ESCRUTINIO
Y ahora, política de mano dura[1]
Juan José Morales
Ayer por la tarde, prácticamente toda la policía de Cancún se hallaba concentrada en el palacio municipal de la ciudad, para «”se decía»” resguardar el edificio. Un destacamento policiaco menos nutrido se hallaba, con el mismo propósito, en las oficinas locales de la Secretaría de Educación y Cultura del estado. Tan impresionante movilización policíaca era, se dijo, para evitar actos de violencia por parte de los maestros que protestan contra la llamada reforma educativa y a los que se atribuye haber atacado el palacio esa mañana y con ello obligado a la policía a responder con descargas de gases lacrimógenos y una carga de agentes judiciales que se llevaron detenidos a docenas de mentores.
Y mientras gendarmes y patrullas permanecían holgazaneando en aquellos lugares, la ciudad quedaba de hecho a merced de los pandilleros, asaltantes y demás malhechores que pululan por todas partes. Al parecer, para las nuevas autoridades municipales de este destino turístico, los maestros son más peligrosos que los delincuentes.
Ignoro si la represión contra los maestros en Cancún fue resultado de una torpeza de algún jefe policíaco o del presidente municipal, pero más bien me inclino a pensar que el gobernador Roberto Borge ha optado por una política de mano dura que sólo servirá para echar leña al fuego de un conflicto que hasta ahora se había desarrollado en paz y tranquilidad y al cual los maestros buscaban solución por la vía del diálogo y la negociación.
Me inclino a pensar tal cosa porque es evidente que hubo una acción concertada de policías municipales y agentes de la policía judicial del estado, y evidentemente ello sólo pudo ocurrir si hubo «”como se dice en el lenguaje político coloquial»” «órdenes de arriba» para reprimir a los maestros.
Y si líneas atrás usé el término agresión para describir la acción de la policía, es porque a todas luces de ello se trató, aunque la versión oficial sea que los maestros iniciaron la reyerta y la autoridad sólo trató de restablecer el orden. Pero ese cuento no se lo traga nadie, y hasta resulta ofensivo para la inteligencia de los ciudadanos. Durante semanas, los maestros de todo el estado habían realizado sus manifestaciones y protestas dentro del más absoluto orden. En ningún momento hubo tan siquiera un asomo de violencia. De lo más que se pudo acusarlos fue de que con sus marchas y bloqueos trastornaban la circulación de vehículos y causaban perjuicios a terceras personas. Pero de agredir a alguien o de dañar algo, jamás. Así que ninguna persona con dos dedos de frente va a pensar que de la noche a la mañana, súbitamente y en un colectivo arrebato de furia, mil maestros enloquecieron, se transformaron en vándalos y «”en un acto de prestidigitación»” sacaron piedras de la nada para lanzarlas contra el palacio municipal.
La realidad es que ese millar de docentes se había congregado pacíficamente con la intención de dialogar «”a través de una comisión»” con el presidente municipal, Paul Carrillo. Pero éste no dio la cara. Para recibir a los maestros comisionó al secretario del ayuntamiento, Jorge Rodríguez, y al oficial mayor, José de la Peña. Hasta donde sabemos, la reunión se realizó con toda tranquilidad, y los maestros congregados frente al edificio esperaron en orden su resultado. Fue después de salir los comisionados cuando comenzaron a caer las bombas de gases lacrimógenos, los judiciales se lanzaron a detener gente y los policías municipales a partir cráneos a macanazos. Evidentemente, se trató de una celada cuyo objetivo era aprehender a los dirigentes magisteriales y a otros activistas para tratar de descabezar su movimiento.
Es difícil prever las consecuencias de esta política de mano dura, pero difícilmente conducirá a una solución del conflicto.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Martes 15 de octubre de 2013