T. Rex. Space Boss

Space Boss – T. Rex

Space Boss

Space Boss

Wrapped and packed and pressed to go out

Rock and Roll is welcome where I’m at

Are you the space boss

Will you see me at any cost

Are you are you are you are you

Are you now

Are you are you are you are you

Are you now

The space boss

Ready the flight thrust

Did you crunch your aircraft

Are you are you are you are you

Are you now

Are you are you are you are you

Are you now

The space boss

The identical twin

And her diluted, fluted grin

Ooh

Are you are you are you are you

Are you now

Are you are you are you are you

Are you now

The space boss

The space boss, say it again

I said, are you are you are you are you

Are you now

Are you are you are you are you

Are you now

The space boss

The space boss

Can you dig it?

Now you’ve lighted my innermost eye

It’s Rock and Roll stuff

Your the Space Boss

It ain’t nothin’, no it wouldn’t be lost

If I could mould my hands with the

Space Boss

Like a S-P-A-C-E

That spells «;space»; baby

Vida después de la muerte ¿Realidad o engaño?

Vida después de la muerte

¿REALIDAD O ENGAÑO?

Mario Méndez Acosta

A lo largo de la historia, el hombre ha manifestado en multitud de formas su repugnancia a la idea de extinción total de la conciencia que implica la muerte.

No es ningún secreto que la supervivencia en el más allá ha sido el motor y fundamento de la mayoría de las religiones.

Sin embargo, no deja de ser curioso que en ciertas culturas no haya existido tal expectación de inmorta­lidad o, por lo menos, de supervivencia post mortem. Así, por ejemplo, los hebreos inicialmente no incluían en su doctrina la creencia en un alma inmortal. Sola­mente después de su estancia en Egipto, surge en ellos el concepto de la inmortalidad. A pesar de esto, ciertas sectas judías, como la de los saduceos, rechazaban la existencia de un alma eterna ya por la época de Jesucristo.

La mayor parte de las religiones modernas postulan la inmortalidad del alma como una cuestión de fe, y la evidencia que presentan al respecto se basa siem­pre en manifestaciones abiertamente milagrosas o sobrenaturales. No obstante, ha surgido un grupo, cuyas ideas han alcanzada cierta difusión en los últimos diez años, que afirma poseer pruebas científicas de que existe la supervivencia conciente del individuo después del momento de la muerte.

¿EVIDENCIAS?

Moody Este grupo, que cuenta con el apoya oficial de la revista Reader»™s Digest, ha iniciado un movimiento casi místico con fuertes tintes seudocientíficos. Su ini­ciador fue Raymond Moody, norteamericano que, en 1975, lanzó su éxito de librería denominado Vida des­pués de la vida.

Moody, quien es médico siquiatra, basa sus hipóte­sis en la descripción de las experiencias de un gran número de casos de pacientes que han sufrido la llama­da muerte clínica al ser sometidos a operaciones qui­rúrgicas o al haber sido víctimas de accidentes o trau­matismos.

Moody describe una experiencia mortal típica como sigue: En el momento de mayor incomodidad el pa­ciente, semiinconsciente, escucha que el médico lo decla­ra muerto. A continuación percibe un molesto y fuerte zumbido y se siente absorbido y arrastrado a lo largo de un profundo túnel. Es entonces que se da cuenta que posé un nuevo cuerpo, con poderes muy distintos, y que puede ver a su antiguo cuerpo yaciendo en el lecho, rodeado del equipo médico de resucitación. Su punto de vista está muy por encima y alejado de su ya inminente cadáver. Puede observar a sus parientes y amigos fallecidos y se encuentra con un ser muy luminoso, un espíritu «cálido» y amable el cual le ayuda a rememorar, en forma instantánea, los acontecimientos de su vida pasada. Se apodera de él una sensación de sapiencia total… la sabiduría de siglos. Finalmente, alcanza una barrera, en la que, contra su voluntad, se le hace volver a su hospitalizado cuerpo. Después de ser revivido, el sujeto queda muy afectado emocionalmente y pierde el temor a la muerte.

CRITICA

Alcok El sicólogo James E. Alcock se ha encargado de investigar lo que hay de realidad en las afirmaciones de Moody y de otros impulsares de las teorías de la vida después de la vida, como Currie, Osis, Haraldsson y Kubler-Ross.

Primeramente, Alcock descubrió que las encuestas que supuestamente apoyaban estas ideas adolecían de muchos defectos metodológicos. Por ejemplo, los cuestionarios se dirigían a los médicos y a las enfermeras, y no a los pacientes. Se les preguntaba en general si sus pacientes habían visto tal cosa u otra al estar al borde de la muerte. De esto lo única que se puede deducir es que algunos médicos recuerdan a algunos pacientes que tuvieron algunas experiencias de seudo­muerte.

También detectó Alcock que Moody mismo acepta que hay pacientes que describen las mismas experien­cias en situaciones en las que la vida no estaba en peligro. Esto lo explica Moody diciendo que las drogas, medicamentos y las experiencias místicas pueden lle­gar a «disparar el mecanismo que deja escapar el alma del cuerpo».

Alcock describe también las condiciones del orga­nismo y de la mente cuando se encuentra el individuo en estada de sueño ligero (hipnagógico).

En esta situación la mente puede formar imágenes como figuras geométricas, luces, colores brillantes, rostros humanos conocidos o desconocidos y hasta paisajes bellos y grandiosos.

También revisa Alcock las investigaciones que se han realizado sobre las alucinaciones que se sufren bajo la influencia de diversas drogas o en estados de alteración nerviosa grave. Alcock halló pruebas de que una de las imágenes más comunes que surgen es la del túnel y la de una revisión mental panorámica de acontecimientos de la vida pasada del paciente. No hay duda de que las alucinaciones ordinarias contienen todos los elementos descritos por Moody como visiones del más allá.

Finalmente, se puede llamar la atención acerca de la naturaleza profundamente influenciada por aspectos culturales que tienen las experiencias de casi muerte.

Un anciano blanco, barbado, vestido con una túnica, canoso y de ojos azules le pregunta al presunto difunto: «¿Qué has hecho de tu vida, hijo mío?»… Esto suena lógico para un norteamericano de la clase media. Pero si se trata de un niño etiope que ha muerto de hambre a los ocho años de edad… ¿también llegará el anciano caucásico a preguntarle cómo aprovechó su vida?

Alcock concluye su análisis señalando algunos ries­gos que involucran esta y otras creencias seudocientificas similares. Existe par lo menas un caso docu­mentado de un suicidio, el de una madre que intentó confiadamente reunirse con su hija fallecida, influen­ciada par las ideas de Moody y socios.

Hay también algo más que molesta a Alcock, y es la extraña necesidad que tienen quienes impulsan esta mistificación de obtener evidencia sólida para apoyar su fe religiosa, engañando al lego con fines claramente proselitistas.