TIRONCITOS DE OREJA
Juan José Morales
Si usted cree que las oreÂjas sirven para escuchar, se equivoca. Si piensa que son para colgar aretes, tamÂbién está errado. A nuestros remotos ancestros pudieron haberÂlos ayudado a la audición, y a los animales todavía les sirven para tal fin. Pero en los humanos modernos carecen de función alguna, y si a lo largo de los últimos millones de años conservamos tan inútiles apéndices a los lados de la cabeza fue sólo para que allá por 1955 Paul Nogier, un médico francés, pudiera inventar la auriculoterapia.
Al menos eso se deduce de lo que afirma un tal Moisés Lipszyc en su Manual de Auriculoterapia.
Todo comenzó cuando Nogier -quien practicaba indistintamente la acupuntuÂra, la homeopatía y la quiÂropráctica- supo que cierto curandero de la ciudad de Lyon trataba la ciática cauÂterizando levemente la oreja. Se dedicó entonces a estudiar orejas y con un poco de imaÂginación descubrió que todas tenían más o menos la forma de un feto humano invertido. De ahí sacó la conclusión de que en la oreja está representado el cuerpo humano completito, con uñas, pelos y dientes incluidos.
En realidad, tal idea no tiene nada de original. Muchas otras pseudoÂciencias sostienen que ciertas partes del cuerpo, llamadas somatotopías, corresponden a la totalidad del resto del organismo. Por ejemplo, las manos, los pies, el iris de los ojos, el cráneo, la frente, la nariz, la lengua, la mucosa de los cometes nasales, una zona triangular en el cuello, y por supuesto, la oreja.
El siguiente paso fue decidir en cuáles sitios de ella está representaÂda cada parte del cuerpo. Nogier y sus seguidores dicen haber enconÂtrado en total más de 200 puntos o zonas, de apenas una a 3 décimas de milímetro de diámetro. Pero en el proceso de búsqueda pareÂcen haberse dedicado alegremente a descuartizar el minifeto auricuÂlar, pues manos, pies, pulmones, vértebras, ojos, intestinos, cerebro, lengua, hígado, riñones y demás órganos y miembros se hallan caóÂticamente dispersos en sus dibujos. Por lo demás, los auriculoterapistas no se ponen de acuerdo sobre la ubicación precisa de cada uno, pues los sitúan donde mejor les parece.
CARIÑOSOS APRETONCITOS
Según estos charlatanes, cuando se masajea determinado sector de la oreja se producen ondas sensoriales o cambios electromagnéticos que se propagan hasta el órgano corresÂpondiente y con ello se alivia .cualÂquier mal. Pero el puro estímulo físico no basta, pues -se lee en un manual de auriculoterapia- «debe considerarse también a esa zona un teléfono por el que expresamos nuestro deseo e intención de curar… (lo cual) es una parte importante de la auriculoterapia, especialmente si va acompañado de una consideÂrable cantidad de amor a nuestro prójimo». No es necesario, empero, susurrar tiernas palabras al oído del paciente. El buen propósito basta.
Así, con amorosos y bieninÂtencionados apretoncitos de oreja se puede curar toda enfermedad, padecimiento o trastorno imagiÂnable, desde aftas o fuegos en las comisuras de los labios hasta úlceÂra gástrica, asma, hemorroides o enfermedades cardiacas, pasando por cefaleas, migraña, herpes, trasÂtornos mamarios, problemas digesÂtivos o renales, exceso de gases intestinales, estreñimiento, diaÂrrea, gastritis, indigestión, cólicos, problemas menstruales, insomÂnio, sinusitis, angustia, ansiedad, depresión, estrés, trastornos de la alimentación, bulimia, anorexia, obesidad, adicciones a drogas, alcohol o tabaco, esguinces, dolor de huesos y articulaciones, artritis y reuma, entre las más comunes.
Es más: los auriculoterapistas afirman que basta aplicarse prevenÂtivamente tales masajitos -menÂsualmente por ejemplo- para eviÂtar cualquier mal del cuerpo, el alma o el espíritu y conservarse sano y fuerte como un toro. En honor a la verdad, se debe sin embargo reconocer que hasta ahora no han prometido curar el cáncer, aunque sí ofrecen perder peso sin dejar de comer ni someterse a dieÂtas especiales: basta pegarse ciertos parchecitos en el lóbulo de la oreja.
LUCECILLAS DE COLORES
Además de los pellizquitos con los dedos o con pinzas, a lo largo de medio siglo los auriculoterapistas han ideado una gran diversidad de procedimientos para hacer más efecÂtistas y darle un aire pseudocientífiÂco a sus manipulaciones. Utilizan inserciones de agujas como en la acupuntura -a veces acompañadas de tenues descargas eléctricas-, varillas de vidrio pulido para frotar la oreja, minúsculos imanes, semiÂllas de mostaza que tienen un leve efecto cáustico, semillas de vaccaÂria -cierta planta china- que al germinar «eliminan energía fotóniÂca», microesferas de acero inoxiÂdable, moxas -son inyecciones de preparados de hierbas en el cartílaÂgo de la oreja -, o aplicaciones de procaína, un anestésico local.
Algunos emplean la pomposaÂmente llamada fotocromoterapia secuenciada, consistente tan sólo en iluminar la oreja con lucecillas coloreadas haciéndolas pasar a traÂvés de un cristal de cuarzo «para que éste les transmita sus propieÂdades». Los hay quienes aplican descargas de láser y no faltan los que afirman diagnosticar mediante lo que llaman pulso radial, refleÂjo aurículo-cardiaco o «variación de la onda estacionaria a nivel arterial». Aunque aclaran prudenÂtemente que los tales pulsos no pueden registrarse con instrumenÂtos como cualquier vulgar encefaÂlograma o electrocardiograma, sino que solamente los percibe el propio terapista, gracias a su especial y superdesarrollada capacidad sensoÂrial. El pulso, dicen en una confusa jerga, «transmite la información referida al grado de armonía o conflicto entre el paciente, como microcosmo s que es, respecto del universo, el macrocosmos que lo ha creado y lo cobija, del cual es parte única, diferenciada e irreÂpetible del resto. Al mismo tiempo, esta información manifiesta el grado de armonía del individuo en su propia dualidad materia-espíritu, de cuya reciprocidad depende su equilibrio psicosomático y, por tanto, su salud».
EN 15 SESIONES
Como es usual en las pseudomeÂdicinas, no existe un solo estuÂdio científico serio que demuestre la relación entre la oreja y las diferentes partes del organismo, ni prueba alguna de la eficacia de la auriculoterapia. Y, como tamÂbién es usual en estos casos, no se requiere ser médico – o tan siquiera haber cursado más allá de la secundaria – para practicarla. Basta tomar un cursillo como el de 15 sesiones de 3 horas de cierto instituto -cuyo nombre omitireÂmos para no hacerle publicidad gratuita- que igualmente ofrece cursos de orinoterapia, magia del perdón, astrología y terapia de la reencarnación y vidas pasadas, y cuya seriedad puede juzgarse por el hecho de que junto con tales cursos vende las llamadas tarjetas radiónicas, las cuales con sólo lleÂvarlas en el bolsillo supuestamente vuelven a su portador inmune a los influjos de energía negativa, evitan que sea víctima de asaltos, hacen que el dinero fluya a raudales hacia él, que las mujeres -o los hombres en su caso- caigan rendidas a sus pies o que se vuelva un triunfador en los negocios. Algo así como la versión «científica» de las patas de conejo o los chupamirtos disecados que tradicionalmente se han usado para atraer la buena suerte y el amor.
ja! q fuete!!