ESCRUTINIO
13, el canal de los brujos y sanadores[1]
Juan José Morales
Se hace llamar Florentino Ramaya, se ostenta como miembro de una «tribu de sanadores», se presenta ante las cámaras con un gran penacho de plumas al más puro estilo de los pieles rojas de las viejas películas hollywodescas de indios y vaqueros, dice ser brujo y se dedica a estafar a la gente prometiendo resolver problemas económicos, sentimentales, sociales, familiares, de trabajo o de salud, deshacer maleficios, proporcionar paz, armonía, bienestar y felicidad a todo aquel que las necesite, garantizar a cualquiera que el objeto de sus amores caiga rendido a sus pies y que los negocios marchen a las mil maravillas. ¿Cómo? Muy simple: atendiendo a los interesados en su «consultorio» «”previo pago, por supuesto»” y vendiéndole chupamirtos disecados, bebistrajos milagrosos y talismanes hechos por él mismo.
Este individuo disfrazado como piel roja de utilería, es el tal Florentino Ramaya, sedicente brujo de «los meros meros de Catemaco» según él mismo se define, quien hace de las suyas en el canal 13 de Mérida. De la imagen, tomada de una transmisión, hemos borrado su teléfono para no hacerle publicidad gratuita.
Si todo esto «”engañar y timar incautos»” es grave, peor aún resulta que lo haga prácticamente con respaldo oficial, a través de un programa de televisión titulado Secretos y Misterios de Catemaco que se transmite por el canal 13 de Mérida, una televisora propiedad del gobierno del estado y que en teoría debe servir para promover la educación y la cultura pero que «”según comentábamos hace poco a propósito de un programa de clarividentes de la misma estación»” parece tener por misión fomentar la superstición, el oscurantismo, la ignorancia y la charlatanería.
El individuo de marras se presenta sin embozo como brujo, curandero y chamán, alardea de ser «maestro de maestros» y de ser, si no el único, sí el mejor en cuestiones de hechicería, encantamientos, ocultismo, maleficios y patrañas similares. Y desde la pantalla de esa televisora gubernamental, ofrece destruir cualquier trabajo de brujería, retirar el mal de raíz, curar males desconocidos y lograr «amarres de amor eterno» ya que «”añade»” «domino a la persona amada en una noche sin importar sexo o edad».
A un tal Eduardo, que suspira por el amor de Cecilia, le responde que «si usted quiere tenerla, yo le invito a que compre el chupaflor, para que chupe las mieles del amor de Cecilia, por las buenas, sin hacerle maldad. Porque hay quienes creen que porque soy indio, porque venimos de Catemaco, hacemos cosas malas. Pero no hacemos maldad. Al contrario, destruimos la maldad de otras personas. Porque trabajamos con el poder de Dios y la magia blanca. ¿De acuerdo? Le invito para que me visite, para que le pueda ayudar.»
A René, que se queja de tener mala suerte, le invita a comprar una de las pusangas que él vende (sea lo que sea tal cosa) «y verá cómo empieza a cambiar su suerte». Y a otro hombre, que dice haber pasado por una experiencia espantosa, lo tranquiliza diciendo que no se preocupe, que está protegido, porque aunque las cartas de adivinación muestran «destellos de maldad, de rencor y de odio hacia él, y hay mucha bruma en su contorno, también hay estrellas, hay prosperidad, hay manera de evitar todos esos inconvenientes y problemas». Pero, por supuesto, para que la protección sea efectiva y aquellas pavorosas amenazas desaparezcan, tiene que acudir a su «consultorio», donde le indicará «”a cambio de una no muy módica suma»” cómo salir de esa situación tan terrible por la que está atravesando. De manera parecida, a otro de los crédulos que vía mensajes telefónicos se lamentan de su pésima suerte, le ofrece un futuro brillante «”porque las cartas muestran cuervos saliendo de la profundidad del cielo»”, pero sólo si compra su pusanga, su chupaflor para libar las dulces mieles del amor y su talismán bebible multiplicador de la suerte.
No voy a entrar en mayores detalles. Estos ejemplos del contenido del programa Secretos y Misterios de Catemaco bastan y sobran para tener una clara idea de la clase de basura que es. Resulta «”para decirlo con delicadeza»” indignante que tenga cabida en un medio de comunicación público, de Estado.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Jueves 11 de abril de 2013.