LA NAUSEABUNDA TERAPIA DEL «JUGO DE RIÑÓN»
Juan José Morales
Según algunos, la inversión de tiempo, talento, dineÂro y esfuerzo en inventar medicinas y formas de curar las enfermedades ha sido un total y absoluto desÂperdicio, pues la sabia naturaleza nos ha equipado a todos con una farmacia personal, en la que se mantiene siempre una buena dotaÂción de cierto remedio muy efectivo y enteramente gratuito para todas las dolencias habidas y por haber: un líquido tibio y amarillento del cual producimos en promedio un litro y medio al día, es decir, la orina. Para mantenerse sano y fuerÂte como Sansón basta echarse cada día entre pecho y espalda un buen vaso espumeante de ése que en el habla popular del mexicano se conoce como «jugo de riñón». Pero, atención: no tome sino la orina propia, nunca la ajena.
¿Ridículo? ¿Absurdo? ¿Grotesco? ¿Cómico? ¿NauÂseabundo? ¿Repugnante? Los adeptos a esta práctica pseuÂdomédica llamada orinoterapia o uroterapia la recomiendan con entusiasmo, pues están convencidos de que beber orina cura todo, desde un simple catarro hasta el cáncer y el mal de Parkinson, pasando por hepatitis, disentería, ictericia, lepra, urticaria, gonorrea, gota, asma, trastornos cardiacos, fiebre, paraÂsitosis, tétanos, lumbago, reumatisÂmo, tuberculosis, diabetes y otros varios cientos de etcéteras. Es más: no faltan quienes juran y perjuran saber de enfermos de SIDA curaÂdos al ingerir su propia orina.
Además de beberla, se puede usar en gárgaras para aliviar la irritación de garganta, y en caso de trastornos intestinales, un buen enema de orina acabará con ellos como por ensalmo. Si el probleÂma está en los pies, lavárselos con el dorado líquido hará desapareÂcer los hongos. Las damas -y los caballeros preocupados por su apariencia- deben saber que unas en una que otra región o población, buenas abluciones con orina le dejarán la piel suave y tersa. Si le preocupan esos kilitos de más, bébase unos litritos y quedará como varita Âde nardo. Pero si, al contrario, su problema es ser demasiado flaco, tómela también: le hará engordar. Y en esos días en que se siente decaí do, fatigado y deprimido, una copita de orina le devolverá los bríos de inmediato.
LA ETERNA JUVENTUD
Quien la bebe puede olvidarse para siempre del insomÂnio, pues dormirá como un bendiÂto. Y si anda en busca de la eterna juventud -o casi-, nada mejor que la orina, ya sea sola, en las rocas o mezclada con agua o jugo de frutas. «Noventa millones de chiÂnos y japoneses consumen orines y alcanzan longevidades superiores a los 100 años», se dice en un articulo naturista. Otro afirma que «Los lamas tibetanos, quienes tienen la costumbre y tradición de tomar su propia orina, viven hasta 150 años». Después de leer eso, dan ganas de ir corriendo al mingitorio a iniciar la dieta amarilla. Pero ni los monjes del Tíbet viven más que el común de los seres humanos, ni en China o Japón hay una proporción anorÂmalmente alta de centenarios, salvo como ocurre en cualquier país.
Desde luego, la orina -consÂtituida en 95% por agua y en un 5% por desechos del organismo, principalmente urea-, no contiene susÂtancias medicinales, Vitaminas y mineÂrales que restos de aquellas que pudieran haberse ingerido y ya pasaron por el aparato digestivo sin ser utilizadas. Y no hay ninguna investiÂgación que demuesÂtre una sola de las incontables propieÂdades curativas que se le atribuyen. Los argumentos de los entusiastas de la orinoteraÂpia son simples afirmaciones sin sustento, o los usuales testimonios de convencidos devotos. Y cuando manejan datos científicos, las más de las veces demuestran una monuÂmental ignorancia. Aseguran, por ejemplo, que la orina, la sangre y el fluido amniótico -el líquido en el cual está inmerso el feto- son una y la misma cosa. Dicen que la orina es sangre filtrada a través de los riñones, aunque cualquier estudiante de medicina sabe que la composición química de una y otra son totalmente distintas (quizá por eso ni el más entusiasta defensor de la orinoterapia aceptaría que en vez de una transfusión de sangre le metieran orina en las venas).
Respecto al líquido amniótico, afirman que «es primordialmente orina», la cual ayuda al bebé a tener una piel suave y tersa, con cicatrización fácil y rápida tras cualquier herida. Todo eso, sin embargo, es mentira. En lo único que se pareÂcen la orina y el fluido amniótico es en su gran contenido de agua. Y la piel de un recién nacido más bien es seca y arrugada, pues mientras permanece en el vientre materno -y durante sus primeras semanas de vida- no le funcionan las glánÂdulas sebáceas. El líquido amniótiÂco no tiene ningún efecto benéfico sobre la piel del feto, recubierto y aislado de él por una sustancia parecida al queso, llamada vernix caseosa o unto sebáceo.
Por lo demás, beber orina no es sólo inútil, sino riesgoso. La propia Asociación China de Uroterapia advierte que puede ocasionar diaÂrrea, comezón, fatiga, fiebre, doloÂres musculares y otros trastornos a veces prolongados por meses, aunÂque aclara optimistamente que tales incomodidades son «como la densa oscuridad previa al amanecer».
SIN PROGENITOR CONOCIDO
A diferencia de otras pseudomeÂdicinas inventadas por alguien en particular, la uroterapia no tiene progenitor conocido, y es cierto que -como afirman sus adeptos – se practica desde hace miles de años. Según parece, la costumbre de beÂber orina estuvo relacionada inicialmente con ciertos ritos religiosos tántricos de la India, cuyos seguidoÂres se caracterizaban por desafiar y violar las normas sociales estableÂcidas o mofarse de ellas, como una manera de establecer su superioriÂdad moral sobre los demás homÂbres. O bien, como la orina está reÂlacionada con los órganos sexuales -el hombre la emite por el pene y la mujer muy cerca de la vagina-, quizá beberla era una forma mágiÂca de adquirir potencia sexual.
De hecho, la uroterapia tiene claros tintes místicos y religiosos. Sus devotos afirman que la Biblia recomienda beber la propia orina, y en favor de tan peregrina idea citan el siguiente pasaje del LiÂbro de los Proverbios: «Bebe el agua de tu propia cisterna, los rauÂdales de tu propio pozo». Y las palabras «Sean ellas para ti solo, no para los extraños que estén contigo», las interpretan como una advertencia para beber únicamente la orina propia. Pero en realidad esta alegoría bíblica se considera un llamado a la fidelidad en el matriÂmonio y a no cometer adulterio.
El argumento de que la orinoÂterapia la practican -aseguran sus adeptos- 10 millones de chinos, 12 millones de japoneses, 7 millones de alemanes, 5 millones de indios y otros muchos individuos de difeÂrentes nacionalidades no demuestra que la orina cure nada, sino más bien la abundancia de gente disÂpuesta a creer cualquier tontería y hacer las cosas más absurdas o estúÂpidas, aunque sean nauseabundas.