Los niños salvajes (11)

SIGLO XX

De acuerdo con el investigador belga Bernard Heuvelmans, los relatos sobre niños criados por lobas son auténticos. Uno de tales relatos es el de un pastor italiano que descubrió a un niño que caminaba a «gatas». Cuentan que el niño se hallaba jugando entre lobos. Al percibir la presencia del hombre, los animales huyeron pero el niño no fue tan rápido para escapar.

El pastor capturó al pequeño salvaje y lo llevó a Milán, donde lo internaron en el Instituto de Psiquiatría Infantil. Los doctores se mostraron muy interesados por el que habrían de llamar «niño-lobo». Deseaban saber qué efectos podría haber sufrido su mente a causa de su estancia con esos animales. También les interesaba experimentar con su ritmo de aprendizaje. El niño, cuya edad aproximada se estimaba en unos cinco años, no podía pronunciar ni una palabra y rugía como una fiera. No se pudo acostumbrar a la comida y murió pronto, sin conseguir adaptarse a la vida entre los hombres.

De acuerdo con Vladimir Mezentsev, en un libro publicado en la antigua URSS en 1940, se dan a conocer catorce casos en los cuales los lobos intervinieron como «educadores» de niños.

«Quizá no sea muy difícil explicar este hecho», dice Mezentsev. «Es que muchas de estas fieras inteligentes habitan cerca de los lugares de residencia humana. No es de extrañar, por ello, que un lobo tope con un niño dejado sin custodia en un bosque o campo. Al capturar a la presa, el lobo «“al igual que algunos otros carnívoros- prefiere llevarla a un lugar seguro (en todo caso, el más seguro es su propia madriguera) donde se encuentra la loba y los lobatos. Y allí, el indefenso niño que está llorando, es capaz de despertar en la loba el instinto materno.

«Al principio la loba amamanta a sus criaturas exclusivamente con leche. Luego comienza a añadirles alimento en forma de carne medio digerida y eructada. Con esta comida también los niños pueden mantener su vida. Es cierto que inmediatamente surge una pregunta: los lobatos crecidos abandonan a sus padres al cumplir ocho o nueve meses, dado que a esa edad ya pueden mantenerse independientemente. ¿Y el niño? Todavía es completamente desvalido. Y sus «padres» adoptivos sintiendo instintivamente su incapacidad siguen alimentando a su desmañada criatura. Además, sucede una cosa todavía más simple: asimilando bien los primeros meses el grito de los cachorros hambrientos, el niño impulsa a sus «padres» a que le traigan comida».

Una mujer de Sydney fue multada en noviembre de 1903 por dejar que su hija creciera entre los pollos. La niña no hacía otra cosa mas que imitar las aves en todo, incluso cacareaba en la noche.

Para Heuvelmans era indudable la existencia de los niños lobo, pero dudaba de la existencia de niños mono. En efecto, hay pocas historias de bebes criados por monas, como el imaginario Tarzan. Lo cierto es que la mayoría de los casos que han sido dados a la luz pública acerca de niños criados por monos ocurrieron después de la aparición de la tira cómica de Tarzan (1931).

Uno de los pocos casos anterior a Tarzan es el de Lucas, el niño babuino de África del Sur. La historia fue famosa a principios del siglo veinte.

De recién nacido una mona lo robó a su madre, una cafre, y lo crió entre los monos. En 1903 lo descubrieron unos soldados cerca de la ciudad de El Cabo, y Lucas, que fue adoptado por un granjero, acabó aprendiendo un poco de inglés para luego convertirse en criado.

De su infancia sólo conservó algunas costumbres simiescas: se rascaba, bamboleaba sin cesar su cabeza, y sus brazos eran demasiado largos en relación con su cuerpo. John P. Foley hizo la primera mención en una revista científica en 1940.

En julio de 1914 atraparon una niña salvaje de 14 años en la selva cerca de Naini Lal, Uttar Pradesh. La llamaron Goongi («muda»), ella corría con gran agilidad utilizando las manos y los pies y estaba cubierta por todas partes con un pelo largo y grueso. Rechazaba los alimentos cocidos y la cama, durmiendo debajo de una paca de paja. El cazador Jim Corbett supuso que la habían criado los osos, señalando su habilidad para trepar, sus hábitos y dietas, y rasguños profundos en la parte superior de su cuerpo que podrían haber sido causados por los animales.

En 1916 un cazador inglés encontró un niño de unos seis años de edad viviendo con una hembra de tigre y sus crías en las colinas al norte de Kachari en la India. El niño fue robado a sus padres por una tigresa cerca de Assam en 1912. Se dijo que el padre del niño, trabajando en el campo, se alejó por varios minutos de su hijo de dos años que estaba durmiendo en la hierba. Al oírlo llorar se volvió y vio cómo el tigre, con el niño en la boca, desaparecía en la jungla. Había sido criado por la tigresa y cuatro años más tarde fue recuperado e identificado. Se le llamó «el niño tigre de Kachari». La fierecilla fue encontrada en el cubil de los tigres con otros cachorros jóvenes. Mordía y arañaba al igual que sus «hermanastros». Fue devuelto a su familia de granjeros campesinos. También en este caso, el retraso del niño era evidente. Se decía que aunque casi estaba ciego, podía identificar diversos individuos y objetos por su sentido del olfato extremadamente bien desarrollado. Sin embargo, E C Stuart Baker, que en ese tiempo tenía un puesto administrativo cerca de las colinas de Kachari, y por lo mismo estaba en una posición excelente para obtener un buen relato de los hechos, describe en el Journal of the Bombay Natural History Society, de julio de 1920, algo que parece no concordar con la ceguera del niño:

«En ese tiempo el niño corría a gatas casi tan rápidamente como podría correr un hombre adulto, mientras que era más listo y más rápido para esquivar, entrar o salir de los arbustos y otros obstáculos. Sus rodillas»¦ tenían callosidades duras y sus dedos de los pies se mantenían verticales casi perpendicularmente a su empeine. Las palmas de sus manos y las yemas de los dedos del pie y los pulgares también estaban cubiertas con piel gruesa y muy resistente. Cuando se le atrapó, mordió y luchó con todos»¦ y cualquier ave desgraciada de la aldea que llegara a su alcance era atrapada, descuartizada y comida con rapidez extraordinaria».

Solamente al cabo de tres años el niño aprendió a comer de una vasija y comenzó a andar a pie.

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