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¡HE DESCUBIERTO Z! Final

DUDA

Durante cientos de años se han registrado en todo el mundo reportes de lluvias rojizas, que algunos identifican con la sangre. Hoy sabemos que las tormentas de polvo son abundantes productoras de residuos aéreos. No es insólito que Europa reciba lluvias de polvo procedentes del Sahara. El 28 de enero de 1983, por ejemplo, llovió «sangre» sobre Austria. Los meteorólogos de la central de observación de Viena encontraron que se trataba de arena del Sahara llevada al Atlántico Oriental por un anticiclón, de donde, como nube de polvo gigantesca, se trasladó por un ciclón de las Azores hacia Europa Central. En marzo de 1901, un volumen de polvo del Sahara, calculado en dos millones de toneladas, cayó sobre el norte de África y el sur de Europa. Dos años más tarde, en febrero de 1903, el caído sobre Gran Bretaña se calculó que ascendía a diez millones de toneladas. En muchas ocasiones el polvo sahariano ha caído en forma de lluvia de barro o nieve rojiza sobre gran parte del sudoeste de Europa.

En América ocurre un fenómeno similar. Durante las sequías que padeció América del Norte en la década de los treinta, el viento levantó una vez diez millones de toneladas de polvo en el corazón del continente. En ocasiones fuertes vientos arrastran el polvo en dirección Este, unos 2,900 kilómetros hasta los cielos nubosos de la costa Atlántica.

Australia también aporta casos de este fenómeno. El 14 de noviembre de 1902 llovió barro en tasmania. El fenómeno se atribuyó a los torbellinos australianos. El rojo polvo volvió a caer ahí en febrero del año siguiente, a un promedio de cincuenta toneladas por milla cuadrada. El material, según se dijo, parecía indistintamente polvo de ladrillo vivamente coloreado, café claro o chocolate, muy suave al tacto y ligeramente iridiscente y gris; era también color de orín, simplemente rojo, amarillento, café o teñido de rozado.

Lluvias verdes, azules, negras y amarillas han también caído a la tierra, pero todas ellas tienen una explicación satisfactoria: por lo regular se debe a la presencia de microorganimos que imparten diversos colores a las aguas. En otra ocasión les dedicaremos un artículo más extenso.

Pero Fort no se preocupó de la Sociedad Forteana, él tenía otras cosas qué hacer. Estaba ocupado con su siguiente libro, Wild Talents (Talentos salvajes), que le habían encargado otra vez Kendall y Sussman. Lo termina en 1932. El libro trata de las capacidades ocultas o psíquicas de los seres humanos. Cansado y muy débil es internado en el Royal Hospital del Bronx, en donde muere el 3 de mayo de 1932, a la edad de 58 años. Incluso hasta sus últimas horas siguió tomando notas. La nota postrera decía: «Dificultad al afeitarme. Lugares desolados ante mí».

Talentos salvajes se publicaría pocas semanas después del deceso. Su herencia fueron los cuatro libros que publicó y más de 60,000 fichas de anomalías extraídas de revistas científicas.

Ese mismo año, muerto su héroe, Thayer se mudó a Hollywood para trabajar como guionista de películas. No le fue muy bien. Hacia 1936 le escribe a Dreiser que quiere comenzar a publicar las notas de Fort en una revista de la sociedad. La Fortean Society Magazine comienza a publicarse 1937, pero Dreiser se retira y ese año sólo se publican dos números. La tercera edición aparecería hasta 1940. El siguiente año se publicarían las obras completas de Charles Fort.

En la edición de enero de 1942, Thayer acusó al presidente Roosvelt de estar coludido con Japón. Woollcott renuncia a la sociedad por este incidente y pronto lo seguirían casi todos. Sólo se quedaría Wilson. Para sustituirlos, Thayer aceptó entre sus filas a BJS Cahill, quien diseñó el «Butterfly Map» del mundo, Iktomi, un nativo americano; Alfred Korzybski, autor de la Semántica General; Henry Clifford Stuart, economista excéntrico, Alfred Drayson, la feminista Caresse Crosby, el escritor Abraham Merritt y al príncipe hindú Kanhayalal Gauba. Todos ellos formaban la «Universidad Forteana». Además cambió el nombre de la revista: Doubt (Duda). Esta revista fue durante casi 20 años el órgano informativo de la Sociedad Forteana. Se dejó de publicar en 1959 después de 61 números.

El motor de la sociedad forteana era Thayer quien, al igual que su ídolo, tenía ideas extravagantes. Decía que la defensa civil era un fraude, que los detectores de mentiras eran broma y las tonsilectomías causaban poliomielitis. Para él la vacuna de Salk era una «pócima repugnante». Ambas guerras mundiales eran meros fraudes, una conspiración entre los aliados y el eje. La energía atómica era broma, porque no existían los átomos. El Sputnik era una falsificación. Los ovnis eran un invento de los militares para elevar el presupuesto de la defensa. Los periódicos imprimían solamente mentiras. Las licencias de matrimonio deberían ser suprimidas: «Exigir un permiso para las relaciones sexuales hace del estado un proxeneta». La religión es un timo. No hay oro en Fort Knox. La vacunación y la fluoración causan enfermedad. El transporte aéreo debe ser suprimido -es inseguro, y nadie hace nada de mérito con el tiempo ahorrado. Y toda la investigación y expediciones científicas son fraudes desvergonzados para robar el dinero de los contribuyentes.

Escribió una novela sobre la vida de Mona Lisa, de 46,000 páginas, de las cuales sólo se publicaron los tres primeros volúmenes (de 21 proyectados), con el título Mona Lisa Primera parte: El príncipe de Taranto. Pero como es obvio no tuvo ningún éxito comercial.

En Doubt se dieron a conocer varios de los que posteriormente se convertirían en la crema y nata de la magufería americana. Eric Frank Russell, autor de Great World Mysteries (1957); Vincent Gaddis, inventor del mito del triángulo de las Bermudas; e Ivan Sanderson, quien impulsaría la criptozoología.

Los Forteanos quedaron sin una sociedad hasta 1965, cuando Ron y Paul Willis comenzaron la International Fortean Organization (INFO), aún floreciente en Baltimore bajo su presidente actual, Phyllis Benjamin. Estos nuevos forteanos editan la revista INFO Journal (Revista de Informaciones Forteanas), que se sigue editando en la actualidad. Año con año se reúnen en su conferencia anual FortFest, a donde invitan a los magufos de moda: John Mack, Richard Hoagland, Bud Hopkins

Fort hizo escuela. Se han editaron varias revistas con temas netamente forteanos, tales como The Fortean Society Magazine, Doubt, Info, Pursuit, órgano de la Society for the Investigation of the Unexplained (Sociedad para la Investigación de lo Inexplicado, SITU), Fortean Studies, The Anomalist y, en cierta forma, Fate. O las francesas, Gazette Fortéenne, Anomalies. Y la mexicana Duda. Pero ninguna ha tenido los alcances y la calidad de la revista inglesa Fortean Times. Sin embargo, tanto Fort como sus alumnos trabajaron sólo con reportes y recortes de periódicos. Muy pocos de ellos hicieron verdadera investigación de campo. Debido a esto nunca pudieron comprobar la veracidad de los famosos «hechos malditos».

Los reportes subían y bajaban o iban y venían mencionando, por ejemplo, fantasmagóricas lluvias de Fafrotskies (de las siglas en inglés de Objetos que Caen del Cielo) tales como monedas, piedras, ranas, hielo, sangre, etc., objetos que se encuentran en lugares en donde no deberían estar. Relatos extraordinarios que parecen desafiar las leyes de la naturaleza. Estas eran las herramientas de trabajo de Charles Fort. Abundan los ejemplos: lluvias no confirmadas de monedas en la región de Gorki, Rusia el 17 de junio de 1940, caída de una piedra (¿meteorito?) de unos 700 gramos en la casa del señor Joe Bloomer en Aston Birmingham, Inglaterra, posibles meteoritos caídos el 12 de julio de 1975 en Tongres de Etterbeek, Bélgica, o las leyendas que cuentan que en la región de Bijori, India, caen perlas con su respectivo orificio para armar un buen collar.

Los forteanos mantuvieron en jaque a los meteorólogos con toda esta serie de reportes de lluvias malditas. La situación se prolongó durante años y esto se debió a que ni uno ni otro grupo hizo investigación para establecer la verdad o falsedad de los hechos.

Después de la Segunda Guerra Mundial y gracias al gran desarrollo en los modelos matemáticos para el tratamiento de los problemas atmosféricos, al descubrimiento de nuevas técnicas de medición, a la disponibilidad de aparatos más potentes y a la disponibilidad de personal capacitado en las universidades, los geofísicos pudieron estudiar de una manera más completa la atmósfera en la que estamos inmersos y los fenómenos atmosféricos que en ella ocurren.

Sólo se conoce un caso que fue investigado de primera mano, aunque no in situ, por Charles Fort. Se trata del llamado «Incidente Dundas», ocurrido en Canadá en febrero de 1926. Por esas fechas Fort se encontraba en Inglaterra y conoció el incidente gracias a un cable de noticias.

El reporte original fue publicado el 27 de febrero en el Daily Star y decía:

«¿Los peces cayeron del cielo?

«Dundas busca explicación del supuesto fenómeno -¿Broma de un muchacho?

«Dundas, 26 de febrero «“Al igual que en muchos otros pueblos la lluvia cayó aquí ayer por la tarde, y varias horas después los residentes se asombraron al observar pequeños peces, del tamaño de los charales, cerca de la vecindad de las calles de Victoria y del mercado. Los peces, se dijo, no vinieron de las alcantarillas, ni se lavaron de la cala, que pasó a través de la ciudad.

«James W. Dickson, residente de la ciudad, cree que los peces cayeron con la lluvia del cielo. Él recogió especimenes y se propone buscar la opinión científica para el fenómeno.

«Profesor B. A. Bensley de la universidad de Toronto, declara que es inverosímil que los peces cayeran del cielo. «˜Mi opinión es que algún muchacho pequeño consiguió estos peces de alguna manera y los tiró en la calle»™, dijo».

Fort escribió al Daily Star de Toronto, mencionó sus libros, recortes e investigaciones y consiguió que los redactores se pusieran investigar. Los resultados aparecieron publicados el 16 y el 20 de marzo:

«Los charales de Dundas

«El 26 de febrero un fenómeno notable fue divulgado en Dundas, Ontario. Después de una fuerte lluvia de invierno se formó un charco en una de las calles principales, y en el se vieron una gran cantidad de charales muertos. Estos pequeños peces habían venido evidentemente del cielo con la lluvia. No hubo desbordamiento de ningún lago, corriente o alcantarilla que hubiera podido traerlos.

«El notable incidente apareció en la prensa de Toronto, fue transmitido a todos los periódicos en América, cablegrafiado a Londres, traducido y enviado a París, Berlín y Roma.

«El día siguiente The Star, investigando el caso, fue capaz de dar con una explicación simple del incidente. El Sr. Robert Manning de Dundas había planeado ir a pescar a través de los agujeros en el hielo. Él quería ir de pescar el jueves de tempestad, así que el día anterior fue a la puerta de la esclusa cerca del canal hidráulico y sacó una cubeta llena de charales. La fuerte lluvia del día siguiente le hizo posponer su viaje, y como los charales no esperarían, descargó la cubeta en el torrente de agua que fluía a lo largo de la calle. Más adelante un prominente ciudadano, viendo peces muertos en una charca de lluvia que acababa de caer del cielo, concluyó naturalmente que era testigo local de una maravilla.

«Así terminó el misterio. Pero cuando el misterio sale de un asunto, el interés en él termina en cuanto se refiere a las agencias telegráficas y de cable de noticias. Mientras se supuso que esos peces habían caído del cielo, estos eran peces maravillosos y dignos de cablegrafiar a los extremos de la tierra, pero, tan pronto como se supo que habían venido de Bob que había tirado la cubeta y que los había pescado de manera ordinaria en la esclusa de Dundas, ya no había maravilla en ellos. El interés en ellos terminó justo allí. Así que Londres, París, Berlín y Kalamazoo no supieron de la cubeta de carnada y se les dejó pensar en esos peces como que habían caído del cielo. Irán a los expedientes científicos en media docena de idiomas como el Incidente de Dundas.

«El Star ha tenido comunicación con un experto en Londres. Él no ha oído hablar de la cubeta de carnada, él cree que los peces cayeron del cielo, pero, siendo un hombre cauteloso y el autor de un libro sobre tales fenómenos, él busca de nosotros toda la evidencia que se pueda asegurar en cuanto a la autenticidad del incidente. Casi con pesar tendremos que decirle que esos peces nunca estuvieron más altos sobre la tierra que el codo de Bob.

«El experto y el autor que nos ha escrito sobre el tema es Sr. Charles Fort, de 39 (A) Marchmont St., W.C., Londres, Inglaterra. Él nos dice que tiene expedientes de más de doscientos casos de cosas vivas que han caído del cielo. Él apunta que el juez C. B. Montgomery, Oneco, Conn, es una autoridad por su declaración de julio 31 de 1921, sobre un diluvio de pequeñas ranas que cayó sobre un área de varias millas cuadradas cerca de su hogar. El Picayune de New Orleans del 4 de febrero de 1892, informó de una caída de millones de larvas grandes de especies desconocidas en Clifton, Ind. En varios casos, nuestro corresponsal dice que especies desconocidas en esta tierra ha caído del cielo. Refiriéndose al caso de Dundas, Ontario, y no conociendo de la cubeta de carnada de Bob Manning, el autor inglés continúa diciendo en su carta:

«»™Puede que no todas las aguas de superficie en Canadá en febrero 27 estuvieran congeladas, sino ciertamente proporcionaron charales donde no estaban disponibles. Éste es el punto sobre el cual estoy buscando información…. Parece increíble que los charales de Dundas tuvieran su origen en algún lugar de Canadá, o habrían podido ser llevados de un punto meridional lejano, sin dispersión. A la mayoría de las mentes les parecerá increíble que las criaturas cayeran a la tierra de un cuerpo de agua de alguna parte en el espacio más allá de esta tierra, porque el espacio interplanetario se supone es intensa, si no absolutamente, frío. Tengo muchos datos que indican otra cosa»™».

«A donde quiere llegar el Sr. Charles Fort es a esto: Si los charales de Dundas, las ranas de Connecticut y las larvas de Indiana cayeron del cielo y vinieron de otro mundo a éste, las ideas entonces aceptadas sobre el espacio son incorrectas y puede ser que sea posible volar de este planeta a otro. Los charales de Dundas no lo demuestran. Fueron llevados dentro de una cubeta al lugar en donde fueron encontrados. En cuanto a las ranas de Connecticut, sin duda, hubieran sido completamente explicadas si hubieran sido correctamente investigadas en su tiempo, y no habría ninguna maravilla tal como los charales de Dundas si no se hubiera dado una explicación simple en cuanto a cómo sucedieron y donde fueron encontrados».

El segundo artículo decía:

«Cuando se comienza un tejido

«Se ha dicho a menudo que un informe falso puede viajar tan rápidamente que la verdad nunca puede alcanzarlo. Con todo, no es solo una cuestión de velocidad. El informe falso es a menudo sensacional e interesante, mientras que la verdad es generalmente simple y prosaica, de modo que la gente que excitada repite y así ayuda a circular el informe falso, no encuentra el informe verdadero cuando habla de ello.

«Si un hombre oye un informe falso y lo repite a otros y entonces aprende que es falso su actitud es la de censurar a los que le contaron la historia, pero él no se culpa por transmitirla a otros. Un lector nos envía el extracto siguiente de un periódico inglés, el Chronicle and Mercury de Suffolk del 5 de marzo:

«»™Los periódicos canadienses publican un despacho de Dundad en Ontario, indicando que numerosos charales se han encontrado en los travesaños de las ventanas del tercer piso, y también nadando en agua medio congelada de una zanja. La teoría local es que los charales cayeron del cielo durante una tormenta con viento y lluvia».

«Dundad significa Dundas y ésta es la historia de los charales que Robert Manning pescó en la presa, y llevaba a casa en un cubo, con la intención de usarlos como carnada para pesca a través de agujeros en el hielo, pero los tiró al día siguiente por una fuerte lluvia, por lo que decidió abandonar el viaje y tirar sus pescados en la zanja. Se supuso que los peces habían caído del cielo, hasta que la investigación demostró de dónde habían venido realmente.

«Pero la historia original hizo tal progreso que la explicación probablemente nunca la alcanzará. Ha hecho no sólo progreso, sino que ha ganado tamaño y nuevas características. Los charales muertos están, en la historia antedicha, vivos y nadan y no solamente en el charco, sino algunos de ellos en los travesaños de las ventanas de departamentos a tres niveles de altura. Sin duda en alguna parte se está repitiendo el incidente con añadidos de que los peces fueron capturados en cestas en las azoteas de las casas en todas partes de la ciudad».

CHARLES HOY FORT Y EL FORTEANISMO

Pero ni el incidente de Dundas le pudo convencer de que las historias sobre lluvias de animales parecen no tener una base firme. Cuando sus apologistas más astutos insisten en que él no era el archienemigo de la Ciencia que nos han querido hacer ver, sino el enemigo de los científicos que olvidan el carácter efímero del conocimiento, sólo están enfatizando un aspecto del Forteanismo. Es cierto que ninguna teoría científica esta fuera de toda duda. También es verdad que los «hechos» científicos están sujetos a revisión final de los nuevos datos aún sin descubrir. Pero también es cierto que las teorías científicas están dadas dentro de ciertos niveles de confirmación. Es decir, son contrastables al modo de Popper. Fort pasó por alto este hecho elemental y su ceguera constituye el lado espurio y falso del Forteanismo.

Fort nunca aceptó las explicaciones científicas, y aún cuando sus libros se basaban en reportes aparecidos en la literatura científica, los presentaba fuera de contexto y de tal manera que intensificaba el aspecto «insólito» del suceso. Veamos algunos ejemplos sacados de las mismas obras de Fort, en los que vemos meteoritos, auroras boreales, espejismos y otros fenómenos naturales reportados de manera exagerada y fantasiosa.

«El 12 de agosto de 1892, muchas personas vieron resplandores en el cielo de Inglaterra[2]. En Manchester, eran como señales, y tan distintos a lo que comúnmente se conoce como «˜auroral»™ que Albert Buss los confundió con los rayos de un faro. Fueron vistos en Dewsbury; los describió un corresponsal en English Mechanic: «˜Yo nunca había visto una aurora boreal igual»™. En Loughborough se informó que eran «˜relámpagos rápidos»™».

«En el New York Tribune, del 1 de enero de 1910… se publica un despacho de Huntington, Virginia Occidental, fechado el 31 de diciembre de 1909: «˜Tres grandes luces de dimensiones casi uniformes aparecieron muy temprano en el cielo, en la vecindad, el día de hoy. Joseph Green, un granjero, declaró que eran meteoritos, y que habían caído en su granja»™».

«En junio de 1801… el espejismo de una ciudad desconocida fue visto, durante más de una hora, en Youghal, condado de Cork, Irlanda… Era una representación de mansiones rodeadas de arbustos y cercas blancas… había bosques al fondo. En octubre de 1796, se vio claramente durante media hora en Youghal un espejismo: tenía la forma de una ciudad amurallada. El 9 de marzo de 1797 fue visto un espejismo que representaba una ciudad amurallada».

«El 18 de agosto de 1880 una espesa nube negra apareció sobre el río Havre. La nube estaba compuesta de millones de moscas. Miles de insectos invadieron Inglaterra en 1869. En 1870 Inverness, en Escocia fue invadida por millares de pequeñas arañas rojas que tapizaron los tejados, calles y ventanas de la ciudad».

«Era una noche oscura de 1766. De repente, del firmamento se desprendieron brillantes estrellitas que comenzaron a volar. Volaban muy bajo, al ras de las calles. La gente supersticiosa decidió que a París la visitaban «˜espíritus»™. Pero a los que no creían en esas cosas les alarmaban temores más reales: ¡no vaya a ser que esas lucecillas prendan fuego a París!

«Los científicos del Jardín Botánico tranquilizaron a todos muy pronto: las inquietas estrellas resultaron ser escarabajos, grandes luciérnagas tropicales de la especie que en Cuba llaman cocuyos. Nadie sabe cómo llegaron a París».

Para beneplácito de los seguidores de Fort, los hechos malditos siguen ocurriendo. No hay más que revisar los periódicos para encontrarnos con despachos de prensa como el siguiente cable de UPI, fechado el 8 de junio de 1987:

«Llovieron peces en su jardín.

«Londres. «˜Había oído que llovieran gatos y perros»™, comentó Ron Langton, pero en su jardín había peces llovidos del cielo. Langton, de 67 años, encontró 5 lenguados y un romero en su jardín del este de Londres después de una tormenta días atrás. Los expertos conjeturaron que los peces llovidos fueron arrastrados hacia las alturas por un remolino que los recogió del río Tamesis, a ocho kilómetros de distancia. Habrían habido más peces para que Langton contara pero, dijo, su gato se comió a varios antes que él los recogiera. «˜Este es el primer incidente registrado de peces voladores en Londres, aunque ha ocurrido en otras partes del mundo»™, señaló un vocero del Museo de Historia natural. «˜Los vendavales pueden levantarlos y llevarlos hacia las nubes»™.

Está también el caso del pueblo hondureño de Yoro en el que se tienen registros de lluvias de peces desde hace unos 100 años. Yoro es un vocablo de la lengua tol, hablada por los tolopanes o xicaques, que significa «Centro del corazón». El fenómeno se presenta entre junio y julio. Incluso hay un festival dedicado a la lluvia de peces.

De julio a septiembre del 2001 la región de Kerala, al occidente de la India recibió continuas lluvias de un material rojizo. Algunos hablaron de sangre. Los análisis mostraron restos de bacterias y hongos.

Hoy a casi sesenta y cinco años de formada la Fortean Society, dos de sus principales propósitos escritos en el acta de su fundación (el 8 y el 9) han sido enterrados. La misma Sociedad forteana, que no era más que una broma, debió haber sido enterrada a la muerte de Fort. No era más que una extensión de los clichés de Fort. Charles Fort dudaba de todo, incluyendo sus propias especulaciones. Al final de sus días Fort escribió: «No creo en nada de lo que he escrito». Pero es importante recordar que tampoco creía en nada de lo que había leído. Pero la frase más importante que ha sido pasada por alto fue una nota que le escribió a Thayer y que decía:

«Yo… obviamente estoy ofreciendo todo lo que hay en este libro como ficción, como Los viajes de Gulliver, El origen de las especies[3] y también La Biblia».

Si pudiéramos preguntar a Fort porqué hizo tanto mal a la ciencia y a la humanidad, tal vez nos respondería lo mismo que a su padre: «Sólo por diversión».

En este clip vemos el tercer libro de Charles Fort en la línea de lo insólito: Lo!

Frontis en el Astounding Stories para la primera parte del libro de Fort.

Talentos salvajes, el libro póstumo de Fort.

La colección completa de los libros de Fort.

Caresse Crosby, la inventora del primer brasier.

Diversas fotos y caricaturas de Abraham Merritt y Eric Frank Russell.

Ivan T Sanderson en la portada de uno de sus libros.

Portadas de Doubt de septiembre a noviembre de 1934.

La mejor biografía de Fort es la escrita por Damon Knight.

Louis Kaplan también escribió una biografía de la «Foca del Bronx».

Pintura de Roque Zelada: «Lluvia de peces», basada en los relatos de lluvias que año con año se dan en el pueblo de Yoro, Honduras.

Lluvia de peces en Yoro, Honduras.

Incluso un hotel del pueblo ha bautizado su restaurante con el nombre de Lluvia de peces.

Material recogido de las lluvias de Kerala, ya desecado.

Fort murió el 3 de mayo de 1932. Sus restos descansan en el cementerio de Albany.

THE END

REFERENCIAS

Fort Charles Hoy, Charles Hoy Fort’s Short Stories. Editado por Mr. X, Wolfe Island, Ontario, (January) 1995.

Fort Charles Hoy, El Libro de los Condenados, Ediciones Dronte, Buenos Aires, 1974. Traducción de Domingo Santos. Publicado originalmente por Romeu, Barcelona, 1970. Reimpreso por CS Ediciones, Buenos Aires, 1992.

Fort Charles Hoy, Lo!,

Fort Charles Hoy, Nuevos mundos, Editorial Posada, México, 1985. Traducción Carlos Valdes.

Fort Charles Hoy, Wild Talents,

Gardner Martin, Fads and Fallacies in the name of Science, Dover Publications, Inc., New York, 1957.

Kaplan, Louis. The Damned Universe of Charles Fort, Autonomedia, Brooklyn, NY, 1993. Traducción inglesa de Witzenschaftlich Weltbetrachtungen. Das verdammte Universum des Charles Fort, Gatza Verlag, Berlín, 1991.

Knight, Damon. Charles Fort: Prophet of the Unexplained, Doubleday & Co., Garden City, New York, 1970. Introducción de R. Buckminster Fuller.

Moskowitz, Sam. Charles Fort: A Radical Corpuscle, Newark, New Jersey, 1976.

Pauwels Louis y Bergier Jacques, Un maestro del realismo fantástico: El increíble Charles Fort, Planeta, No. 15, Editorial Sudamericana S.A., Buenos Aires, 1967.

[1] Los conspiracionistas continúan siendo parte de la comunidad magufa.

[2] English Mechanic, Vol. 56.

[3] Ni siquiera en su declaración final pudo dejar de atacar a la ciencia.

¡HE DESCUBIERTO Z! (y IV)

TALENTO SALVAJE

Fort se hunde cada vez más en la depresión, pero finalmente toca fondo. La suerte le cambia. Muere su tío Frank Fort dejándole una herencia que lo deja libre para dedicarse a su pasión. Charles se lo cuenta a Dreiser en su propio estilo, en una carta fechada el 3 de junio de 1916, mencionando de pasada el snobismo de Annie:

«Mi querido Dreiser:

«Usted es una buena persona, y niego «“aunque no absolutamente- que exista una investigación secreta en cuanto a «˜X»™. Ese libro está en sus manos, y no necesito toda la evidencia que tengo, de todo lo que usted ha estado haciendo por él. Es «˜Y»™ el que me está incomodando. Esto es en parte debido a una gran calamidad que ha caído sobre mí.

«Después de enviarle «˜Y»™, comencé a coleccionar datos, y ahora tengo tantas evidencias que deseo escribir toda la cosa completa. No he descubierto nada realmente nuevo, pero tengo datos que refuerzan casi todas las evidencias de «˜Y»™[1].

«Pero, como digo, hay una gran desgracia. Tengo solo unos pocos meses más en las actuales circunstancias, y debo darlos a «˜Y»™.

«Mi tío murió el domingo pasado. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que mi esposa, la mejor y más provechosa mujer del mundo, se ha hecho una snob. Ella insiste que ahora debo vestir siempre una camisa limpia. Mi querido Dreiser, compadécete de mí; Debo limpiar mis zapatos -pero debo salir por la puerta de una humilde casa.

«Mi querido Dreiser, por veinte años, he vivido con extraños dioses ortogenéticos, que no son snobs; quienes crecen en establos, basureros y casas humildes. Si los abandono, «˜Z»™ nunca será escrito, porque fue del mismo gran dios Syntheticus, del que derivé «˜X»™ e «˜Y»™. Pero ahora Amorpha, que, siendo femenina, desprecia los basureros y las casas humildes, que en el pasado me pasó por alto, en tres o cuatro cuartos y un baño, me tendrá a su misericordia. Este asunto de un cuarto de baño me está rompiendo el corazón; mi esposa insiste, pero ella está jugando justo en las manos de Amorpha. Pienso en el desprecio de los extraños dioses ortogenéticos, si me ven siempre en una tina de baño. Hay solo una oportunidad: que la vista pueda afectar solo a Amorpha para que ella no sea cruel conmigo.

«No, estoy condenado. Ahora debo tomar mi lugar entre peluqueros y policías y bomberos y sus esposas, o de hecho convertirme en miembro de una clase que en el pasado era lejana, y estaba sobre mí. No les gustaré a los ejecutores de la voluntad de mi abuelo[2], sin embargo han venido, y no me darán un centavo; todavía tengo algunos meses de comunión con los extraños dioses ortogenéticos; y ese tiempo se lo daré a «˜Y»™.

«Entonces perderé mi alma literaria. Hay otra parte del estado que viene a mí tras la muerte de una tía mía; aquí ha habido tan mala gestión que tendré que vestir traje. Hablaré con los abogados; los extraños dioses ortogenéticos nunca me perdonarán por eso.

«Ruegue por mí. Haga que las masas recen por el descanso de mis aspiraciones. Puede ser que, por medio de las viejas camisas que subrepticiamente oculté a mi esposa, y revolcándome en el piso, cuando ella no este mirando, pueda propiciar a Syntheticus y al todavía gran dios Equalization; o pueda ir al baño sólo a salpicar en el agua, y a hacer ruido, pero no realmente ir al baño.

«No sé. Estoy afligido por esta calamidad. Lea «˜Y»™. Será una experiencia.

«Charles Fort».

Pero finalmente acepta el snobismo de su esposa y se muda de casa, al 445 West 43rd St. En una carta sin fecha se lo comenta a Dreiser y le invita a que lo visite:

«Â¡Dreiser!

«Â¡Hail!

«Me he mudado. Los extraños dioses ortogenéticos me han mudado. Estoy arriba en la parte superior de una casa. Porqué vivo en un piso superior es un secreto, pero pienso que usted puede adivinar. Soy lo más terriblemente exclusivo pero me permito invitarlo. Venga arriba y véame. Le compraré una cerveza y un poco de queso.

«Hay extraños dioses ortogenéticos.

«Â¡Hail!»

Mientras tanto sigue sin encontrar editor para su libro. En otra carta sin fechar, dirigida a Dreiser menciona el nombre de uno de los editores que revisó El libro de los condenados:

«Â¡Dreiser!

«Soy un alma perdida. Los extraños dioses ortogenéticos me han abandonado. O nunca escribiré otra vez, o no me permitirán escribir otra vez hasta marzo 13 de 1918.

«Carl Brandt me envió + de «˜X»™ e «˜Y»™. Dijo que para él «˜X»™ está hecho de detalles y de pedacitos impresionistas, pero que no podía encontrar ningún diseño en su totalidad, que aunque el libro le llegó fuertemente recomendado, él no podía regresarlo porque no podía ver ni siquiera cuál es su tendencia. Él desea una lista de los editores que han rechazado «˜X»™ e «˜Y»™. ¿Me podría enviar esta lista? Talvez la guardaré como un monumento a lo que usted ha hecho en este asunto. Comienzo a sospechar algo. Puede ser que existan razones por las que «˜X»™ e «˜Y»™ nunca deban ser publicados.

«Charles Fort».

Para el 4 de septiembre de 1916 Fort cree haber alcanzado el triunfo y le escribe a Dreiser: «Esta hecho. Se lo enviaré mañana. «˜X»™ será aceptado o publicado o algo, el 13 de sept».

Pero algo ocurre y el libro de nuevo es rechazado. Fort a Dreiser, 21 de septiembre de 1916:

«Mi querido San Theodore:

«O usted lo será, tan sólo con que los estimule para proseguir será suficiente.

«Firmé y remití la protesta con placer. Ahora espero algún día invitarle para expresar mi enojo por la manera indignante con que me trataron.

«¿Qué nuevo martirio esta preparando para usted? ¿Consiguió leer mis argumentos para el futuro martirio, titulado «˜Y»™, que le envié hace varias semanas?

«San Charles».

Para el 6 de diciembre aún no ha enviado la lista a Brandt.

«Mi querido Dreiser:

«Siento que usted ha hecho todo lo que se puede hacer en este asunto; sin embargo enviaré la lista a Brandt. Ciertamente puedo trabajar algo más sobre «˜X»™ e «˜Y»™. Es sólo inercia o habito; No espero nada de él; también el mío no es el libro que usted piensa que no haya que esperar mucho para publicar. Actualmente estoy en un estado muy malo de dilema e incertidumbre. No obstante lo uso, ocurre entre los períodos de concentración. Pienso que voy a estudiar las cosas ocultas, usted sabe, las cosas que han sido llamadas almas o espíritus. La mía es una mente gruesa y más cínica que las que han examinado hasta ahora tales fenómenos, también tiene algunas otras cualidades y una diferente actitud hacia lo qué se llama el método científico. Puedo descubrir algo. Me tomará diez o quince años supongo. Le dejaré saber en 1925 o 1930.

«C. Fort».

Entra en un periodo de depresión cada vez más profundo. Para el 29 de junio de 1917 aún no se ha resuelto la situación del libro.

«Mi querido Dreiser:

«Mi tarjeta de la biblioteca dejará de funcionar la semana próxima. Iba dejarla perder y maldecirlo, pero esta mañana comencé a escribir algo. Primera vez en meses. Puede que comience otra vez.

«Carl Brandt todavía tiene «˜X»™ e «˜Y»™. Nada que hacer.

«No sé qué leeré otra vez, o si escribiré de nuevo, pero ahora es una tradición mía que usted me suscriba a la biblioteca cuando la tarjeta deje de funcionar. Así si usted me puede obligar.

«¿Qué haría usted si tuviera la clase de cerebro que tengo? Sospecho que los extraños dioses ortogenéticos están involucrados en todo esto.

«Venga arriba y véame el próximo febrero.

«C. Fort»

Fort sigue trabajando en la biblioteca. El 15 de julio de 1918 le envía una pequeña nota a Dreiser:


«Â¡He descubierto Z!»

Tal vez pensando que su amigo se está volviendo loco, Dreiser decide presionar a sus propios editores, Boni and Liveright. Horace Liveright lee la obra de mala gana y se niega a publicarla: «No puedo publicar esto, perderé dinero». Dreiser le contesta: «Si no lo publicas, me pierdes a mí». Finalmente el libro se publica en 1919. Fort está alegre y rebosante. Presume su obra e invita a Dreiser a beber: «Le envío, esta tarde, por expreso, «˜The Book of the Damned»™. Es una religión. Nuestro hombre de la cerveza viene el martes».

Regresa también la vanidad. El 25 de abril de 1919 escribe: «De un humilde descubridor a un descubridor mayor. Le ofrezco mis felicitaciones. Charles Fort ha descubierto Monstrator y Azuria y Melanicus y el Super mar de los Sargasos. Pero Theodore Dreiser ha descubierto a Charles Fort».

Para el 9 de mayo comenta que va a incluir un anexo a su libro. «Arreglé mis nuevos datos, todos juntos, en un penúltimo capítulo, que envié a Liveright, que se insertará en «˜The Book of the Damned»™. Pienso que la idea del libro-revista es muy buena».

El libro produce un verdadero escándalo y efervescencia en los medios intelectuales, siendo al mismo tiempo alabado como uno de los libros más lúcidos de los últimos tiempos e insultado como «una de las aberraciones más monstruosas de toda la historia de las pseudociencias» (Edmund Pearson). Algunos lo comparaban sardónicamente a The Golden Bough, la monumental y famosa obra de James Frazer, «Una «˜Rama Dorada»™ para delirantes» (John T. Winterich), y sus amigos calificaban a Charles Fort como «la mayor figura literaria después de Edgar Allan Poe« (Dreiser). Pero la crítica en los periódicos fue más dura. Para The Nation se trataba de «Propaganda de idiotez sistemática» [3], y The New York Times dijo que era «Doloroso y burdamente ordinario».

Pero ni la polémica logró impulsar las ventas del libro: fracaso económico. Fort se sume nuevamente en la depresión, quema su colección que en ese momento alcanzaba la cifra de más de 40,000 fichas y se embarca rumbo a Inglaterra, en 1921. Esta actitud contrasta con la que observaba con su propia esposa. Cada que encendía la cocina para preparar los alimentos, él la vigilaba pues temía el riesgo de que quemara sus recortes.

Pero el libro atraería a diversos parias de la literatura. Entre ellos estaba Ben Hecht que escribía para el Chicago Daily News: «Soy el primer discípulo de Charles Fort. Él ha hecho un impacto terrible sobre la locura acumulada en cincuenta siglos… En adelante soy un Forteano»[4].

También estaba Booth Tarkington, ganador de un Pulitzer, autor de The Magnificent Ambersons y Penrod. «¿Quién en el nombre del frenesí es Charles Fort?» escribió en The Bookman. «La gente debe girar su cabeza y mirar mientras camina por la calle; Pienso que es una cabeza que emitirá ruidos y explosiones, con llamas de cobre explotando en los oídos»[5].

El terreno era fértil. Muchos escritores americanos estaban fascinados con el hilarante ataque de Fort a los basamentos científicos. Aparece New Lands en 1923, prologado por Tarkington. Su éxito es arrollador. The Boston Transcript lo llamó «Un libro asombroso e interesante»[6]; pero el New York Times seguía dando la opinión más cercana a la realidad, «El método preferido del Sr. Fort de probar parece consistir en la alineación de un arsenal de datos que apoyan su creencia, y en emparejarlos con una cohorte de errores cuidadosamente seleccionados en el campo de la astronomía ortodoxa»[7].

LA SOCIEDAD FORTEANA

New Lands atrajo a un nuevo paria, el ya conocido Tiffany Thayer, de 22 años, que por aquel entonces trabajaba para el Chicago Examiner. Thayer quedaría fascinado por el trabajo de Fort, que comenzó a escribirle a Inglaterra en 1924. Escribió una novela Thirteen Men, publicada en 1930, que se convertiría en bestseller. La obra relata las vidas, extrañamente entrelazadas, de 13 miembros de un jurado y del asesino que culpa a Fort de sus actos y nihilismo. Cada capítulo está dedicado a uno de los jurados, y el capítulo final al asesino. Al final, el asesino aconseja a los padres de familia que no dejen que sus hijos lean «The Book of the Damned, de Charles Fort, porque allí se divulga la raíz podrida de la ciencia… Por todos los medios prohíban este desfile de pálidos datos referentes a precipitaciones de mantequilla y de comida de puerco. Es demasiado embriagador para los simples hombres»[8].

En ese mismo año Thayer se reuniría con Fort para enseñarle su libro. De esta forma comenzó su amistad.

Thayer era un actor fracasado que trabajaba como copywriter para las pulp magazines como la Detective Story Magazine. Con Thayer ocurrió algo similar a lo que había ocurrido con Dreiser. Como El libro de los condenados había sido un fracaso, Boni and Liveright decidieron no publicar los siguientes. No contaron con el éxito de New Lands. Dreiser le informa del éxito sorpresivo de su libro y le pide escriba otro, pero como ya no había editor, Thayer tuvo que hablar con el suyo, Claude Kendall, y con el diseñador Aaron Sussman.

Fort envió su nuevo libro que había titulado God and the Fishmonger. A nadie le gustaba el título y se propusieron muchos otros: Skyward Ho!, God Is an Idiot, If the Time Has Come, The Time Has Come. Finalmente Thayer propuso Lo! (¡Mirad!). Se refería a la expresión que según él utilizan los astrónomos para señalar los prodigios celestes o sus descubrimientos. El título no estaba de más pues en esa obra Fort se dedica al ataque de la astronomía.

Fort permaneció en Londres durante 8 años. Fort y su mujer regresaron a Nueva York en 1929. Su nuevo libro fue publicado en 1931, con una introducción del propio Thayer e ilustraciones de Alexander King. Este fue el libro más popular de Fort. Incluso se serializó en el Astounding Stories.

Antes de la publicación de Lo!, Thayer insistía en la creación de la Fortean Society, pero a Fort no le agradaba la idea y siguiendo las enseñanzas de Groucho Marx, declaró: «Llámenla sociedad interplanetaria de exploración y entraré, pero no si tiene mi nombre en ella»[9].

No obstante, y con engaños, Thayer logró que Fort asistiera al hotel Savoy-Plaza en Nueva York, el 26 de enero de 1931. Ahí estaban reunidos el propio Thayer, Dreiser, Tarkington, Hecht, Sussman Alexander Woollcott[10], Burton Rascoe, Oliver Wendell Holmes, Harry Leon Wilson[11], J. David Stern[12] y John Cowper Powys[13].

Pero no todos los amigos y conocidos de Fort atendieron a esta reunión. Hubo algunos que, incluso, se negaron a afiliarse a la sociedad, como el novelista Benjamin De Cassères, el único de sus amigos que entendía y podía jugar el Super Checkers.

Estos nuevos «condenados» se definían así mismos de la siguiente manera:

«La Sociedad Forteana es una asociación internacional de filósofos, esto es, de hombres y mujeres que no desearían vivir en forma diferente en caso de que no existieran las leyes, de hombres y mujeres cuya conducta no es consecuencia de reflejos condicionados, sino que resulta del razonamiento o de alguna extravagancia mística interna. Son miembros de esta sociedad eminentes científicos, físicos, médicos, lo mismo que quiroprácticos, espiritistas y cristianos, y aún un sacerdote católico…»

«La Sociedad lucha por las causas perdidas, la mayoría de las cuales «“de no ser por nuestro apoyo- debieran estar extintas. Una buena proporción de nuestros miembros cree que la Tierra es plana, son antivacunacionistas, no permiten ser operados, apoyan las investigaciones parapsicológicas y creen que el desarme mundial es una buena idea».

«Todos nosotros abrazamos la única doctrina, el Forteanismo, que suspende todo juicio y acepta el eterno cuestionamiento».

Las reglas y propósitos de la sociedad fueron enmarcadas y eran las siguientes:

1. Poner los libros de Charles Fort al alcance de un mayor número posible de personas, a fin de que puedan leerlos.

2. Publicar libros y folletos encaminados al debate y a la lectura de los temas forteanos.

3. Combatir cada esfuerzo de individuos o instituciones que intentarán estigmatizar a Charles Fort o su obra, con el apelativo de «visionario» o cualquier otro termino derogatorio.

4. Establecer una mención a conferir a la persona que con mayor efectividad difunda los temas forteanos.

5. Preservar las notas, fichas y referencias reunidas por Charles Fort.

6. Continuar el trabajo de reunir datos de Fort.

7. Ampliar el alcance de los temas forteanos.

8. Forzar a las personalidades más representativas de las distintas ciencias a responder a los cargos formulados en los libros de Charles Fort.

9. Acosar a los estamentos más cualificados de las ciencias para que admitan su incompetencia o que muestren su ridículo con su silencio.

10. Urgir a los autores, editores y usuarios de libros de texto para que adopten la práctica de no enseñar a base de juicios últimos y taxativos.

11. Sostener el punto de vista forteano «“el del escepticismo ilustrado- entre la población joven y los niños: implantar la duda razonable y la sospecha hacia todo lo estatuado.

12. Perpetuar la disidencia[14].

Los miembros se reunían informalmente en sus propios hogares o en restaurantes, particularmente en el Brauhaus en Yorkville, Nueva Jersey. Thayer usualmente conducía las discusiones. Adoptaron como emblema el Manneken-Pis, la famosa fuente de Bruselas de un muchacho joven orinando.

Fort nos abrió las puertas a nuevos mundos; a los mundos de los alienados, de los descerebrados, cuyo talento salvaje se maravilla de las incongruencias y que, incidentalmente, utilizan un calendario de 13 meses, cuyo año «uno» corresponde a 1931, año de la fundación de su sociedad, y cuyo treceavo mes, naturalmente, se llama «Fort».

«Por condenados, entiendo a los excluidos… Por belleza, designaré lo que parece completo. Lo incompleto o lo mutilado es totalmente feo. La Venus de Milo. Un niño la encontraría fea… Por estabilidad, designaré lo indesplazable, lo inalterable, lo sincero… Por verdad, designo lo Universal… Sustituiré la aceptación por la creencia… Yo no soy un realista. Yo no soy un idealista. Yo soy un intermediarista. Nada es real, pero nada es tampoco irreal, y todos los fenómenos son aproximaciones a un lado o a otro entre la realidad y la irrealidad… Por realidad designo lo que no se confunde con cualquier otra cosa, lo que no es parcialmente otra cosa, lo que no es una reacción a alguna cosa o una imitación de alguna cosa».

¡Escuchad! Ha hablado el maestro de los condenados y sus palabras aún resuenan en los pasillos del manicomio. ¿Acaso existe un ligero destello de lógica en este galimatías? «Lógica» que le llevaría a adoptar una dieta de pan, durante varios meses, con el fin de corregir su ceguera. ¿Y qué decir de sus ideas astronómicas?:

«La Tierra no rota, o quizás tiene una ligera rotación pero de un período de un año».

«Nuestro planeta está rodeado por una capa opaca tachonada de agujeros, por donde se escurre la luz que nosotros vemos como estrellas. Esta capa es de un material gelatinoso y se encuentra ubicada muy cerca de la Tierra. Los meteoros, al caer, arrastran consigo parte de este material gelatinoso».

Para Fort algo flota sobre nosotros. Se trata del «Súper mar de los sargazos». En ese mar hay una isla, Genesistrine, de la que provienen aquellas extrañas lluvias de objetos vivientes, de sangre y gelatina…

«Ríos de sangre que cruzan los mares de albúmina «“la Tierra es el centro de un huevo en incubación-. Esas son las arterias de sangre de Genesistrine. Nosotros tenemos conciencia de ellas por las puestas de Sol: algunas veces iluminan los cielos con las luces del norte.

«Nuestro sistema solar es un ser viviente: las lluvias de sangre sobre la Tierra son sus hemorragias internas».

Negaba el paralaje anual de las estrellas, la constancia de la velocidad de la luz, el desplazamiento al rojo de las líneas del espectro solar, la ley de la gravedad

Continuara…

En el video podemos ver la portada de El Libro de los Condenados en sus diversas ediciones. La edición francesa, por ejemplo, fue prologada por Jacques Bergier.Existe una edición Argentina del libro de los condenados.

Vemos tres fotografías de Ben Hecht. Si Fort se parecía al «Gordo», Ben Hecht tenía un notable parecido con Homero Adams. Y dos instantáneas de Booth Tarkington, además de la portada de una de sus novelas: Penrod.

New Lands es el segundo libro de Fort. La edición mexicana se tituló Nuevos Mundos.

Se muestra el frontis e ilustraciones de todos los capítulos de Thirteen Men, la novela de Thayer. Así como la portada del Astounding Stories de abril de 1934, en donde apareció la primera parte de Lo! La parte final se publicó en el número de noviembre de 1934.

Fotos de otros miembros e la Sociedad Forteana: Alexander Woollcott, John Cowper Powys con un peinado a la Haarpo, y Dreiser observando un busto de Cowper Powys.

El Manneken-Pis.

[1] Como vemos, eso de las «evidencias» de los ufólogos no es nada nuevo.

[2] Escribe «abuelo» pero se refiere al tío Frank.

[3] New York Times, 8 de febrero de 1920; Nation, 10 de abril de 1920.

[4] Reimpreso en The Fortean Society Magazine No. 3.

[5] Reimpreso en The Fortean Society Magazine No. 2.

[6] Boston Transcript, 26 de diciémbre de 1923.

[7] New York Times, 25 de noviembre de 1923. Los ufólogos modernos continúan con el mismo método. Creen ingenuamente que coleccionar miles de informes, videos o fotografías puede demostrar algo.

[8] Thirteen Men, página 313.

[9] Doubt No. 14.

[10] Crítico y cronista de la radio.

[11] Redactor de la revista Wilson»™s Puck.

[12] Editor del Philadelphia Record.

[13] Crítico, novelista y poeta.

[14] The Books of Charles Fort, p.xxiv.

¡HE DESCUBIERTO Z! (3 parte)

NUEVOS MUNDOS

Pero tampoco estaba interesado en la escuela y cursó sólo hasta la secundaria. Los recuerdos de aquella época los menciona en los capítulos once y doce de Many Parts:

«Teníamos casi quince años de edad, y debíamos hacer los exámenes para la secundaria. Nos habían enseñado fisiología solamente de una manera general, pero habíamos disecado mucho y habíamos articulado torpemente muchos esqueletos pequeños. Pero como leímos mucho con el deseo subyacente de ser famosos, y como buscábamos la provocación más leve por la gloria, nosotros hicimos nuestra colección mucho más grande que la de cualquier otro muchacho que conociéramos. Detrás de todo lo que hicimos no estaba el desamparo y la indolencia sino el deseo y la animación de ser pintorescos o interesantes. Una vez tomamos a Bob Pavey como uno de los muchos socios que llegamos a tener. En la clase de la fisiología, la Srta. Williams nos mostró varios frascos de alcohol con especimenes en ellos. Haciéndolos pasar para que todos los viéramos. El corazón de un sapo, el hígado de un pájaro azul, el canal alimenticio de un lagarto; todos etiquetados cuidadosamente. Estábamos furiosos; eran los nuestros, y Bob los había traído a la escuela. Entonces todo el crédito era suyo. La Srta. Williams dijo, «˜¿donde está el corazón?»™ Lo habíamos puesto en nuestro bolsillo. «˜¿Dónde está ese pulmón?»™ Estaba en nuestro bolsillo. «˜Veo que todavía hay un hígado que falta»™. En nuestro bolsillo…

«»™Usted tiene una manera rara de actuar diferente a la de los demás»™, dijo la Srta. Williams, agudamente. Deseamos denunciar a nuestro socio. «˜Son los míos»™, dijimos, hoscamente. En la clase obtuvimos el perdón de un muchacho, pero, aunque eso fue hace quince años, no hemos hablado a Bob Pavey desde entonces. Él tomó el crédito que era nuestro crédito».

Fort también recuerda los experimentos realizados por su maestro de física, el profesor Ovebunk. Tal vez esto fue el origen de su desprecio por la ciencia. Pero la descripción que hace nos muestra su necedad (el experimento de la caída de los cuerpos en el vacío) y su falta de habilidad para realizar experimentos científicos (el experimento con los pañuelos). Tal vez ocurrió que su cuerpo estaba ahí, pero su mente no, porque de otra manera no se explica la forma en que entendió la teoría del color:

«Pensamos que el profesor Overbunk contestaba insatisfactoriamente, pero él parecía satisfecho otra vez. No obstante, aceptamos que casi todas las verdades y pensamientos de allí parecían tener algo mal alrededor de cada experimento. El profesor Overbunk demostrando que en el vacío una bala y una pluma caen con la misma velocidad. La bala cae primero. Nos enseña que el negro es la ausencia de color y el blanco son todos los colores. Mezcla de colores produce un gris parduzco. Poniendo un paño negro y un paño blanco al sol sobre la ventana todavía con nieve. Como el negro absorbe calor, el paño negro se hundiría en la nieve. Paño blanco hace una clara impresión; paño negro no muestra ni rastros de haber estado allí. Es muy difícil enseñar verdades cuando no se tiene la verdad»…

«Comenzamos nuestro estudio de álgebra, con la idea de que las letras eran utilizadas en lugar de los números, preguntándose cuántas veces «˜a»™ puede ser «˜b»™. Aprendiendo definiciones, aprendiendo que «˜x»™ es la cantidad desconocida y que los pequeños números en la parte superior son exponentes, no teniendo ningún problema de lo que se esperaba de nosotros, la Srta. Alberts nos envía al pizarrón, y entonces se nos olvida todo, por leer Puck y Judge[1]«.

Esta misma incultura científica lo hizo reunirse con otros que como él no tenían ni la más remota idea de lo que es la ciencia y la cultura. Entre ellos estaba el mismo Thayer, quien en una entrevista aparecida en el número del 9 de junio de 1956, del Saturday Review of Literature declaró:

«¿Literatura? Al infierno con la literatura».

Se puede valorar el calibre intelectual de estos tipos cuando leemos a Thayer que escribe en el número 1 de la Fortean Society Magazine: «Esto no es la edad de la iluminación, ¡ustedes idiotas perdidos!».

Para Thayer el lenguaje de las altas matemáticas era un guirigay incomprensible. Lo mismo que pensaba el mentecato de Fort. Pero a pesar de su ignorancia, o por la misma, se atrevían a promover «teorías» estúpidas, como la del propio Thayer quien afirmaba que todos los planetas, incluyendo la Tierra, están creciendo, evolucionando y transformándose lentamente de cubos a esferas; o la de otros miembros de la Sociedad Fortena como George Gillette, quien decía que el universo tenía la forma de una espiral; o Alfred Drayson, que postuló una rotación secundaria de la Tierra. El mismo Thayer que afirmaba que las tonsilectomías[2] causaban poliomielitis, que la vacuna de Salk era una «˜mixtura repugnante»™ y que la vacunación y la fluoración causan enfermedades. Ideas, muchas de ellas, aún vigentes en diversos medios pseudocientíficos.

Los patrones se repiten en la actualidad. Gente sin cultura y con escasa educación formal que creen descubrir el hilo negro cuando se enfrentan a fenómenos que no pueden explicar, debido precisamente a sus escasos conocimientos, y tomando esos fenómenos como bandera, se atreven a atacar a los científicos o, incluso, a la ciencia.

Fort llegó a hacerse periodista no por sus propios méritos, pues ni siquiera cursó la preparatoria, sino gracias al apoyo de su padre que, a pesar de haberlo corrido de la casa, le ayudó a entrar a trabajar en un diario. Fort nos lo comenta en el capítulo quince de su Many Parts:

«El final de nuestro segundo año en secundaria no estaba lejos. El «˜otro niño»™ se las arregló para dejarlo todo, parecería como si estudiara muy poco, pero se debía a nuestra desgraciada vida condicionada. Se unió a otra sociedad literaria, aunque diferente de nosotros, él se habría podido unir a cualquiera en su primera elección.

«No había, y nos parecía a nosotros que nunca podría haber, ninguna mejora en nuestro trabajo escolar. Nick[3] estaba interesado en nuestros escritos para la sociedad literaria, y frecuentemente pedía ver lo que habíamos escrito, mostrándonos en dónde debíamos trabajar más en un punto para expresarlo en pocas palabras. Momentos antes de que la escuela cerrara, él fue por nosotros. Diciendo, «˜¿le gusta el negocio del periódico?»™ Nosotros contestamos, «˜Oh, claro»™, lo cuál significaba que nada podría ser más atractivo para nosotros. Sería inútil esperar los exámenes, como sabía Nick, porque habíamos dicho siempre la verdad sobre nuestros gustos e intereses cuando nos había preguntado.

«Nick dijo, «˜Bien, vaya al Democrat[4]; Standish ahora es redactor allí, y él lo contratará. Al principio no habrá mucho para usted, pero le dará una idea, y algún día podremos conseguirle un lugar en Nueva York. Sólo mantenga sus gomas y no se resbalará»™.

«Standish era su mejor amigo. Habían crecido juntos, y fueron a la secundaria juntos, teniendo cierto renombre al interpretar «˜Brutus and Cassius»™ en pequeños teatros, según contaba Standish[5]«.

No sabemos nada de este periodo en la vida de Fort, sólo que dejó la secundaria para trabajar en el periódico, tal vez como mandadero. Charles Fort sólo menciona que en 1891 vendió unas notas para un periódico de Nueva York (¿había dejado de trabajar para el Argus?), y que en 1892 trabajó para el World de Brooklin y un año después era redactor de The Independent.

Según John A. Keel, cuando Charles cumplió 19 años, su abuelo materno, John Hoy, lo alentó para recorrer el mundo en busca de aventuras proporcionándole 25 dólares cada mes. Pero lo más probable es que la partida haya ocurrido poco después de los 19 años, pues a esa edad trabajaba en el periódico, y que el abuelo que fungió de mecenas fuera Peter van Vranken, el dueño de la tienda de ultramarinos. El hecho es que Charles Fort recorrió medio mundo y al llegar a Sudáfrica contrajo la malaria que lo perseguiría el resto de sus días.

En 1896 muere el abuelo Peter y Charles regresa a Nueva York, lo que podría confirmar el mecenazgo de van Vranken, ya que al morir cerraría la llave del dinero para los viajes de Fort. De ser así, su periplo habría durado unos tres años.

Fue por estas fechas que su padre lo corre de la casa y se va a vivir con su abuelo Al regresar a Nueva York vuelve a frecuentar a Anna Filling, con quien se casa el 26 de octubre de 1897. Dicen que la escogió por su completa falta de curiosidad intelectual. Esta etapa de su vida fue más bien dura pues difícilmente lograba reunir el dinero de la renta. Los pocos trabajos que conseguía (velador, lavaplatos, portero) los perdía por su afición a pasarse las horas en la Biblioteca Pública, devorando revistas científicas. También se dedica a escribir cuentos cortos de humor y otros trabajos. Es precisamente en 1899 cundo comienza la redacción de Many Parts.

¡MIRAD!

Al cumplir 30 años había escrito diez novelas, pero sólo una de ellas The outcast manufacturers (algo así como «los fabricantes inútiles» o «los fabricantes de parias») sería publicada en 1909, resultando un fracaso de ventas, aunque la crítica la acogió con benevolencia. Un crítico del New York Times dijo que la historia era rara pero los diálogos eran «inusualmente listos» [6]. La edición original fue publicada por B.W. Dodge and Company, y, más adelante, la novela fue serializada en la edición americana de la revista Pearson»™s Magazine. Pero Pearson publicó solamente cinco capítulos antes de que dejara de aparecer. En lugar de reimprimir la novela original, Fort revisó los primeros ocho capítulos de su novela y los redujo a cinco. La novela original se reimprimió en 1988 por Printed Heritage Preservation Society con un prologo de Leonard Leshuk.

Su sentido del humor le permitió escribir cuentos cortos muy comerciales que serían publicados en la Smith»™s Magazine. Theodore Dreiser[7], editor de la revista, recuerda:

«Fort vino a mí con los mejores cuentos cortos humorísticos escritos en América que he leído. Yo compré algunos de ellos, y otros editores hicieron lo mismo. Entre nosotros «“Richard Duffy del Tom Watson»™s, Charles Agnew McLean del Popular Magazine y otros-, disfrutábamos hablando de él y de su futuro: una nueva y rara estrella de la literatura».

Sus cuentos también fueron publicados en revistas como Broadway, Black Cat, Argosy, y en el Evening Post y el Herald. Los temas eran autobiográficos: la vida en el hogar; aventuras en los ríos; el campismo; cuentos de pensionistas y de vagabundos; relatos pícaros de la vida de los periodistas. Raymond N. Fort, su hermano, se refiere a estos cuentos en una carta dirigida a Thayer a la muerte de Annie Fort en 1937.

«No he conseguido ninguna de las notas, manuscritos, o datos de mi hermano, ya que a su muerte, hace varios años, su viuda, fallecida recientemente, donó éstos documentos a la Sociedad Forteana y a Theodore Dreiser.

«Pienso que no puedo serle de mucha ayuda pues no mantuvimos contacto muy cercano el uno con el otro. Sin embargo puedo ayudarlo un poco recordando su vida temprana.

«Mi hermano nació el 6 de agosto de 1874[8] y era el más viejo de los tres hermanos. Su padre y abuelo estaban en el negocio de mayoristas en una tienda de comestibles, una vieja firma llamada P.V. Fort & Son.

«Su vida temprana fue borrascosa, y pasó a través de la gramática y de la secundaria como los otros muchachos de su edad. En los últimos años en la secundaria demostró capacidades para la escritura y entre sus amigos era considerado como muy ingenioso. En la secundaria escribió numerosas historias y las envió a varias revistas en donde fueron aceptadas y publicadas. Todas estas historias estaban basadas en sucesos reales, una cierta broma de muchacho en la escuela o una expedición al campo. Él tomaba algún pequeño incidente lo embellecía y hacía una historia de él, y entonces todos teníamos el placer de leer sobre nosotros mismos en una revista. Él utilizó siempre nuestros nombres verdaderos[9].

«Después de dejar la escuela obtuvo una posición como reportero en el Eagle de Brooklyn y estuvo en este periódico por un tiempo, hasta que él y otro empleado del mismo periódico comenzaron un periódico propio en alguna parte en la Staten Island[10] pero después de un rato ellos recibieron el fuego de algunos de los grandes tiradores locales y eso terminó esa empresa.

«Entonces mi hermano comenzó a vagar, y por algunos años viajó por todo el globo pagando sus gastos en los barcos, que costeaba cuando era capaz de trabajar a su manera. De esta forma vio una gran parte del globo, la mayoría de los países de América y también de Europa y de África. Él estuvo en África del sur por un rato y lo recuerdo decir de un incidente que sucedió allí. Él dijo o hizo algo a un francés que no le caía bien y éste lo desafió inmediatamente a un duelo. Como mi hermano nunca había manejado una espada y no era muy experto con las armas de fuego, no sabía qué hacer pero acepto el desafío de todos modos.

«Como él era la parte desafiada él tenía la opción de escoger las armas y después de pensarlo mucho decidió usar los puños e informó a los padrinos del francés. Por supuesto se opusieron muy vigorosamente, pero mi hermano no se movió de su posición ni dejó que se retirara el desafío. Se hizo la pelea, y el francés fue vapuleado bien y bonito pues mi hermano sabía utilizar sus puños y poseía valor ilimitado[11]. Después de esto vagó por un rato más y luego se regresó a N.Y., en donde se casó con una muchacha que él conoció en sus días mozos en Albany. Entonces se colocó en un trabajo y comenzó a escribir. Pero le iría mal y tuvo que trabajar en cualquier cosa para poder conseguir para vivir y escribir. Aguantó todas las dificultades que son coincidentes a conseguir un equilibrio.

«Usted sabe probablemente el resto. Pasó años en el extranjero y estudió en todas las grandes bibliotecas de Europa y de Inglaterra y después regresó a N.Y. otra vez donde escribió varios libros y los hizo publicar.

«Deseo poder ayudarle más pero como dije antes sólo puedo ayudarle sobre su vida temprana. Si hay cualquier otra cosa que usted quisiera saber, estaré alegre de ayudarlo».

Alrededor de 1910 vivía en un modesto apartamento en el Bronx. Su personalidad era maniaca depresiva y en varias ocasiones intentó suicidarse; «Desde mayo no he recibido el pago de uno sólo de mis cuentos «“escribió en su diario-. Me quedan dos dólares. Watson»™s me ha timado 155. Dreiser me ha devuelto dos cuentos que prometió comprarme; uno hasta había sido anunciado para su próximo número. Todo esto es muy penoso. Me siento incapaz de escribir, no sé hacer otra cosa, por mi mente desfilan imágenes de mí mismo degollándome o saltando de cabeza por una ventana».

Su único aliciente era su colección de notas sobre acontecimientos inverosímiles: extraños objetos vistos en el cielo, lluvia de «sangre», desapariciones misteriosas. Todas esas notas las clasificaba en cajas de zapatos[12]. En total 25,000 fichas sobre hechos insólitos escritas con lápiz sobre minúsculos cartones, en un lenguaje abreviado de su invención Cualquiera de sus fichas se asemejaba más o menos a ésta: «1871/abril 22, etc. Gelat. Larvas, Bath, Ingl.». Había bautizado a sus cajas como «El sanatorio de las coincidencias exageradas».

«Acabé por tener cuarenta mil notas, repartidas en mil trescientos temas tales como: «˜armonía»™, «˜equilibrio»™, «˜catalizadores»™, «˜saturación»™, «˜oferta»™ y «˜metabolismo»™. Eran mil trescientos demonios aullando con mil trescientas voces a mi intento de hallar una finalidad. Escribí un libro que expresaba muy poco de lo que estaba tratando de conseguir. Lo recorté, de quinientas o seiscientas páginas, a noventa. Entonces lo tiré: no era lo que quería».

Un día se hartó de eso. Tuvo la impresión de que cuanto hacía no era sino la caricatura de aquello que deseaba hacer. Acababa de comprender que los hechos aislados no son sino muecas; sólo cuentan las relaciones entre los hechos. Entonces, ya no hace sólo colección y se lanza a reconstituir el rompecabezas de los mundos escondidos detrás de este mundo. Escribe un libro al que titula X. Continúa con Y, y luego dice haber descubierto Z. En X postula la idea de que la vida en la Tierra ha sido y es controlada por seres de Marte. «Somos propiedad», escribe. En Y presenta sus pruebas de que hay una siniestra civilización en el polo Sur. Le escribe a Dreiser y le dice: «Tienes al menos una cosa que agradecer, ya que bien hubiera podido comenzar por «˜A»™».

Las cartas que Fort le envía a Dreiser[13] son muy esclarecedoras de los sentimientos y ansiedad de Charles Fort antes de que se publicara «El libro de los condenados».

El 13 de enero de 1916 Fort le escribe a Dreiser: «Pienso que es la cosa más extraordinaria de la que he oído hablar, la manera en que usted está tomando «˜X.»™. Le deseo éxito con él. Pienso que será publicado o finalmente aceptado en marzo 13».

Dos meses después, el 26 de marzo, le envía una nota: «He acabado «˜Y»™ ¿Le gustaría verlo?» Y el 1 de junio le reclama porque no ha tenido noticias sobre la opinión de Dreiser:

«¿Pero por qué?

«Le envié «˜Y»™ hace dos meses. ¿Esta usted ocupado? ¿Incluso lo ha visto?

«Pero no mantenga silencio conmigo, porque usted está violando su única razón de ser, guardando silencio.

«¿Es usted un lirio? ¿Tiene usted una mayor gloria que la de Salomón? ¿Es suyo el misterio del pecho de un pájaro azul?

«¿Qué justificación tienen sus palabras?

«Envíeme algunas palabras.

«Palabras. Sonido. Fotos.

«Esas cosas. Envíelas a Charles Fort

«Por favor, o le golpearé violentamente».

En el Clip:

Dos fotografías de Tiffany Thayer. La primera en la época en que conoció a Fort y la otra hacia 1956.

Varios ejemplos de la literatura barata de Thayer: Three Musketeers, Old Goat, 33 Sardonics y Call her Savage.

Fotos de Theodore Dreiser y de libros en donde se compila su trabajo.

Dibujo de Alexander King en el que muestra a Sherwood Anderson y Dreiser observando los conflictos de la sociedad.

Fragmento de una carta autógrafa de Fort a Thayer.

Fort y Dreiser, en la casa de este último, el 4 de octubre de 1931.

Raining Cats…

Comic basado en el libro de Damon Knight.

Frontis del artículo de Planeta sobre Charles Fort.

Lluvia de ranas, ilustración de Christian Broutin.

Dibujo de Hannah Gluck: «Raining cats and dogs».

Continuara…

[1] Famosas revistas cómicas de aquella época.

[2] Extirpación de las amígdalas.

[3] Se refiere a su padre Charles N.

[4] En realidad se trata del Argus de Albany.

[5] Ése es el fin de la p. 211. Confirma el uso de «Nick» como apodo para Charles N., y vemos que el primer trabajo de Fort en un periódico – el Democrat de Albany- fue obtenido por el apoyo de su padre, y no por las energías compulsivas del escritor por un triunfo específico. Nota de Tayher.

[6] New York Times, 8 de mayo de 1909.

[7] Dreiser es el autor de la novela Sister Carrie, publicada por primera vez en 1900.

[8] Este es un error ya que el mismo Charles menciona la fecha del 9 de agosto.

[9] Esto resulta curioso porque en su autobiografía hizo todo lo contrario y utilizó nombres ficticios.

[10] Se trata de The Independent.

[11] Esto parece más bien uno de los cuentos de ficción de Fort.

[12] 32 cajas de zapatos en total, como apunta el propio Fort.

[13] Se pueden consultar en la Universidad de Pennsylvania en los archivos de la biblioteca, papeles y manuscritos de Theodore Dreiser.

¡HE DESCUBIERTO Z! (2 de 5 partes)

La historia de Charles Fort

EL FABRICANTE DE PARIAS

El problema no era la nueva madre de Fort. Blanche Whitney no se comportaba como la típica madrastra, antes bien llegó a la casa en 1887, cuando Fort tendría unos 13 años, tratando de hacerse amiga de sus hijastros. Fort mismo recuerda el primer encuentro de esta manera:

«»™¿Ustedes coleccionan estampillas?»™ preguntó nuestra nueva madre. «˜Si ustedes me dicen dónde conseguirlas, iremos ahora»™. Y todos juntos gritamos la dirección donde vivía un viejo coleccionista de estampillas. Y fuimos con el viejo coleccionista, intentando no ser demasiado codiciosos, haciendo honores a la admisión de nuestra nueva madre en la familia tan razonablemente como podíamos. Y entonces caminamos detrás de ella, pensando que sería de mala educación dejarla en la calle, aunque mucho deseábamos conseguir el nuevo álbum con nuestras estampillas nuevas.

«Y la primera cosa que dijimos entre nosotros fue, «˜Â¡ella es buena!»™ Denunciamos todo lo que habíamos mentido sobre ella. Y la defenderíamos; y seríamos caballerosos. Todos excitados. ¡Qué no haríamos!

«El «˜otro niño»™ no tenía nuestra precipitación y entusiasmo, sólo asintió y dijo, «˜ella es buena»™».

El problema era el temperamento del propio Fort. Hay una escena en el capítulo 5 que refleja el carácter caprichoso de Charles Fort. Después de algunas travesuras Charles es detenido por su padre quien le pregunta:

«¿Porqué hacen estas cosas malas?

«»™Sólo por diversión»™. Nuestro cuerpo tieso no estaba allí; estábamos en alguna parte, o habíamos dejado de existir.

«Pero, aunque no estábamos allí, podíamos sentir que intentaban apoyarnos. Su mano estaba en nuestro hombro. Nosotros, que habíamos hecho mal, debimos haber llorado ruidosamente, debido a su amabilidad, sólo que, no estábamos allí.

«»™Ahora, dime; intenta pensar y no te asustes; ¿porqué haces esas cosas malas?»™

«Nuestros labios dijeron, «˜sólo por diversión»™[1]. Nos pegaron salvajemente; la sangre salió de nuestra nariz. Entonces sí estábamos allí.

«La señora Lawson[2] dijo, «˜la nariz de Toddy sangra tan fácilmente»™.

«Salieron; pero estábamos allí. Uno salvaje, nosotros enojados. Corriendo por las escaleras, nosotros todos sangrados. Corriendo a nuestro cuarto. Arrojándonos sobre la cama, frotando nuestra nariz sobre la colcha. Una bestia sucia, rastrera, pequeña, enloquecida por hacer daño, como la única manera de vengarse. Frotando nuestra nariz en los visillos, haciendo de la recámara un cuarto de horror. Llorando con gorjeos histéricos sin preocuparnos por nosotros. De hecho, deseando que nos mataran, porque el suicidio había estado en nuestra mente a partir de los días más tempranos. Golpeando nuestra nariz para renovar la fuente; pero la verdad es que la nariz sangrante era una dolencia para nosotros. Pero, al igual que los dolores y la respiración agitada, todo fue pasando poco a poco.

«En la mesa, no se nos permitió hablar; «˜Ellos»™ no podían oír nuestras voces. Una vez que, sentimos la tensión, reímos nerviosamente. Miraron sobre el periódico, diciendo, «˜!Quién es!»™ El «˜pequeño niño»™ guardó silencio. El «˜otro niño»™ contestó que él no había oído nada. Nosotros dijimos, «˜yo lo hice»™. La señora Lawson lo habría dicho de todos modos; deseábamos el crédito por la verdad.

«»™!Ve arriba!»™ Nosotros nos levantamos lentamente, comiendo la empanada mientras nos levantábamos. Nosotros nos levantamos pulgada a pulgada; la empanada iba abajo pulgada a pulgada. No podíamos dejar esa empanada. Y esto fue un desafío para «˜Ellos»™. Saltaron de su silla, nos cogieron por el cuello, nos golpearon en la cara con su mano abierta.

«Corrimos por las escaleras, pegando en las figuras del tapiz de la pared, empalmando nuestra cabeza contra la barandilla, intentando matarnos, mordiendo nuestros brazos, corriendo arriba y abajo del pasillo en frenesí. Salieron, y, cuando vinieron los otros niños arriba, nos inclinamos sobre la barandilla, dejando que la sangre goteara en el pasillo de abajo, para hacer daño. Sabíamos que era trabajo sucio; teníamos tanto sentido de la decencia como una persona mayor; solo que apenas éramos una pequeña bestia. Los otros niños maldijeron a su padre. Los tres hicieron los juramentos más viles que pensaron. Rogando que la muerte, en la forma más horrible los alcanzara…»

Edipo reencarnado en Fort. Había muy pocos días que no castigaran a Charles.

«Éramos a menudo profundamente religiosos. A menudo ansiosamente pensábamos en nuestros pecados, diciendo de rodillas nuestros propios rezos, sin decir los rezos formales dichos por la señora Lawson por la tarde. No perdía de vista nuestro comportamiento marcando en una pared la longitud del tiempo habíamos podido ser buenos. Había muchos cuartos de día, algunos medios días, y los grandes espacios en blanco nos animaban, e intentábamos conseguir días enteros o aún dos días para el expediente. Pero en nuestra creencia, había también incredulidad…»

Comprenderemos el porqué de esos castigos con la siguiente escena:

«Y entonces vendimos más alas de pájaros, porque hicimos una honda, buscando una tarde entera justo la clase correcta de madera, tirando a nuestros propios pájaros. En un árbol solitario con ramas bajas vimos nuestro primer pájaro azul, nosotros debajo, apuntando con entusiasmo feroz. El se agita y se va, y no habríamos podido sorprendernos más si un poco cielo azul hubiera caído a nuestros pies. Entonces tiramos a nuestro primer pájaro carpintero, vestido de puntos de polka y una capa roja, corriendo de arriba a abajo de un árbol, golpeando ligeramente como la señora Lawson en un cristal de la ventana.

«Pero parecía vergonzosamente derrochador cortar las alas, el cuero cabelludo, y la cola, pensando que se verían muy presentables si los montamos en tarjetas blancas. Nosotros éramos un espíritu que íbamos a hacerlo mejor, así que intentamos rellenar los pájaros, haciéndolos cosas de cuello largo, arrugado y de patas tiesas. Pero al practicar con muchos gorriones, llegamos a ser tan expertos con la honda que podíamos tirar una pequeña bola de plumas que caían de un alambre del telégrafo casi cada vez. Picos que se abren desamparadamente ante nosotros; las alas inútiles se separan hacia fuera, pegando débilmente sobre la tierra, nosotros ferozmente exultantes, no teniendo nada de compasión, aunque para terminar el sufrimiento, romperíamos cuellos sin dañar la piel.

«Aprendiendo a dejar el cráneo después de limpiarlo y rellenarlo con algodón, haciendo los ojos como los ojos de las estatuillas, llenando huecos con algodón, aprendiendo a cortar la piel debajo de una ala, para preservar el pecho. Finalmente, podríamos rellenar un pájaro tan grande como una paloma, de modo que las plumas fueran lisas y tuviera su propia forma, aunque tuvimos menos éxito en montar pájaros en alambres. Descuidando nuestros estudios de la escuela, incapaces de centrar nuestra mente en ellos, pero pasando muchas hora estudiando historia natural, teniendo muchos libros, nombres latinos que aprender y las clasificaciones bajo las cuales clasificar a todas las criaturas, leyendo las vidas de los grandes naturalistas. Haciendo etiquetar cada espécimen, como en un museo verdadero. Muchacho con una prensa que imprime etiquetas. En el mundo mineral, podríamos encontrar pocos especimenes, no mucho más que formaciones de arcilla y pedazos de piedras, de exterior feo pero de interior maravillosamente blanco o rozado. Para nosotros había una ciudad pavimentada con mármol; sólo que el mármol no aparecía. Nada se mostraba sólo marrón amarillento; pero los tintes del arco iris estaban debajo. Entonces, en nuestra notable ciudad, otras calles fueron tachonadas con piedras preciosas; por bloques de granito, después cavaríamos los granates minuciosamente. Sin embargo, hicimos una gran colección de minerales, adquiridos por compra o trueque. Toda clase de minerales de hierro; el que se desmenuza, la clase negra, la hematita roja, y las piritas de hierro que parecen oro; mineral de cobre en muchos tipos de verde; cristales, espato, ágatas; muchas piedras…»

EL CONDENADO DE CHARLES FORT

Las cosas se complicaron cuando se volvió adolescente. En el capítulo seis nos cuenta varias aventuras que muestran su sadismo irreflexivo:

«Entonces conseguimos una escopeta de aire comprimido; cuando esa escopeta de aire comprimido estuvo en nuestras manos no tuvimos ningún instinto civilizado y nuestra mente no podía pensar en nada más que intentar matar. Viendo un petirrojo fino en un prado, saltando alrededor, disparamos hacia su pecho. Había gente en la piazza, pero saltamos la cerca, nos arrodillamos y apuntamos. Una mujer gritaba; un jardinero caminaba hacia nosotros; otra mujer nos imploraba que no disparáramos. Matamos al petirrojo…

«A veces hacíamos negocios muy buenos. Veníamos a casa en la noche con una docena de pájaros muertos, algunos de ellos raros, un tángara escarlata y un oriol de Baltimore y un bobolink entre ellos. Que pelaba y rellenaba hasta tarde en la noche, el «˜otro niño»™ que «˜viajaba»™ por nosotros, yendo con los coleccionistas que llegaban a ver nuestra mercancía el día siguiente, porque de todos los muchachos nosotros sabíamos que solamente Mac Dobson podía rellenar pájaros como nosotros, y él había pasado su interés a las colecciones. Los venderíamos a ochenta centavos quizás; cuarenta en efectivo, veinte a crédito seguro y el resto en malas deudas…

«Biff Allen era un joven al que le gustaba estar con los hombres grandes. Nos gustaba estar con las personas mayores, y charlar seriamente con ellas; pero Biff pasaba mucho tiempo en la comisaría de policías, boxeando con nosotros, y una docena de policías en mangas de camisa que nos miraban. Nos golpeábamos hasta que nos cansábamos y no podíamos levantar las manos, y, los policías se apretujaban alrededor de nosotros, incitándonos. Pero no nos gustaba esto; nos agradaba y entusiasmaba la lucha y estábamos orgullosos de nuestra reputación como combatientes, pero luchar deliberadamente para el disfrute de otros hacía que sintiéramos una pérdida de dignidad de modo que nunca regresamos a la comisaría de policía. En el establo de Snyler teníamos peleas de gallos; Biff sostenía un «banty» y nosotros sosteníamos otro golpeando sus cabezas entre sí para hacerles luchar. Nos gustaban las peleas de gallos mucho pero había algo que no podíamos hacer en un establo. Cuando realmente queríamos tener una verdadera lucha, sacudíamos dos gatos en una bolsa».

En el capítulo 9 vemos el origen de la extraña escena que relata en Wild Talents y que es muestra de su singular «lógica»:

«Y entonces nos obligaron a ir al almacén también los sábados. Peor era venir. ¡Nos hicieron trabajar! Enviándonos arriba, al desván, a raspar las viejas etiquetas de las latas y engomar nuestras propias etiquetas nuevas. ¡Nos hicieron trabajar!

«Éramos infelices y el «˜otro niño»™ era absolutamente infeliz. Nosotros resentidos raspábamos descuidadamente; el «˜otro niño»™ raspaba tan bien como podía. Nosotros nos rebelábamos y quejábamos y evadíamos; el «˜otro niño»™ se rebelaba y se quejaba pero raspaba tan bien como podía. Nos sentamos en una esquina; el «˜otro niño»™ trabajaba. Entonces no quiso hablarnos, porque hicimos que él hiciera todo el trabajo. ¿Pero por qué debe cualquiera de nosotros trabajar excepto solo para tener algo de dinero y salir de un apuro? ¡Cómo somos perezosos odiamos el trabajo! El «˜otro niño»™ raspaba tan bien como podía, negándose a hablar».

El lector de Wild Talents recordará esto en el proceso de re-etiquetado, en donde Fort pega etiquetas de melocotón en otras frutas y vegetales, «como un científico». Si no lo recuerda o no ha leído Wild Talents, extraemos esta escena del capítulo 3 de este libro:

«En días de antaño, cuando era un joven especialmente perverso, mis castigos eran ir al almacén, los sábados, a trabajar. Tuve que raspar etiquetas de otros distribuidores de las mercancías en conserva, y pegar etiqueta de mi padre. Teóricamente, me forzaron a trabajar para enseñarme los errores de manera engañosa. Unos buenos palos te corrigen, y te llevan por el camino recto y estrecho, sin desviarte.

«Una vez tenía pirámides de mercancías enlatadas, conteniendo una variedad de frutas y de vegetales. Había utilizado todas las etiquetas menos las de los melocotones. Pegué etiquetas de melocotones en las latas de melocotones, hasta que llegué a los albaricoques. Y pensé ¿acaso no son los melocotones unos albaricoques? Y hay ciruelos que son virtualmente albaricoques. Fui, malo, o científico, pegando las etiquetas de melocotón en las latas de ciruelos, las cerezas, frijoles y chícharos. No puedo definir absolutamente mi motivo, porque hasta este día no se ha decidido si soy un humorista o científico. Pienso que era travesura, pero, más adelante vendrá un reconocimiento más respetuoso de que también era un procedimiento científico».

Esto mismo lo había descrito en The Book of the Dammned:

«Estudié todas las artes y ciencias de las que había oído hablar, e inventé media docena más de ellas… Las pegué en los botes de melocotones hasta que llegué a los albaricoques. Y pensé: ¿acaso los albaricoques no son melocotones? Y algunas de las ciruelas, ¿no son también albaricoques? En vista de lo cual me puse concienzuda o científicamente a pegar mis etiquetas de melocotones en los botes de ciruelas, de cerezas, de frijoles, y de chícharos. Ignoro aún cuál era mi motivo, y no he llegado a decidir si era un sabio o un humorista».

¿O un loco? Antes de decidir veamos lo que escribe al inicio del capítulo 4 de Wild Talents:

«Ninguna botella de salsa de tomate puede caer de una vivienda en Harlem que está siendo desalojada, sin ser notada -no solamente por la gente indignada abajo, sino -aunque infinitesimalmente- universalmente -quizá-.

«El precio de las pijamas en Jersey City se ve afectado por el mal carácter de una suegra groenlandesa o por la demanda en China de cuernos de rinoceronte para la curación de los reumatismos; ya que todas las cosas son continuas, están unidas entre ellas con una homogeneidad subyacente. Y de ahí la lógica subyacente del chiquillo, culpable de muchas cosas, salvo de haber oído pronunciar un silogismo, y que pegaba una etiqueta de melocotones en un bote de frijoles. La relación de las cosas entre sí es tal, que la diferencia entre un fruto y lo que se ha convenido en llamar legumbre permanece indefinible. ¿Qué es un tomate: un fruto o una legumbre?».

Fort mismo admitía que aunque todas las cosas son continuas también hay una «discontinuidad». Él lo expresaba en su forma característica. «Es imposible, decía, decir que ciertas formas microscópicas de vida son animales o plantas, pero eso no significa que no podamos distinguir entre los extremos de un hipopótamo y una violeta. Nadie enviaría un ramillete de hipopótamos como regalo».

Pasando a los juegos y otras actividades del interés de Fort mencionemos aquí los juegos de guerra que jugaba con su hermano Clarence y que tiempo después daría lugar a un complicado juego, inventado por el mismo Fort, llamado «Super Checkers» (algo así como «súper inspectores»). Es ampliamente conocida la fotografía en la que aparece Fort en una pose meditabunda frente a una mesa que pareciera tener un mantel a cuadros. En realidad se trata del tablero de juegos, pero no de ajedrez, sino de «Super inspectores». Cuenta Fort en Many Parts:

«Los soldados de papel habían marchado en nuestras vidas. Nosotros y el «˜otro niño»™ llevaríamos lejos al «˜pequeño niño»™, y él caminaría alrededor del patio mientras peleábamos con nuestros soldados. Y entonces hubo batallas. Cada uno deseaba los soldados vestidos de azul, porque eran los americanos. Los casacas rojas eran los Británicos…»

«Lanzábamos las cubiertas de los libros al otro ejército, tomando como presos todos los que tiráramos. Sentíamos un deseo de individualidad entre nuestros soldados, recordando y siguiendo las carreras de algunos, promoviéndolas y exaltándolas después, siempre que merecieran ser honradas. Queríamos que parecieran verdaderos; así que escribimos nombres en sus espaldas para hacerles personajes de la gran historia militar que vivían. Dándoles marcas, que eran medallas, siempre que hicieran cosas notables tales como aterrizar en sus pies cuando fueran golpeados y lanzados a través del cuarto. Pero el «˜otro niño»™ era severo con nuestros héroes cuando eran apresados; siempre que los suyos no pudieran vivir, él los degradaría, los colgaría, o quemaría en la estaca. No podíamos ver a nuestros héroes hechos de papel común como el resto; cuando eran deshonrados, fingiríamos no ver, aunque nos molestábamos con nuestros favoritos».

La practica de marcar los soldados con honores por sus logros en las batallas, la repitió Fort en su juego de Super Inspectores en donde «marcaba» a los hombres. Este es el mismo espíritu del «somos propiedad» en donde Fort mencionaba que había entidades superiores que regían el destino de la humanidad, «marcando» a los hombres. También nos recuerda los modernos relatos de abducciones en donde los extraterrestres «marcan» a sus víctimas para darles seguimiento y poder raptarlos una y otra vez. Pero la raíz de todos estos cuentos estaba en la mente de un niño desequilibrado. Todo se limita a un extraño, curioso y complicado juego de mesa.

«Remar. Nos gustaba muy poco remar ya que se tenía que hacer cierto esfuerzo. Jugamos al béisbol como los otros pero sobresalimos en la natación. De hecho, nos apodaban «˜Froggy»™. El cuál no volvimos a usar, aunque el resto de los apodos nos enfurecían, pero «˜Froggy»™, parecía un título honorífico».

Le gustaba que le dijeran «ranita», pero nunca aceptó el apodo de «la foca del Bronx». Tampoco le gustaba trabajar en la tienda de ultramarinos:

«Nuestro abuelo a menudo nos preguntaba qué queríamos ser cuando creciéramos. Lo cuál nos molestaba, porque no sabíamos que podríamos decirle. Preguntaba, «˜¿Ya te has decidido?»™ Nosotros estúpidamente contestábamos, «˜no sé»™. Pero una vez le dijimos directo. Diciendo que nos gustaría ser naturalistas. Nuestro abuelo parecía desconcertado; salió, por su diccionario, pensamos nosotros, entre un garrafón y un jarro, con una pintura del gran canal sobre él. Regresó, pareciendo desconcertado. La definición no lo satisfizo evidentemente; los naturalistas se ocupan de los pájaros y de los animales pero no en forma de latas de conserva. Nuestro abuelo parecía dolido, porque él tenía sus propios sueños, y los nuestros lo alarmaron. Los cuáles eran una gran tienda de comestibles fundada por él, yendo por generaciones, su nieto más grande cierto día sería la cabeza de la familia e importante entre barriles, cosas en botellas, y cosas en latas…»

En la foto de entrada podemos vera Fort jugando una partida de Super Checkers.

Mostramos nuevos grabados e ilustraciones forteanos, como el que se refiere a la lluvia de sangre que, supuestamente, ocurrió en Provence Francia en julio de 1608. O la lluvia de peces en Transilvania, siglo XVIII.

John Lewis, empleado de un aserradero, recibió una lluvia de pececillos el 9 de febrero de 1859, en Mountain Ash, Gales. La ilustración es de Charles Tomlinson.

En 1861 se registró una lluvia de peces sobre las calles de Singapur. Los vecinos llenaron varias cestas con ellos.

El Illustrated London News publicó una ilustración el 24 de julio de 1827 que refiere la historia de unos campesinos de Denbighshire, Gales, quienes afirmaron haber visto volar media tonelada de heno.

Los reportes de lluvias de piedras también son muy comunes. En el clip podemos ver una ilustración al respecto.

Edward Mootz, de Cincinnati, revisa su durazno marchito debido a una lluvia roja que cayó el 22 de julio de 1955.

Un policía de Capitolia, California, observa numerosos picotijeras que cayeron del cielo.

Fotogramas de la película Magnolia.

El video se cierra con un dibujoo de George Cruikshank, titulado «Very unpleasant weather… Raining Cats, Dogs and Pitchforks», en donde se satirizan las ideas de Charles Fort.

Continuara…

[1] Esta escena será clave en la vida de Fort. Hay que mantenerla en mente hasta el final de esta serie, porque nos muestra que lo que hizo fue sólo por diversión.

[2] Se trata de la institutriz o del ama de llaves.

¡HE DESCUBIERTO Z!

La historia de Charles Fort (1 de 5 partes)

Más que un reformador de la Ciencia, Charles Hoy Fort fue un escritor visionario, en el sentido peyorativo, que abrió las puertas al mundo de lo insólito y lo extraordinario. Fort era un hombre de aspecto bonachón, grueso, de poco pelo, que usaba anteojos con montura de hierro, cuello muy corto y bigotes espesos y negros[1]. No es tarea fácil intentar una biografía de este personaje inconformista, iconoclasta, atrevido, incongruente e incluso absurdo, que reunió en sus libros un amasijo de datos más o menos extravagantes. El mismo Fort escribió:

«Escribir que soy un hombre de edad indefinible, bajo, regordete, con bigotes de morsa y gafas de montura metálica, rostro bonachón y mirada perdida en el infinito, no conduce en nuestro estado intermediario, absolutamente a nada. Decir que nací en Albany, estado de Nueva York, el 9 de agosto de 1874, que mis padres poseían una pequeña tienda de comestibles y ultramarinos en la que trabajé durante varios años, que ejercí simultáneamente el periodismo y la taxidermia, y que lo abandoné todo para dedicarme a coleccionar hechos extraños arrojados del seno de la ciencia por unas mentes encallecidas, es reunir una serie de datos positivistas que pueden ser aplicados a cualquiera; ya que cualquier persona es continua con todos sus semejantes, y todos los datos correspondientes a un ser determinado son hechos de una historia común a toda la humanidad, puesto que en nuestra cuasi-existencia cualquier persona puede ser baja, regordeta, con bigotes de morsa y gafas de montura metálica, tener rostro bonachón y mirada perdida en el infinito, cualquier persona puede haber nacido en Albany en 1874 y descender de los propietarios de una tienda de ultramarinos».

Su biógrafo Damon Knight lo describe de esta manera: «Tenía la corpulencia de una morsa… era un hombre muy pacífico y sedentario. Vivía apaciblemente con su esposa, y casi nunca salía ni recibía visitas… pasaba las mañanas trabajando en su casa, y las tardes en la biblioteca».

El fundador de la dinastía Fort fue Peter Van Vranken Fort, de extracción holandesa. En los escritos de Fort se menciona a una tía abuela que bien pudo ser hermana de Peter. Charles Fort recuerda un viaje a un hotel de Saratoga donde vivía esa tía abuela a la que le gustaba jugar a las cartas.

Su abuelo Peter se casó dos veces, pero se desconoce el nombre de su primera esposa. Estos abuelos tuvieron dos hijos, Lil y Will. La primera se casó con John Delehanty, también de Albany, «bajo circunstancias muy románticas en la iglesia Madeleine, en París. Una niña resultó de esta unión, Ethel. La unión terminó infeliz, Lil sacudió su sombrero sobre el molino de viento, y más adelante se divorció de su marido», escribió el propio Charles Fort. Se sabe que este John Delehanty llegaría a ser fiscal del estado.

Por su parte Will Fort se casó con Ana Baillie, de Albany, con quien tuvo una niña a la que pusieron por nombre Marian Fort.

Luego de enviudar Peter Fort casó con Catherine Farell, de Brooklyn, con quien engendró a Frank Fort y a Charles Nicholas Fort[2], el padre de nuestro personaje.

Frank se casó con Margaret Downey o Dowling -o algo similar- de Baltimore. «Dos niños resultaron de esta unión, Mortimer y Pauline. La familia vivió en Nueva York, en la West End Avenue, durante cuarenta y cinco años[3]«.

El padre de Charles Fort era el más joven de los hijos de Peter, pero cuando este último murió, al parecer a principios de 1896, Charles Nicholas, dirigía la tienda de comestibles y ultramarinos.

Charles Nicolás Fort, como su padre, también se casó dos veces. La madre de Charles Hoy Fort se llamaba Agnes Hoy. La segunda se llamaba Blanche Whitney.

Charles Nicholas, engendró con su primera esposa a Charles Hoy, a Clarence N. Fort, y a Raymond V. Fort, en ese orden, comenzando con nuestro Charles, quien nacería el 9 de agosto de 1874[4].

MUCHAS PARTES.

Charles Fort escribió un libro autobiográfico que nunca se publicó. El manuscrito[5] tiene por lo menos 261 páginas de las cuales la mayoría están perdidas. Sólo quedan 76. La última página todavía existente, es un fragmento de la número 261. No se sabe cuantas páginas seguían. Lo que queda de este manuscrito de Fort comienza en la página 12. Las que la precedían están ahora perdidas. Los fragmentos que quedan cubren el periodo de 1880 a 1891, cuando Fort tenía de 6 a 17 años de edad. El estilo es todavía más difícil de leer de lo que nos tiene acostumbrados Fort. Hay que considerar que fue escrito a la edad de 24-25 años.

Charles Fort comenzó a escribir su autobiografía en 1899, luego de una visita, que generó muchos conflictos, a su hermano Raymond hacia 1892, cuando la mayor parte de sus familiares aún estaban vivos. Este manuscrito, titulado Many Parts[6], fue su primer trabajo de gran envergadura pues ya había escrito relatos humorísticos cortos y algunas contribuciones para los periódicos. Fort rescribió Many Parts más de una vez.

Mucho después Fort menciona la época en que escribió su autobiografía: «De sept. de 1899 hasta sept. de 1904, el metafísico ha interferido y cubierto la espalda al escritor. Mi libro Many Parts fue simplemente el trabajo de un inmaduro metafísico, psicólogo, sociólogo, etc. Tratando de expresarse en una historia. También el individualismo, o el estilismo, no solo interfirió y me hizo no fácilmente legible, pero me dio la satisfacción o elación que apoyó desarrollos subsecuentes».

En efecto, Many Parts es difícil de leer no sólo por el extraño estilo de Fort (que luego puliría en sus libros más conocidos), sino porque describe a los personajes refiriéndose a ellos de una manera poco común. Él mismo se presenta como «nosotros»; «Ellos» es el término aplicado invariablemente al padre del escritor, Charles N. Fort (aunque al final del libro lo mezcla con «Nick»); la «madrastra» es Blanche Whitney; el «otro niño» es Raymond Fort; el «niño pequeño», Clarence Fort; el «abuelo», Peter van Vracken; el «otro abuelo», John Hoy; su tío materno John S. Hoy es «Nick»; «Martha» es su madre, Agnes Fort; hay una «tía abuela» de Saratoga a la que le gustaba jugar a las cartas; e incluso el primer periódico que le publico sus trabajos, el Argus de Albany, es mencionado como el «Demócrata». Nadie es presentado con su verdadero nombre y la lectura del manuscrito, que ofrece obstáculos a cada momento, se hace insoportable.

Su madre, Agnes, murió poco después del nacimiento de Clarence, cuando éste tenía un año y medio, mientras Charles Fort acababa de cumplir los 6, en 1880. En el manuscrito sólo hay una mención a «Martha». Pero a la «madrastra» se le menciona frecuentemente, principalmente por su trágica perdida de la visión.

Los caracteres, disfrazados con nombres falsos muestran a un Fort que no se preocupaba mucho por los elementos de una biografía verdadera, insistiendo en recordar su niñez y juventud en su propio estilo literario. No interesa la verdad ni los hechos, sólo el ego y la vanidad. Este sería su estilo característico utilizado en sus libros. Algunos fragmentos del capítulo 1:

«Estábamos a una milla de la familia: la bruja y el hombre loco y las dos viejas criadas. Preguntándonos lo que debíamos hacer para ser conocidos…

«Nos permitían jugar en la calle muy poco. Pasábamos mucho tiempo en el piso superior, que estaba lleno de columpios y un balancín para nosotros. …íbamos al parque cada tarde soleada…

«Un viejo nido. Subimos por él. Pusimos el viejo nido en nuestro bolsillo; los pájaros lo habían construido; alguna vez los pájaros habían vivido en él. Pero deseábamos un nido con huevos; pensábamos que en el campo había nidos en casi todos los árboles. Entonces corríamos de árbol en árbol, buscando nidos con huevos. Salpicándonos de lodo; sin ver el fango en nuestra excitación. Entonces alguien vino por nosotros, y nos condujo de nuevo al hotel, donde nuestro abuelo, aunque de clase, nos reprendió, ya que temía que nunca seríamos buenos hombres de negocios. Deseábamos ser buenos hombres de negocios; en nuestro medio teníamos la creencia de que los doctores, abogados[7], y otros estaban en una escala más baja de los que vendían comestibles, exceptuando los que lo hacían al mayoreo, por supuesto. Esperábamos ser un socio algún día, como «Ellos»[8] lo habían sido, o, incluso mejor, viajar para la compañía. Pero en todo alrededor había destellos y susurros de algo que parecía maravilloso y más significativo para nosotros. Oíamos y nos sentíamos en esa primera huerta y en nuestro recuerdo de la huerta. Cada paisaje de un lago o pradera nos decía cosas extrañas. No debimos haber expresado la herejía, pero sentimos que había un nivel más elevado de vida que el de un distribuidor de tiendas de comestibles. Aunque no sabíamos absolutamente cuál era, había algo que deseábamos en las cosas que no tienen nada que ver con las ciudades y bueno, los hombres de negocios».

Many Parts fue prologado y editado por Tiffany Ellsworth Thayer para su publicación. Nadie sabe qué ocurrió con el manuscrito y sólo se supo de él hasta que el escritor de ciencia-ficción Damon Knight publicó su trabajo sobre Fort[9]. Luego volvió a extraviarse y no fue sino hasta 1989 que un seguidor de Fort, Mr. X, lo encontró en la George Arents Research Library en la Universidad de Syracuse en Syracuse, Nueva York, dentro de los archivos de Damon Knight. Como se ha dicho sólo quedan 76 páginas de una obra de más de 261, dividida en 15 capítulos. Fragmentos del capítulo 4:

«Alguien descubrió que nuestra vista era pobre. Se explicó que habíamos dañado nuestros ojos con demasiada lectura. Esto no era verdad, pero entonces parecía más encomiable dañar ojos o perder una pierna en un accidente que nacer con defectos. Así que nos enviaron a que nos examinaran los ojos. Unos lentes como faros de automóvil en nuestros ojos; miramos las letras grandes y pequeñas asombrosamente negras y claras. Éramos un muchacho vestido con lentes y desdeñado por sí mismo. De los muchachos que conocíamos, los que usaban lentes parecían generalmente débiles y no de la clase de la cual estábamos hechos. Nos dijimos que usaríamos los lentes solamente para mirar. Pero cuando salimos, sabíamos que los lentes habían venido a quedarse. Nosotros habíamos vivido en una niebla y no lo habíamos sabido. Estábamos en un mundo diferente; los árboles no eran lo falto de definición como los habíamos pensado; cada hoja era nítida y contorneada; los objetos a la distancia eran más pequeños, porque se distorsionaban, pero de nuevo eran más claros, limpios; todo era tan diferente como una fotografía de un burdo bosquejo…

«Sobre coleccionar. Compramos alas de pájaros a un muchacho que vivía en el campo pero que venía a la escuela cada día. Encontrar un viejo almacén en donde, por muy poco, podíamos comprar estrellas de mar, erizos de mar, conchas, y frijoles de mar con manchas negras, grandes, grises unas y marrones otras. Relatos de tierras lejanas; relatos de tormentas, o palmeras en playas coralinas, profundidades marinas y tierras extrañas; todo lo contaba el sonido de las conchas y el olor de la sal de estas cosas del mar…

«Pasando mucho de tiempo en la lectura, dando vueltas por la tarde para ver a nuestros parientes, porque nos gustaba leer, y porque tenían libros. Nuestro abuelo era un hombre de poca educación, pero tenía, en alguna parte, además de todo lo que le hizo ser un «buen hombre de negocios», un interés por los libros. Tenía su biblioteca al lado del comedor, con libros tales como los trabajos de Carlyle y de Ruskin. Estos libros eran brillantes y se veían como nuevos. En el almacén, tenía dos oficinas privadas; una, donde atendía sus propios asuntos, porque poseía muchas casas, y prestaba dinero, usureramente, como lo supimos cuando fuimos más grandes; y arriba su oficina realmente privada, donde, con sus amigos, inventó y bebió bebidas extrañas en grandes cantidades. Aquí estaban los libros que leyó; biografías e historias, pero los libros de viajes en número más grande; por lo menos media docena que se ocupaban de la exploración del Ártico; diccionarios, pinturas de valor en las paredes. Una tarde nos enviaron con él; estaba leyendo un libro voluminoso, una bebida rosada a su lado, una bebida amarilla en el otro. Nos preguntó lo que sabíamos sobre la aurora boreal. Y estábamos impacientes por decirle, pero él tuvo que salir[10]…»

Aquel niño nacido en Albany, Nueva York, fue un niño inquieto que coleccionaba timbres postales, minerales, pájaros e insectos. Cursó sólo hasta la secundaria y durante algún tiempo fue periodista y embalsamador de pájaros y mariposas.

«Repasamos nuestra geografía, y deseamos tener una piedra u hoja o cualquier cosa de países extranjeros, hasta que encontramos que coleccionar estampillas era lo que deseábamos. Enviamos a Nueva York por mil, estampillas clasificadas. Vino un paquete abultado; las caras de reyes cayeron al piso en una lluvia de colores. Estábamos en Francia con las estampillas francesas; Napoleón, la Bastilla, la Revolución en el aire sobre nosotros. Estábamos en medio de castillos y de escenas de batalla en Alemania e Inglaterra. Aquí estaba una estampilla que realmente había estado en la inmensidad de la India, tropical, bárbara. Una estampilla que expresaba las maravillas de los largos viajes en el misterio y romance de Australia. La vida tenía más y más significados…

Según las memorias del propio Fort, él y sus hermanos eran más que traviesos: insoportables.

«Siempre acusándonos el uno al otro. Diciendo cada pequeña cosa, satisfechos de ver que castigaban al otro, lo que nos hacía sentirnos virtuosos. Haríamos el trabajo de detective para coger al «˜otro niño»™ cuando se robaba el pastel, de modo que pudiéramos acusarlo. Y los otros, también nos atrapaban en nuestras travesuras, y gritaríamos juntos, «˜!Te vamos a acusar!»™ Y nos chantajeábamos el uno al otro. Diciendo, «˜si no me das tu caramelo, diré lo que hiciste el otro día»™. Teníamos cuadernos con los cargos escritos en ellos. Cada uno tendría a veces una lista larga de ofensas; pero las travesuras se podían cancelar; si el otro niño decía que habíamos jugado con Biff Allen[11], podíamos decir que él había desenterrado las plantas en el patio.

«»™Te voy a acusar»™, diría el «˜otro niño»™; y miraríamos nuestro cuaderno para ver lo que podía decir…»

Años más tarde un incidente con un pastel haría que Charles Fort abandonara la casa paterna. Una versión de esta historia la contó su viuda Annie Filling al escritor Theodore Dreiser en septiembre de 1933:

«Charles era un niño salvaje, a él no se le podía decir lo que tenía que hacer, él hacía lo que quería… Ellos tenían una madrastra, y vivían en una casa hermosa en Albany… Una noche Charlie llegó a casa a las 10, y encontró que estaba cerrada. La casa tenía una gran puerta con cristales rojos, y él tomó una piedra y rompió cada pedacito del cristal. Le hicieron dormir en el sótano con los criados, y al día siguiente, cuando subió, no lo dejaron desayunar con la familia durante una semana. Prohibieron a los criados pasarle cualquier cosa, pero al otro día, cuando llegó el pastel, él hizo un gancho de una placa, y la madrastra intentó alejarlo de él. Charlie tomó el pastel y lo lanzó a su madrastra. Entonces hubo una pelea. Charlie fue con su abuelo, y su padre tuvo que pagar su manutención hasta que se hizo adulto, y entonces Charlie se fue al extranjero. Así fue cómo se fue lejos».

No sabemos a qué edad ocurrió esta partida, pero en una carta de Fort escrita en 1915 afirma que vendió algunas notas a un periódico de Nueva York «cuando tenía 17 en Albany», y a los 18 (1892) contribuyó «a la edición del World de Brooklyn», y a los 19 (1893) se convirtió en «redactor» de un periódico nuevo, The Independent de Woodhaven, publicado en o cerca de Jamaica Long Island. En ese sentido Tiffany Thayer reflexiona al respecto:

«Ahora bien, las contribuciones al periódico de N.Y. e incluso a la edición del World de Brooklyn se pudieron haber hecho por correo, pero para editar un periódico en Long Island -incluso un semanario- Fort debió haber vivido en la vecindad.

«La copia del artículo más temprano que tenemos es del Journal de Nueva York, del 27 de abril de 1897, pero unos anteriores seguramente se han perdido, porque Fort estaba muy involucrado en ese tiempo, y se ha sabido que vivió en la ciudad de Nueva York por más de un año. Él recibió correspondencia en la 170 East 32nd Street, fechada en julio 21 de 1896. Es una postal, en donde se lee: «˜Fort: estamos en la avenida Columbus número 32 «“ Cor 75th quédate ahí- Christopher»™.

«No tengo idea de quien era Christopher solamente sospecho que era un pariente o un amigo de Albany».

En el clip que se anexa se pueden ver diversas fotos de Charles Fort, «La Foca del Bronx», en su juventud y hacia el final de su vida.

Vemos una de las típicas tiendas de ultramarinos de finales del siglo XIX, como la de los padres de Fort.

También podemos encontrar diversos grabados e ilustraciones de «lluvias insólitas», como las que aparecen en el libro de Olaus Magnus, Historia de Gentibus Septentrionalibus (1555), en donde se muestran diversas lluvias de peces. O el grabado sobre madera de Expositio Canonis Misse (1496), del Obispo Odo de Cambrai, que muestra la escena bíblica de la caída de maná.

Varias otras ilustraciones se ocupan de este tema (Éxodo 16.4-36), pero también de la lluvia de piedras que cayó sobre los amonitas, cuyo relato lo podemos encontrar en el Libro de Josué. O la invasión de ranas mencionada entre las plagas de Egipto.

Entre las lluvias de objetos insólitos está la clásica lluvia de fuego mencionada en la Biblia.

Hay, también dos grabados de 1557 que muestra una lluvia de cruces ocurrida, supuestamente, en 1503, y otra de lingotes de hierro caidos sobre una aldea de Basilea, Suiza.

Continuara…

[1] Theodore Dreiser lo comparó con Oliver Hardy. Louis Pauwels y Jacques Bergier decían que tenía los mismos bigotes que Gurdjieff.

[2] O Charles Nelson Fort, como mencionan otros biógrafos.

[3] Hacia 1910.

[4] Otros, como Tiffany Thayer, apuntan que el nacimiento fue el 6 de agosto, pero como hemos visto, el mismo Fort menciona el 9 como fecha de su nacimiento. El error de Thayer proviene de una entrevista que le hizo a Raymond Fort, hermano de Charles. Quien menciona ese dato.

[5] Escrito hacia 1899.

[6] Probablemente el título proviene de la obra de Shakespeare As You Like It (acto 2, escena 7, línea 142): «And one man in his time plays many parts, his acts being seven ages»; Pero, curiosamente, también podríamos mencionar los «muchos fragmentos» que quedan de este manuscrito de Fort, las «muchas piezas» de literatura científica que Fort utilizó en sus escritos y las «muchas partes» que dio a luz este género literario.

[7] Parece que había una pugna entre las familias Fort y Hoy en definir quién estaba arriba en la escala social: los abogados o los vendedores de ultramarinos. Este podría ser el origen del desprecio de Charles Fort por la Ciencia y la Cultura.

[8] «En el margen superior, enfrente de «˜Ellos»™, que representaba a su padre, Fort ha escrito «˜C.N.»™ tres veces». Nota de Thayer

[9] Knight Damon, Charles Fort: Prophet of the Unexplained, Doubleday & Co., Garden City, New York. 1970.

[10] Una nota de Thayer al pie del manuscrito dice: «En los márgenes de este MS, Fort ha hecho algunas anotaciones a lápiz en una fecha mucho más reciente, para identificar sobre todo los personajes. En la mención antedicha de su abuelo él ha escrito dos veces «P.V.» en el margen. Observe también los principios del interés de Fort en el Ártico y la aurora.

[11] Este Biff Allen (seguramente un nombre ficticio) era un chico adolescente que gustaba de relacionarse con tipos mayores de mala reputación.