Sobre los FANI como catalizador

Sobre los FANI como catalizador

Bryan Sentes

imageComo es bien sabido, Carl Jung consideraba que el platillo volante era un “rumor visionario” compensatorio para un planeta dividido por la Guerra Fría (a pesar de ser cauto sobre las implicaciones de su posible realidad). Asimismo, Jacques Vallée propuso que la aparición de ovnis y los encuentros con sus pilotos funcionan como un “mecanismo de control” (una noción que aparentemente aún mantiene a pesar de las razones convincentes para cuestionarla, ya sea de hecho o debido a sus implicaciones). Aquí, sin embargo, mientras intento generar ideas para una ponencia que presentaré en la conferencia de la Sociedad para Estudios de FANI en diciembre, quiero compartir algunas reflexiones sobre los FANI como catalizador.

Un catalizador, a grandes rasgos, es un elemento de una reacción química que facilita dicha reacción, pero que permanece, en sí mismo, inalterado. También se podría hablar del FANI como un estímulo, pero la forma en que el catalizador permanece separado de (por mucho que forme parte de) la reacción que facilita abre la puerta a futuras reflexiones sobre el FANI como un objeto por excelencia (especialmente con respecto a su papel en la relación Sujeto/Objeto…). Además, en lo que sigue, para mayor claridad, evito y/o “dejo entre paréntesis” la cuestión de la realidad o la naturaleza del fenómeno, por lo que, por ejemplo, rechazo la afirmación de los divulgadores de que la tecnología obtenida mediante ingeniería inversa a partir de platillos voladores estrellados ha impulsado los recientes avances en tecnologías de la información o de defensa, por ejemplo, la fibra óptica o el sigilo. Como es mi costumbre aquí en Skunkworks, trato la totalidad de los informes e historias sobre FANI, encuentros con entidades, etc., como una mitología para centrarme en la importancia social y las implicaciones de dicha mitología (y este no es mi primer intento de esbozar una sociología del fenómeno…).

La aparición de platillos voladores en 1947, en un principio, catalizó una reacción defensiva. Tras la Segunda Guerra Mundial, que abrió los cielos como un tercer escenario de combate (incluyendo el desarrollo y despliegue de misiles balísticos), y el advenimiento de la Guerra Fría, Estados Unidos, en particular, temía un ataque sorpresa. En consecuencia, su fuerza aérea desarrolló varios «proyectos» (primero «Sign» y, posteriormente, «Libro Azul», hasta sus versiones actuales), ninguno de los cuales, al menos públicamente, concluyó que los platillos voladores u ovnis fueran naves espaciales extraterrestres o representaran una amenaza para la seguridad nacional en sí mismos. Sin embargo, en aquel entonces se especuló que el fenómeno podría utilizarse como arma; por ejemplo, que un enemigo podría simular una oleada de avistamientos que saturara los sistemas de comunicaciones de una nación. Las formas precisas en que la creencia en los ovnis se ha utilizado como arma son objeto de mucha especulación, dado que tales esfuerzos deben permanecer en secreto o, al menos, ocultos para seguir siendo efectivos. Aunque me muestro escéptico ante la creencia en los «platillos voladores del espacio exterior», es innegable que el fenómeno ovni ha sido utilizado por fuerzas militares y agencias de inteligencia para sus propios fines. Quizás el caso más conocido de esta instrumentalización sea el de Paul Bennewitz, cuya vida personal quedó destrozada al ser persuadido de que unas comunicaciones militares secretas que había detectado accidentalmente provenían, en realidad, de extraterrestres hostiles (como bien documenta Greg Bishop).

Paralelamente a las investigaciones oficiales, se formaron clubes civiles y organizaciones de investigación. Estas abarcaban desde las más informales hasta las más formalmente organizadas, como el Comité Nacional de Fenómenos Aéreos (NICAP) de Donald Keyhoe, la Organización de Investigación de Fenómenos Aéreos (APRO) de los Lorenzen o la Red Mutua de Ovnis (MUFON). El fenómeno inspiró no solo curiosidad (secular), sino también nuevos movimientos religiosos. De hecho, los videntes habían estado en contacto con entidades de otros planetas desde Swedenborg, y no debe subestimarse la influencia de diversas teosofías tanto en el fenómeno temprano como en el más contemporáneo. Las respuestas religiosas más famosas incluyen la Sociedad Aetherius, la Academia de Ciencias Unarius, los raelianos, la Nación del Islam, la Nación Nuwaubiana de los Moros, Heavens Gate y muchas otras. Este aspecto religioso ha cobrado protagonismo últimamente, ya sea que uno lea a Jeffrey Kripal, Diana Pasulka o Jason Colavito

En cierto modo, el platillo volante siempre ha sido un fenómeno de la cultura popular. Basta pensar en el misterio del dirigible fantasma del siglo XIX (que bien podría haber sido una mera invención de la prensa amarilla) o en las revistas pulp de principios del siglo XX, que imaginaron y representaron gran parte de la mitología avant le lettre. De hecho, la propia expresión «platillo volante» fue acuñada por un periodista, y no hay que olvidar que el interés por el tema desde 2017 se vio impulsado por un artículo periodístico. En este punto, coincido con Pasulka: la cultura de masas ha servido para difundir la idea de que los ovnis (tanto si se cree en su existencia como si no) son naves espaciales de otros planetas. Podría decirse que el fenómeno ovni en la cultura popular es, en cierto sentido, el fenómeno en sí, ya que nada mejor lo presenta y lo define, ni siquiera para los actores militares, de inteligencia, científicos y académicos. En el primer caso, es necesario asumir que aproximadamente la mitad de sus miembros creerán que los ovnis son “platillos voladores del espacio exterior” y, en el segundo, todo pensamiento que orbita la imaginación de una civilización extraterrestre tecnológicamente avanzada probablemente encuentra su orientación original en esta idea de la cultura popular.

Y, como bien saben quienes nos leen desde hace tiempo, es precisamente esta noción casi universal, propia de la cultura popular, la que encierra implicaciones ideológicas más profundas. Sin ánimo de insistir, postular la existencia de una civilización extraterrestre tecnológicamente avanzada no es más que proyectar la formación sociocultural de una sociedad terrestre como una norma cósmica natural (del mismo modo que la franquicia de Star Trek clasifica las culturas según su nivel de «progreso» tecnológico, como si tal escala lineal pudiera existir fuera de la autojustificación de la sociedad tecnocientífica que la formula). Al mismo tiempo, el concepto de «inteligencia» que subyace en estas conjeturas, ya sean las de la búsqueda de inteligencia extraterrestre o las que hablan de inteligencia no humana, criptoterrestres o ultraterrestres, siempre parece o bien demasiado humano o, aún más perversamente, estrecho, al identificar la «inteligencia» con la razón instrumental que ha monopolizado la noción misma de razón desde las revoluciones científica e industrial. El antropocentrismo (en el mejor de los casos) de este pensamiento tiene implicaciones ecológicas, reafirmando, aunque sea inconscientemente, la preeminencia del ser humano presente en las religiones abrahámicas (donde «el hombre está hecho a imagen de Dios»), relegando a un segundo plano la inteligencia de los animales y (posiblemente) de las plantas. En este punto, coincido con la Hipótesis del Sistema de Control de Vallée, si bien sostengo que una comprensión más sólida de este «control» consiste en entenderlo a nivel ideológico, es decir, aquellas creencias más o menos inconscientes que se aceptan como sentido común en una sociedad y que contribuyen a mantener y reproducir sus relaciones sociales.

Sobrevolando todo esto, relativamente imperturbable, se encuentra el FANI. Es cierto que su morfología ha cambiado a lo largo de las décadas, desde dirigibles hasta discos metálicos o triángulos negros, pasando por orbes, al igual que los significantes que han surgido para nombrar esta anomalía («platillo volante», «ovni», «FANI»…), pero estos desarrollos no se pueden atribuir a los efectos que el FANI sin duda ha tenido en las sociedades y la cultura humanas. Y es precisamente esta estabilidad impasible la que invita a reflexionar sobre el carácter del FANI, que se cierne inmaculadamente sobre (como objeto) lo que parece estar tan bajo, sujeto a, su influencia…

https://skunkworksblog.com/2025/09/28/on-uap-as-catalyst/

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