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El destello verde (Final)

EL DESTELLO VERDE EN LA LITERATURA

Como ya hemos dicho, el primero en mencionar el destello vede fue Julio Verne en su novela Le rayon vert, de 1882. Verne se inclinaba hacia una explicación basada en la fatiga de la retina y en la observación de los colores complementarios:

«Los ojos experimentaban cierta fatiga para sostener el resplandor de su disco, teñido de rojo intenso reflejado por las aguas en un larguísimo reguero de luz…

«Ese Rayo Verde, que yo me obstino en perseguir, ¿no podría ser la banda de alguna Valkyria, cuya franja se arrastra por las aguas del horizonte?

«-¡Ah, no! «“exclamó Aristobulus Ursiclos-. ¡Eso no! Voy a decirle lo que es su Rayo Verde.

«-No lo diga «“se apresuró a responder miss Campbell-; ¡no quiero saberlo!

«-Pues se lo voy a decir «“insistió Aristobulus Ursiclos, completamente exaltado por la discusión.

«-Se lo prohíbo…

«-A pesar de su prohibición he de decirlo, miss Campbell. Si ese rayo, que lanza el Sol en el momento en que el borde superior de su disco roza la línea del horizonte, es verde, acaso sea porque al atravesar la delgada capa de agua se impregna de su color.

«-Cállese… señor Ursiclos…

«-¡Como no sea que ese verde sucede naturalmente al rojo del disco que ha desaparecido de pronto, pero cuya impresión ha conservado nuestro ojo, porque en óptica el verde es un color complementario!

«-¡Ah! Sus razonamientos físicos…

«-¡Mis razonamientos, miss Campbell, están de acuerdo con la naturaleza de las cosas «“respondió Aristobulus Ursiclos-. Precisamente me propongo publicar una Memoria sobre ese tema.

«-¡Vámonos, queridos tíos! «“exclamó miss Campbell, irritada con extremo-, ¡El señor Ursiclos con sus explicaciones acabaría por echar a perder mi Rayo Verde!

«Oliver Sinclair intervino entonces.

«-Me complazco en creer «“dijo- que su Memoria acerca del Rayo Verde será curiosísima, pero permítame que le proponga un asunto mucho más interesante todavía.

«-¿Cuál es? «“preguntó Aristobulus Ursiclos mirando con descaro al joven.

«-Es imposible que ignore que algunos sabios han tratado científicamente una cuestión tan palpitante como ésta: Influencia de las colas de pescado sobre las ondulaciones del mar.

«-¡Eh! ¿Qué dice?

Si ese motivo no le agrada, me atrevo a recomendar ese otro a sus sapientísimas meditaciones: Influencia de los instrumentos de viento sobre la formación de tempestades» .

Si no fuera porque se está burlando del estilo prepotente de los barones ingleses del siglo XIX, diríamos que Verne estaba planteando el «efecto mariposa», es decir, la influencia de la aleatoriedad en los sistemas dinámicos de comportamiento caótico

El joven pintor Oliver Sinclair se había enamorado de la señorita Elena Campbell, y tenía la suerte de ser correspondido. La parte de la novela que nos interesa para este trabajo concluye asÍ:

«Cuando por fin los expedicionarios pudieron contemplar, con toda su maravilla, el deseado Rayo Verde, únicamente, ellos, ambos jóvenes, no habían podido verlo porque en el momento en que el sol lanzaba su último rayo a través del espacio, sus miradas se cruzaban en un rayo de esperanza, color de esmeralda, olvidándose de todo en su mutua contemplación».

LE DESTELLO VERDE EN EL CINE

Sólo conozco una película que trata el tema tangencialmente. Se trata de Le Rayon Vert / Summer (Les Films du Losange, Paris, 1986) del director francés Eric Rohmer (Jean-Marie Maurice Scherer). Con: Marie Riviere, Issa Bonnet, Amira Chemakhi, Maria Couto Palos, Eric Hamm, Michel Labourre, Gerard Qvere, y Sylvie Richez. La fotografía fue de Philippe Demard.

El Rayo Verde es la quinta entrega, de un total de seis, de la serie de Rohmer «Comedias y proverbios». Para Rohmer el «rayo verde» involucra una leyenda, adjudicada a Verne, que dice que quién ve el rayo verde tiene un indicio del amor verdadero. Si lo ve una pareja al mismo tiempo, quedarán enamorados el uno de la otra. De una forma mágica descubrirán el amor al mismo tiempo.

La película cuenta la historia de Delphine (Marie Riviere), una secretaria que está bordeando los treinta años. No es una mujer que se pueda llamar guapa, y además es gris y poco brillante. Acaba de romper con su novio y se consuela con la idea de que va a partir de vacaciones con una amiga a Grecia. Pero la amiga la llama para cancelar el viaje. Ella no se decide a ir de vacaciones sola, vaga entonces por París, discute banalidades con sus amigas, llora a la menor provocación y por fin parte con una de sus amigas a Cherburgo. Después de tres días en el puerto normando regresa de nuevo a París. A continuación hace un breve viaje (un día de ida y vuelta) a la montaña y regresa de nuevo a París a errar por la ciudad sin rumbo fijo. Una amiga le presta el departamento de su cuñado en Biarritz. Allí parece que va a terminar sus vacaciones, aunque no sean muy excitantes. Parece evitar voluntariamente establecer una relación con alguien, sobre todo si es hombre.

Un día oye hablar a unos turistas de la novela de Julio Verne El Rayo Verde. Se entera que es un raro fenómeno que pocas veces es posible verlo porque se necesitan condiciones especiales, pero cuando se consigue verlo es posible leer los sentimientos propios y los ajenos.

Otro día encuentra a una turista sueca, una joven llamada Lena (Issa Bonnet) que es exactamente lo contrario de ella: guapa, atractiva, extrovertida, brillante, carismática. Le propone ir a ligar, pero cuando están con dos muchachos, Delphine sale corriendo. Decide regresar a París. En la estación de Biarritz encuentra a un muchacho que parece gustarle. Para su sorpresa y como si hubiera aprendido bien la lección de la chica sueca, ella se le lanza. Él la invita a San Juan de la Luz. Quizá con él podrá ver todavía el rayo verde.

Una adivina le había predicho que ese año el verde sería su color. Ella se viste de verde, se encuentra un naipe verde cuando va a ver a su hermana, que la invita a pasar unas vacaciones a la verde Irlanda y la gran revelación se da cuando oye hablar del rayo verde, al color del cual nacerá posiblemente el amor y esto es lo que da sentido al oui! que concluye el filme después de que Delphine ha leído el pensamiento de su compañero. La visión del rayo verde, finalmente, en las circunstancias en que se da, es para Delphine una auténtica liberación.

PONIATOWSKA Y EL RAYO VERDE

Elena Poniatowska nos dice en su cuento El Rayo Verde, publicado originalmente en la revista Vuelta de octubre de 1979, que aquel que vea el «rayo verde» será feliz toda la vida.

La protagonista conoce la leyenda del rayo verde, cuando era niña, a través de su madre:

«-Espéralo aquí.

«Las dentelladas ardientes el sol sobre mi piel empezaron a aflojarse. Se estaba metiendo. Yo tenía que ser feliz; esperaría l rayo toda la vida. La arena también dejó de arder; pude meter mis pies dentro de ella, sentirla resbalar caliente sobre mis piernas, sobre mi vientre. Era confortante. El rayo verde debía transmitir esa misma sensación de bienestar, de pertenencia. ¿No era eso la felicidad?»

Hacia el final de sus días, ya anciana, después de la tormenta, aquella niña sigue esperando al rayo verde:

«Imploro el milagro. Salí tan deprisa que olvidé el reloj. Han de ser cuarto para las cinco, diez para las cinco; en el horizonte surge un punto rojo deslumbrante, como el de un piquete de aguja en una carne tierna y sonrosada, un solo punto de sangre: cada vez se hace más intenso, no puedo despegar la vista de él; ahora es un coágulo, sí, eso es, tiene el color de la sangre fresca; cada vez se hace más intenso, se está incendiando; el horizonte está en llamas, el cielo ahora es anaranjado, un polvo de oro cubre el agua; no aguanto el fulgor de la hoguera, tengo que cerrar los ojos, apretarlos un segundo, apretarlos fuerte para hacerlos descansar; el rayo debe aparecer en el centro; el rayo debe aparecer en el centro del resplandor y no logro sostener la mirada. ¡Dios mío no me abandones! ¡Dame fuerza, permíteme hacerle frente a las llamaradas, déjame ver entre ellas el rayo verde, aunque sea el último acto de mi vida! Y de golpe, allí está, lo miro, no lo imagino, revienta como una burbuja, lo miro a pesar de la emoción que me estrangula, es un verde nunca visto, ni en las hojas de los árboles, ni en la jungla, ni en el musgo recién nacido, ni en la vegetación del trópico, ni en la milpa tierna, ni en los retoños, ni en el verde de los mares de Cozumel, ni en el fondo de las aguas más transparentes, ni en la paleta de pintor alguno, pero lo reconozco, es el jade líquido de su risa, un instante, un segundo, una fracción de segundo. Una enorme hoguera ha invadido el cielo, no puedo ver la línea del horizonte totalmente enrojecida pero adivino el contorno del sol que empieza a asomarse. Ahora sí, la sangre ha vuelto a su lugar, la tierra también, el sol ha salido, unas gaviotas graznan y puedo oírlas, un pescador se hace a la mar y puedo percibirlo, las olas se estrellan contra un peñasco, un pelícano, creo, se clava en el agua y vuelve a surgir con algo en el pico. La vida es muy corta. Oigo el agua pero sobre todo la oigo a ella, su voz de prodigioso verde. No puedo moverme, ella me lo impide, debí caer sentada en el momento en que reventó el rayo, no sé. Su voz me advierte que ese es el paraíso. Oigo el gran ruido del mar. El rayo contra mi piel dejó el color de un retoño; esta renovación asciende por mis piernas; siento como el tiempo de mi vientre retrocede hasta la niñez, la artritis se escabulle por mis poros como un último rastro de ola sobre la arena, la misma savia que recoge mis pechos limpia mi cara y me devuelve el cabello adolescente, la boca pulposa, las uñas duras, las manos sin surcos ni cordilleras. Ella jamás creería que mi constancia ha sido tanta que he visto el rayo verde. Pero por si algún motivo volteara hacia el lugar donde me dejó tantos años esperando, encontraría, como una imagen más de las muchas que contiene su recuerdo, a la niña que inmovilizó en la arena con la promesa de la felicidad».

La próxima vez que esté en el mar y el tiempo sea claro, trate de ver hacia la puesta o salida del Sol, mientras está al lado de una persona especial, tal vez sea afortunado y vea el destello verde.

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ANIMACIÓN

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El destello verde (2)

FÍSICA RECREATIVA

Conocí el destello verde gracias a los artículos de D. J. K. O»™Connell y casi al mismo tiempo en la obras del físico soviético Yakov Perelman. En su Física Recreativa, Capítulo Octavo. Reflexión y refracción de la luz, Perelman explica de una forma entretenida este curioso fenómeno de la naturaleza:

«El rayo verde

«»¿Ha presenciado usted alguna vez la puesta del Sol en el mar? Sí, indudablemente. ¿Y siguió al Sol hasta ese momento en que la parte superior de su disco toca la línea del horizonte y luego desaparece? Probablemente también. Pero, ¿se dio cuenta de un fenómeno que suele ocurrir en el momento en que el astro radiante lanza su último rayo, cuando el cielo está completamente despejado y transparente? Puede que no. Pues, no pierda la ocasión de presenciar este fenómeno. Sus ojos percibirán, no un rayo rojo, sino un rayo de maravilloso color verde, de un color, que no hay pintor que pueda reproducirlo en su paleta y que la propia naturaleza no ha repetido ni en los diversos tonos de las plantas, ni en el color más transparente de los mares».

«Un comentario como éste, publicado en un periódico inglés, entusiasmó de tal forma a la joven protagonista de la novela de Julio Verne «El Rayo Verde», que resolvió emprender una serie de viajes con el único fin de ver con sus propios ojos el mencionado rayo. La joven escocesa no consiguió, según la narración del novelista, observar este bello fenómeno de la naturaleza. No obstante, el rayo verde existe. El rayo verde no es una simple leyenda, a pesar de que con él guarden relación muchas historias legendarias. El rayo verde es un fenómeno que puede admirar todo aquel que tenga afición a la naturaleza, siempre que lo busque con suficiente paciencia.

«¿Por qué se produce el rayo verde?

«Para comprender la causa de este fenómeno hay que recordar cómo vemos los objetos cuando los miramos a través de un prisma de cristal. Hagamos, por ejemplo, el siguiente experimento: cojamos un prisma de cristal y, teniéndolo delante del ojo horizontalmente, con la parte ancha hacia abajo, miremos a través de él una hoja de papel blanco clavada en la pared. Notaremos, en primer lugar, que dicha hoja sube a una altura mucho mayor que la que ocupa en realidad, y, en segundo lugar, que tiene en su parte superior un borde violáceo azulado y en la parte inferior otro borde amarillo rojizo. La elevación depende de la refracción de la luz y los bordes coloreados, de la dispersión que produce el cristal, es decir, de la propiedad que tiene éste de refractar distintamente los rayos de colores distintos. Los rayos violeta y azules se refractan más que los restantes, por lo cual, el borde que vemos en la parte superior es violáceo azulado; los rayos rojos, por el contrario, son los que menos se refractan, por cuya razón vemos nuestra hoja de papel con un borde rojo en su parte inferior.

«Para en adelante comprender mejor, es conveniente detenernos un poco en el origen de estos bordes coloreados. El prisma descompone la luz blanca, procedente del papel, en todos los colores del espectro, produciendo una multitud de imágenes de dicha hoja de papel, situadas en el orden correspondiente a la refracción de los distintos colores, pero superpuestas parcialmente unas a otras. De la acción simultánea de estas imágenes coloreadas superpuestas, nuestro ojo recibe la sensación del color blanco (suma de los colores del espectro), pero por arriba y por abajo sobresalen los bordes de los colores que no se mezclan. Goethe, el insigne poeta y naturalista alemán del siglo XVIII, que hizo este experimento, pero que no comprendió su sentido, pensó, que acababa de descubrir la falsedad de la teoría de Newton sobre los colores, y escribió su propia «Ciencia de los Colores», la cual está basada casi totalmente en ideas falsas. Es de suponer que nuestros lectores no repetirán los errores de este gran poeta y no esperarán que el prisma pinte para ellos, con nuevos colores, todos los objetos que les rodean.

«La atmósfera terrestre viene a ser para nuestros ojos algo así como un enorme prisma de aire, cuya base está dirigida hacia abajo. Cuando miramos al Sol en el horizonte, lo hacemos a través de este prisma gaseoso. El disco toma por su parte superior un borde de color azul y verde, y por la inferior otro, de color rojo y amarillo. Mientras el Sol se encuentra sobre el horizonte, la claridad de la luz del disco es tan intensa, que apaga estas zonas coloreadas e impide que las veamos. Pero en el momento de la salida y de la puesta del Sol, cuando casi todo el disco está oculto tras el horizonte, podemos ver el borde azul de su parte superior. Este borde es en realidad bicolor: su parte más alta está formada por una franja azul, y la más baja, por una celeste, resultado de la mezcla de rayos azules y verdes. Cuando el aire próximo al horizonte está completamente limpio y transparente, vemos el borde azul, o «rayo azul». Pero con frecuencia, los rayos azules se dispersan en la atmósfera y queda solamente un borde verde; éste es precisamente el fenómeno del «rayo verde». En la mayoría de los casos, la atmósfera está turbia, y dispersa, además de los rayos azules, los verdes. En este caso no se observa ningún borde y el Sol, al ponerse, semeja una esfera purpúrea.

«El astrónomo soviético G. Tijov, que consagró al «rayo verde» una investigación especial, nos comunica algunos indicios de la visibilidad de este fenómeno. «Si el Sol tiene color rojo al ponerse y es fácil de contemplar a simple vista, puede decirse con toda seguridad que no habrá rayo verde». La causa es comprensible, porque el color rojo del disco solar indica que en la atmósfera se produce una gran dispersión de los rayos azules y verdes, es decir, de los que forman el borde superior del disco. «Por el contrario – continúa el astrónomo -, si el ordinario color blanquecino amarillento del Sol cambia poco y éste se pone resplandeciente (es decir, cuando la atmósfera absorbe poca luz. – Y.P.), es muy posible que se produzca el rayo verde. Pero en este caso tiene gran importancia que el horizonte forme una línea bien definida, sin desigualdades, ni bosques próximos, ni edificios, etc. Estas condiciones se dan preferentemente en el mar; he aquí por qué el rayo verde es bien conocido por los marinos».

«Quedamos, pues, en que para ver el «rayo verde» hay que observar el Sol, en el momento de salir o de ponerse, cuando el cielo está muy despejado.

«En los países del sur, el cielo suele ser más transparente en el horizonte, que en los del norte, por lo cual es allí donde este fenómeno se observa con más frecuencia. Pero esto no quiere decir que en las latitudes medias se produzca tan raras veces como muchos creen y seguramente influidos por la novela de Julio Verne. Las búsquedas obstinadas del «rayo verde», tarde o temprano, acaban viéndose coronadas por el éxito. Se han dado casos en que este bello fenómeno se ha podido contemplar con anteojo de larga vista. Dos astrónomos alsacianos describen una observación de este tipo de la forma siguiente:

«… En el último minuto precursor de la puesta del Sol, cuando, por consiguiente, aún se veía una parte apreciable de él, su disco, cuyos límites eran ondulados y móviles, pero bien definidos, estaban rodeados de un margen verde. Mientras el Sol no se puso por completo, este margen no se distinguía a simple vista. Solamente se hizo visible en el momento en que el Sol desapareció tras el horizonte. Si un fenómeno como éste se observa con un anteojo de suficiente aumento (aproximadamente de 100 veces), se puede seguir minuciosamente todo el transcurso del mismo: el margen verde comienza a notarse, por lo menos, 10 minutos antes de ponerse el Sol; este margen limita la parte superior del disco, mientras que en la inferior se observa un margen rojo. La anchura de este margen es muy pequeña al principio (de varios segundos de arco en total), pero después va aumentando a medida que se pone el Sol. A veces llega a alcanzar hasta medio minuto de arco. Sobre este margen verde suelen verse unas prominencias del mismo color, las cuales, al ir desapareciendo paulatinamente el Sol, parece que se deslizan por su orilla hasta llegar al punto más alto. Algunas veces, estas prominencias se separan del margen, brillan varios segundos aisladas de él y luego se apagan» (fig. 119).

«Generalmente, el fenómeno dura un par de segundos. Pero en circunstancias extraordinarias esta duración aumenta sensiblemente. Se ha registrado un caso en que el «rayo verde» se observó…¡durante más de 5 minutos! El Sol se ocultaba detrás de una lejana montaña, cuando un observador, que caminaba deprisa, vio como el margen verde del disco solar parecía deslizarse por la pendiente de aquélla (fig. 119).

«Es muy interesante la observación del «rayo verde» al salir el Sol, cuando su parte superior comienza a surgir de detrás del horizonte. Esto desmiente la versión de que el «rayo verde» no es más que una ilusión óptica, que se produce por cansancio del ojo con el brillo del Sol al ponerse.

«El Sol no es el único astro que lanza el «rayo verde». Este fenómeno se ha podido observar también al ponerse Venus».

Continuará…


Perelman Yakov, Física Recreativa. Libro 1, Editorial MIR, Moscú, 1975.

Otro constructor de platos voladores

Ahora que encontré la noticia sobre Alfie Carrington y su plato volador, recordé a otros dos «excéntricos» que construyeron platívolos, que aunque nunca volaron, pasaron a formar parte de la leyenda ufológica.

Entre estos «excéntricos» está Thomas Townsend Brown, un físico autodidacta que construyó algunos platos voladores. Fue también uno de los descubridores del efecto Biefield Brown que ahora se aplica a los lifters.

Brown fue miembro fundador del NICAP, uno de los clubes de ovnis de más renombre a nivel mundial. Sus aparatos intentaban explicar la forma en que volaban los platos voladores. Thomas T Brown construyó discos de hasta 60 centímetros de diámetro. Actualmente he visto fotografías de platos, adjudicados a Brown, con la forma del ovni de Adamski.

Pues bien, recientemente apareció este anuncio sobre un nuevo libro centrado en la vida y trabajos de T. T. Brown.

Defying Gravity. El universo paralelo de T. Townsend Brown:

¿Era Townsend Brown un agente de la CIA? ¿Cuáles eran sus conexiones con el aparato de Seguridad Nacional de América?

· ¿Qué estaba haciendo en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial?

· ¿Por qué el FBI mantenía un archivo de él en los años 50?

· ¿A donde fue durante sus frecuentes desapariciones de su familia?

· ¿Por qué escondió a su familia en Hawai cuando comenzó la guerra fría?

· ¿Cuál fue su verdadero grado de implicación en el famoso «experimento Filadelfia»?

· ¿A donde fue todo el dinero de la familia? ¿Fue ésa la causa del enajenamiento de su único hijo?

· ¿El gobierno suprimió la investigación antigravedad de Brown?

· ¿O su trabajo de propulsión eléctrica se está usando secretamente hoy?

Defying Gravity es un misterio biográfico que se plantea la pregunta «¿cómo es que nadie ha oído hablar antes de T. Townsend Brown?»

Townsend Brown fue un prodigio de la ciencia eléctrica en los años 20, fue respetado como físico innovador a mediados de siglo, y generalmente se le considera como el pionero seminal en el campo de la investigación y de la tecnología de antigravedad. Así que ¿cómo es que el rastro de la vida y del trabajo de Brown es casi imposible de seguir? ¿Por qué es que cada pista parece llevar a un corredor oscuro de intriga o correr hacia una pared de ladrillo del material oficialmente «clasificado»?

Townsend Brown era un adolescente cuando descubrió un enlace teórico entre la electricidad y la gravedad. El concepto que él inició, irónicamente, ahora se incorpora a un aparato electrodoméstico común que se anuncia diariamente en la televisión. El mismo principio también se despliega secretamente en algunos de los aviones de combate más sofisticado de América.

Entonces, ¿Porqué la vida de este hombre es un misterio tan completo?

Nació en 1905 en una familia prominente del Medio Oeste, se esperaba que Thomas Townsend Brown tomara las riendas de los diversos negocios de la familia. Como muchos de sus precursores ahora-venerados, en lugar de eso él eligió explorar los misterios de un universo mucho más grande.

Ampliando sus descubrimientos originales durante más de cuatro décadas, Brown construyó numerosos aparatos sin alas que volaron sin ningún medio convencional de propulsión -los precursores de una futura generación de «nave espacial eléctrica» que desafiaban la gravedad.

El resto de esta nota de prensa se puede encontrar en

http://ttbrown.com/onesheet.html

Sobre los lifters se puede encontrar información en:

http://jnaudin.free.fr/lifters/main.htm

Una breve y sencilla explicación sobre el efecto Biefeld Brown (y los lifters) se encuentra en:

http://malaciencia.blogspot.com/2006/08/el-efecto-biefeld-brown.html

Desafortunadamente para los ufólogos el construir un plato volador que pueda volar hasta las estrellas, sigue siendo una fantasía.

El destello verde (Primera parte)

EL DESTELLO VERDE

Cuando el Sol está cerca del horizonte se observan fenómenos jamás vistos a ninguna otra hora. Quizá el más espectacular sea el breve destello verde que puede verse a veces. Antes se suponía que era un fenómeno fisiológico, pero la fotografía en colores ha mostrado que tiene realidad física: su existencia puede explicarse mediante las leyes ordinarias de la óptica. El fenómeno depende no solo de las condiciones existentes cerca de la superficie, sino también de las de la alta atmósfera, y su conocimiento puede ser útil para la investigación de la última.

No hace falta ir a los trópicos para ver el destello verde: puede observarse en cualquier latitud sobre la tierra y sobre el mar. A veces es también visible a la salida del Sol. El destello no es necesariamente verde; puede ser azul o violeta. Lord Kelvin describió un destello azul que había observado en 1899 al salir el Sol sobre el Mont Blanc.

La primera descripción publicada del fenómeno es la de David Winstanley en 1873: «El rayo verde empieza en los vértices del segmento visible del Sol, y, cuando la puesta de éste es casi completa se extiende desde ambos vértices al segmento central, donde produce un destello momentáneo e intenso de luz visible al ojo desnudo».

Winstanley cita una carta de James Prescott Joule, que describe sus propias observaciones y las anteriores de Joseph Baxendell.

La primera observación que he podido encontrar es de William Swan y data de 1865; al parecer vio desde Righi un relámpago deslumbrante color verde esmeralda sobre una montaña distante. Sin embargo, no publicó tal observación hasta 1883, quizá después de leer la novela de Julio Verne, Le rayon vert, aparecida en 1882 y que parece haber despertado interés general por esta materia. Por lo menos se ha escrito mucho desde entonces.

Las opiniones acerca de la naturaleza del destello verde han estado divididas. Muchos mantienen que es meramente un fenómeno subjetivo que resulta de la fatiga de la retina, de tal forma que se ve el color complementario después del deslumbramiento de los rayos rojizos del Sol al ocultarse. Es curioso que esta fue la opinión de William Swan después de hacer la observación mencionada arriba, aunque parece evidente que el destello verde a la salida del Sol no puede ser el resultado de la fatiga retinal; Swan lo achacó al color rojizo del cielo al amanecer.

TEORÍA DEL DESTELLO VERDE

Los principales factores que originan el destello son la dispersión y la absorción de la luz solar en la atmósfera de la Tierra. La velocidad de la luz disminuye al aumentar la densidad del aire, de tal forma que un rayo de luz es refractado en su paso a través de la atmósfera, a no ser que su origen esté justo en el cenit. El rayo se desvía hacia la vertical con relación a su dirección original; por tanto, el Sol o una estrella aparecen más altos en el cielo de lo que están en realidad. La refracción aumenta con la distancia al cenit y los rayos de longitud de onda más corta (violeta, azul y verde) se desvían más que los de longitud de onda más larga. El resultado neto es que la imagen de una estrella se descompone en un espectro, con el azul o verde encima y el rojo debajo, y la longitud del espectro aumenta al disminuir la altura.

Este efecto aparece muy claro cuando fotografiamos cuerpos estelares como el Sol o Venus cuando están cerca del horizonte: puede verse que los astros presentan un borde verde estrecho en la parte superior, y un borde rojo en la inferior, aunque esos bordes son difíciles de apreciar a simple vista la mayor parte de las veces.

El aire no sólo refracta la luz sino que también la absorbe. Al ponerse una estrella, su luz atraviesa un espesor de aire cada vez mayor. La absorción aumenta y la estrella aparece más débil. Sin embargo, la absorción no es uniforme en todo el espectro. Algunos constituyentes normales de la atmósfera, como el vapor de agua, el oxígeno y el ozono, absorben unas longitudes de onda más que otras. El resultado es que ciertos colores se debilitan más que otros al acercarse una estrella al horizonte.

A veces las bandas de absorción debidas al vapor de agua, llamadas a menudo bandas de Brewster, quien las descubrió, afectan los rayos naranja y amarillo, muy fuertemente. Al ponerse el Sol, la luz naranja y amarilla casi desaparece, de tal forma que hay un vacío en el espectro y una transición brusca del rojo o rojo-anaranjado, al verde.

Otro factor que influye en el destello es la dispersión de la luz solar por las moléculas de aire. Debido a esta dispersión, que es también la causa de que el cielo sea azul, los colores violeta y azul de la luz solar se debilitan más y más al acercarse el Sol al horizonte. Cuando el resto del Sol se ha ocultado ya detrás del horizonte, sólo queda una franja verde estrecha, pues el azul y el violeta ya no son visibles. En esas condiciones puede verse un destello verde en el último momento de la puesta. El destello puede incluso aparecer completamente separado del disco solar y flotar encima del horizonte cuando el Sol ya ha desaparecido. A grandes alturas y cuando el aire está muy claro, puede todavía verse el azul durante la puesta, y el destello puede ser verde azulado, azul, o, mucho más raramente, violeta.

El polvo y la niebla pueden producir una absorción general de la luz solar, así como una absorción selectiva o dispersión de longitudes de onda especiales. En general el polvo y la neblina hacen menos probable la aparición del destello verde, especialmente cuando el Sol está muy rojizo.

Por otra parte, ciertas condiciones pueden aumentar la intensidad o duración del destello y facilitar u observación. Cuando la temperatura del aire aumenta con la altura se forma en la atmósfera lo que se llama una capa de inversión, y en estas condiciones ocurren espejismos.

J. Evershed, a bordo de un barco en los trópicos, veía a menudo un destello verde brillante en el ocaso, y notó que en cada ocasión había un notable espejismo causado por una delgada capa de inversión cercana al mar:

«A la puesta del Sol el último segmento del disco que desaparecía fue… reflejado e invertid, dando lugar a una forma lenticular con los vértices levantados como un minuto por encima del horizonte. El destello verde ocurrió cuando los vértices bordeados de verde se fundieron en un todo brillante… Me parece evidente… que la capa de inversión intensifica grandemente el efecto de la dispersión ordinaria al añadir la luz de la imagen reflejada a la de la imagen directa en el momento de la puesta».

La confirmación experimental del aumento de la intensidad del destello verde debido al espejismo ha sido dada por T. S. Jacobsen quien fotografió el espectro del destello verde y comparó la intensidad de su luz verde con la intensidad de la luz verde en el espectro del Sol cuando éste está en posición baja.

La duración del destello verde depende de la velocidad a la que sale o se pone el Sol, lo que depende de la estación del año. La anchura vertical del borde verde es de unos 10 segundos de arco, que en las latitudes medias sólo tarda una fracción de segundo en pasar debajo del horizonte. Las condiciones atmosféricas pueden aumentar la anchura del borde verde, con un aumento correspondiente de la duración del destello.

El Sol se pone más despacio y el destello verde dura más a medida que nos acercamos a los polos. En Hammerfest (79 ºN), en un periodo del año puede durar hasta 14 minutos: siete minutos mientras se oculta el Sol detrás del horizonte y otros siete minutos al orto que sigue inmediatamente a ese ocaso. El periodo es aún mayor cuando el Sol sigue, al salir o al ponerse, el perfil de una montaña.

M. Minnaert pudo mantener la observación del fenómeno desplazándose a lo largo de una pendiente a la velocidad apropiada. La duración más larga que se ha registrado es la comunicada por la expedición antártica del almirante Byrd en Little America (78 ºS), en 1929, cuando el Sol siguió el horizonte irregular de la barrera de hielo y se vio aparecer y desaparecer el destello verde durante 35 minutos. Había una fuerte inversión de temperatura cerca del hielo, lo que sin duda aumentó la intensidad.

INVERSIONES DE TEMPERATURA

Como se ha explicado más arriba, la refracción hace que el Sol aparezca más alto en el cielo, de lo que realmente está. En el ocaso, la imagen del Sol se levanta tanto, que el astro se ve cuando en realidad está ya debajo del horizonte; en otros términos, la refracción retrasa la puesta del Sol, de la misma manera que adelanta la salida.

La magnitud de la refracción varía con las condiciones atmosféricas: pude a veces ocurrir que la refracción sea apreciablemente mayor que la normal. En este caso, el ocaso, además de retrasarse, dura más que de ordinario y también aumenta la duración del destello.

Existen ejemplos de casos notables de refracción anormal. El más sorprendente es el comunicado por marinos holandeses en Nueva Zemlia en 1597: vieron el Sol durante catorce días cuando hubiera debido estar debajo del horizonte; la refracción era de más de 4 grados. Esta información fue estudiada por Kepler y otros, y muchos llegaron a la conclusión de que la observación era imposible y que debería haber alguna confusión en las fechas, debida a la reciente reforma gregoriana del calendario. Sin embargo, las observaciones eran muy correctas, como mostró en el siglo XX S. W. Visser, quien señala que Sir Ernest Shackleton notó un fenómeno semejante en el mar de Weddell, en su última expedición antártica en 1915.

El destello verde ha sido observado desde muchas partes de la tierra, pero es más probable verlo en los mares tropicales, o en montañas altas o en el aire claro de Egipto. Hay razones para suponer que había sido observado por los antiguos egipcios. Puede verse muy frecuentemente en Egipto a la puesta, y aún más fácilmente, a la salida del Sol, pues entonces el aire es especialmente claro y libre de polvo.

El destello verde es tan estrecho que está por debajo del poder de resolución del ojo humano; sólo se le puede ver a simple vista cuando ha desaparecido la mayor parte del disco solar. Es entonces cuando el destello verde, con su forma lenticular, permanece por un instante encima del horizonte.

Es mucho más fácil de ver si se utilizan binoculares o un telescopio pequeño, aunque, desde luego, hay que tener mucho cuidado para no dañarse los ojos al hacerlo. La razón de utilizar un instrumento óptico es aumentar el tamaño del destello verde. A menudo se puede ver bastante bien el destello verde con unos anteojos pequeños, incluso cuando no es visible a simple vista. Sin embargo, si se quiere distinguir los muchos detalles finos, tal como han sido fotografiados frecuentemente, es necesario tener un telescopio de distancia focal bastante grande.

Al inicio de las investigaciones muchos intentaron fotografiar en colores el fenómeno con una máquina de foco corto. Al fallar el intento, dedujeron que el fenómeno era subjetivo.

Puede utilizarse, entre el ocular o el ojo, un filtro neutro que reduzca la intensidad de la luz sin alterar el color.

Continuará…


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La primera cita de Julio Verne al rayo verde la hizo en su, Les Indes Noires, Hetzel, Paris, 1877, Pág. 186 (Capítulo XVII, Un Lever de Soleil)

Algunos de los artículos publicados de 1884 a 1900:

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Trève A., Le rayon vert, La Nature Vol. 13:2, No. 649, 366, 7 Nov., 1885.

Trève A., Essai d’une explication physiologique des couleurs complémentaires, Comptes Rendus,. Vol. 102, 984″“985, 1886.

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Una pezuña de otro mundo

UNA PEZUÑA DE OTRO MUNDO

En nuestro catálogo de supuestas fotografías de seres extraterrestres encontramos no solo fotos de alienígenas sino, incluso, de pretendidos animales extraterrestres. En realidad se trata de toda serie de animales a los que se les ha mutilado y deformado, añadiendo o quitando diversas partes para convertir la pieza en «algo extraño».

Así tenemos entre otros la «Garra extraterrestre de San Luis Potosí». La historia de esta supuesta garra de un extraterrestre es la siguiente.

En mayo de 1981 la revista ufológica mexicana Contactos Extraterrestres informaba de una noticia publicada, el 22 de octubre del año anterior, en el diario Momento Huasteco, de San Luis Potosí. Se decía que cerca de Cárdenas, en el cerro llamado De la Nena, en ese Estado de la República Mexicana, habían encontrado lo que parecía ser una garra de un animal extraterrestre. Para el ufólogo potosino Luis Andrés Jaspersen era, indudablemente, parte de un ser extraterrestre.

La pata había sido encontrada por un vecino llamado David Palomo, y Jaspersen aseguraba que no pertenecía a ningún animal conocido en la Tierra:

«No sería la primera vez que un OVNI deja caer un ser de otro planeta. Existen muchos casos, aún en los Estados Unidos de Norteamérica, en donde aparecen animales mutilados.

«Observe usted que el corte está hecho con un instrumento fino, como si fuera con un bisturí. Además el pelo no está rasurado por taxidermista alguno».

J. Jesús Hernández Salazar, uno de los lectores de Contactos Extraterrestres, fue quien envió el recorte de prensa a la redacción de la revista. La «pata», como se le conoció popularmente, tiene una longitud de aproximadamente 60 centímetros y está disecada, según su descubridor, para facilitar su estudio. Decían que pertenecía a un animal palmípedo, ya que sus cuatro dedos están unidos con una membrana delgada. Pero las fotos muestran una pata parecida a la de un canido o un felino. Estos no son palmípedos pero tienen «unidos» los dedos por un tegumento como el que se ve en la «pata».

Las uñas, por otra parte, se proyectan hacia arriba en una disposición que, para algunos, es anormal.

Los redactores de Contactos Extraterrestres encontraron que ningún investigador competente había estudiado la pata, por lo que dudaban de las afirmaciones de Jaspersen y sospechaban que era una falsificación.

«Incluso hubo personas que insistieron en el hecho de que las extremidades de algunos mamíferos grandes adquieren ese mismo aspecto al ser disecadas».

Jaspersen, como lo ha demostrado a lo largo de los años, no es una fuente confiable y la mayor parte de sus afirmaciones caen en el delirio. Con toda seguridad se trata de una pata disecada de algún animal que, al modificar su estructura, se intentó hacer pasar como extraterrestre.

REFERENCIAS

Anónimo, ¿Extremidad inferior de un ser extraterrestre?, en Contactos Extraterrestres, No. 115, México, 27 de mayo de 1981, pag. 7.

García Vázquez J. Carmen, Científicos Estudian la extraña pezuña, en Momento Huasteco, San Luis Potosí, 22 de octubre de 1980, pag. 8.

García Vázquez J. Carmen, La extraña pata hallada de un «ser extraterrestre«, en Momento Huasteco, San Luis Potosí, 22 de octubre de 1980, pag. 6.

Jaspersen Luis Andrés, ¿Garra extraterrestre?, en Contacto OVNI, No. 22, México, octubre de 1996, pag. 10-12.

Ruiz Noguez Luis, La garra extraterrestre, en Contacto OVNI, No. 22, México, octubre de 1996, pag. 12.


Apareció publicado originalmente como Ruiz Noguez Luis, La garra extraterrestre, en Contacto OVNI, No. 22, México, octubre de 1996, pag. 12.