EN BUSCA DE LAS OTRAS VIDAS
Por Juan José Morales
Mañana o dentro de milenios podemos hallar seres vivos en otros rincones del cosmos. La sorpresa no será encontrarlos, sino la extraña configuración que podrían tener aquellos vecinos distantes.
Durante mucho tiempo los intentos por buscar vida extraterrestre estuvieron orientados casi exclusivamente a sitios «“ en los planetas cercanos al nuestro o en otros sistemas planetarios «“ donde las condiciones naturales permitieran la existencia de organismos similares a los de la Tierra. Es decir, formas de vida basadas en el agua y el carbono.
El agua, solvente universal, permite que penetren en las células y los tejidos las sustancias necesarias par la vida. A su vez, el carbono, elemento muy abundante en el universo por su capacidad para establecer fuertes y estables enlaces químicos, facilita la formación de largas y complejas cadenas no sólo de átomos de carbono, sino también de nitrógeno e hidrógeno. Esas macromoléculas o moléculas gigantes son las proteínas «“ que forman los tejidos de los organismos «“ y los ácidos nucléicos que contienen las instrucciones para que se reproduzcan.
Pero ahora los exobiólogos piensan que la vida no se limita a aquellos sitios donde la temperatura permite la existencia de agua en estado líquido y la formación de cadenas de átomos a base de carbono, sino que puede haberla de muchos tipos y prácticamente en cualquier parte del universo, incluso en lugares como el interior de las estrellas o las nubes de plasma interestelar.
ORDEN INTERNO
A fin de cuentas, dicen los científicos, la vida puede definirse como materia organizada con un alto grado de orden interno que utiliza energía del exterior para crecer, desarrollarse, reproducirse y actuar sobre sí misma y el medio ambiente en que se encuentra. Y esto no depende necesariamente de la energía luminosa del Sol o una estrella, o de procesos como la fotosíntesis, ni tampoco del hidrógeÂno, el carbono, el oxígeno y el niÂtrógeno. La vida puede basarse en cualquier tipo de energía y de procesos químicos o físicos.
Ahora los especialistas hablan de la posible existencia de forÂmas de vida en Europa, uno de los grandes satélites de Júpiter, diferentes a las que conocemos y que, según todos los indicios, bajo su caparazón de hielo posee una masa de agua líquida de más de 150 kilómetros de proÂfundidad. En el fondo de ese inÂmenso océano los fenómenos volcánicos que experimenta EuÂropa deben haber formado chiÂmeneas hidrotermales como las que hay en los mares terrestres por donde brotan complejas susÂtancias químicas que, gracias a las favorables condiciones de tempeÂratura, pudieron haber evolucioÂnado paca formar organismos que con el tiempo se propagaron y adaptaron a otros ambientes hasÂta llegar a colonizar los mares del satélite. De hecho, algunos cientíÂficos opinan que precisamente así empezó la vida en la Tierra.
Y si para la vida se requiere un solvente, éste podría ser el etano, que bajo la densa atmósfera del mayor satélite de Saturno, Titán, forma océanos de hasta un kilóÂmetro de profundidad. También podría haber ahí formas de vida basadas no en el carbono sino en los silicatos, que constituyen el núcleo del satélite y se encuenÂtran fundidos por el calor que geÂneran la compresión, debida a la propia masa de Titán, y los movimientos internos que sufre bajo la acción gravitacional de SaturÂno. Igualmente puede haber en lo, una de las grandes lunas de JúÂpiter, seres vivientes formados a partir de silicatos fundidos por el calor interno del satélite.
SERES MAGNÉTICOS
Las posibilidades de vida extraÂterrestre no se detienen en los límites del sistema solar. Algunos físicos especulan sobre seres de naturaleza magnética, formados por cadenas de átomos de metaÂles alineados y organizados por poderosos campos magnéticos. Quizá, dicen, existen en la superÂficie de las llamadas estrellas de neutrones (cuerpos celestes suÂper comprimidos que miden sólo unos 20 kilómetros de diámetro pero contienen tanta materia como el Sol). Aunque están forÂmados esencialmente por neutroÂnes – de aquí su nombre -, estos astros poseen una delgada corteÂza de unos cuantos metros de esÂpesor en la cual existen átomos completos y elementos como el hierro y reinan campos magnétiÂcos de potencia inimaginable que ordenarían los átomos en cadenas semejantes a las de las proteínas y los ácidos nucleicos, capaces de resistir la tremenda atracción graÂvitacional de la estrella. Tales orÂganismos obtendrían energía para sus procesos vitales de los proÂpios campos electromagnéticos y se reproducirían mediante la forÂmación de cadenas paralelas a las ya existentes. Incluso algunos átomos aislados podrían unirse a estas cadenas y provocar así «mutaciones» que hicieran evoluÂcionar a los seres magnéticos.
Otro tipo de vida magnética podría existir no en la superficie sino en el interior de algunas esÂtrellas que contienen masas de plasma – una aglomeración de protones, electrones y neutrones no organizados en átomos – a muy alta temperatura y cruzados por potentes campos magnéticos.
Es posible también la existenÂcia de seres formados por hiÂdrógeno líquido o sólido, que habitarían el interior de estrellas suficientemente «frías» o con presiones lo bastante altas.
Otra forma de vida estaría constituida no propiamente por materia sino por energía radianÂte, y no habitaría en la superficie o en el interior de las estrellas, siÂno en densas nubes interestelaÂres de polvo y gas como las de la región central de nuestra galaxia.
Las posibilidades no se agotan ahí. Algunos físicos hablan muy seriamente de formas de vida nuÂclear o gravitacional. La primera sería resultado de las interaccioÂnes entre grandes núcleos atóÂmicos en el interior de ciertas estrellas; y la segunda es mucho más fantástica aún: sería producto de la interacción de los campos gravitacionales de grandes grupos de estrellas, que darían vida ya no a pequeños seres como bacterias, gusanos, elefantes, dinoÂsaurios o ballenas, sino a galaxias completas, que podrían incluso – ¿por qué no? – evolucionar mentalmente hasta alcanzar niÂveles de inteligencia semejantes o superiores a la de los terrícolas.