MÃS ALLÃ DE LOS MITOS
Tal vez el primer caso registrado por un historiador es el de Aegisthus. Fue Procopio de Cesarea, historiador romano del siglo VI, quien refiere que en el año 550, durante la guerra contra los Góticos, una madre dejó abandonado a su hijo cuando su aldea fue atacada por los góticos. Cuando los aldeanos regresaron a sus casas encontraron al bebé siendo amamantado por una cabra por lo que le llamaron Aegisthus, en honor del dios griego que fue criado por una cabra. Procopio dice que él mismo conoció al niño.
Pasarían varios siglos hasta que en 1609 el médico alemán Phillipus Camerarius, informara sobre un niño que había sido creado por lobos y que fuera encontrado en Hesse en 1344. También se ocupó del niño becerro de Bamberg. Este último «tenía una flexibilidad extraordinaria en sus miembros y caminaba a gatas con gran agilidad. En esta postura él podía luchar con perros más grandes con sus dientes, y los atacaba tan intrépidamente que los arrojaba al aire. Él no era, sin embargo, de una naturaleza feroz».
Uno de los «niños salvajes» más grandes fue Jean de Liege, encontrado en una fecha no determinada del siglo XVII, en la ciudad de Lieja, a la edad de 21 años. Es el último espécimen mencionado por Linneo. Sir Kenelm Digby, uno de los fundadores de la Royal Society, contó su historia en 1644. Digby entrevistó a quienes lo llegaron a conocer.
Durante las guerras religiosas La familia de Jean huyó al bosque cuando su aldea fue atacada. El niño tenía unos cinco años. Cuando los atacantes se retiraron y los aldeanos pudieron regresar se dieron cuenta que habían olvidado a Jean. El niño permaneció en el bosque casi 16 años.
Digby dice que Jean tenía los sentidos muy agudizados. Podía oler «frutas o raíces sanas» a gran distancia. Cuando finalmente lo capturaron a la edad de unos 21 años, estaba desnudo, «todo cubierto de pelo», e incapaz de hablar. En la sociedad humana, aprendió hablar, sin perder su agudo sentido del olfato.
El primero en mencionar a los niños salvajes de los Pirineos fue Jean-Jacques Rousseau en su Discours sur l»™Origine de l»™Inégalité parmi les Hommes (Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres) de 1754. En el punto 7 dice:
«7. Los cambios que ha podido determinar en la conformación del hombre la larga costumbre de andar en dos pies, las semejanzas que se observan todavía entre sus brazos y las patas anteriores de los cuadrúpedos, y la consecuencia sacada de su modo de andar, han podido sugerir dudas sobre cuál podía ser en nosotros el más natural. Todos los niños empiezan por andar a gatas, y necesitan de nuestro ejemplo y de nuestras lecciones para aprender a sostenerse de pie. Hay incluso pueblos salvajes, como los hotentotes, que, abandonando casi por completo a sus hijos, los dejan andar tanto tiempo con las manos, que luego apenas pueden enderezarlos. Igual sucede con los hijos de los caribes. Hay además varios ejemplos de hombres cuadrúpedos, y yo puedo citar, entre otros, el de un niño hallado en 1344 cerca de Hesse, donde había sido alimentado por lobos, y que después decía, en la corte del príncipe Enrique, que si sólo hubiera tenido que contar con su deseo, hubiese preferido volver entre ellos que vivir entre los hombres. De tal modo se había habituado a caminar como aquellos animales, que fue preciso ponerle piezas de madera que le obligaban a tenerse derecho y en equilibrio sobre sus dos pies. Lo mismo ocurrió con el niño hallado en 1604 en los bosques de Lituania y que vivía entre los osos. No daba, dice Condillac, ninguna muestra de razón; andaba con pies y manos, carecía de lenguaje articulado y sólo profería unos sonidos que en nada se parecían a los de un hombre. El pequeño salvaje de Hannóver que hace varios años fue conducido a la corte de Inglaterra pasaba las penas del Purgatorio para acostumbrarse a caminar en dos pies, y en 1719 se encontró en los Pirineos a otros dos salvajes que corrían por las montañas como cuadrúpedos».
Rousseau y el propio Emmanuel Kant consideraban que el ser humano es «bueno por naturaleza», y los niños salvajes eran la prueba de ello. Éstos eran el claro ejemplo del «buen salvaje», el hombre primitivo que pertenece a los pueblos no civilizados.
Carlos Linneo en la décima edición de su obra Systema Naturae de 1758, introdujo una nueva especie de hombre, el Homo ferens (hombre feral o salvaje) a sus ya conocidos H. americanus, H. europeus, H. asiaticus, H. afer y H. monstrosus. Linneo describiría sus tres características principales: hirsutus, tetrapus y mutus (hirsuto, cuadrúpedo y mudo) basándose en 10 niños abandonados amamantados por animales que sobrevivieron en la selva: Jean de Lieja, un niño oso lituano, el niño lobo de Hesse, el niño oveja irlandés, el niño becerro de Bamberg, la niña de Kranenburg, los dos niños de los Pirineos, Wild Peter de Hannover, y la niña salvaje de Champagne.
El término feral proviene del latín ferÄlis («feroz, letal»), y éste de fera: «fiera, animal salvaje». La Real Academia Española lo define como un adjetivo en desuso, que significaba «cruel».
Para el traductor de la obra de Linneo Robert Kerr (1792), no existían tales niños ferales, todo eran simplemente imposturas y exageraciones.
J. F. Blumenbach, el padre de la antropología física, se ocupó del problema en 1811, y lo mismo hizo en 1830 el naturalista sueco K. A. Rudolphi, llegando a la conclusión de que todos los niños salvajes eran o ficticios o idiotas congénitos, concordando con el punto de vista de Sir Edward Tylor, el padre de la antropología social.
Según Claude Levi Strauss en 1949, «la mayor parte de estos niños sufrieron de un cierto defecto congénito, y su abandono se debe por lo tanto tratar como la consecuencia de la anormalidad que exhibían».
EL PADRÓN DE LOS NIÑOS FERALES
En contra de lo que se dice en algunos foros de discusión y sitios de internet (en donde se habla de cerca de 340,000 casos), en los últimos 1,500 años se han registrado poco menos de 100 casos de niños ferales, la mayoría de ellos en Europa y Asia. Se conocen dos censos modernos de niños salvajes. El primero fue hecho en 1940 por el americano Robert M. Zingg y comprende 33 niños; el segundo lo hizo el profesor francés Malson en 1964 subiendo el número a 53 niños. Al final de esta serie anexaremos una nueva tabla.
Entre los animales que adoptaron a los niños se mencionan a lobos, osos, leopardos, panteras, leones, monos, ovejas, cerdos, ganado, varias especies de aves…
El Doctor Thope nos dice que la primera noticia de la existencia de estos niños salvajes data del año 1344. Se trata del niño capturado en una cueva de lobos, en el principado alemán de Hesse, y que fuera criado por una loba. Fue atrapado por unos cazadores mientras corría salvaje, a cuatro patas. Fue citado por Camerarius, Rousseaou y Linneo.
Camerarius dice que el niño tenía unos 7 años al momento de su captura y aparentemente había convivido con los lobos durante unos 3 a 4 años. Cuando apenas era un bebe de 3 años fue robado por una loba que lo alimentaba de los restos de sus cacerías. El cubil había sido acondicionado con hojas y ramas.
El muchacho era capaz de dar grandes saltos y buscaba la compañía de los lobos en lugar de la de los seres humanos. Murió poco después de su captura debido al cambio de dieta de alimentos cocidos.
Tres años después de la captura del niño de Hesse se encontró otro niño lobo en Wetteravie, según informó von Schreber en 1755. Este muchacho tenía 12 años y vivió hasta los 80 años.
Entre 1661 y 1694 aparecieron en Lituania tres niños-oso. El primero, citado por Linneo, rehusaba vestir ropas. Fue encontrado por cazadores viviendo entre un grupo de osos. Los cazadores lo atraparon a pesar de su resistencia: los mordió y arañó. Fue llevado a Varsovia, Polonia en donde se le bautizó con el nombre de Joseph. Ahí se le presentó al rey e Polonia quien lo dejó a cargo del Vice Chambelán de Posnan, con quien pudo adquirir un vocabulario limitado.
Nunca dejó el hábito de gruñir como oso y de comer yerbas. También le gustaban las manzanas, la savia de los árboles y la miel. Varias veces escapó hacia los bosques. En una ocasión un oso salvaje que había matado a dos hombres se le acercó para lamer su cara.
Rousseau y Etienné Bonnot de Condillac, en su Essai sur l’origine des connaissances humaines (1746) mencionan al segundo, aparecido en 1694, que también se arrancaba la ropa a mordiscos. Se dice que fue separado de su familia durante una de las invasiones de los tártaros.
El tercero es mencionado por el doctor irlandés Bernard Connor (1698), pero sin dar fecha de su captura. Connor lo conoció en persona y dijo que éste aprendió a mantenerse erguido y a hablar.
En 1607 apareció un niño becerro o niño carnero en, Bamberg, Irlanda. Linneo lo cita en su obra de 1758. Fue atrapado en una red de cazadores en las colinas al Sur de Irlanda. Tenía unos 16 años y había huido de su hogar de más niño. Durante todo ese tiempo había vivido con un rebaño de carneros salvajes. Era fuerte, sano y musculoso.
Después de su captura fue llevado a Holanda en donde fue dejado a cargo de Nicholaus Tulp, el doctor holandés retratado por Rembrandt en La lección de anatomía. Era indiferente al frío y prefería comer heno a cualquier cosa. Según Tulp:
«Se trajo a Ãmsterdam»¦ un joven de 16 años, que tal vez fue perdido por sus padres y fue criado entre las ovejas salvajes de Irlanda, había adquirido una clase de naturaleza ovina. Era rápido de cuerpo, ágil de pies, de cara feroz, de carne firme, piel quemada, miembros rígidos, frente huidiza achatada, pero con el occipucio convexo y nudoso, rudo, impetuoso, ignorante del miedo, y sin rasgos de suavidad. En otros respectos de buena salud. Sin voz humana balaba como una oveja, y repudiaba los alimentos y bebidas a los que estamos acostumbrados; sólo masticaba la hierba y el heno»¦
«Había vivido en las montañas y en lugares desiertos»¦ le encantaban las cuevas, las guaridas y los lugares inaccesibles. Su aspecto era más el de una bestia salvaje que de un hombre; y sin embargo lo mantuvieron alojado, y lo obligaron a vivir entre los hombres, a lo que estaba muy poco dispuesto, y solamente después de un largo plazo perdió su carácter salvaje. Su garganta era grande y amplia, su lengua estaba sujeta a su paladar».
El muchacho nuca aprendió a hablar y continuó balando como oveja durante toda su vida. Acostumbraba luchar con perros grandes. Camerarius y Linneo dicen que logró desarrollar ciertas habilidades mentales.
En 1717 descubrieron a la niña de Kranenburg en los bosques afuera de Zwolle en la provincia holandesa de Overyssel. La habían secuestrado de su hogar en Kranenburg a los 16 meses, y fue encontrada vestida con un saco y viviendo con una dieta de hojas y yerbas. No había evidencia de que los animales la hubieran cuidado. Después de su captura, ella aprendió el lenguaje de signos, pero nunca dominó el habla. Linneo menciona que la jovencita tenía 19 años cuando la encontraron
Los dos rapases de los Pirineos, que menciona Rousseau, fueron encontrados en 1719.
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