IMPACTO AMBIENTAL
Réquiem por una hermosa isla[1]
Juan José Morales
Con total asombro leí la noticia de que el gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, acaba de enviar a la legislatura del estado una iniciativa para convertir el pequeño hospital de Isla Mujeres en bien privado y así poder vender el inmueble a cualquier inversionista privado. Y abiertamente se dijo que el objetivo de tal maniobra, a la cual ya se ha anunciado que se sumarán con la habitual docilidad los diputados del PRI, e Verde y el Panal, es construir ahí un muelle de cruceros.
Isla Mujeres, como se ve en la foto, es muy pequeña y densamente urbanizada. La llegada masiva de cruceristas provocaría graves problemas y dejaría muy poca derrama económica: sólo unos 80 dólares por persona, según datos de la Secretaría de Desarollo Turístico de Quintana Roo. Y de ribete, el grueso de ese dinero quedaría en manos de empresarios foráneos, no de los locales, que no pueden aspirar más que a vender a los visitantes unas pocas botellas de agua, unas latas de cerveza y unas cuantas baratijas.
Para los isleños, el golpe será así, pues, doble: por un lado se quedarán sin hospital, como si no lo necesitaran, y por el otro la pequeña y hermosa isla sufrirá el impacto demoledor de la periódica llegada masiva de visitantes de breve estancia, con todas las gravísimas consecuencias ambientales, sociales y económicas que ese tipo de turismo depredador trae consigo. Isla Mujeres tiene actualmente unos 11 mil habitantes y mide sólo unos cuantos kilómetros de largo por unos pocos centenares de metros de ancho. Un solo crucero de los que se proyecta llevar a la isla, transporta entre dos mil y tres mil pasajeros. Fácil es imaginar lo que significará ese arribo masivo de gente a la sobrepoblada isla. Gente que además, por la brevedad de su estancia, tratará de aprovechar al máximo el tiempo, lo cual implica su constante movilización por las estrechas y ya congestionadas calles.
Lo peor del caso es que esa verdadera invasión de visitantes efímeros no acarreará ningún beneficio tangible a los habitantes de Isla Mujeres. Los ejemplos de Cozumel y Majahual, que sufren ese mismo tipo de turismo muestran lo que espera a Isla Mujeres. Y si usamos la palabra sufren, es porque Majahual y Cozumel son víctimas y no beneficiarios del turismo de cruceros. Los únicos que obtienen ganancias son, por supuesto, en primer lugar las navieras, en segundo los concesionarios de los muelles, en tercero las grandes empresas turísticas asociadas con ellas que venden a los cruceristas, a bordo, paseos, espectáculos y otros productos, y en cuarto lugar, las grandes cadenas comerciales transnacionales que instalan en los puertos de cruceros sucursales de sus tiendas de joyería, perfumería, ropa fina y otros productos. Para los pequeños empresarios locales y los lugareños no hay más beneficio, si así puede llamársele, que la creación de unos cuantos empleos, principalmente de vendedores que ni siquiera tienen un sueldo asegurado sino que trabajan a comisión, lo cual también significa que no tienen seguro social, fondo de retiro ni prestación de ningún género. Quienes conocen Majahual saben muy bien que el único turismo que beneficia a sus habitantes es el que llega a los pequeños hoteles, consume en los restaurantes locales y utiliza los servicios de las pequeñas empresas locales. El turismo masivo de cruceros no deja beneficio alguno a la población. Todo lo acaparan las navieras, las grandes operadoras de tours y el concesionario del muelle de cruceros, Isaac Hamui, socio del ex gobernador Joaquín Hendricks Díaz. Quizá la mejor prueba de ello es la enorme y desolada plaza comercial, verdadero pueblo fantasma con todos sus locales vacíos, que se extiende frente al muelle de cruceros (al que, dicho sea de paso, no se permite el acceso de los nativos, salvo que ahí trabajen). Aquella plaza fue construida por el propio Hamui y sus locales vendidos a ilusos comerciantes que esperaban poder vender sus productos a los cruceristas. Pero Hamui construyó su propio centro comercial dentro de los límites del muelle, así acaparó el comercio, y los ingenuos empresarios establecidos afuera quebraron.
En el caso de Cozumel, principal puerto de cruceros de México por el número de embarcaciones y pasajeros de los mismos que lo visitan, podría esperarse que gracias a ello hubiera experimentado un gran auge turístico. Pero la realidad es muy diferente y sombría. Como señaló lapidariamente en alguna ocasión nuestro buen amigo Velio Vivas, cronista de Cozumel, el turismo en esa isla dejó de crecer cuando comenzaron a llegar los cruceros. Por eso he titulado mi columna de hoy Réquiem por una hermosa isla. Convertir a Isla Mujeres en destino de cruceros es firmar su sentencia de muerte.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
[1] Publicado en los diarios Por Esto! de Yucatán y Quintana Roo. Lunes 21 de marzo de 2016