la nube de Oort por estas ondas, quizá cuatro cometas fueron expulsados al espacio interestelar. Si otros sistemas estelares evolucionaron como el del Sol, el medio interestelar debería estar plagado de cometas. Es cierto que al principio se predijo que el número de cometas expulsados por este proceso se aproximaría más a 10¹²-10¹³ por estrella, y no a 10¹?, pero un examen más detallado de qué otras cosas serían expulsadas además de los cometas tradicionales revela que nuestras estimaciones podrían fácilmente estar lo suficientemente alejadas como para explicar la diferencia.
Las estimaciones sobre el número de cometas interestelares se basan en el número de cometas grandes y obvios que vemos, y debemos extrapolar a tamaños muy pequeños para entender cuántos objetos como ‘Oumuamua deberíamos esperar. Estas extrapolaciones suelen hacerse como leyes de potencia en el diámetro del objeto. Así pues, el número de objetos (asteroides, cometas, etc.) con un determinado diámetro D se calcula como 1/D?, donde p es un exponente de ley de potencia que puede oscilar entre 1 y 2. Dado que el exponente propio es desconocido, existe una gran incertidumbre en el número de objetos a tamaños muy pequeños, donde tenemos muy pocos datos en los que basarnos. Cabe la posibilidad de que el exponente sea 2 o mayor, lo que arrojaría un número de objetos eyectados cercano al 10¹?. Se trata de un área de investigación activa, con muchas incógnitas, pero no es obvio en absoluto que la densidad numérica de los objetos interestelares exija una explicación no natural.
En cuanto a la probabilidad de encontrar una vela solar, si se interpreta que la evidente voltereta de ‘Oumuamua significa que estaba abandonada y que la encontramos al azar, entonces debe haber un número igualmente grande de velas solares, unas 10¹? producidas por estrella en la Galaxia.
Argumento menor: velocidad y trayectoria de ‘Oumuamua
Afirmación: ‘Oumuamua entró en el Sistema Solar a una velocidad muy improbable para un objeto natural, lo que implica de nuevo que debe ser artificial y no natural.
Verdad: Antes de hablar de la velocidad de ‘Oumuamua, tenemos que definir en relación a qué se mueve. Los astrónomos llaman “estándar local de reposo” LSR a la velocidad media de todas las estrellas cercanas al Sol. Es un nombre curioso porque las estrellas con la velocidad LSR en realidad están orbitando la Galaxia a unos 220 km/s.
Tomamos la media porque la mayoría de las estrellas se mueven a 20-30 km/s en alguna dirección aleatoria con respecto al LSR. El propio ‘Oumuamua se movía unos 5-10 km/s más despacio alrededor de la Galaxia que esto, es decir, tenía una velocidad de unos 5-10 km/s con respecto a la LSR, en dirección opuesta a la velocidad de 20 km/s del Sol. Por este motivo parecía entrar en el Sistema Solar a unos 27 km/s. Su baja velocidad con respecto a la LSR la diferencia de la mayoría de las estrellas, por lo que Loeb llegó a la conclusión de que no podía haber sido un objeto natural expulsado de un sistema estelar.
Sin embargo, no es cierto que todas las estrellas se muevan a 20-30 km/s con respecto a la LSR, y es probable que el propio Sol se moviera probablemente a una velocidad mucho menor con respecto a la LSR, similar a la de ‘Oumuamua, cuando era más joven. Las nubes moleculares, y las jóvenes estrellas que se forman en ellas, suelen seguir a la LSR a una velocidad de entre 6 y 9 km/s, igual que ‘Oumuamua. Una estrella tarda unos 2,000 millones de años en recibir suficientes empujones gravitatorios de nubes moleculares gigantes y otras estrellas como para desplazarse a 20-30 km/s con respecto a la LSR. El Sol, con 4,600 millones de años, es suficientemente viejo, y la mayoría de las estrellas tienen más de 2,000 millones de años; pero también hay muchas estrellas más jóvenes. Cualquier objeto expulsado de una estrella joven (< 2,000 millones de años) tendría naturalmente la misma baja velocidad con respecto a la LSR que tiene ‘Oumuamua. De hecho, la mayoría de los cometas son expulsados de sistemas estelares cuando son jóvenes, por lo que esto es coherente.
Sin embargo, un marco tan especial podría ser elegido a propósito; el Dr. Loeb sugiere que podría ser o haber sido parte de una “boya” en la Galaxia, elegida deliberadamente para estar cerca de la LSR. No hace falta adivinar la razón exacta de la elección de un marco de este tipo para reconocer que se trata de un objeto especialmente elegido, pero dado que esto también se espera de los objetos naturales jóvenes, no es necesariamente un signo de artificio.
Interpretación de las pruebas en el contexto de ‘Oumuamua como objeto natural
Tal vez el primer modelo más sencillo proponía que ‘Oumuamua representaba un bloque de construcción de planetas alrededor de otra estrella. Para explicar su forma, se propuso que ‘Oumuamua era un fragmento de un objeto similar a un cometa que pasó demasiado cerca de un planeta gigante similar a Júpiter o Neptuno y fue desgarrado por el movimiento de las mareas. A continuación, pasó cerca de su estrella varias veces y perdió los volátiles de su superficie antes de ser expulsado al espacio interestelar, presumiblemente por el mismo planeta gigante responsable de su desgarramiento. Este modelo puede explicar muy bien la mayoría de las características de ‘Oumuamua, como su parecido con un cometa extinto, pero tendría dificultades para explicar la gran aceleración no gravitatoria.
Un modelo alternativo interesante es que ‘Oumuamua no sea en absoluto un cuerpo sólido, sino un “agregado fractal” de material suelto, en realidad un “conejito de polvo” cósmico. Esta aglomeración de polvo podría formarse en la coma de un cometa o podría estar compuesta por partículas de hielo acumuladas en el disco de formación planetaria de una estrella joven. Estos modelos explicarían la forma anómala (ya que estos agregados no tienen por qué ser redondos) y la aceleración no gravitatoria (porque tienen muy poca inercia). Sin embargo, estos agregados probablemente no habrían podido sobrevivir a un encuentro tan cercano con el Sol, ya que su gravedad los destrozaría a la distancia a la que se acercó ‘Oumuamua. Aunque no se destruyeran, cabría esperar haber visto una coma de polvo.
Otro modelo alternativo es que los objetos en el espacio interestelar pueden ganar grandes cantidades de gas hidrógeno molecular en sus superficies al interactuar el hielo de agua con la luz. Este material se desgasificaría inmediatamente la primera vez que el objeto se acercara a una estrella, pero no produciría una coma obvia ni emisiones moleculares. Dado que el gas sólo se acumula cerca de la superficie del objeto, sólo sería perceptible como fuente de efecto cohete para objetos muy pequeños como ‘Oumuamua, y para objetos que no han estado cerca de una estrella en mucho tiempo, como las órbitas interestelares o algunos cometas de la Nube de Oort. Esto explicaría por qué no se había visto antes.
Una explicación parsimoniosa para casi todo el comportamiento anómalo de ‘Oumuamua es que no es una “bola de nieve sucia” hecha de una mezcla de roca y hielos como la mayoría de los cometas del sistema solar, sino que es principalmente hielo.
Obsérvese que por “hielo” no entendemos necesariamente hielo de agua: en las profundidades más frías del espacio, muchas sustancias que en la Tierra son gases forman sólidos que los astrónomos denominan “hielos”.
Los hielos se erosionan y vaporizan con facilidad, por lo que cabe esperar que ‘Oumuamua haya perdido una cantidad significativa, quizá la mayor parte, de su masa de esta forma, especialmente durante su reciente paso por el Sol. Esto explicaría naturalmente su forma plana, como una pastilla de jabón vieja, y por qué perdió mucha más masa que un cometa típico del sistema solar. Esta pérdida de hielo también sería bastante uniforme en toda la superficie de ‘Oumuamua, lo que explicaría por qué las aceleraciones no fueron “herky-jerky” como puede ocurrir con los cometas. Además, debido a su fácil erosión, cabría esperar que ‘Oumuamua fuera un objeto muy joven, tal vez de “sólo” decenas o cientos de millones de años, lo que explicaría por qué su velocidad en el espacio coincide con la de estrellas muy jóvenes.
El hielo también tiende a ser extremadamente reflectante, lo que daría a ‘Oumuamua un albedo muy alto. Esto lo situaría en el extremo “pequeño y brillante” de los objetos de un brillo determinado – y ese pequeño tamaño explicaría cómo su efecto cohete consiguió ser del 0.1% de la gravedad, y mucho mayor de lo que es típico en los cometas.
Por último, un trozo de hielo podría no contener mucho o nada de polvo, por lo que no habría indicios de coma o cola en la luz reflejada. A menos que el hielo estuviera hecho de agua, dióxido de carbono o monóxido de carbono, tampoco cabría esperar que el telescopio espacial Spitzer hubiera detectado ninguno de estos gases.
El problema es que los hielos más comunes en los cometas no funcionarían. El hielo de agua es común, pero no se sublimaría lo suficientemente rápido como para proporcionar un empuje suficiente; también se excluye sobre la base de que Spitzer habría detectado agua en los niveles necesarios. El dióxido de carbono también se excluye por razones similares. El monóxido de carbono proporcionaría un empuje suficiente, pero también habría sido detectado por Spitzer. La mayoría de los demás hielos que podrían sublimarse con suficiente rapidez, como el neón, simplemente no son plausibles. Al final, se han examinado dos hielos que parecen encajar: el hielo de hidrógeno (H2) y el hielo de nitrógeno (N2).
Si se rechaza la posibilidad del hielo, entonces la aceleración no gravitatoria de ‘Oumuamua -que debe atribuirse a la luz solar- tendría que deberse al suave empuje de la luz estelar, lo que implica reflexión de la luz. Sin embargo, una cuestión pendiente es si una vela solar arrugada y tambaleante (para explicar los extremos de la curva de luz) también puede satisfacer esta restricción.
Argumentos del Dr. Loeb contra el modelo del hielo
La propuesta de que ‘Omuamua es un trozo de hielo de hidrógeno fue presentada por primera vez en un artículo de Darryl Seligman y Greg Laughlin. Este modelo postula que ‘Oumuamua es un nuevo tipo de fenómeno astrofísico, un trozo de hielo que se condensó directamente del gas hidrógeno en una nube molecular gigante del tipo que forma las estrellas.
Poco después de la publicación de su artículo, Loeb escribió un artículo con Thiem Hoang en el que rebatían este modelo. Afirmaban que, por razones térmicas, esos icebergs no podrían formarse ni sobrevivir en el espacio interestelar. Un minucioso estudio de Levine et al. sostiene lo contrario, que la formación de icebergs de hidrógeno es posible. Sin embargo, aunque pudieran formarse, los icebergs de hidrógeno del tamaño de ‘Oumuamua tendrían una vida limitada en el espacio. Debido a la radiación galáctica, todo el hielo de hidrógeno se evaporará en unos 50 millones de años, lo que pone un límite superior a su tiempo de vuelo, aunque esto sería coherente con la dinámica galáctica de ‘Oumuamua y su lenta velocidad con respecto a la norma local de reposo.
Uno de nosotros (Steve Desch) y Alan Jackson propusimos un modelo alternativo que suponía que la aceleración no gravitatoria de ‘Oumuamua se debía a la sublimación del hielo de nitrógeno. Se sabe que el hielo de nitrógeno (es decir, nitrógeno molecular, como el constituyente dominante de nuestra atmósfera, excepto que está tan frío que es sólido) es el constituyente predominante de ciertos objetos grandes del Sistema Solar exterior, como Plutón. Este modelo interpreta a ‘Oumuamua como un fragmento de las capas externas de un planeta similar a Plutón que se formó alrededor de otra estrella. Para explicar ‘Oumuamua se necesita una secuencia de acontecimientos específica: 1) un exo-Plutón debe haberse formado y evolucionado térmicamente para crear una corteza de hielo de nitrógeno; 2) el propio sistema debe haber sufrido una inestabilidad dinámica similar a la que se cree que ha tenido lugar en el Sistema Solar, lo que implicaría un bombardeo del planeta por parte de los restos de objetos similares a cometas, creando un gran número de fragmentos de corteza que contienen hielo de nitrógeno; y 3) estos fragmentos deben haber sido expulsados al espacio interestelar, presumiblemente por un planeta gigante del mismo sistema.
Loeb se ha opuesto a este modelo por varios motivos, la mayoría de los cuales hemos tratado anteriormente, pero dos de los cuales son específicos del hielo de nitrógeno. En primer lugar, se pregunta por qué nunca hemos visto algo así en nuestro propio Sistema Solar. Es una buena pregunta, pero tiene fácil respuesta. En primer lugar, es de esperar que este tipo de objetos desaparezcan lentamente con el tiempo, por lo que los pocos que queden en el Sistema Solar (que tiene más de 4,000 millones de años) serán bastante escasos. Y como la muestra de objetos de este tipo es muy pequeña, es posible que aún no hayamos visto suficientes como para encontrar uno. En segundo lugar, ¿quién puede decir que no los hayamos observado antes y simplemente no los hayamos reconocido? De hecho, en retrospectiva, el cometa C/2016 R2 parece muy similar a ‘Oumuamua, y también se ajusta al modelo del hielo de nitrógeno.
En segundo lugar, Loeb se pregunta cómo podría formarse un objeto de nitrógeno puro, ya que el nitrógeno, el carbono y el oxígeno se forman juntos en las estrellas, por lo que los elementos deberían estar bien mezclados. Pero la respuesta es tan clara como el aire que usted respira, que contiene casi un 80% de nitrógeno y sólo un 0.01% de carbono. Las propiedades químicas del nitrógeno son tales que, a bajas temperaturas, prefiere unirse consigo mismo para formar N2, mientras que el oxígeno y el carbono prefieren unirse entre sí (para formar CO y CO2) y con otros elementos (para formar óxidos y carburos). De hecho, Plutón es la prueba de que el hielo de nitrógeno se forma de forma natural, libre de grandes cantidades de impurezas de carbono u oxígeno.
Por último, Loeb, en colaboración con Amir Siraj, argumentó que para que hayamos visto algo parecido a un iceberg de ‘Oumuamua, debe haber una enorme cantidad de hielo de nitrógeno flotando por ahí, lo que implica que en la galaxia hay tanta masa en objetos similares a Plutón como en estrellas (lo que parecería un absurdo). Pero este cálculo aproximado ignora muchos detalles y matices que se calculan con gran cuidado en el artículo de Desch y Jackson, que llegan a una masa que, de hecho, coincide con la masa que se cree que ha sido expulsada por el cinturón de Kuiper del Sol.
Tanto el modelo del iceberg de hidrógeno como el del fragmento de exo-Plutón sirven como prueba de concepto para explicar ‘Oumuamua. Cada modelo presenta problemas potenciales; por ejemplo, ¿cuándo confirmaremos la existencia de hielo de hidrógeno, o de exo-Plutones en sistemas dinámicamente inestables? ¿Puede la naturaleza producir realmente suficientes “icebergs de nitrógeno” como para que podamos esperar haber visto uno? Sin embargo, cada una de ellas reúne una serie viable de sucesos naturales que coinciden con las limitaciones observadas de ‘Oumuamua, y un conjunto de predicciones cuantitativas comprobables. El trabajo futuro puede y va a refinar o rechazar estos escenarios.
Argumentos contra el modelo artificial
Como hemos visto, se han realizado numerosos intentos de modelizar a ‘Omuamua como un objeto natural, que han dado como resultado algunas hipótesis plausibles que explican la mayoría o la totalidad de las propiedades de ‘Oumuamua, aunque todavía quedan muchos misterios por resolver.
Pero para argumentar que probablemente es artificial, no basta con no encontrar un modelo natural perfecto y universalmente aceptado (es una situación bastante común en ciencia). Tenemos que ver si el modelo alternativo se ajusta mejor a los datos. ¿Lo hace? Por desgracia, el Dr. Loeb no ha presentado un modelo detallado de vela de luz que explique las observaciones, por lo que es difícil confirmar o refutar sus afirmaciones.
En agosto de 2022, Wen-Han Zhou y sus colaboradores intentaron realizar un análisis de este tipo para comprobar si la afirmación del Dr. Loeb se ajustaba realmente a los datos. Analizaron la trayectoria de vuelo interestelar, las propiedades de giro y fotométricas, y las desviaciones orbitales esperadas si ‘Oumuamua fuera una lámina rígida y delgada viajando a través del Sistema Solar. Comprobaron que una lámina de este tipo no se comportaría como ‘Oumuamua.
En primer lugar, si ‘Oumuamua hubiera apuntado al Sistema Solar, habría necesitado algún tipo de corrección de rumbo porque el gas hidrógeno entre las estrellas y los campos magnéticos de la Galaxia le habrían hecho cambiar de rumbo demasiado para haberse acercado tanto al Sol.
En segundo lugar, descubrieron que una vela de luz en movimiento no sólo se aceleraría alejándose del Sol, como ocurre con la mayoría de los cometas y con ‘Oumuamua, sino también hacia los lados. Se trata de una discrepancia importante entre el modelo de Loeb y el comportamiento de ‘Oumuamua.
Por último, descubrieron que si ‘Oumuamua fuera una lámina delgada, al menos tendría que haberse observado ocasionalmente de canto, en cuyo caso habría sido demasiado débil para detectarla. A pesar de la intensa vigilancia, esto nunca ocurrió. Zhou calcula que sólo hay un 1.5% de probabilidades de que esto ocurra.
Simulación de cómo la forma de cigarro de ‘Oumuamua se ajustaría a las grandes oscilaciones de brillo observadas. Crédito: nagualdesign vía Wikimedia Commons.
En resumen, no es muy probable que ‘Oumuamua fuera una lámina delgada, rígida y reflectante.
Esto no significa que no haya otros modelos de velas de luz que puedan encajar con los datos, pero no deja de ser un golpe contra la hipótesis de las velas de luz que existan modelos naturales detallados que encajen, pero no tengamos ningún modelo artificial que encaje.
Reflexiones finales
El Dr. Loeb ha dicho: “Sigo la máxima de Sherlock Holmes: Cuando has excluido lo imposible, lo que quede, por improbable que sea, debe ser la verdad”. Pero las explicaciones naturales no son imposibles para ‘Oumuamua. De hecho, en casi todos los aspectos, ‘Omuamua entra dentro de los parámetros conocidos para los objetos del Sistema Solar y, en particular, la hipótesis del fragmento de hielo de nitrógeno parece ser totalmente coherente con todas las pruebas.
El Dr. Loeb también ha dicho de su artículo sobre ‘Oumuamua como nave espacial extraterrestre: “Si alguien viene y me dice: ‘Por estas razones científicas, tengo un escenario que tiene mucho más sentido que el tuyo’, entonces rompería ese paper y lo aceptaría… Pero la mayoría de las personas que atacaron, ni siquiera habían mirado mi paper, ni leído los temas, ni se habían referido a los puntos que discutimos”. Creemos que hemos abordado las afirmaciones del Dr. Loeb más arriba punto por punto, y mostrado que hay muchos escenarios, especialmente la hipótesis del hielo de nitrógeno, que son consistentes con los datos y se siguen directamente de teorías previas de la formación de planetas. Puede que no sean perfectamente persuasivas para todo el mundo, pero son mucho, mucho mejores que la falta de buenos modelos detallados de una nave extraterrestre.
La ciencia avanza mejor cuando las hipótesis que compiten entre sí se contrastan con los datos, y cuando incluso la sabiduría convencional debe probarse constantemente frente a nuevas observaciones. Por lo tanto, los que proponen teorías impopulares y extravagantes, incluso en contra de lo que parecen ser pruebas abrumadoras, desempeñan un papel importante. Independientemente de su verdadera naturaleza, ‘Oumuamua nos está enseñando la panoplia de objetos interestelares, cómo se forman los planetas y, sí, cómo podemos buscar pruebas de tecnología alienígena en el Sistema Solar. Estamos deseando ver qué podemos aprender ahora.
https://medium.com/@astrowright/oumuamua-natural-or-artificial-f744b70f40d5
Hielo espacial: Lecciones del loebismo (una vez más)
4 de septiembre de 2023
Debo a mis (cinco) lectores la segunda parte de mi reseña de la AAPC anual organizada y patrocinada por la SCU; pero mientras tanto, hay algunas cosas en mi mente que puedo ofrecer antes de que lleguemos a la última parte de esa reseña. Y lo que está ahora mismo en mi mente es más de los anales del loebismo.
Este reciente artículo de Medium (del 18 de julio de este año) sobre la controversia Loeb/’Oumuamua, al que el historiador Greg Eghigian nos remitió en Facebook, zanja bastante el debate. Al menos por ahora: Loeb no ha ofrecido, como muestran los autores de este artículo, ningún modelo detallado de una “vela de luz” artificial (o algo que responda a esa descripción) que sea coherente con los hechos observados, ni ningún modelo detallado convincente que proponga que el objeto era un artefacto fabricado en lugar de una roca espacial natural. Y esos hechos observacionales -que no se discuten, lo que es crucial- son de hecho coherentes con el comportamiento de fenómenos naturales conocidos, como los autores de este artículo explican con bastante detalle (a pesar de las protestas de Loeb). El artículo está concebido para ser no sólo detallado y minucioso, sino también lo menos polémico y dramático posible, dada la gran atención que ha recibido la hipótesis de los orígenes no naturales de Loeb. (Esta atención se debe en parte al propio Loeb, por supuesto: su libro en el que detalla sus puntos de vista se convirtió en un bestseller del Times, y ha aparecido en numerosos podcasts, noticiarios matutinos de café, circuitos de conferencias, y ha llevado la teoría a varias conferencias académicas. He aquí un reciente retrato del hombre y la teoría en el New York Times Magazine).
Así que, a menos que Loeb et al. puedan presentar un modelo mejor (y detallado) que los que están sobre la mesa, que consideran que el objeto es puramente natural (que el objeto es un trozo de hielo de nitrógeno interestelar que da vueltas parece ser hasta ahora el mejor modelo, según los autores, es decir, el que es coherente con todos los hechos), o bien ofrecer nuevas pruebas que descarten el modelo específico de hielo de nitrógeno que se ha propuesto o (más en general) la suposición de que el objeto es puramente natural (una roca que da vueltas sin diseño inteligente), entonces realmente no hay nada más que decir. Bueno, aparte de que la mejor explicación es la “natural”: que este objeto como tantos otros objetos ligados al espacio es uno cuyo comportamiento puede explicarse bien sin la intervención de diseño inteligente o artificio.
Lo que me parece realmente sorprendente (quizá chocante) es que los autores señalen que Loeb et al. no intentaron ofrecer un modelo alternativo detallado, no natural, que se ajustara a todos los datos. Y que cuando se intentó tal modelo, fracasó. Lo que Loeb et al. hicieron, más bien, fue abrir agujeros en los modelos naturales que se propusieron para el peculiar comportamiento del objeto. Pero, por supuesto, argumentar que alguna clase de teorías es errónea no cuenta como prueba para una alternativa, especialmente tan novedosa como que el objeto era el producto de un diseño inteligente no humano (es decir, que el objeto era una especie de “vela de luz” cuya aceleración no gravitacional observada podría explicarse por la ingeniería intencional de la superficie del objeto/vela: la presión fotónica de la luz estelar cercana le da un impulso extra más allá de las demandas gravitacionales de una estrella local). En lugar de eso, hay que seguir la crítica negativa con una alternativa real y demostrar que es tan buena o (idealmente) mejor que las que están sobre la mesa. Y eso es lo que los autores de este artículo bastante detallado de Medium dicen que Loeb et al. nunca hicieron. Es sorprendente, ya que uno pensaría que algo así debería acompañar a las críticas bastante vocales y llamativas por las que Loeb se ha hecho famoso. (Al menos psicológicamente, el tipo está un poco atrapado por sus convicciones, una situación muy peligrosa para un científico de cierta reputación. Después de todo, quizá tenga razón…)
No debería ser tan difícil producir una clase adecuada de modelos alternativos no naturales coherentes con los datos (y Loeb y su equipo son más que capaces de hacerlo); lo que es difícil es hacerlo de forma convincente en relación con la observación, especialmente cuando los modelos naturales funcionan razonablemente bien, como explican convincentemente los autores. (En qué medida “razonablemente” es, por supuesto, donde va a haber alguna disputa y cierto margen de maniobra). Pero como el objeto ya no se puede observar, los datos de observación utilizados para sopesar los méritos relativos de las distintas hipótesis seguirán siendo muy limitados: lo que se vio es lo que hay. Como en el caso de FANI: En este caso, la “investigación” ha consistido sobre todo en ejercicios (más o menos inútiles, según el caso) de forense histórico. (Al menos, para la “ufología” clásica).
Así pues, parece que en el caso de Loeb nos encontramos ante un caso clásico de juicio apresurado antes de que se haya podido llevar a cabo todo el trabajo analítico detallado que podría agotar las posibilidades razonables dentro de los parámetros aceptados de la ciencia “natural” (es decir, de una ciencia que presupone que las características de los objetos observados más allá de la Tierra pueden explicarse apelando a estructuras no diseñadas, no diseñadas inteligentemente y a fuerzas mecánicas ciegas; en resumen, el material físico habitual, por problemático que todo esto pueda ser por otras razones mucho más filosóficas pero no menos importantes o interesantes). Sólo cuando se han agotado realmente (y no de forma sugestiva) las explicaciones naturales, empezamos a contemplar alternativas más radicales como las que deberíamos buscar activamente. ¿Le resulta familiar?
Las lecciones de filosofía de la ciencia aprendidas aquí se trasladan directamente a la situación a la que nos enfrentamos con FANI hoy en día. La complicación es que no sólo tenemos que lidiar con observaciones instrumentales anómalas, sino también con las observaciones de testigos humanos. Además, a diferencia del objeto de fascinación astronómica de Loeb, en el caso de las observaciones de los FANI no se trata de objetos que supuestamente se comportan de forma anómala y que han sido detectados por una comunidad de observadores que se dedican activamente a la ciencia conocida (astronomía, astrofísica, etc.), sino que recibimos informes de observaciones realizadas en otro contexto (no científico) que sugieren, pero en ningún caso demuestran, la existencia de anomalías. La complicación añadida para FANI, por tanto, es que estamos constantemente dudando y cuestionando los propios datos: si los testigos sucumbieron a un juicio erróneo basado en una información perceptiva limitada; si las observaciones instrumentadas eran defectuosas; o un trato combinado: si los instrumentos funcionaron bien, pero se interpretaron erróneamente (buenos datos, mal juicio humano). Nadie duda de que el objeto de Loeb sea interestelar, o de que su trayectoria muestre una aceleración no gravitatoria, etc. Es más: nadie duda de que fuera observado con características aparentemente extrañas o interesantes. Lo que se pone en duda (por parte de Loeb et al.) es que una explicación puramente natural pueda dar cuenta de esos datos observacionales (indiscutibles).
Cuando pasamos a un caso clásico de FANI -y nos gusta Nimitz, con las observaciones de datos y objetos de Kevin Day o Gary Voorhis o Dave Fravor-, nos enfrentamos a un contexto totalmente distinto: forense, no estrictamente científico. La importancia de estas observaciones -que sin duda constituyen pruebas anecdóticas, debido a la naturaleza accidental de la mayor parte de ellas- es aumentar la probabilidad de que algo no convencional y quizás incluso no natural esté ocurriendo en la atmósfera y en la Tierra, por muy radical y frívolo que suene. Los intentos de explicar las observaciones directas de Fravor como operaciones psicológicas, o las observaciones de radar de Day como fallos de funcionamiento/ecos de radar (y así sucesivamente), o recuerdos/interpretaciones erróneos, son intentos de rebatir las propias observaciones, de poner en duda los instrumentos (y sus lecturas) o el testimonio de los testigos. Debemos hacerlo, y también podemos discutir sobre ello. Pero cuando varios testigos dan versiones similares de objetos vistos a una distancia relativamente corta, durante más de unos segundos, y cuando las pruebas de radar asociadas (si no exactamente correlacionadas) y otros informes sugieren velocidades y características de vuelo muy por encima de la capacidad de rendimiento de las naves humanas conocidas, entonces, si bien esto no es incompatible con alguna explicación perfectamente natural o incluso tecnológica, los tipos de explicaciones que siguen siendo plausibles desafían tanto a la ciencia como a la tecnología tal y como las conocemos.
Pero todo esto no es más que una sugerencia del tipo de infraestructura y aparato científicos que hay que poner en marcha para que estas pruebas anecdóticas se conviertan en datos científicos estrictos, del mismo modo que los relatos populares de enfermedades extrañas y dolencias corporales de un tipo u otro pueden contar como pistas sólidas (pero anecdóticas) en medicina para saber dónde y cómo buscar posibles nuevos descubrimientos médicos: los forenses guían a la ciencia, tras lo cual la ciencia puede volver a las pruebas forenses (algunas de ellas casos sin resolver) y reconstruir lo que “realmente” estaba ocurriendo con un modelo más detallado (y esperemos que bien confirmado) de lo que ha sucedido. Es de esperar que esta circulación epistémica nos ayude a derivar y describir alguna estructura ontológica relevante, una imagen teórica de dónde convergen o coinciden el mito, el misterio y la realidad de FANI (y aquí habrá importantes complicaciones psicoanalíticas, sociológicas e incluso semióticas), y donde los tres se separan. (Y sí, como con cualquier esfuerzo teórico que tenga pretensiones ontológicas: siempre habrá una dimensión normativa y no meramente descriptiva en este procedimiento).
El problema al que nos hemos enfrentado hasta ahora, como bien saben Kevin Knuth, Matthew Szydagis y muchos otros, es que la manida sentencia de Sagan, citada en este artículo de Medium con buenos resultados, se convierte -en el plano sociológico más que en el estrictamente cognitivo/racional- en un factor inhibidor a la hora de establecer realmente los sólidos programas de investigación científica que podrían producir las pruebas “extraordinarias” de procedencia sólida y convincente. Es decir, los que suelen citarlo parecen asumir que la ciencia se ha probado pero que ha fracasado, aunque pocos ofrecen detalles al respecto, aparte de hacer referencia a esos proyectos justificadamente dudosos que figuras como Bigelow orquestaron y para los que obtuvieron financiación gubernamental, como Kloor y otros hacen bien en arquear las cejas. (¿Pero cuentan este tipo de esfuerzos como los mejores casos de la ciencia que se ha intentado? Uno huele a hombre de paja al acecho). O bien, el dictum se emplea como táctica retórica para trasladar la carga de la prueba al entusiasta de los ovnis: bueno, danos las pruebas extraordinarias, ¿por qué no? Y, por supuesto, las pruebas extraordinarias del tipo solicitado no existen. ¿Por qué no existe? Bueno, si ninguna universidad o fundación científica creíble está dispuesta a apoyar y hacer la ciencia necesaria para producir la “evidencia extraordinaria” siempre exigida en los debates racionales sobre ovnis (que simplemente resulta ser evidencia lisa y llana – quiero decir, ¿por qué “extraordinaria”?); si debido al estigma nadie establece la infraestructura, hace las observaciones y registra los datos, y es realmente bien pagado consistentemente para hacerlo, como cualquier otra persona que hace investigación científica institucionalmente apoyada; … bueno, entonces: ninguna evidencia (extraordinaria o de otro tipo) puede o será producida. Sólo persistiremos en el cul-du-sac del rechazo (dogmático) y la negación, y tendremos que entretenernos en debates infructuosos entre los llamados creyentes y los escépticos negacionistas que luchan por la buena batalla de la ciencia y la razón. Y así una y otra vez sin final previsible. (Uno espera imaginariamente que al menos una tenue conciencia de esta tautológica situación haya sido reconocida por la NASA al formar el panel de estudio cuyo informe se prometió para el mes de julio).
Es la paradoja de Szydagis otra vez, que nombré así por el profesor de física Matthew Szydagis que en una conferencia de la SCU en 2022 lo expresó tan bien: Los FANI no se toman en serio porque los científicos no los estudian en serio, pero los científicos no los estudian en serio porque los FANI no se toman en serio. Así pues, los periodistas o los académicos pueden lanzar sus golpes fáciles contra la fruta del pensamiento crítico que cuelga más baja (y hay mucha pudriéndose en las viñas ufológicas de donde elegir); pero lo hacen sin apreciar la paradójica situación a la que se ha enfrentado el estudio de estos fenómenos durante casi nueve décadas. En su lugar, la preferencia en las discusiones de la corriente dominante sigue siendo poner en primer plano el fenómeno ovni como algo marginal, hacer referencia a Expediente X, desacreditar conversacionalmente el tema (y a aquellos que quieren estudiar seriamente estos fenómenos), y proceder a etiquetar el estudio UFO/UAP como pseudocientífico – ¡cuando nunca ha habido ciencia! (Algunos en el mundo ovni opinan que estamos en la etapa de la “pre-ciencia”, pensando aquí en la filosofía de la ciencia de Thomas Kuhn; pero esa es otra historia que podemos y debemos tratar en detalle más adelante).
En cualquier caso, seguimos extrayendo lecciones útiles de los anales del loebismo, por lo que realmente deberíamos mantener aquí un oído atento. Sin embargo, sospechamos que, si la forma de pensar de Loeb está impulsando el análisis de estas supuestas “esférulas” interestelares (las cosas que se están utilizando para demostrar los orígenes no naturales de un meteorito que se estrelló en el Pacífico hace aproximadamente una década), entonces deberíamos estar preocupados de que los mismos tipos de lagunas epistémicas y saltos en el análisis, según la crónica de Wright, Desch y Raymond para el caso ‘Oumuamua con el que comenzó este post, también se mostrarán aquí para las “esférulas”. Es decir, los seres humanos no son nada si no son coherentes en sus debilidades – filosóficos o de otro tipo.
Ya lo veremos.
https://entaus.blogspot.com/2023/09/space-ice-lessons-from-loebism-once.html
El astrónomo Avi Loeb dice que los extraterrestres nos han visitado, y no bromea
En una conversación, el profesor de la Universidad de Harvard explica su sorprendente hipótesis y denuncia lo que considera una crisis de la ciencia.
1 de febrero de 2021
Por Lee Billings
El astrofísico Avi Loeb en la presentación de la iniciativa Breakthrough Starshot en Nueva York el 12 de abril de 2016. Crédito: Jemal Countess Getty Images
Avi Loeb no es ajeno a la polémica. El prolífico astrofísico de la Universidad de Harvard ha realizado investigaciones pioneras y provocadoras sobre agujeros negros, estallidos de rayos gamma, el universo primitivo y otros temas habituales de su campo. Pero durante más de una década también ha cortejado un tema más polémico: los alienígenas espaciales y cómo encontrarlos. Hasta hace relativamente poco, el trabajo más destacado de Loeb en ese sentido era su participación en Breakthrough Starshot, un proyecto financiado por el multimillonario de Silicon Valley Yuri Milner para enviar naves espaciales con láser y delgadas como espejos, llamadas “velas de luz”, en viajes de alta velocidad a estrellas cercanas. Sin embargo, todo esto empezó a cambiar a finales de 2017, cuando astrónomos de todo el mundo se apresuraron a estudiar un enigmático visitante interstelar -el primero jamás visto- que se puso brevemente al alcance de sus telescopios.
Los descubridores del objeto lo apodaron ‘Oumuamua, un término hawaiano que se traduce aproximadamente como “explorador”. Los exámenes, inevitablemente someros, de este transeúnte celeste mostraron que tenía varias propiedades que desafiaban una fácil explicación natural. La forma aparente de ‘Oumuamua -como un cigarro o una tortita de 100 metros de largo- no se parecía a la de ningún asteroide o cometa conocido. Tampoco lo hacía su brillo, que revelaba que ‘Oumuamua era al menos 10 veces más reflectante que una de las rocas espaciales típicas de nuestro sistema solar, lo suficientemente brillante como para sugerir el brillo del metal bruñido. Y lo que es más extraño, al alejarse de nuestro Sol, el objeto aceleró más rápido de lo que podría explicarse únicamente por la disminución de la fuerza gravitatoria de nuestra estrella. Los cometas comunes y corrientes pueden mostrar aceleraciones similares debido al efecto cohete de los gases evaporados que brotan de sus superficies heladas calentadas por la luz solar. Sin embargo, en torno a ‘Oumuamua no se observaron señales de tales chorros.
Para Loeb, la explicación más plausible era tan obvia como sensacional: junto con su forma posiblemente similar a un panque y su alta reflectividad, la aceleración anómala de ‘Oumuamua tenía perfecto sentido si el objeto era en realidad una vela de luz, tal vez un residuo de alguna cultura galáctica desaparecida hace mucho tiempo. Incitado por años dedicados a reflexionar sobre cómo podríamos encontrar algún día pruebas de civilizaciones cósmicas en las profundidades del cielo, se convenció cada vez más de que, con ‘Oumuamua, las pruebas nos habían encontrado a nosotros. A finales de 2018, Loeb y su coautor Shmuel Bialy, un becario postdoctoral de Harvard, publicaron un paper en Astrophysical Journal Letters argumentando que ‘Oumuamua había sido nada menos que el primer contacto de la humanidad con un artefacto de inteligencia extraterrestre.
El artículo ha tenido un gran éxito entre los periodistas, pero ha caído en saco roto entre la mayoría de los colegas de Loeb especializados en astrobiología, que insisten en que, aunque extrañas, las propiedades de ‘Oumuamua lo sitúan dentro del ámbito de los fenómenos naturales. Afirmar lo contrario, dicen los críticos de Loeb, es, en el mejor de los casos, arrogante y, en el peor, destructivo para la larga lucha por eliminar el estigma de los informes crédulos sobre ovnis y abducciones alienígenas de lo que debería ser, sin lugar a dudas, un campo legítimo de investigación científica.
Loeb ha llevado ahora su caso al público con el libro Extraterrestre: La primera señal de vida inteligente más allá de la Tierra, que trata tanto de la historia de la vida del autor como de los misterios fundamentales de ‘Oumuamua. Scientific American habló con Loeb sobre el libro, su controvertida hipótesis y por qué cree que la ciencia está en crisis.
[A continuación, una transcripción editada de la entrevista].
Hola Avi. ¿Cómo estás?
Estoy bien, pero he estado perdiendo el sueño, porque para hacer frente a todas las solicitudes de los medios de comunicación, he estado haciendo entrevistas con, por ejemplo, Good Morning Britain a la 1:50 A.M. y Coast to Coast AM a las 3 A.M.-además de apariciones en la red de EE.UU. y la televisión por cable. Tengo que hacer unas 100 entrevistas en podcast en las próximas semanas. Y ya he grabado largas conversaciones con Lex Fridman y Joe Rogan para sus programas. Nunca había visto nada igual; ha habido tanto interés por el libro. Quiero decir, ¡hubo 10 cineastas y productores de Hollywood que se pusieron en contacto conmigo en las últimas semanas! Bromeé con mi agente literario diciendo que si sale una película de esto, quiero que me interprete Brad Pitt.
Efectivamente, el parecido es asombroso. Por tu productividad, nunca he tenido la sensación de que duermas mucho.
Mi rutina es levantarme cada mañana a las 5 y salir a correr. Es muy bonito cuando no hay nadie, sólo yo y los pájaros, patos y conejos. Y, sí, debido a la pandemia, los últimos 10 meses han sido los más productivos de mi carrera. No necesito desplazarme al trabajo. No necesito conocer a tanta gente. Y, lo que es más importante, ¡no necesito pensar qué hay de malo en todas las cosas que dicen los demás!
Hablando de cosas importantes, aquí hay una en la que creo que ambos estamos de acuerdo: en ciencia, debemos ser honestos los unos con los otros. Lo menciono sólo porque hay un punto en Extraterrestre en el que afirmas que no quieres protagonismo y que no te interesa la autopromoción. ¿Cómo puede ser eso cierto?
Se lo explicaré. Creo que hablar con los medios de comunicación es una oportunidad importante porque me permite compartir mi mensaje con un público más amplio que, de otro modo, no estaría expuesto a él.
¿Cuál es exactamente su mensaje? Supongo que se refiere a algo más que ‘Oumuamua.
Sí. Mi mensaje es que algo va mal en la salud de la comunidad científica actual.
Demasiados científicos están ahora motivados sobre todo por el ego, por conseguir honores y premios, por demostrar a sus colegas lo inteligentes que son. Tratan la ciencia como un monólogo sobre sí mismos en lugar de un diálogo con la naturaleza. Construyen cámaras de eco con estudiantes y postdoctorados que repiten sus mantras para que su voz suene más alto y su imagen se vea promocionada. Pero ese no es el propósito de la ciencia. La ciencia no tiene que ver con nosotros, no se trata de darnos poder ni de engrandecer nuestra imagen. Se trata de intentar comprender el mundo, y se supone que es una experiencia de aprendizaje en la que asumimos riesgos y cometemos errores por el camino. Nunca se puede saber de antemano, cuando se trabaja en la frontera, cuál es el camino correcto a seguir. Eso sólo se aprende obteniendo información de los experimentos.
Ése es el otro problema de la ciencia actual: la gente no sólo está motivada por razones equivocadas, sino que ya no se guía por la evidencia. La evidencia te mantiene modesto porque predices algo, lo pones a prueba y la evidencia a veces demuestra que estás equivocado. Ahora mismo hay muchos científicos célebres haciendo gimnasia matemática sobre un montón de cosas imposibles de probar: la teoría de cuerdas, el multiverso, incluso la teoría de la inflación cósmica. Una vez, en un foro público, le pregunté [al físico] Alan Guth, que originó la teoría: “¿Es falsable la inflación?” Y me dijo que era una pregunta tonta, porque para cualquier dato cosmológico que nos dé un experimento, se puede encontrar un modelo de inflación que lo acomode. Y por lo tanto, la inflación está en una posición muy fuerte porque ¡puede explicar cualquier cosa! Pero yo lo veo como una posición muy débil porque una teoría del todo es a veces una teoría de la nada. Puede que no haya diferencia entre ambas.
Para mí, esta burbuja de cosas imaginarias es como estar drogado: Puedes drogarte e imaginar que eres más rico que Elon Musk, que ahora es la persona más rica del mundo. Es un pensamiento muy divertido. Puedes sentirte muy bien y hablar de ello con tus amigos. Y si eres parte de una gran comunidad de ideas afines, todos pueden apoyarse y respetarse mutuamente, y se dan premios unos a otros, y eso es genial, ¿verdad? Pero luego si vas a retirar fondos, si quieres gastar de verdad ese dinero que crees que tienes, te das cuenta de que en realidad no tienes nada. Al igual que ir a un cajero automático, hacer experimentos puede servir para comprobar la realidad. Y en ciencia, es esencial que tengamos esa comprobación -que hagamos predicciones comprobables y nos juguemos algo- porque, de lo contrario, no aprenderemos nada nuevo. Creo que eso ya no se reconoce como es debido.
Marcado con un círculo azul, ‘Oumuamua aparece como un débil punto en el centro de esta imagen, que es una de las mejores disponibles y combina observaciones de múltiples telescopios diferentes. Crédito: ESO/K. Meech et al.
¿Así que especular sobre la teoría de cuerdas y los multiversos es malo, pero especular sobre civilizaciones alienígenas y sus artefactos pasando por el sistema solar está bien? Se podría decir que apelar a los “extraterrestres” también puede explicar cualquier cosa.
La diferencia es: se pueden hacer predicciones y pruebas para estos últimos, y las especulaciones parten de una posición conservadora.
Si ‘Oumuamua es miembro de una población de objetos que se mueven en trayectorias aleatorias, entonces, basándonos en su descubrimiento con el telescopio Pan-STARRS, puedes estimar que muy pronto deberíamos empezar a encontrar, de media, uno de estos objetos al mes después de que el Vera C. Rubin Observatory entre en funcionamiento. También podemos establecer un sistema de instrumentos -satélites, tal vez- que no sólo vigilen el cielo, sino que también sean capaces de reaccionar ante la aproximación de tales objetos, de modo que podamos obtener fotografías de ellos a medida que se acercan, en lugar de perseguirlos a medida que se alejan, porque se mueven muy rápido. Tampoco es necesario que todo este trabajo se realice en el espacio: Se pueden imaginar meteoros de origen interstelar también, y podemos buscarlos. Y si encontramos alguno que haya acabado en la superficie de la Tierra, incluso podríamos examinarlo con nuestras propias manos.
La gente me pregunta por qué recibo esta atención mediática. La única razón es porque mis colegas no utilizan el sentido común. Contrasta la teoría de cuerdas y los multiversos con lo que yo y muchos otros decimos, que es que basándonos en los datos de la misión Kepler de la NASA, aproximadamente la mitad de las estrellas similares al sol de la galaxia tienen un planeta del tamaño de la Tierra, aproximadamente a la misma distancia de la Tierra al Sol, de modo que se puede tener agua líquida en la superficie y la química de la vida tal y como la conocemos. Así pues, si se lanzan los dados sobre la vida miles de millones de veces en la Vía Láctea, ¿cuál es la probabilidad de que estemos solos? Minúscula, muy probablemente. Decir que si se dan circunstancias similares, se obtienen resultados similares es, para mí, la afirmación más conservadora imaginable. Así que esperaría que la mayoría de la gente me apoyara, me abrazara y me dijera: “Estupendo, Avi, tienes razón. Deberíamos buscar estas cosas porque deben ser muy probables”. En lugar de eso, lo que veo es una reacción que muestra una pérdida de brújula intelectual, porque ¿de qué otra forma se puede explicar trabajar en las dimensiones extra de la teoría de cuerdas o en el multiverso cuando no tenemos ninguna pista de su existencia? ¿Pero eso se considera la corriente dominante? Es una locura.
Permítanme poner esto en un contexto muy específico. Obviamente, no soy un forastero rebelde; estoy en posiciones de liderazgo. Presido la Board on Physics and Astronomy de las Academias Nacionales [de Ciencias, Ingeniería y Medicina], ¿vale? Esa junta está supervisando la Astronomy and Astrophysics Decadal Survey, que establecerá las principales prioridades científicas para la NASA y la [Fundación Nacional de Ciencias] cuando se publique a finales de este año. Ahora, veo a los astrónomos hablar de futuros telescopios que cuestan miles de millones de dólares, cuya principal motivación es encontrar vida buscando oxígeno en las atmósferas de los exoplanetas. Es un noble deseo. Pero si nos fijamos en la Tierra durante sus primeros dos mil millones de años más o menos, el planeta no tenía mucho oxígeno en su atmósfera a pesar de que tenía una gran cantidad de vida microbiana. Ese es el primer punto. El punto número dos es que incluso si tienes oxígeno, puedes obtenerlo de procesos naturales como la ruptura de las moléculas de agua. Así que incluso si gastas estos miles de millones y encuentras oxígeno y tal vez incluso metano junto con él, la gente seguirá discutiendo sobre ello para siempre. Mira cuánta discusión ha habido sobre la posible detección de fosfina en Venus, que es una molécula muy inusual, en comparación con el oxígeno. En cualquier caso, lo que quiero decir es que con estos mismos instrumentos -no hace falta ninguna inversión extra de fondos- se pueden obtener pruebas concluyentes de vida, inteligencia y tecnología. ¿Y cuáles serían? Contaminación industrial en la misma atmósfera. Podrías, por ejemplo, buscar clorofluorocarbonos, esas moléculas complejas que sólo se producen en la Tierra para los sistemas de refrigeración. Si encontraras eso en otro planeta, es imposible que la naturaleza produzca esas moléculas de forma natural. Tendríamos pruebas concluyentes de que la vida -y algo más- existió allí.
Entonces, ¿cuál es el problema de decir que buscar contaminación industrial es algo que merece la pena? ¿Qué otra cosa, aparte de algún tipo de barrera psicológica, impide que algunos científicos admitan que quieren que la búsqueda de firmas tecnológicas de civilizaciones extraterrestres esté en la periferia, con muy poca financiación? Lo que estoy diciendo es que este tipo de cosas deberían priorizarse y que son cosas conservadoras que hay que hacer porque nos aportarán la mayor cantidad de información sobre la existencia de vida extraterrestre. Y, sin embargo, ahora mismo se está haciendo todo lo contrario.
Usted escribe sobre un concepto que llama “la apuesta de ‘Oumuamua”, por la apuesta de Pascal, el argumento del matemático del siglo XVII Blaise Pascal de que los beneficios de suponer que Dios existe superan a los inconvenientes. Del mismo modo, usted dice que creer que ‘Oumuamua es un artefacto alienígena sería un bien neto porque podría catalizar una revolución en la ciencia y la tecnología espaciales centrada en una búsqueda más vigorosa de vida e inteligencia más allá de la Tierra. Incluso si esa búsqueda no encuentra ningún alienígena, según tu razonamiento, obtendríamos una comprensión mucho más profunda de nuestro contexto cósmico. Y las inversiones que se realicen mejorarán nuestra capacidad para responder a otras preguntas sobre el universo y quizá incluso nos ayuden a evitar nuestra propia extinción.
Pero si lo que está en juego es tan importante, ¿qué ocurre con el argumento contrario de que “apostar todo” a la promoción de la supuesta naturaleza artificial de ‘Oumuamua es imprudente y peligroso? Sus críticos dicen que está haciendo más mal que bien. Por ejemplo, mencionaste que apareciste en el podcast de Joe Rogan, uno de los más populares del mundo. Eso es estupendo para vender libros. Pero dada la reputación de Rogan de difundir desinformación peligrosa en su podcast, ¿es ese tipo de cosas una decisión inteligente? ¿Aceptaría también ser orador en una reunión de “verdaderos creyentes” en ovnis fuera del Área 51? ¿Dónde está el límite de la divulgación pública que corre el riesgo de aumentar el llamado factor risa que ha obstaculizado el progreso en la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) durante décadas?
Bien, éste es mi punto de vista. En general, el público financia la ciencia. Y el público está extremadamente interesado en la búsqueda de vida extraterrestre. Así que debo preguntar: si los científicos cuentan con el apoyo del público, ¿cómo se atreven a rehuir esta cuestión que puede abordarse con las tecnologías que están desarrollando?
Hay, por supuesto, historias de ciencia ficción sobre extraterrestres, y hay muchos informes de ovnis sin fundamento. Ahora bien, supongamos que existiera alguna literatura sobre las propiedades mágicas del COVID-19 que no tuviera nada que ver con la realidad. ¿Significaría eso que los científicos nunca deberían trabajar para encontrar una vacuna contra esta pandemia? No. No veo la búsqueda de firmas tecnológicas de forma diferente a la búsqueda de la naturaleza de la materia oscura. Hemos invertido cientos de millones de dólares en la búsqueda de partículas masivas de interacción débil, uno de los principales candidatos a materia oscura. Y hasta ahora esas búsquedas han fracasado. Eso no significa que fueran un desperdicio: adentrarse en callejones oscuros forma parte del proceso científico.
Y en cuanto al riesgo, en ciencia se supone que debemos ponerlo todo sobre la mesa. No podemos simplemente evitar ciertas ideas porque nos preocupen las consecuencias de discutirlas, porque también hay un gran riesgo en ello. Eso sería similar a decirle a Galileo que no hablara de que la Tierra se movía alrededor del Sol y que evitara mirar por su telescopio porque era peligroso para la filosofía de la época. No deberíamos querer repetir esa experiencia. Necesitamos un diálogo abierto entre científicos en el que la gente presente ideas diferentes y luego permita que la evidencia dicte cuál es la correcta. En el contexto de ‘Oumuamua, yo digo que las pruebas disponibles sugieren que este objeto concreto es artificial, y la forma de comprobarlo es encontrar más [ejemplos] del mismo y examinarlos. Así de sencillo.
Entonces, ¿cómo se cambia esta situación? Creo que la respuesta es acercarlo al público todo lo que pueda.
Crédito: Houghton Mifflin Harcourt
En su libro, relaciona su franqueza sobre Oumuamua con una frase, una ética, que aprendió cuando era recluta en las Fuerzas de Defensa de Israel: “Poner tu cuerpo en el alambre de espino”. Es decir, hacer sacrificios personales por un bien mayor. ¿Vas a ser un mártir por esta causa? ¿Ha perdido amigos o prestigio por ello?
Nadie me ha agredido violentamente ni nada parecido. Tal vez la gente habla a mis espaldas, lo que tendría más sentido, dados mis puestos de liderazgo. Pero en realidad no lo sé. Mi presencia en las redes sociales es nula. Aunque debo decir que creo que mis críticos más ruidosos con comentarios desagradables en Twitter y otros sitios son científicos relativamente mediocres. La mayoría de los científicos realmente buenos no se comportarían de esa manera: presentarían argumentos a favor o en contra de mis afirmaciones, y eso sería suficiente. Los comentarios desagradables no tienen sentido, salvo que, en el fondo, no me sorprendería que muchos de estos críticos estén realmente intrigados por la posibilidad de que ‘Oumuamua sea artificial. Pero no quieren admitirlo. Por eso dicen a voz en grito lo contrario.
Desgraciadamente, mi situación es diferente de la de los jóvenes postdoctorales con los que he trabajado, porque tienen que solicitar trabajo. Estoy seguro de que la gente se les ha acercado y les ha dicho: “Mira, esto es peligroso para ti”. Y entonces se congelaron y básicamente dejaron de trabajar en cualquier cosa relacionada. Esto no es sorprendente. Si creas una cultura intelectual hostil en la que no se honra algo como SETI, entonces la gente joven y brillante no irá allí. Pero no pise la hierba y luego se queje de que no crece al pisarla. No impidas que investigadores brillantes trabajen en SETI y luego digas: “Mira, no se encuentra nada. SETI es un fracaso”.
Nada de esto significa que toda la ciencia espacial deba girar en torno a SETI. Si nos fijamos en el mundo comercial, empresas como Bell Labs en el pasado o Google en la actualidad, incentivan y permiten a su personal llevar a cabo investigaciones innovadoras que no son inmediatamente aplicables con fines lucrativos. Pero si nos fijamos en el mundo académico, es mucho más conservador que el sector comercial. Eso no tiene sentido.
¿Cómo responde a la idea de que para una persona con un martillo, todo parece un clavo? Alguien podría decir, sin mucha caridad, que lo que usted está haciendo aquí es intentar ganarse el favor de benefactores ricos, como Yuri Milner, porque usted es asesor de sus programas Breakthrough Initiatives, que financian investigaciones relacionadas con SETI y las velas de luz.
Es cierto para mí -y para todos los demás, creo- que mi imaginación está limitada por lo que sé. No puedo negar el hecho de que mi participación en Breakthrough influyó aquí. En primer lugar, fui yo quien sugirió a Yuri Milner la vela de luz [propuesta por el físico Philip Lubin] como concepto prometedor para una nave espacial interestelar. Así que lo tenía en mi vocabulario y, como resultado de ello, me lo imaginé aplicado a ‘Oumuamua. Ahora, usted podría preguntarse: “Vale, bueno, ¿no es esa una visión sesgada?” Yo diría que esto ocurre una y otra vez en la física y en SETI. En el contexto de SETI, una vez que desarrollamos la tecnología de radio, empezamos a buscar señales de radio en el cielo. Lo mismo ocurrió con los láseres. Es natural que, una vez que se trabaja en una tecnología, se imagine que tal vez exista allá afuera y buscarla. Así que no negaría que la razón por la que la idea de la vela de luz estaba en mi cerebro es porque había trabajado previamente en ella, sí. Pero en cuanto a intentar motivar a Yuri, eso no tiene nada que ver. ¿Por qué iba a hacerlo así cuando puedo dirigirme directamente a él siempre que quiera defender mis puntos de vista? Y no es como si mi trabajo sobre ‘Oumuamua estuviera coordinado o apoyado por Breakthrough Initiatives. No han emitido ningún comunicado de prensa sobre mis ideas. En todo caso, podrían estar preocupados, ya que tienen su propia reputación que preservar y demás. En este asunto, no he tenido ningún apoyo ni comunicación con ellos. Se trata de mi curiosidad, no de utilizar Oumuamua como vehículo político en el contexto de Breakthrough. Eso no tiene nada que ver con mi motivación.
Después de esto, ¿qué le espera? ¿Tiene planes?
Acabo de renunciar a la cátedra del departamento de astronomía de Harvard, así que ahora puedo pasar a la siguiente fase. Y la pregunta es: ¿cuál sería? La vida, por supuesto, no siempre es lo que uno ha planeado, pero otra oportunidad de liderazgo sería muy tentadora porque podría intentar moldear la realidad de una manera que otros no lo harían. No podría dejarlo pasar. Pero quizá debamos excluir de esto las posibilidades de liderazgo. Quizá no me vuelvan a ofrecer nada por mis ideas sobre ‘Oumuamua. Es una posibilidad. Entonces escribiría más libros, investigaría más y seguiría haciendo footing cada mañana.