EL MONSTRUO DEL LOCH NESS. LOS PRIMOS DE NESSIE (10)
En 1921 el señor Tran Van Con, de Vietnam contó una historia sucedida 38 años atrás (en 1883). Tran dijo que un enorme animal de 18 metros de largo había quedado varado en Hongay, Bahía de Along. El animal sólo tenía 1 metro de ancho. Su cabeza había desaparecido. La criatura estaba compuesta por segmentos idénticos de 1 metro de ancho y 60 centímetros de largo con apéndices como filamentos de 70 centímetros de largo. La cola también terminaba en estos apéndices. Cuando se le golpeaba, sonaba como hoja de metal. El sonido también fue comparado con el de un cangrejo. Era de color marrón oscuro por encima y por debajo de amarillo claro. Los aldeanos le llamaron «Con rit» o milpiés. Este animal también se parecía al dragón oriental tradicional, excepto que éste se parecía mucho a un artrópodo.
En la primavera de 1885 fue hallada otra carcasa en New River Inlet, Florida, EU. Medía 13 metros de largo por 2 de ancho. Su cuello era de 2 meros y estaba unido a un par de aletas. Oudemans asegura que esta era una auténtica serpiente de mar, pero Heuvelmans no está tan seguro. La descripción general se ajusta a la de un tiburón peregrino.
Una frase aparecida en los periódicos de noviembre de 1891 es el origen de otro caso de serpiente de mar. La falta de puntuación impide determinar si el obispo fue quien murió o él encontró muerta una serpiente de mar en Coffin Bay, Australia. Algunos autores suponen que este es un fraude, muy común en los periódicos de la época. La frase es:
INFLUENZA EXTENSIVELY PREVALENT WALES VICTORIA NUMEROUS DEATHS BISHOP ADELAIDE FOUND DEAD SEA SERPENT SIXTY FEET COFFIN BAY
En Kirkwall, Orkneys, Escocia, encontraron los restos de otro tiburón peregrino en 1894.
EL MONSTRUO DE SAN AGUSTIN
El 30 de noviembre de 1896, dos jóvenes, Herbert Coles y Dunham Coretter, mientras viajaban en bicicleta por la isla de Anastasia con rumbo a la cala de Matanzas, descubrieron un gigantesco cadáver en la playa Crescent. El cuerpo estaba parcialmente enterrado en la arena, por lo que probablemente había estado en la playa durante varios días. Ellos pensaron que se trataba de una ballena.
Al día siguiente, DeWitt Webb, el fundador y presidente de la San Agustín Scientific, Literary, and Hictorical Society, visitó la carcasa. La parte visible tenía 5.5 metros de largo y 2.15 de ancho. El cadáver era básicamente una masa fibrosa. Tenía un muy ligero color rosa. Más importante aún, Webb decidió que la carcasa no era una ballena, sino, en cambio, un pulpo gigantesco.
El 7 de diciembre, Edgar Van Horn y Ernest Howatt tomó varias fotografías. Estas no sobreviven, pero si los dibujos basados en ellas. Al día siguiente, Webb escribió cartas a varias personas intentando que alguien más investigara la carcasa.
Varios días después, un hombre que vivía en la zona llamado Wilson, excavó alrededor de la carcasa. Encontró lo que él dijo que eran varios brazos:
«Un brazo estaba situado al oeste del cuerpo, y tenía 7 metros de largo; un muñón de brazo, al oeste del cuerpo, de alrededor de 1.20 metros; tres brazos se extendía al sur del cuerpo y aparentemente estaban unidos al mismo (aunque no escarbé lo suficiente cerca del cuerpo, ya que estaba bien profundo en la arena, y yo estaba muy cansado), el más largo mide más de 9.75 metros, los otros brazos eran de 1 a 1.5 metros más cortos»[1].
Una de las cartas que había enviado Webb, la que le escribió a J. A. Allen, pasó por varias manos, y finalmente llegó a A. E. Verrill, un científico que ayudó a descubrir el calamar gigante. Verrill publicó una nota sobre el tema en el número de enero de 1897 de la revista American Journal of Science. Él decidió que la criatura no era un pulpo, sino un calamar gigante. En un artículo para la revista Nautilus de 1897[2], Webb también llamó calamar a la criatura.
Webb siguió enviando material de la carcasa a Verrill. En el número del 3 de enero de 1897, del New York Herald, se decía que Verrill aceptaba que, después de todo, la carcasa era un pulpo gigante. Sin embargo, Verrill no había escrito el artículo, por lo que esa conclusión se debe al redactor del artículo.
En la edición de febrero del American Journal of Science, Verrill llama a la criatura Octopus giganteus. Sin embargo, Verrill también dijo:
«Es posible que pueda estar relacionado con el Cirroteuthis (otro tipo de pulpo), y, en ese caso las dos jorobas posteriores, que parecían brazos, podrían ser los restos de las aletas laterales, ya que se parecen demasiado a los brazos, a menos que se retiren de su posición. Por otro lado, parecen estar demasiado adelante para ser aletas. Así que se probablemente son brazos torcidos de su verdadera posición»[3].
Entre enero 9 y 15, la carcasa fue arrastrada por el mar. Afortunadamente, regresó, esta vez a la playa Crescent. Si los «brazos» encontrados por el señor Wilson existieron, esta vez se habían separado de la carcasa.
También en enero, Webb trató de voltear la criatura. Incluso con una docena de hombres fuertes, sólo se pudo elevar parcialmente.
En una carta del 17 de enero a W. H. Dall, curador de moluscos en el National Museum, Webb escribió:
«Ayer tomé cuatro caballos, seis hombres, un montón de pesadas placas, y un aparejo, para intentar rodar el Invertebrado fuera de la fosa y lo coloque cerca de 40 pies sobre la playa, donde ahora descansa en el piso de la pesada plancha… donde fue colocado derecho y midió 21 pies en lugar de 18… Una buena parte del manto o cabeza permanece unida cerca de la parte más delgada del cuerpo… Entonces se abrió el cuerpo a todo lo largo de sus 21 pies… Se vació por completo la parte delgada del cuerpo de sus órganos internos. Y los órganos que quedaron no eran grandes y no se veían como si el animal hubiera tenido tanto tiempo de muerto… La capa muscular que parece a la de todos los invertebrados es de dos y de tres hasta seis pulgadas de espesor. Las fibras de la capa externa son longitudinales y transversales en el interior… no hay aleta caudal o cualquier señal de que hubiera habido alguna… No quedan picos, cabeza u ojos… no se encontró ninguna prueba de ninguna estructura ósea»[4].
No hay detalles de ninguno de los órganos internos que supuestamente encontró Webb.
El 12 de febrero, Webb envió varias muestras de la carcasa a Verrill y Dall.
Otro artículo de Verrill sobre el Octopus giganteus se publicó en el número del 14 de febrero de 1897 del New York Herald. Se especula que habría tenido tentáculos de más de 30 metros de largo. También se sugirió que murió en una pelea con un cachalote, y fue comido en parte por esta misma ballena, pero fue arrastrado por una tormenta.
El 23 de febrero, Verrill recibido las muestras. Sus comentarios, escritos el mismo día, aparecieron en el número de marzo de Science:
«Estas masas de integumento son de 3 a 10 pulgadas de grueso, muy duras y elásticas, y muy difíciles de cortar. Están compuestas principalmente de cuerdas duras y fibras de tejido conjuntivo blanco y elástico, muy entrelazadas. Esta estructura se asemeja a la grasa de algunos cetáceos. La criatura posiblemente no podía haber sido un pulpo. Esta probablemente relacionada con las ballenas, pero es un enigma cómo esa enorme estructura, parecida a una bolsa, podría estar unida a cualquier ballena conocida, que no estoy en condiciones de resolver en la actualidad. La suposición de que era el cuerpo de un pulpo se basa, en parte, a su forma parecida a una bolsa y en parte también en las declaraciones que me hicieron de que al principio tenía unos grandes brazos unidos a ella. Esta última declaración es ciertamente falsa»[5].
Verrill reiteró esta opinión en otro artículo de Science, le comentó a F. A. Lucas, lo siguiente:
«La sustancia parece grasa, y huele a grasa y es grasa, nada más ni nada menos»[6].
Verrill más tarde dijo que probablemente era un cachalote. Sin embargo, también admitió que es posible criticar su hipótesis:
«Si pudiéramos imaginar un cachalote con la cabeza muy prolongada hacia adelante, en la forma de un gran bat, hocico saccular, libremente proyectándose más allá de la mandíbula superior, y con una gran cavidad central, que podría, en caso de separarse y por la erosión de las olas, presentar una apariencia similar a la masa que se encontró en tierra. Apenas parece posible, sin embargo, que el abruptamente truncado y estrecho hocico del cachalote común pudiera asumir, incluso después de ser golpeado largamente por las olas, una forma como esta. Ningún ballenero que la ha visto la ha reconocido como parte de una ballena. No parece posible identificar ese saco tan grande, hueco, con forma de pera, de 21 pies de largo, con alguna parte de un cachalote común a menos que su nariz se hubiera ampliado y distorsionado por la enfermedad, o tal vez por la vejez extrema. No se descubrió ningún orificio»[7].
El cadáver fue arrastrado por el mar, y de nueva cuenta regresó a tierra. Luego fue arrastrado 10 kilómetros hasta un ferrocarril y encerrado en una cerca.
Las muestras de Verrill se perdieron cuando éste se mudo al Peabody Museum de Yale. Sólo quedan las muestras de Dall en el Smithsonian.
Charles Fort leyó sobre la carcasa en un artículo de 1909 en el Washington Post, y la incluyó en su libro Lo! De 1941.
En 1957, Forrest G. Wood supo de la carcasa gracias a un recorte de prensa en los archivos del Marineland Research Laboratory.
Joseph F. Gennaro hijo, fue al Smithsonian para obtener algunas piezas de tejido para analizarlas. El tejido es tan difícil que cortar que para obtener dos piezas del tamaño de un dedo, Gennaro gastó 4 hojas de cuchillo. La dureza de esta carcasa no es nada nuevo. En una carta dirigida a Verrill, Webb dijo, «La joroba es tan dura que, cuando es expuesta al aire, un hacha hace muy poca mella»[8]. Gennaro concluye que se trata de un cefalópodo gigante[9]. En 1986 Roy P. Mackal analiza las muestras y concuerda con Gennaro[10].
Pero en 1995 S. K. Pierce, G. N. Smith Jr., T. K. Maugel y E. Clark hacen nuevos análisis con las técnicas más modernas y encuentran que se trata de una ballena[11].
OTROS MONSTRUOS DEL FINAL DEL SIGLO XIX
En la primavera de 1899 cuando los marinos el vapor inglés Emu llegaron a la isla Suwarrow, cerca de Samoa (Polinesia), en su camino a Sydney, Australia, fueron informados que un «pez diablo» había encallado en la playa. Uno de los marinos, A. H. Bell decidió acompañar a los nativos y relató la forma en que recuperaron parte de los restos:
«Hemos conseguido la mayor parte que hemos podido, y ahora tenemos a bordo la primera serpiente de mar nunca antes llevada a Australia o a cualquier otro lugar».
El Emu llegó a Sydney con una parte de la criatura.
La criatura estaba cubierta con un pelo café. Según el capitán del Emu, la cabeza era parecida a la de los caballos y medía 3 pies de largo. Estimó que pesaba unas setenta toneladas y que medía unos 60 pies de largo. Las costillas eran de 2.5 pies de largo y estaban pegadas a la columna vertebral de 4 pulgadas de diámetro. El English Mechanic (No. 69, abril 7, 1899, Pag. 17) notaba que
«Hay evidencia de la existencia de dos colmillos en la mandíbula inferior, y los nativos dijeron que el monstruo tenía aletas como una foca, cuando fue arrojada a la tierra».
Un científico en el Museo de Australia determinó que el monstruo era en realidad un tiburón peregrino descompuesto.
ContinuarỦ
[1] Verrill A. E., The supposed great Octopus of Florida; certainly not a Cephalopod, American Journal of Science, 4th series, Vol. 3, 1897, Pags. 355-356.[2] Webb DeWitt, A Large Decapod, Nautilus, Vol. 10, 1897, Pag. 108.
[3] Verrill A. E., Additional information concerning the giant Cephalopod of Florida, American Journal of Science, 4th series, Vol. 3, 1897b, Pags. 162-163.
[4] Mangiacopra, G. S., Monster on the Florida Beach, Parte uno, INFO Journal, Vol. 5, No. 1, 1976, Pags. 2-6
Mangiacopra, G. S., Monster on the Florida Beach, Parte dos, INFO Journal, Vol. 5, No. 2, 1976, Pags. 2-6.
[5] Verrill, A. E., The Florida Monster, Science, New Series, Vol. 5, 1897, Pag. 392.
[6] Lucas, F. A., The Florida Monster, Science, New Series, Vol. 5, 1897, Pags. 476.
[7] Verrill A. E., The supposed great Octopus of Florida; certainly not a Cephalopod, American Journal of Science, 4th series, Vol. 3, 1897, Pags. 355-356.
[8] Ellis R., Monsters of the Sea, Alfred A. Knopf, New York, 1994.
[9] Gennaro, J.F. Jr., The Creature Revealed, Natural History, March, 1971.
[10] Mackal R. P., Biochemical Analyses of Preserved Octopusgiganteus Tissue, Cryptozoology, No. 5, 1986, Pags. 55-62.
[11] Pierce, S. K., Smith G. N., Jr., Maugel T. K., & Clark E., On the Giant Octopus (Octopus giganteus) and the Bermuda Blob: Homage to A.E. Verrill, Biological Bulletin, No. 188, 1995 Pags. 219-230.