Construcciones ovni (41)

Construcciones ovni (41)

Beijing1 Paul Andreu es un arquitecto de origen francés, nacido el 10 de julio de 1938 en Caudéran, Gironde, Francia.

Andreu se graduó como ingeniero en 1961 de la École Polytechnique de París, pero hacia finales de los años sesenta decidió convertirse en arquitecto. Ha sido galardonado con los premios más prestigiosos, como el Globo de cristal de la Academia internacional de arquitectura y el Gran Premio nacional de arquitectura.

Se ha especializado en la construcción de aeropuertos. Más de sesenta alrededor del mundo. El primero fue la terminal I del Aeropuerto Internacional Roissy-Charles de Gaulle en París. Ha diseñado también: el Aeropuerto Beijing2Internacional Ninoy Aquino, el Aeropuerto de Pundong; Aeropuerto Internacional de Soekarno-Hatta (en Yakarta), el Aeropuerto Internacional de Abu Dhabi, el Aeropuerto Internacional de Dubai, el Aeropuerto Internacional de El Cairo, el Aeropuerto Internacional de Brunéi, el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle y el Aeropuerto de París-Orly.

Entre sus obras más destacadas también se encuentran: el Gran Arco de la Defensa ubicado en París, Francia; el trampolín olímpico de Courchevel; el Museo Marítimo de Osaka, Japón, el Centro de las Artes de Shanghai; el complejo deportivo de Cantón y el Gran Teatro Nacional de China.

Beijing3Es justamente este edificio, conocido también como el Centro Nacional de Artes Escénicas, el que llama nuestra atención. Es una de las más interesantes edificaciones de Beijing.

Situado a un costado de la Ciudad Prohibida, en el oeste de la Plaza de Tiananmen, al oeste del Gran Palacio del Pueblo, al sur de la avenida  Chang»™An (avenida de la Paz Eterna), en donde también se encuentran la estación del tren y el Museo de la Revolución, ambos construidos para conmemorar el X aniversario de la Revolución China.

Andreu ya había construido el aeropuerto de Pudong, el Centro de las Artes de Shanghai y el complejo deportivo de Cantón, pero esta es su obra más Beijing4ambiciosa en terrenos chinos.

La construcción se inició el 13 de diciembre de 2001, y el concierto inaugural se celebró en diciembre de 2007. En ella participaron alrededor de 4,000 trabajadores de la construcción, que trabajaron durante día y noche a lo largo de casi cinco años para elevar la gran cúpula y ocho para concluir totalmente este complejo artístico.

El complejo arquitectónico ocupa una superficie de 219,400 m². Está compuesto por  el edificio principal, que alberga tres grandes salas de espectáculo: el Teatro de la Ópera (Ópera de Pekín), que tiene una capacidad para 2,416 personas; una sala de conciertos para 2,017 y un teatro para Beijing51,040, además de un área para exposiciones. La ópera ocupa el centro, de modo que coincide también con el punto más alto de la cubierta. A ambos lados se ubican el teatro y la sala de conciertos.

El edificio está en medio de un lago artificial y se conecta con la orilla del estanque por pasos subterráneos (al norte y al sur) que cumplen la función de los puentes en los jardines tradicionales chinos. La Ópera de Pekín, de acuerdo a las propias palabras del arquitecto Andreu, forma una perla barroca sobre el agua. Para ingresar hay que atravesar el túnel vidriado debajo de la laguna, que desemboca en un vestíbulo, también oval, en el subsuelo; desde allí, dos escaleras mecánicas conducen a una suerte de gran plaza cubierta en el nivel cero, donde se distribuye el acceso a las salas.

Beijing6La cúpula elipsoide es una estructura reticular de acero de 40 mil metros cuadrados, revestida con paneles de titanio y con una cortina de vidrio laminado que se abre gradualmente de arriba hacia abajo. El cristal se convierte en una especie de velo que permite que los transeúntes puedan observar el interior. El titanio por el contrario es un elemento que cubre algunas zonas para dejarlas en secreto.

El domo, bautizado popularmente como «cáscara de huevo», mide 212 metros en dirección este-oeste, 144 metros en dirección norte-sur, y tiene 46 metros de altura. La entrada principal se encuentra en el lado norte. Al reflejarse en el agua, parece como si estuviera flotando.

Todos los pisos están cubiertos de mármoles blancos, amarillos y grises provenientes de distintas provincias de China. Lo único que se importó es la madera de caoba brasileña para los paneles interiores de la cubierta, un Beijing7material que aporta calidez a la plaza cubierta.

El aparcamiento subterráneo, el lago artificial, y los jardines cubren una superficie total de 118,900 m². La superficie construida es de alrededor de 165,000 m², de los que 105,000 m² del edificio principal, y 60,000 m² de las instalaciones auxiliares subterráneos.

El costo total de la obra fue de 3,100 millones de yuanes.

Buenas vibras y malas vibras

BUENAS VIBRAS Y MALAS VIBRAS

Juan José Morales

MoraVega0003 Casi todas las llamadas medicinas o terapias alter­nativas dicen tener origen milenario. La moraterapia no. Al contrario, hace gala de modernidad y proclama haber sido inventada casi apenas ayer, en 1977, por 2 alemanes: el médico Franz Morell y el ingeniero electró­nico Erich Rasche. Del primero, por cierto, no se sabe si tuvo parentesco con el médico personal de Hitler, Theodor Gilbert Morell, un singular personaje que también se dedicaba a terapias fuera de lo común.

La moraterapia -original­mente MO-RA terapia, por las primeras sílabas de los apellidos de sus inventores- se autodefine grandilocuentemente como «Una medicina electrónica biorresonan­te preventiva y regenerativa… un método de exploración y recuperación del equi­librio orgánico a través de la eliminación de las ondas vibracionales de sustancias tóxicas y otras informaciones frecuenciales patológicas que llevan el orga­nismo a enfermar».

Es bastante impresionante, pues utiliza un dispositivo con elec­trodos que se conectan al paciente en manos y pies, como se hace al tomar electrocardiogramas o electroencefalogramas. Así se da a las manipulaciones cierto aire científi­co o de tratamiento hospitalario.

Se basa, dicen sus promotores, en «el conocimiento del lenguaje electromagnético de nuestras célu­las» y en el hecho de que «todo órgano, tanto sano como enfermo tiene un espectro de vibraciones que varía de persona a persona y en consecuencia un potencial energético concreto». A partir de eso, «Morell tuvo la genial idea de borrar esas vibraciones anor­males creando una onda inversa para conseguir así anular el efecto patológico de la onda primera, y con ello facilitar la autocuración por medio de la liberalización (sic) de los sistemas reguladores orgánicos». Según los moraterapeutas «las ondas fisiológicas (¿?) son las que sostienen la vida, las que expresan el lenguaje intercelular (¿?) que permi­te el diálogo entre las células (¿?) Y por con­siguiente el dialogo entre los tejidos (¿?). El lenguaje interce­lular es un lenguaje coherente, es decir, las ondas están en concordia de fases (¿?). Aquellas ondas anormales, patoló­gicas, corresponden a las células que no funcionan normalmente por lo que emiten campos mag­néticos anormales».

PARLANCHINAS

Para decirlo en otros términos: las células y los tejidos de los pulmones, el páncreas, el hígado o el corazón se pasan el tiempo muy a gusto chacoteando alegremente y todo va de maravilla mientras están sanas, pues la comunicación es fluida y sin equívocos. Pero a veces a las pobres células se les «lengua la traba», tar­tamudean, balbucean y comienzan a decir toda clase de incoherencias, disparates y tonterías (por ejemplo a proponer el uso de terapias alter­nativas) y cuando ocurren esas fallas de «comunicación intercelular», a la gente le da diabetes, tuberculosis, cáncer, enfisema pulmonar, hepati­tis, un síncope cardiaco o cualquier otra cosilla por el estilo.

Las explicaciones de los mora­terapeutas son tan confusas que no dejan en claro si las enfermedades se deben a que se alteran las vibraciones o viceversa, que las vibraciones se trastocan como consecuencia de las enfermedades. Pero en cambio no tienen dudas sobre cómo curar al paciente: basta con taparle la bocota a esas célu­las o tejidos parlan­chines y corregir sus insensateces, pues «el principio básico de la moraterapia consiste en la anula­ción de las informaciones patológi­cas acumuladas en el organismo. El sistema de la biorresonancia tiene un campo fundamental de acción a nivel bioenergético aprovechando las ondas propias del organismo para la terapia, captándolas desde la superficie del cuerpo y devolvién­dolas en forma adecuada como on­das terapéuticas… es decir, las ondas anormales emitidas por células o tejidos patológicos pueden ser anu­ladas a través del procedimiento de inversión de fases».

Para ello se usa el aparato MORA, mediante el cual se puede «introdu­cir las vibraciones del propio pacien­te y devolverlas modificadas», el cual tiene «un separador que permite distinguir las frecuencias armónicas de las desarmónicas (sic) utilizando filtros que modulan la frecuencia, su amplitud y características específi­cas. Este sistema es capaz de invertir las frecuencias patológicas emitidas por el paciente por una conexión inversa. Las frecuencias fisiológicas vuelven al paciente y las frecuen­cias no fisiológicas o desarmó ni­cas son invertidas y, posteríormente, devueltas al paciente».

BUENAS Y MALAS

Supuestamente, en el aparatito de marras se han archivado previa­mente todas las vibraciones habidas y por haber correspondientes al organismo de un individuo sano y todas las vibraciones conocidas -y hasta algunas todavía desconocidas- de todas las enfermedades, trastor­nos, malestares, dolencias, aler­gias, intoxicaciones, molestias y de­más afecciones que pudiere pade­cer. Además, como se diría en el lenguaje juvenil, están debidamen­te clasificadas en buenas vibras y malas vibras. Así, basta conectar los electrodos al paciente -pero no hay nada qué temer, advierten los moraterapeutas, pues por las conexiones no pasa corriente alguna (en realidad no pasa absolutamente nada)-, y la máquina empieza a explorar sus vibraciones orgá­nicas. Si detecta una mala vibra, una vibración «desarmónica», de inmediato la modifica cambián­dole la frecuencia de oscilación, la convierte en vibración armónica, o sea en buena vibra, y adiós tumor canceroso, o anemia, o alergia, o gastritis, o lo que sea.

Pero no se crea que esas vibras son vulgares ondas sonoras o elec­tromagnéticas. Nada de eso. Son unas oscilaciones muy, pero muy especiales, tanto que sólo pueden registradas los moraterapeutas con su prodigioso instrumento.

Y no hay mal que resista una andanada de buenas vibras del moraparatejo. Lo mismo trastor­nos cardiovasculares que asma, bronquitis, neuralgias, depresión, úlcera gástrica o cualquier otro desequilibrio orgánico, a condición sólo de que no haya avanzado hasta destruir los tejidos afectados. Sirve también en casos de intoxicaciones y envenenamientos, pues las toxi­nas y las ponzoñas alteran el patrón de vibraciones orgánicas, yeso es lo que mata, no la acción quími­ca de la sustancia. Por lo tanto, si alguien bebe cianuro de potasio, no hay problema. Para arrancado de las garras de la muerte, basta restablecer la frecuencia normal de sus vibraciones celulares con el aparatito del Dr. Morell y el Ing. Rasche.

Sobra decir que la moraterapia no se basa en investigaciones cientí­ficas serias ni tampoco está avalada por ninguna institución científica o médica respetable, aunque utilice un lenguaje salpicado de términos técnicos y científicos. Es tan sólo uno más de esos engaños para ali­gerar bolsillos de pacientes crédulos o desesperados, dispuestos a creer que la causa de las enfermedades está en las malas vibras.