Corpus Christi (Primera parte)

CORPUS CHRISTI

El Jueves santo es el día en que la Iglesia Católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena de Jesucristo. Fue precisamente el jueves santo de 1978 (23 de marzo) que ocurrieron los hechos que vamos a narrar.

En la colonia del Parque Balbuena, Delegación Venustiano Carranza, en la Ciudad de México, se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la esquina que forman las calles de Zoquipa y Cucurpe. Por aquel entonces el padre José Camargo Melo, capellán de la Orden de los Mercedarios, era el párroco de esa iglesia.

Hacía pocos años que había llegado al lugar y, como en los años anteriores, encabezó una procesión por las calles de la colonia, hasta el jardín público de la misma para finalmente regresar a la iglesia a oficiar la misa. Al término de la misma no pudo disponer de manera adecuada, como lo exige la iglesia, de una Hostia que había consagrado durante el festejo. Regresó pues con el copón y con la Hostia en él, lo dejó en la custodia en el sagrario de la iglesia.

Al día siguiente observó que el fondo del copón estaba húmedo, pero no le dio importancia. Tres días después, durante la ceremonia del domingo, extrajo de nuevo la Hostia con intención de consumirla durante la misa, pero descubrió que tenía «lama». Como ya estaba consagrada no podía tirarla, por lo que decidió disolverla en agua. La metió en un vaso, agregó agua y colocó todo a un lado del altar mayor del templo.

Ahí pasaron los días sin que Camargo Melo se acordara de la Hostia. Finalmente el 13 de abril pidió al sacristán que trajera el vaso para disponer de la Hostia. La sorpresa de ambos fe enorme. En lugar de estar disuelta, la Hostia se había hinchado por absorción del agua, estaba completamente invadida de hongos, pero flotaba sobre un líquido rojizo parecido a la sangre. La Hostia misma tenía «una parte roja como de sangre».

Cuatro días después, el lunes 17 de abril se presentó en la iglesia el doctor Rafael Torija Lavoignet a petición del padre Camargo. Este doctor es el mismo «experto» que estudió y autentificó la imagen de la Virgen de Guadalupe en el ayate de Juan Diego. Torija Lavoignet revisó el vaso y su contenido e informó que regresaría al día siguiente para tomar muestras y hacer algunas pruebas. Lo que ocurrió ese día nos lo cuenta un libro editado en 1979 por el propio padre Camargo:

«A las dos de la tarde del martes 18 de abril se presentó el Dr. Torija L. Con el P. Capellán dispuesto a emprender una serie de comprobaciones científicas. Pidió dos jeringas desechables y comenzó la toma de una parte cercana de lo que aparentaba ser sangre junto con una parte verdosa de la superficie de la Hostia, y la colocó en una lámina de cristal especial para exámenes microscópicos. Después quiso, con una de las jeringas, tomar de la parte completamente roja y no pudo; fue entonces cuando con las dos agujas volteó la mitad de la Hostia sobre sí misma dando la apariencia de un labio volteado, y al picar para hacer la toma, comenzó a brotar de la S. Hostia un líquido rojo que en gotitas se iba al fondo del vaso. Volvió a picar de nuevo porque no logró tomar nada la primera vez y sucedió lo mismo: al punzar brotaba de la Hostia el líquido rojo. Tomó entonces la otra jeringa y con las dos agujas cortó un pedacito y lo colocó en otra lámina al mismo tiempo que le decía al P. Capellán: «Padre, esto es carne». Estas muestras las consideró suficientes para iniciar un riguroso estudio de laboratorio sin mencionar su procedencia».

El «milagro» llega a oídos del arzobispo Ernesto Corripio Ahumada, quien ordena una investigación. Se constituye una comisión investigadora y poco después los peritos nombrados declaran que:

«No existe hasta el momento, evidencia científica suficiente de un hecho preternatural ya que puede ser explicado naturalmente, y porque los análisis llevados a cabo hasta el momento, son contradictorios, afirmando que a simple vista, los restos de la Hostia muestran una descomposición completa, dado incluso que no hay olor apreciable, en la Hostia aparece como una colonia de hongos sin que aparezca en ella mancha alguna de sangre».

Uno de los miembros de la comisión investigadora, el doctor José de Jesús Curiel, analista patólogo dice:

«Haber hallado abundantes hongos de varios tipos, material amorfo y pequeños cuerpos algo cuadrados y a veces redondos, coloreados en café claro y algo verdoso, los cuales no corresponden a hematíes».

Bajo instrucciones de monseñor Octaviano Valdés se decidió destruir el material. Pero el padre Camargo se negó a entregar el material porque dijo que se harían nuevos estudios, lo cual motiva que en noviembre de 1978, el arzobispo Ernesto Corripio Ahumada emita un decreto que declara «La no constancia del pretendido milagro» y ordena al padre Camargo Melo la efectiva destrucción de los restos de la Hostia y prohíbe la difusión de los hechos como milagrosos.

Para refutar el decreto del arzobispado, el padre José Camargo Melo da a conocer dictámenes «científicos» del doctor Rafael Torija Lavoignet quien dice:

«Certifico que al extraer la aguja comenzó a manar, no a escurrir, sangre del orificio del piquete, entonces si, escurriendo la sangre hasta el fondo del vaso, como si estuviera según dijo el padre Cervantes Ibarrola, sangrando como sucede al pinchar un tejido vivo».

Durante todo 1979 y parte de 1980 se vivió una fuerte tensión ya que el padre Camargo se negaba acatar las órdenes de los altos jerarcas de la iglesia católica mexicana. El padre José Camargo y algunos de sus fieles deciden ir a exponer el caso ante el Papa Juan Pablo II y con ese fin visitan el Vaticano el 27 de octubre de 1980. En la Plaza de San Pedro en donde tuvo la oportunidad de ver al Papa, le dejan sus documentos y pruebas al Secretario de Estado del Vaticano y éste les responde algunos días después por medio de una carta que dice entre otras cosas:

«Deseo con la presente asegurarle que Su Santidad ha visto con atención cuanto usted ha tenido a bien exponerle al respecto y le exhorta ahora junto con los miembros de su comunidad, a una actitud de profunda comunión y sincera obediencia a su propio pastor a quien compete la responsabilidad de gobernar esa iglesia diocesana y sus fieles».

Camargo se da cuenta que ha perdido otra batalla. Ahora se le piden no sólo que destruya la Hostia sino que deje la parroquia. Pero el padre se niega a obedecer e incurre en lo que establece el Canon 1364 y que comienza: «Apostata a fide, hereticus et schismaticus in excomunicationem latae sententiae incurrit…», etcétera, ya que su actitud «defensora de un milagro» que no consta a la jerarquía eclesiástica superior provoca un auténtico cisma.

Justo otro 23 de marzo, pero de 1985, se le retiran las licencias por parte de la Curia y se le excomulga de acuerdo con el Canon 2326: «Por hacer reliquias falsas, o a sabiendas las vende, distribuye o expone a la veneración pública de los fieles».

Así pasa el tiempo y en abril de 1991 es detenido y enviado al Reclusorio Oriente acusado de fraude, amenazas de muerte, despojo, usurpación de profesión, desobediencia de particulares y disparo de arma de fuego en agravio del padre Ismael Durán Piñeyro. Todo comenzó porque al ser excomulgado Camargo se negó a entregar las instalaciones de la iglesia y al contrario, fundó su propia iglesia, la Iglesia Católica Apostólica Mexicana y se hizo ordenar obispo de su diócesis. El padre Joaquín López Carrillo había sido comisionado por la Iglesia Católica Apostólica Romana para hacerse cargo de la ahora llamada Iglesia Eucarística de Nuestra Señora de Guadalupe. Además, la Secretaría de Gobernación le había cancelado su registro como cura de dicha iglesia. Pasa el tiempo y la iglesia decide retirar las acusaciones.

En la actualidad el padre (u obispo) Camargo Melo continúa al frente de su iglesia. Se puede acceder a su sitio de internet en la siguiente dirección: www.Hostiasangrante.org/

LAS HOSTIAS SANGRANTES

El fenómeno ocurrido en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe no es único ni es el primero. Se conocen poco más de 100 casos de este tipo. El primero ocurrió en Lanciano, Italia. Esta ciudad se encuentra entre San Giovanni Rotondo y Loreto y anteriormente era conocida como Anxanum. Según la tradición el soldado Longinus, el que clavó su lanza en el costado de Cristo, nació en aquel lugar.

En el año 700 un monje de la orden de los Basilianos (del Rito Griego Ortodoxo), mientras celebraba la misa, vio que las Formas se habían convertido en sangre. La sangre se dividió en cinco porciones (cinco «gotas») de un tamaño similar. La iglesia aceptó el milagro como «un verdadero Signo del Cielo» y estableció el último domingo de octubre como el día de su fiesta.

El color de las «gotas» es castaño sepia. Vistas a contra luz son de un color rosado.

No es el único milagro eucarístico relacionado con Lanciano. Existen tres, pero el más conocido ocurrió en 1273. Los protagonistas del milagro fueron Giacomo y Ricciarella, una joven pareja que vivían en un suburbio de Lanciano. Se dice que el matrimonio tenía muchos problemas.

Ricciarella buscó los servicios de una bruja para recuperar el amor de su esposo. La bruja le recomendó que acudiera a la iglesia a recibir la comunión, pero en lugar de tragar la Hostia debía regresar a su casa con ella y cocinarla a fuego hasta transformarla en cenizas. Debería poner un poco de estas cenizas en los alimentos del esposo y al termino de una semana su marido quedaría nuevamente enamorado.

Así lo hizo Ricciarella y cuando puso la Hostia al fuego comenzó a salir humo y la Forma se convirtió en carne y empezó a sangrar. Rápidamente la mujer apagó el fuego, derritió cera sobre la Hostia y le echó tierra, pero la sangre atravesó la tierra. La mujer tomó un pedazo de tela y envolvió la Forma. Fue hasta el establo y cavó un agujero y allí enterró todo el envoltorio.

Por la noche, al regresar su marido con su mula, el animal no quiso entrar al establo. Pasaron siete años hasta que Ricciarella confesó su pecado a fray Diotallevi, de la parroquia de Lanciano. Juntos fueron al establo y desenterraron el envoltorio. La Hostia permanecía sangrando en medio de la tela. Diotavelli recogió la Forma y se la llevó a fray Miguel Mallicani, Superior General de la Orden de San Agustín, en el convento de Offida. Mallicani ordenó construir una capilla especial en el Santuario de San Agustín que llegó a ser conocida como Santuario del Milagro Eucarístico.

La Hostia sólo se exhibe todos los 3 de octubre, pero la toalla y la teja en donde fue calentada la Hostia se encuentra a la vista del público en la capilla.

Una historia prácticamente idéntica ocurrió en una fecha no determinada entre 1225 y 1247 en Santarem, Portugal. En esa ciudad vivía una mujer que tenía un marido infiel. La mujer buscó los servicios de una bruja y ésta le aconsejó le llevara una Hostia consagrada.

Fue a la iglesia y comulgó, pero no se tragó la Hostia. En su camino a la casa de la bruja la Forma comenzó a sangrar y manchó sus ropas. Entonces la mujer se asustó y regresó a su casa. Envolvió la Hostia en un pañuelo limpio de lino blanco y la metió en un baúl.

Esa noche la mujer y su marido fueron despertados por una extraña radiación que salía del baúl e iluminaba todo el cuarto. Luego bajaron unos ángeles del cielo y sacaron la Hostia del baúl.

La mujer comenzó a llorar y a implorar perdón. Durante toda la noche y hasta la mañana siguiente quedaron de rodillas rezando. Los vecinos vieron que salían relámpagos de su casa y se acercaron a curiosear. Fue llamado un sacerdote que recogió la Hostia y la metió en un recipiente que fue sellado con cera de abeja.

Diecinueve años más tarde otro sacerdote se dio cuenta que el recipiente con la Hostia estaba roto y se podía ver la Hostia manando sangre desde su interior. Las autoridades eclesiásticas ordenaron construir un relicario en donde pusieron la Forma y todo fue llevado a la Iglesia del Santo Milagro.

Este milagro se conmemora el segundo domingo del mes de abril.

Por la misma época ocurrió un fenómeno similar en la vecina España. En 1239 Valencia estaba bajo el reinado de Don Jaime. Los moros eran comandados por Zaen Moro.

El 23 de febrero de aquel año en la ciudad de Daroca, a 75 kilómetros de Zaragoza, España, el padre Mosén Mateo Martínez, rector de la parroquia de San Cristóbal, había iniciado la consagración, cuando los moros que se encontraban sitiados en el castillo de Chio decidieron salir y enfrentar las fuerzas españolas. Martínez tomó las 6 Hostias consagradas y las envolvió en un paño y las ocultó debajo de una piedra para que no fuera ultrajada por los moros.

Días después, al ser tomado el castillo, Martínez pudo por fin recuperar la Hostia. Las seis Hostias se habían adherido al tejido del Corporal de lino y desaparecieron, convirtiéndose en seis manchas circulares del mismo tamaño, como manchas de sangre.

Las tres ciudades más cercanas Teruel, Calatayud y Daroca exigieron que el Corporal fuese enviado a sus respectivas iglesias. Se echo a la suerte y se decidió colocar el paño en el lomo de una mula a la que se dejó libre. La mula caminó hacia Teruel y luego hacia Calatayud, pero no entró en ninguna de estas ciudades. Finalmente se dirigió a Daroca y se paró justo en la iglesia de Santa María Colegiada, en donde ahora se encuentra en exhibición.

En el Palacio Pontificio del Vaticano hay un fresco de Rafael titulado «La Misa de Bolsena«. Cuenta la historia de un sacerdote alemán que en 1263, mientras se dirigía a esa ciudad, descubrió que una Hostia que llevaba consigo comenzaba a sangrar. La Hostia fue enviada al Papa Urbano IV, Santiago Pantaleón, que en ese momento se encontraba en Orvieto. Ordenó una investigación a una comisión constituida por el obispo de Orvieto, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. Los tres sacerdotes informaron que se trataba de un milagro. El Papa quedó tan impresionado que instituyó la fiesta de Corpus Christi, mediante su Bula transitorius, del 8 de septiembre de 1264.

Se desconoce la fecha exacta pero sí el año del milagro de Viversel. En 1317 un sacerdote de Lummen, Bélgica, llevó el Santo Viático (el nombre que se le da a la sagrada comunión cuando se ministra a los enfermos y ancianos) a un anciano moribundo que vivía en Viversel.

Al llegar a la casa, dejó la Custodia en una mesa y entró al cuarto del anciano. Un joven curioso abrió la Custodia y al momento gritó al ver una especie de coagulo sobre la Forma. Los familiares y el sacerdote salieron al escuchar el grito y vieron que la Hostia consagrada tenía varias manchas de sangre.

El suceso fue reportado por el sacerdote a su obispo y éste ordenó llevar la Forma a la Iglesia de las monjas Cistercienses en Herkenrode, distante unos 50 kilómetros de Viversel, cerca de Liege.

La Hostia Milagrosa quedó en el convento hasta 1796 en que las monjas fueron expulsadas durante la Revolución Francesa. Para evitar su profanación, la Hostia fue guardada en una caja metálica que se ocultó en la pared de la cocina de unos fieles.

Al término de la revolución, en 1804, la Hostia fue llevada a la Catedral de San Quintines, en Hasselt, en donde se encuentra hasta nuestros días.

Continuará…

6 pensamientos en “Corpus Christi (Primera parte)”

  1. de verad que lastima que el rebaño del señor se separe no sean tontos iglesia catolica mexicana debe ser iglesia cristiana catolica apostolica romana

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