El mito del eslabón perdido
Mario Méndez Acosta
Las personas reacias a aceptar la teoría darwiniana de la evolución como resultado de la selección natural son afectas a descalificarla, alegando que no se ha descubierto un eslabón perdido entre monos antropoides y el ser humano.
Semejante afirmación era verdadera a finales del siglo XIX y así lo expresaron varios naturalistas de la época. Lo cierto es que en el presente existen, por lo menos, diez hallazgos de fósiles de hace más de un millón de años correspondientes a homínidos o especies muy cercanas que pueden estar en el linaje del Horno sapiens sapiens, que es el nombre técnico de nuestra especie. No obstante, todavía hasta 1999 el diario Washington Post[1] señaló en un encabezado que «(algunos) nuevos fósiles encontrados pueden ser el eslabón perdido de los humanos»[2]. La narración señala que ciertos restos encontrados en Etiopía «pueden ser el largamente buscado antecesor inmediato de los seres humanos».
Curiosamente, 50 años antes, el paleontólogo Robert Broom publicó en su libro Encontrando el eslabón perdido (1950), información sobre su descubrimiento de hombres mono en unas cavernas de Sudáfrica. Desde 1950, los reportes del descubrimiento del eslabón perdido han sido algo constante. Se puede uno preguntar: ¿Qué sucede? ¿Cómo es que el eslabón perdido ha sido descubierto tantas veces?
El problema es que ésta es una falsa metáfora: no hay cadena imaginaria alguna con eslabones hipotéticos. La controversia es que cada especie que va surgiendo no es un eslabón, sino parte de un continuo en el que las diferencias entre cada generación son imperceptibles; las especies van surgiendo cuando dichos cambios menores se acumulan y la serie de generaciones se transforma, gradualmente, a lo largo de cientos de miles de años, en otra especie con la cual la especie antecesora ya no podría reproducirse y tener descendencia.
La metáfora de la cadena es tan engañosa como atractiva y fue establecida en el siglo XVII por John Ray y Carlos Linneo, quienes creían que el orden de las especies es inmutable y fue establecido por Dios. La verdad es que no es posible señalar dónde acaba una especie y empieza otra.
Tampoco existe la conciencia de que las características específicas de plantas y animales, en apariencia fijas, en realidad van a cambiar con el tiempo. De hecho, se puede situar, con cierta seguridad, en el linaje de la especie humana varios homínidos fósiles (cuadro 1)
Abundan los eslabones encontrados, pero siempre habrá lugar para una especie intermedia entre cada una de ellas. Si bien la línea evolutiva del Horno sapiens está muy bien documentada, la del chimpancé, nuestro pariente más cercano y la de nuestro antepasado común, por ejemplo, no lo está y eso se debe a que estos antropoides vivieron siempre en
ambientes selváticos, en suelos y terrenos que dificultaban la fosilización.
[1] Sullivan Charles y Cameron Mepherson Smith. «Getting the Monkey off Darwin’s Baek: Four Common Myths about Evolution». Volume 29.3, May/June 2005: párrafo 4: «Fossils May be Humans’ Missing Link» reported the Washingtan Post on April 22, 1999. The story states that… http://www.esicop.org/si/show/getting_the_monkey_off_darwins_baek/
[2] Jolene Creightonon. «There is no Missing Link in Evolution» in Evolution and Bialagy: May 07, 2015 In: Segundo párrafo: What’s Wrong with the Ladder/Tree Metaphor. http://www.fromquarkstoquasars.com/there·is·no·missing-link·in-evolution/
Publicado originalmente como Méndez Acosta Mario, El mito del eslabón perdido, Ciencia y Desarrollo, Volumen 41, número 279, México, septiembre-octubre 2015. Páginas 60-61.