Charlatanería de 2 polos

CHARLATANERÍA DE 2 POLOS

Juan José Morales

Mesmer Los promotores de la lla­mada magnetoterapia, biomagnética, imántera­pia o terapia magnética, que se basa en la aplica­ción de imanes a diferentes partes del cuerpo, afirman que ese proce­dimiento permite curar el cáncer, la diabetes, el asma, la pulmonía, las úlceras gástricas, el glaucoma, las ca­taratas, la impotencia sexual y 105 padecimientos más. Fue inventado hace 5,000 años en China pero dejó de emplearse por largo tiempo y a mediados del siglo XX la ciencia lo redescubrió y ahora ha vuelto para hacer maravillas que la medicina ni siquiera puede soñar.

En realidad las primeras referen­cias sobre intentos de usar el mag­netismo para curar datan del siglo XVI, cuando el médico y alquimis­ta Paracelso pensó que, si los imanes atraen el hierro, podrían hacer lo mismo con las enfer­medades y sacarlas del cuerpo.

Por supuesto, nadie sosten­dría hoy tan cándida afirmación. Pero los fundamentos de la mag­netoterapia son tan disparatados y reñidos con el conocimiento cientí­fico como las ideas de Paracelso y Anton Mesmer, un pintoresco char­latán que a fines del siglo XV hizo una fortuna tratando a sus acauda­lados pacientes -entre ellos María Antonieta y Luis XIV– en «tinas magnéticas». Aseguran los Magnetoterapistas que a cada polo de un imán «le corresponde una forma de energía eléctrica distinta. El polo norte significa detención, freno, y el polo sur avance, aceleración, da vida y energía», lo cual -agregan- se debe a que en el polo sur «hay un remolino de electrones que gira en el sentido de las agujas del reloj, con una carga positiva», mientras que en el polo norte hay otro remolino semejante pero que gira en sentido contrario (los electrones, por cierto, siempre tienen carga negativa, giren como giren).

ADIÓS A LAS CANAS

Otros afirman que «la energía del polo sur constituye un tratamiento capaz de resucitar células supuestamente agotadas y desvitalizadas, pero hay que complementar inmediatamente dichas aplicaciones con otras de energía del polo norte».

Sostienen también que mediante el magnetismo se puede mejorar la circulación sanguínea «porque la san­gre contiene hierro, que es atraído por un imán». En realidad, la concentración y disposición de los átomos de hierro en las moléculas de hemoglobina es tal que los imanes no actúan sobre la sangre.

Algunos más, para no compli­carse la vida con explicaciones ni exponerse a decir tonterías, tranqui­lamente afirman que «los imanes no curan. Le devuelven la normalidad al cuerpo, para que el proceso de curación pueda iniciar por sí solo». A fin de cuentas, se trata de la vieja afirmación de Mesmer de que por el cuerpo corre un fluido magnético muy sutil, que las enfer­medades se deben a anomalías en su movimiento y que, para curar al paciente, basta restablecer el flujo normal.

Y por si todas las bondades curativas atribuidas a los imanes fueran pocas, podrían acabar con la industria de los tintes y cosméticos, pues «“dicen muy seriamente los magnetistas- tam­bién hacen desapa­recer las canas y rejuvenecen a quien los usa.

Desde luego, no hay una sola eviden­cia científica de que aplicar imanes en la nariz, las orejas, el cóccix, las uñas, la nuca o cualquier otra parte del cuer­po cure absolutamente nada ni con­vierta a los ancianos en jovenzuelos. Las terapias magnéticas se sustentan sólo en afirmaciones ridículas y descabelladas, y en las acostumbradas «pruebas» testimoniales de perfectos desconocidos que dicen haberse curado milagrosamente después de que ningún médico pudo con sus males.

PRÓSPERO COMERCIO

TerapiaImanes Pero pese a la carencia de pruebas, demostraciones y resultados, sigue habiendo miles de embaucadores que ofrecen «tratamientos magnéticos» y un próspero comercio -del orden de miles de millones de dólares en todo el mundo- de una variada parafernalia magné­tica. Hay antifaces para dormir como lirón y soñar con los ange­litos, plantillas para recibir desde los pies curativos efluvios mientras se camina, aretes magnéticos que con solamente colgárselos de las orejas le harán perder 10 kilos o más, rodilleras y coderas que aca­ban con el dolor de articulaciones, diademas que dan memoria de ele­fante al más olvidadizo y eliminan como por ensalmo la migraña más rebelde o la jaqueca común, chale­cos magnetizados para mantener el corazón sano y fuerte como el de un oso, collares magnéticos que con sólo llevarlos colgados del pes­cuezo ahuyentan el cáncer, asientos magnéticos para aliviar el dolor de las hemorroides y facilitar la digestión al permitir que por cierto orificio natural los intestinos reci­ban vorágines de electrones, y fajas capaces de eliminar las llantitas de grasa en la cintura y reducir los niveles de glucosa y colesterol en la sangre.

No se conforme con agua común y corriente. Beba agua «magnetiza­da» (sabrá Dios cómo puede mag­netizarse un líquido no metálico). Para ello hay pirámides magnetizadoras de vasos, jarras o garra­fones. Si es usted medio lujurioso (o lujuriosa), no lleve a su pareja a una vulgar cama. Cómprese un colchón magnético, cuya poderosa influencia multiplica la potencia sexual.

Y para rematar, el último grito de la moda: una monísima boina magnética de la cual no se dice muy claramente qué cuali­dades tiene pero al parecer actúa sobre el cerebro, embota la inte­ligencia y hace que la gente siga regalando su dinero a cualquier timador.

Ahora bien, si en lugar de andar gastando su dinero en tales cachi­vaches o pagarle por sus servicios a un magnetoterapista prefiere usted ser uno de ellos y vaciar el bolsillo de los demás, hay por ahí «institu­tos» y «academias» que en sólo 8 sesiones semanales de 3 horas y por la modesta suma de 2,200 pesos le enseñarán -aunque no haya pasado del 6º grado de primaria- a «diagnosticar los desequilibrios de la energía vital» y «aplicar técni­cas terapéuticas». Los tales cur­sos -dicho sea de paso- no son supervisados por la Secretaría de Salud, pese a que en el temario se incluyen «aplicaciones específicas para el tratamiento de enferme­dades».

Pero si la idea de ser un esta­fador le remuerde la conciencia y sigue creyendo que llevar ima­nes sobre el cuerpo le hará algún bien, no malgaste su dinero: hágase sus propios guantes, gorras, anti­faces, diademas, fajas, chalecos o cinturones con esos imanes de los anuncios para adherir al refrige­rador que regala cualquier piz­zería. No le costarán nada y son tan ineficaces como los vendidos por los magnetoterapistas a precios exorbitantes.

Un pensamiento en “Charlatanería de 2 polos”

  1. Por si fuera poco ya con otras curaciones «alternativas», practicadas por ignorantes que no tienen otro fin màs que explotar la ignorancia de las masas estùpidas que no tienen ninguna cultura. Yo tengo una amiga que dejò su quimio para tratarse con imanes y muriò a las semana de haberlo iniciado. Haber cuàndo el gobierno toma cartas en el asunto y pone orden a tanta charlataneria.

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