La bienvenida invasión de los anolis

IMPACTO AMBIENTAL

 

La bienvenida invasión de los anolis[1]

 

Juan José Morales

 

Seguramente usted ha visto ciertas lagartijas de mediano tamaño «”entre ocho y 25 centímetros las diferentes especies»” que poseen en la garganta una especie de membrana o papada de llamativo color anaranjado, rojo o rosado «”a veces con toques azules»” que en ciertos momentos despliegan como un abanico o banderola. De ahí el nombre común de banderillas con que se les conoce en muchos lugares de México.

 

Por el extraño aspecto que les da esa llamativa membrana gular, y por las posturas que adoptan al sentirse acosadas, mucha gente las considera peligrosas e incluso venenosas. Pero son inofensivas, como lo son todas las demás lagartijas sin excepción.

 

clip_image001Un anolis de la especie Anolis sagrei. La llamativa y característica papada sirve a los machos como atractivo sexual durante el cortejo y para amedrentar a un adversario cuando defienden sus dominios. Además, para parecer más grandes y amenazadores, sacan la lengua, se ponen de costado, elevan una pequeña cresta del lomo, sacuden la cabeza y levantan repetidamente el cuerpo sobre las cuatro patas en la postura conocida precisamente como «hacer lagartijas». Las hembras también poseen esa membrana, pero es mucho más pequeña y casi no la exhiben.

 

Hay en todo el mundo más de 300 especies de este tipo de lagartijas, originarias todas de América. Colectivamente se les conoce como anolis, que es el nombre del género zoológico al que pertenecen, independientemente de los nombres comunes de las diferentes especies. Se desconoce cuántas hay en México, pero probablemente son un centenar, por lo general abundantes y ampliamente distribuidas. Y por si nuestros anolis autóctonos no fueran suficientes, está ocurriendo una invasión de nuevas especies llegadas de los Estados Unidos, Cuba y Centroamérica.

 

Por el noreste, de Estados Unidos, nos llegó la Anolis carolinensis, llamada popularmente camaleón americano y anolis verde. Vía Honduras y Belice llegó la Anolis allisoni, nativa de Cuba, que en suelo mexicano fue registrada por primera vez en Cozumel. También de Cuba «”y tras haberse diseminado por las islas del Caribe»” llegó el anolis café, Anolis sagrei, que ya se ha extendido ampliamente por los estados del sureste mexicano, donde se le conoce como chipojo o merech.

 

Este ha sido sin duda el más exitoso de todos. Mide unos 20 centímetros de largo «”15 ó 16 las hembras»” y es de color café, gris o negruzco. En los territorios que ha conquistado, es ya muy abundante y habita tanto en el campo como en zonas urbanas. Es muy fácil verlo en patios y jardines ya que se mueve por troncos, postes y paredes, casi siempre a menos de metro y medio sobre el nivel del suelo y por lo general en las horas más calurosas, desde poco antes del mediodía hasta las cuatro de la tarde, que es cuando se mantiene más activo.

 

Es tan adaptable que sobrevive y se propaga casi en cualesquiera condiciones naturales, lo mismo en las lluviosas selvas tropicales que en zonas desérticas y cubiertas de matorrales aislados, y desde el nivel del mar hasta altitudes donde crecen bosques de pinos y encinos. Sin duda, en pocas décadas ya estará presente a todo lo largo y ancho del país.

 

Y el merech no sólo ha conquistado México. Ya se le encuentra incluso en las islas Hawai, a mitad del camino entre Asia y América en el Pacífico, y en Estados Unidos no sólo se ha extendido ampliamente por Florida y otros estados del sureste, sino que está desplazando al antes abundante anolis verde, el único nativo de aquel país, con el cual compite por el espacio y el alimento.

 

Pero, a diferencia de otras especies exóticas convertidas en plagas, el merech no parece causar problemas ambientales. Tampoco es dañino. Por lo contrario, puede considerarse benéfico, al igual que todos los demás anolis, pues estas lagartijas contribuyen a mantener bajo control plagas agrícolas, forestales y domésticas al alimentarse con insectos, a los cuales persiguen activamente. Corren velozmente, realizan rápidos y súbitos cambios de dirección empleando como timón su gran cola «”que en algunas especies representa dos tercios de la longitud total del cuerpo»” y son excelentes trepadores. Tienen los dedos aplanados y dotados de diminutas laminillas adhesivas a manera de estrías que les permiten sujetarse con gran firmeza aún a superficies tan lisas como el vidrio y caminar tranquilamente colgados de los techos.

 

En fin, del merech, el Anolis sagrei, bien puede decirse que llegó para quedarse y es bienvenido.

 

Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx


[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán Quintana Roo. Lunes 25 de abril de 2016

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