IMPACTO AMBIENTAL
Nuestra gran variedad de víboras[1]
Juan José Morales
Hace poco fue invitado a participar en un programa televisivo sobre la fauna de la península de Yucatán. En particular sobre las serpientes. Y a no poca gente causó sorpresa saber que en la región hay unas 70 especies de estos reptiles. No esperaban que hubieran tantas, pues por lo general sólo se habla de unas pocas, como la inofensiva boa «”oxcan en maya»”, que alcanza hasta cuatro metros y es la mayor de todas, o las peligrosas, como la cascabel, las coralillo o las nauyacas. Casi nunca, en cambio, se menciona a la gran mayoría de ellas. Por ejemplo, a las pequeñas agujillas, unas culebras ciegas de entre 15 y 18 centímetros que viven enterradas alimentándose de gusanos, lombrices, hormigas y otros insectos y pequeños invertebrados. E incluso, casi no se habla de la arroyera, Drymarchon corais, pese a que con sus tres metros casi iguala a la boa.
También causó sorpresa el hecho de que sólo la minoría de las serpientes «”menos de la quinta parte»” son venenosas. Más aún: de estas últimas, muchas resultan peligrosas sólo para pequeños animales, mas no para el ser humano. Son las que los herpetólogos llaman opistoglifas, que si bien están equipadas con glándulas venenosas, tienen los dientes inyectores muy adentro de la boca, en la parte posterior de la mandíbula. Por tanto, sólo pueden inocular su ponzoña ─en el momento de tragarlos─ a los pequeños animales, como lagartijas, salamandras, ranas y sapos, con que se alimentan.
Una de las serpientes menos conocidas del Mayab, a pesar de su gran tamaño, es la cordelilla común Imantodes cenchoa. De hábitos arborícolas, se le reconoce por sus grandes ojos y su voluminosa cabeza. El nombre común de cordelilla se debe a que aunque llega a metro y medio de longitud, su grosor es de apenas 10 a 15 milímetros. No es venenosa. Foto cortesía de Paul Maier.
Las que implican peligro para el hombre son las proteroglifas, como la coralillo, que tienen glándulas venenosas y grandes dientes acanalados en la parte frontal de la boca, y las solenoglifas ─grupo que incluye a las cascabeles y las nauyacas─, cuyos enormes dientes inyectores son eréctiles y se despliegan cuando abren la boca para morder. Este mecanismo les permite inocular gran cantidad de veneno muy profundamente y resultan en extremo temibles.
En el lenguaje popular se acostumbra llamar culebras a las serpientes que no significan peligro para el hombre, y víboras a las que sí son una amenaza. Y esa distinción tiene cierta lógica, ya que en la clasificación científica la familia de los colúbridos o culebras, que abarca a la mayoría de las serpientes, comprende exclusivamente especies opistoglifas o carentes de veneno. A las proteroglifas y solenoglifas, los científicos las denominan conjuntamente tanatofidios, palabra que deriva del griego tanatos, muerte, y significa serpientes mortíferas.
Y no todas las serpientes se pasan la vida arrastrándose por el suelo. Muchas son arborícolas, como las llamadas bejuquillas del género Oxybelis, extremadamente delgadas y largas. Una de ellas, la Oxybelis aeneus, alcanza hasta dos metros de longitud, pero mide apenas diez o quince milímetros de diámetro en la porción más gruesa del cuerpo.
Desde luego, el hecho de que la mayoría de las serpientes sean no sólo inofensivas para el hombre sino también útiles «”incluso los tanatofidios»” ya que exterminan roedores que son plagas agrícolas, no significa que no haya que cuidarse de ellas. En el campo y las zonas urbanas es necesario tomar precauciones como no meter la mano bajo piedras o en sitios donde no pueda verse si hay alguna escondida, y tratar de no transitar fuera de las veredas y caminos. Asimismo, es mejor alejarse de ellas, salvo que se les conozca lo suficientemente bien para tener la certeza de que no son de alguna especie venenosa.
Después de todo, algunas de nuestras víboras son realmente temibles. Sobre todo las coralillo, de las que hay varias especies, cuyo veneno «”mortal aún en pequeñas dosis»” afecta el sistema nervioso y causa la muerte al paralizar el corazón y los músculos del diafragma impidiendo así la respiración. También son en extremo peligrosas las nauyacas o cuatro narices, «”can ni en maya»”, que al igual que la wolpoch poseen un veneno hemotóxico, que provoca hemorragias internas y la desintegración de los tejidos.
En fin, en el mundo maya tenemos una gran variedad de víboras y serpientes de los más diversos tipos, tamaños, colores y hábitos. Pero no hay que temerles. Simplemente cuidarse de ellas.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Viernes 22 de febrero de 2013.