EL MITO DE LOS PARADIGMAS[1]
Mario Méndez Acosta
La reacción de la irracionalidad y del pensamiento mágico en contra de la ciencia moderna ha alcanzado proporciones preocupantes a lo largo de los últimos años. Resulta notable que el intento de descalificar a la ciencia, que parte de la sociología posmodernista o deconstructivista (véase recuadro de la p. 94), se disfraza con los ropajes externos de la terminología científica. Lo que inicialmente no era sino un ensayo sociológico sobre la manera en que evoluciona el conocimiento científico en una sociedad, se ha convertido en una especie de bandera ideológica de ciertos grupos que desean abiertamente detener su avance, y aun impedir que la propia sociedad dedique sus recursos a la investigación de la ciencia. En su libro La estructura de las revoluciones científicas (1962), Thomas Kuhn, un físico e historiador de la ciencia de la Universidad de Berkeley, asegura que la ciencia progresa en forma cíclica, y que cada nuevo descubrimiento importante establece una matriz disciplinaria común, o «paradigma», que rige el pensamiento de todos los investigadores»¦ hasta que nuevos hallazgos derrumban las teorías vigentes. Cada nuevo paradigma establece sus propias normas, y no sólo cambia nuestras teorías, sino los propios criterios con que éstas son juzgadas; por ello los paradigmas que gobiernan los periodos sucesivos de la ciencia normal son inconmensurables entre sí, y eso significa que un científico de determinada época no puede siquiera juzgar o entender un paradigma anterior, pero lo preocupante es que se concluye que cada nuevo paradigma no nos acerca a la verdad. Kuhn asegura que debemos renunciar a la noción explícita o implícita de que los cambios de paradigma conducen a los científicos y a sus alumnos cada vez más cerca de la verdad, y así, para él no existe proceso absoluto alguno.
Dicho aserto representa una verdadera bendición para quienes aseguran que la ciencia no es más que una construcción -un constructo- social o cultural. Si las teorías científicas sólo pueden ser juzgadas dentro del contexto de un paradigma particular, entonces la ciencia jamás predominará sobre cualquier otra manera de observar el mundo, como puede ser el chamanismo, la astrología, el creacionismo o la medicina alternativa. En consecuencia, muchos filósofos, entre ellos Paul Feyerabend -aun en contra de la misma opinión de Kuhn-, declaran la completa irrelevancia de la ciencia como herramienta útil para conocer el mundo y hasta proclaman que es mejor que los gobiernos destinen recursos para investigaciones astrológicas o acerca de los platillos voladores, o bien que reconozcan a cualquier tipo de charlatanería médica al mismo nivel que la medicina científica. Con ese fin se han publicado cientos de ensayos en revistas filosóficas, que descalifican a la ciencia, al afirmar que la misma no es sino una simple convención o moda pasajera. Algunos de los relativistas culturales más extremos y admiradores del misticismo, llegan a asegurar que cada persona, puede, en cada momento, crear su propia realidad y hasta alterarla, según sus creencias o convicciones, y lo anterior acaba con el fundamento del conocimiento científico, es decir, con la noción de que la realidad del universo tiene una existencia independiente de nosotros o de nuestras percepciones.
Múltiples científicos de primera línea han salido al paso de esa interpretación del trabajo de Kuhn, para criticarlo en su concepto básico de que la ciencia no avanza o no nos acercamos al conocimiento de la realidad del universo. Destaca en ello sobre todo Steven Weinberg, quien logra demostrar que es falso que los científicos no puedan entender la ciencia de paradigmas anteriores, y muestra que tampoco es verdad que cada paradigma refute y deseche por completo las teorías representativas del anterior. En realidad, la única vez que eso ocurrió fue cuando la física newtoniana sustituyó a la física aristotélica, la cual aseguraba que cada cuerpo físico tiende a buscar su lugar en la naturaleza, un sitio predestinado a él por razones arcanas; en cambio, la física newtoniana no fue desechada con el arribo de la teoría de la relatividad de Einstein, sino que la misma constituye un refinamiento de la de Newton y de sus sucesores para los extremos de altas velocidades o masas muy concentradas. Los físicos estudian y aplican hoy la física newtoniana, y logran hacer que una nave se pose perfectamente en la superficie de Marte en el punto deseado.
Lo más notable es que las llamadas revoluciones científicas no son ya sucesos que ocurran cada siglo, pues se ha acelerado tanto el desarrollo de la ciencia que en realidad ocurre una de esas revoluciones cada año en promedio. El científico sabe lo que no se ha logrado explicar, y analiza las propuestas que van surgiendo para desechar las inservibles, y se aceptan modelos provisionales, como el llamado modelo «estándar» de la física de partículas subatómicas, en el cual hay que fijar arbitrariamente muchas de las constantes que deberían ser consecuencia ineludible de una teoría bien elaborada, misma que aún no se descubre.
La esperanza de los seudocientíficos de toda laya es que la teoría de los paradigmas de Kuhn les permitirá algún día demostrar que sí valen las más descabelladas interpretaciones, y que puedan ser milagrosamente aceptadas por la comunidad científica. Dicho deseo carece de base pero, en efecto, sí logra engañar a muchas personas que no conocen de ciencia y lo único que han leído sobre la misma es el engañoso libro de Kuhn.
Posmodernismo
Corriente filosófica que caracteriza a diversos grupos de escritores críticos sobre el concepto de modernidad, entendida ésta como la expresión filosófica y sociológica de la Ilustración, que a su vez es la creencia en el potencial de la ciencia y la razón para revelar los secretos de la naturaleza y el entendimiento de la condición humana y en la aplicación de dicho conocimiento para el mejoramiento de la condición humana. Entre los proponentes principales del posmodernismo se encuentran Jacques Derrida, Philippe Lacou Labarthe, Oswald Spengler y Michel Foucault.
Deconstructivismo
Corriente sociológica y epistemológica que señala que todo sentido, identidad o conocimiento son provisionales y relativos porque jamás son exhaustivos, siempre puede uno remontarse a una trama anterior, y aún más atrás, casi hasta el infinito o «grado cero» del sentido. Así, la de construcción es como pelar una cebolla, las capas son los conceptos o conocimientos construidos por nosotros en un medio social.
En su crítica a la ciencia destacan:
Knorr-Cetina, K.D. La manufactura del conocimiento, un ensayo sobre la naturaleza constructivista y con textual de la ciencia. Oxford, 1981, Pergamon.
Latour, B. y S. Woolgar. La vida en el laboratorio. La construcción social de los hechos científicos. Londres, 1979, Sage.
Bloor, D. Conocimiento e imaginaria social. Londres, 1976. Routledge & Kegan.
Feyerabend, Paul. Contra el método. Nueva York, 1977, Schocken Books.
Critican este movimiento:
Bunge, Mario. Sociología de la ciencia, Buenos Aires, 1998, Editorial Sudamericana.
Holton, Gerald. Einstein, historia y otras pasiones. La rebelión contra la ciencia en el final del siglo XX. Madrid, 1998, Taurus.
Kurtz, Paul. La tentación trascendental, Buffalo, 1986, Prometheus.
Andreski, Stanislav. Las ciencias sociales como forma de brujería, Madrid, 1986, Taurus.
[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 148, México, septiembre/octubre de 1999, Págs. 97-98.