Ovni visto, interceptado, fotografiado por la Fuerza Aérea Italiana
18 de junio de 2024
Por Marco Orlandi
“Era un tanque de al menos ocho metros de largo. Dentro de quinientos años quizá alguien nos diga por qué y cómo se quedó allí quieto, suspendido en el cielo, a trece mil pies de altura”. Mariscal Giancarlo Cecconi, piloto de las Fuerzas Aéreas italianas
Este famoso caso italiano es importante por varias razones. En primer lugar, porque se trata de un caso radar-visual con varios testigos: el principal es incluso un piloto militar de indudable experiencia y con un respetable historial profesional.
Otro motivo seguro de interés es que, en el momento del avistamiento, el piloto del Ejército del Aire Mariscal Giancarlo Cecconi se encontraba en el aire a los mandos de un caza bombardero/avión de reconocimiento G-91R equipado con cámaras optimizadas para el reconocimiento táctico y pudo así “capturar” el objeto misterioso en unos 80 fotogramas.
Las fotografías -la mayoría de las cuales nunca fueron reveladas por las autoridades militares- desataron acalorados debates sobre el caso y la supuesta identificación oficial del objeto como “un globo de forma cilíndrica hecho de bolsas de plástico negras”. Tras apaciguarse durante varios años, la polémica volvió a estallar con fuerza en el verano de 1995, recuperando imprevisiblemente cierto espacio en la prensa mediática.
Desgraciadamente, la reactivación del caso también se ha unido al tema de aquel momento, el asunto de las supuestas imágenes del accidente ovni de Roswell, de una manera astuta -por no decir sospechosa- e instrumental. Ello contribuyó a dar al caso tintes sensacionalistas aportando en la mayoría de los casos relatos chapuceros y muy inexactos.
Intentaremos, pues, restablecer un núcleo de verdad histórica y poner un poco de orden en lo que se ha escrito recientemente, a menudo de forma inadecuada, sobre un caso que por sus implicaciones sigue siendo sin duda uno de los avistamientos italianos más importantes. Para ello, comenzaremos por repasar en detalle lo que ocurrió sobre el cielo de Treviso aquel 18 de junio de 1979.
En primer lugar, sin embargo, queremos agradecer al testigo la valiosa y desinteresada colaboración prestada ya en septiembre de 1994 -y, por tanto, mucho antes de que volviera a levantarse el revuelo en torno a su asunto-. Su ayuda nos permitió reconstruir los hechos con precisión. Desgraciadamente, muy poco después de nuestro encuentro, el Mariscal Cecconi se vio afectado por una grave enfermedad, de la que sólo recientemente ha empezado a recuperarse. Este artículo pretende, pues, ser una ocasión para rendir homenaje a su seriedad y determinación a la hora de mantener a lo largo de los años su interpretación del acontecimiento que le tuvo como protagonista.
UN OBJETIVO A INTERCEPTAR
18 de junio de 1979, 11:30 horas (horario de verano).
El piloto mariscal Giancarlo Cecconi, que presta servicio en el 14º Grupo del 2º Ala de Cazabombarderos de Reconocimiento del Ejército del Aire, estacionado en el aeropuerto de Treviso Sant’Angelo, regresa a la base tras realizar una misión de reconocimiento fotográfico sobre los Apeninos ligures a los mandos de un avión G-91R [1].
De repente, un blanco desconocido aparece en el cielo del aeropuerto Treviso Sant’Angelo: el centro de radar de Istrana (cerca de Treviso), que registra al intruso en sus pantallas, da a Cecconi las indicaciones para la maniobra de aproximación tras haber obtenido la confirmación de que tenía suficiente alcance residual para interceptar el objeto.
Desviar un avión de su misión para controlar aeronaves desconocidas que han penetrado en zonas restringidas es, en efecto, habitual en el Ejército del Aire.
Disponiendo de película aún utilizable en las cámaras, el piloto acciona las cuatro y comienza a realizar pasadas cerca del objeto, hasta una distancia mínima de 70-80 metros y a una velocidad cuantificable en unos 300 nudos (450-500 km/h). También el personal del aeropuerto sigue la escena desde tierra con prismáticos: en un momento dado, la torre de control de Treviso llama a Cecconi por la frecuencia de radio que está utilizando para comunicarse con Istrana, advirtiéndole de que del objeto está saliendo una extraña “estela azulada”. Sin embargo, él no nota dicha estela, a pesar de que se ha acercado mucho al objeto.
Cuando el piloto comienza sus pasadas cerca del objeto, éste se encuentra a una altitud de 7,000 pies [2]. A continuación, comienza a ascender y descender con desplazamientos de unos 1,000 pies cada vez, hasta alcanzar aproximadamente 13,000 pies de altitud. Cecconi realiza siete u ocho pasadas cerca del objeto y cada vez se dispone a filmarlo con sus cámaras, obteniendo un total de 82 fotogramas que retratan al intruso.
Aunque el ovni parece inmóvil en relación con el G-91, el centro de radar confirma a Cecconi que, por el contrario, está en movimiento, con rumbo y velocidad definidos. El piloto intenta pasar (y fotografiar) el objeto exactamente de lado, pero fracasa porque “parece maniobrar” para colocarse en posición frontal o en otro ángulo, sin llegar a exponer del todo su costado [3].
La “apariencia” del objeto recuerda al testigo la de un “depósito de combustible” negro opaco. Sus dimensiones parecen ser de 8 metros de longitud y dos metros y medio, tres metros como máximo de diámetro. Un detalle interesante observado por Cecconi es la presencia de una especie de “cúpula” blanca o de otro color claro, pero no transparente, situada en la parte superior, ligeramente aplanada, del objeto. El término “cúpula” es, sin embargo, forzosamente vago, ya que más que a un dosel real recuerda al testigo a una especie de forma o carenado similar a los que se encuentran en los coches deportivos.
En el momento en que Cecconi realiza un nuevo giro para una nueva serie de fotografías, Istrana le llama y le informa de que justo en ese instante el objeto ha desaparecido repentinamente de las pantallas, entre “latidos” del radar.
Al cabo de unos segundos, la torre de control de Treviso confirma que tampoco los observadores en tierra pueden verlo: el objeto ha desaparecido inexplicablemente en el espacio de unos instantes. De hecho, ni siquiera el piloto puede verlo.
Unos minutos más tarde, el avión aterriza en el aeropuerto de Treviso y, como de costumbre, los especialistas extraen los botes de película y los llevan al laboratorio del Ala para su revelado e impresión. El piloto siente una gran curiosidad por ver cómo han quedado las fotos y va a examinarlas, obteniendo incluso una en la que se ve bastante bien el objeto, incluida la “cúpula” blanca El fondo muestra también, de forma destacada, las estructuras y la pista del aeropuerto, así como la zona urbana de Treviso.
INVESTIGACIONES E IMPLICACIÓN DE LAS AUTORIDADES OFICIALES
A finales de 1979 el ufólogo Antonio Chiumiento estaba investigando un avistamiento en el aeropuerto de Treviso cuando accidentalmente se enteró de que en junio un piloto del Ala 2 había fotografiado un ovni desde a bordo de su avión. Chiumiento se puso a investigar, logrando descubrir el nombre del testigo, al que fue a entrevistar acompañado del también investigador Maurizio Caruso.
Cecconi se mostró en aquella ocasión algo reacio a hablar (aún estaba en servicio activo en el Ala 2), sin embargo relató los hechos a los dos investigadores pidiéndoles que lo mantuvieran en secreto. También les mostró la fotografía en la que aparecía el misterioso objeto, que había guardado para sí.
En 1983 Cecconi dejó de prestar servicios en la Fuerza Aérea, y Chiumiento consideró oportuno volver a entrevistarlo para que ampliara la información que había recibido en la primera ocasión. El testigo pudo aportar más datos, aunque siguió pidiendo discreción.
En 1984, el Ministerio de Defensa, en respuesta a una pregunta parlamentaria del 10 de julio, declaró oficialmente que todos los datos relativos al fenómeno ovni podían ser consultados por organismos civiles y estudiosos a través del Gabinete del mismo Ministerio.
Así, Chiumiento solicitó oficialmente el 24 de agosto al Ministerio de Defensa la divulgación de las fotos tomadas por el mariscal Cecconi, así como la opinión de las autoridades militares sobre lo que representaban.
Al día siguiente, la iniciativa tuvo una considerable repercusión en la prensa: los periodistas del diario local La Tribuna di Treviso lograron identificar fácilmente al piloto implicado, por lo que divulgaron sus datos personales en un artículo publicado el día 26. En ese momento, Chiumiento se sintió libre para actuar públicamente dando a conocer la reconstrucción del suceso recibida directamente de Cecconi.
Durante los dos meses siguientes, la noticia tuvo un amplio eco tanto en los periódicos como en los semanarios: muchos de ellos publicaron también la impresión artística realizada por el ilustrador y pintor Ugo Furlan a partir de los recuerdos de Chiumiento y Caruso sobre la fotografía que les había mostrado Cecconi.
Abramos aquí un paréntesis sobre la ética de la investigación. Durante nuestro encuentro en septiembre de 1994, el Mariscal Piloto Cecconi, recordando el asunto, expresó su irritación con quienes habían divulgado a la prensa la información confidencial que él había compartido. No vamos a discutir aquí cuál pudo ser el mejor comportamiento en aquella ocasión; sólo podemos subrayar que la investigación ufológica se basa ante todo en una relación de máxima confianza mutua entre investigador y testigo.
A menudo, el testigo se muestra reticente por miedo al ridículo o por su prestigio profesional: confía en el investigador con la condición de que no se revelen sus datos personales ni la información confidencial que haya podido recibir, utilizándolos únicamente con fines de estudio e investigación. En el caso de Cecconi, la confidencialidad solicitada probablemente debería haberse gestionado mejor.
RESPUESTA DEL MINISTERIO
El Ministerio respondió a Chiumiento el 2 de noviembre de 1984. Además de una breve descripción del hecho (unas pocas líneas), la carta oficial decía: “El objeto en cuestión, que fue avistado inmediatamente, fue fotografiado con las cámaras de a bordo e identificado inequívocamente por el personal de fotointerpretación como un globo de forma cilíndrica fabricado con bolsas de plástico negras”.
Los periódicos se hicieron eco de la noticia. El 12 de noviembre, Il Gazzettino (diario de la región del Véneto) publicó un artículo de Leopoldo Petto, “El ovni visto en Treviso era sólo un globo aerostático”. El artículo citaba las declaraciones de un tal Luigi Milan, profesor de aplicaciones técnicas en la escuela secundaria de Azzano Decimo (cerca de Pordenone, una ciudad no muy lejos de Treviso), que afirmaba ser el constructor, junto con sus alumnos, del globo aerostático que se lanzó desde el patio de la escuela a principios de junio y que supuestamente dio lugar al avistamiento.
El artículo también incluía una foto del globo, que en realidad no parecía tener mucho que ver con el objeto descrito por el piloto.
Pero un nuevo giro en el asunto se produjo con la publicación en el semanario ilustrado Epoca, el 19 de abril de 1985, del artículo “Informe secreto ovni” de Remo Guerrini. El artículo avalaba la explicación dada por el Ministerio (globo de juguete) y publicaba en exclusiva tres fotografías del objeto recibidas del propio Ministerio.
En respuesta, en el diario Stampa Sera del 7 de mayo Antonio Chiumiento afirmaba que la foto que le había mostrado Cecconi era mucho más interesante que las publicadas por Epoca, preguntándose entre otras cosas por qué no se habían difundido las fotos más importantes.
Más tarde, basándose en supuestas incoherencias entre la foto mostrada por Cecconi y las publicadas por Epoca, Chiumiento llegó a afirmar que estas últimas podrían no pertenecer a la serie tomada por el piloto.
El 17 de febrero de 1986, el caso Cecconi resurgió en varios periódicos a raíz de la publicación por el Estado Mayor del Ejército del Aire del “Extracto de avistamientos de objetos voladores no identificados correspondientes al período marzo de 1979-abril de 1985”. En el expediente, el caso en cuestión se describía como “no identificado”, lo que resulta extraño, teniendo en cuenta la identificación “inequívoca” anterior.
NUESTRAS INVESTIGACIONES
Uno de los primeros incidentes que se investigaron en el marco del AIRCAT Project (4) recién activado por el CISU, en septiembre de 1994, fue efectivamente el caso Cecconi. Como resultado de algunas conversaciones telefónicas y entrevistas realizadas en persona con Giancarlo Cecconi en Treviso, donde aún residía, pudimos reconstruir el asunto en detalle, tal y como se ha expuesto anteriormente.
Durante nuestro primer encuentro, surgió un punto muy interesante: al mostrarle las tres fotos publicadas por el semanario ilustrado Epoca en 1985, Cecconi reconoció que formaban parte de la serie que tomó el 18 de junio de 1979. Esta afirmación es importante porque, como ya hemos mencionado, en el momento de su publicación esas fotos habían estado en el centro de la polémica, con insinuaciones de que no formaban parte de la serie tomada por el Mariscal Cecconi.
En la misma reunión con el testigo, lamentablemente no pudimos examinar la famosa fotografía que poseía y que ya había mostrado a los primeros investigadores. Cecconi nos dio a entender que la fotografía se había perdido con el paso de los años, quizá llevada por personas que le habían visitado entretanto.
Nuestra investigación también fue en otras direcciones, con el objetivo de obtener información detallada sobre la cesión por parte del Ministerio de Defensa de las tres fotografías publicadas por la revista Epoca. Fotografías que también habían sido solicitadas en su momento al propio Ministerio por Antonio Chiumiento.
Nuestros contactos con el periodista Remo Guerrini, en 1985 autor del artículo de Epoca “Informe Secreto Ovni” y más recientemente director de la revista Focus, nos permitieron averiguar que él mismo pudo ver directamente en el Ministerio una treintena de fotografías pertenecientes a la serie Cecconi, recibiendo posteriormente algunas de ellas para su publicación exclusiva en Epoca.
Por desgracia, Guerrini no recuerda el destino final de esas fotografías, aunque especula con que al menos algunas de ellas acabaron más tarde en los archivos de Mondadori. Parece seguro, sin embargo, que las fotografías fueron entregadas a Guerrini únicamente en virtud de sus excelentes relaciones con el Ejército del Aire, que había sido objeto de una serie de exigentes informes de su autoría.
Por nuestra parte, también se envió en septiembre de 1994 una solicitud al Ministerio de Defensa con el fin de obtener la divulgación de cualquier nueva información desclasificada relativa al caso en cuestión, así como copias de los fotogramas más significativos. Sin embargo, el 2º Departamento del Estado Mayor del Ejército del Aire nos informó el 11 de octubre de 1994 de que los archivos no contienen los fotogramas aéreos solicitados ni ninguna otra documentación.
Por otra parte, nuestra solicitud de aclaración enviada el 4 de febrero de 1995 al Prof. Luigi Milan quedó sin respuesta. Como se recordará, el Prof. Milan es el profesor de aplicaciones técnicas que en 1984 había afirmado que el objeto fotografiado por Cecconi no era más que un globo aerostático construido por él mismo y sus alumnos. Entretanto, desgraciadamente, se produjo el gravísimo suceso que mencionábamos al principio de este artículo: muy pocos días después de nuestra entrevista en Treviso, Cecconi se vio afectado por una grave enfermedad que le dejó en estado crítico durante varios meses, y de la que sólo se recuperó gradualmente.
ACONTECIMIENTOS POSTERIORES
Durante nuestra conversación telefónica con el Mariscal Piloto Cecconi (la primera en muchos meses), el 2 de agosto de 1995, nos enteramos de dos noticias muy interesantes, unidas casualmente por una curiosa cadena de acontecimientos.
La primera noticia, de absoluta importancia, era que, de forma inesperada, la famosa fotografía que poseía Cecconi había vuelto a aparecer.
La segunda noticia era que casualmente, después de un período de ausencia de la escena ufológica y justo cuando la fotografía había resurgido de los archivos de Cecconi, Antonio Chiumiento había vuelto a ponerse en contacto con el Mariscal y le había hecho llegar la fotografía para hacer copias.
En los días siguientes también nosotros fuimos a Treviso para una breve visita al testigo, que tuvo lugar en presencia de sus familiares. Al hablar con la Sra. Cecconi, nos expresó su preocupación por la posible utilización de la fotografía de forma no confidencial.
La primicia estaba en el aire y se materializó con la publicación de artículos a toda página, tanto a nivel local como nacional, el 19 de agosto. Especialmente significativo para nosotros, dada la importancia y tirada del periódico, es la página entera que Il Giornale dedicó a los ovnis en general y al caso Cecconi en particular. Este último sirvió de caja de resonancia para amplificar la actualidad ufológica del momento: el culebrón de las imágenes de la autopsia extraterrestre vinculada al caso Roswell.
El artículo contiene algunas inexactitudes y tiene un sesgo más bien sensacionalista, destacado inmediatamente por la publicación de la importante fotografía completada, por un lado, por la reconstrucción de un supuesto extraterrestre que, evidentemente, no tiene nada que ver con el caso en cuestión. Citamos el punto inicial del artículo “Una de las más significativas de las 84 fotos de un ovni tomadas desde a bordo de un caza militar en los cielos de Treviso en 1979 emerge de los archivos del 2º Departamento del Estado Mayor del Ejército del Aire, como para confirmar la presencia en el espacio terrestre de visitantes cósmicos que las supuestas imágenes de la autopsia del extraterrestre de Roswell querrían probar”.
La afirmación de que la foto fue divulgada por el Estado Mayor de la Fuerza Aérea -mientras que sabemos que, en cambio, salió de la casa de Cecconi-, además de descaradamente errónea, es también engañosa en la medida en que parece dar a entender una confirmación oficial de la presencia en nuestros cielos de extraterrestres, que no serían sino los mismos de la autopsia de Roswell. Una conclusión doblemente incorrecta, primero porque el Ministerio no tuvo nada que ver con la divulgación de la foto, y luego porque una cosa es calificar un objeto desconocido como “ovni”, y otra muy distinta dar por hecho que se trata de una nave extraterrestre. Una información ufológica correcta debería subrayar siempre que el origen extraterrestre es sólo una de las muchas hipótesis que se barajan para explicar el misterio de los ovnis, y no la explicación definitiva; pero, por desgracia, casi nunca es así.
Otra inexactitud se refiere a la identificación de las cámaras de reconocimiento contenidas en el morro del G-91R con los cinefotógrafos: se trata de aparatos diferentes con finalidades y modos de utilización distintos.
Lo único realmente nuevo del artículo es, en efecto, la fotografía del ovni, junto con la admisión de que las fotos publicadas en 1985 por Epoca formaban parte de la serie tomada por Cecconi. Esta importante información ya nos había sido confirmada directamente por el testigo, como se ha mencionado anteriormente, en septiembre de 1994.
Para dar una idea del marco en el que se sitúa la primicia, he aquí los títulos de los otros artículos que aparecen en la misma página: “La autopsia de dos E.T., a examen de los estudiosos” y “Cara a cara con platillos volantes asesinos”. Cualquier comentario parece inútil.
En los días inmediatamente posteriores, varios periódicos se hicieron eco de la noticia, publicando artículos alineados con bandos opuestos (ovni extraterrestre vs globo).
Entre otras cosas, ha aparecido un testigo que supuestamente vio un objeto similar al fotografiado por Cecconi, y ha habido una verdadera proliferación de personas que supuestamente lanzaron el globo de juguete que despistó al piloto. Uno de ellos afirma haber lanzado el globo una mañana de junio junto con su hijo cerca de Treviso y haber observado posteriormente un G-91 sobrevolándolo. Sin embargo, el testigo es anónimo y no se especifica el día. Incluso en el Messaggero Veneto del 19 de agosto, el profesor Milan (ahora jubilado) reapareció para defender su globo aerostático como posible desencadenante del avistamiento.
Aparentemente a favor de la hipótesis UFO-Solar (globo de juguete) está también el teniente coronel (en excedencia) Bruno Patelli, antiguo camarada de Cecconi (de hecho en aquella época también estaba en el Ala 2 de Treviso, aunque no en el 14º Grupo sino en el contiguo 103º) y testigo del suceso desde tierra. Una entrevista suya apareció en la Tribuna del 20 de agosto, con su apellido mal escrito como Battelli. También hablamos por teléfono con el teniente coronel Patelli: hablaremos de ello en el siguiente párrafo.
¿Qué podemos sacar de esta sensacional reapertura del caso Cecconi? En realidad, en retrospectiva, no parece haber dado ningún fruto particular desde el punto de vista de la investigación ufológica.
El único tema indudablemente nuevo, la fotografía obtenida por Cecconi, ha sido mal tratado, alimentando con ella a una prensa ávida de titulares sensacionalistas en un verano monopolizado por el ambiguo asunto de las imágenes de Santilli. No se llevó a cabo ninguna nueva investigación o análisis sobre la nueva foto: más bien se favoreció un impacto sensacionalista en busca de improbables apoyos oficiales. La única consecuencia segura fue que el mariscal Cecconi y su familia se vieron expuestos de nuevo a la curiosidad popular en contra de su voluntad, y desde luego en un momento muy delicado.
Nuestra idea de la relación con un testigo de un ovni es bastante diferente. Si el testigo pide confidencialidad, tenemos el deber de garantizársela, de recompensarle de la manera más adecuada por la confianza con la que nos ha honrado. La ufología necesita investigación madura y responsable, no titulares sensacionalistas en los periódicos.
EL DIFÍCIL DILEMA UFO-SOLAR
En ufología, por regla general, antes de afirmar que el fenómeno u objeto visto era un ovni, deben cotejarse todas las soluciones posibles para excluir cualquier causa humana o natural conocida.
En este sentido, el caso Cecconi es ciertamente peculiar, ya que las propias características del avistamiento, por ejemplo, descartan intuitivamente posibles explicaciones naturales meteorológicas o astronómicas.
La peculiaridad del caso radica en el hecho de que lo que Cecconi observó y fotografió es definitivamente un artefacto de algún tipo, como lo documentan incontrovertiblemente las pruebas fotográficas y la confirmación del radar de Istrana. Por lo tanto, habrá que investigar en la dirección de un objeto sólido y hecho. Parece indudable que podemos excluir de la lista de posibles candidatos cualquier tipo de aeronave convencional, dada la absoluta ausencia de alas y estabilizadores que se desprende claramente de las fotografías publicadas.
También habría que eliminar de la lista varios tipos de globos por incompatibilidad evidente, empezando por el lanzado en aquel mes de junio por el profesor Milan, del instituto de enseñanza secundaria de Azzano Decimo. En realidad, se trataba de un globo aerostático convencional totalmente incomparable, tanto por su forma como por su dinámica de vuelo, con el objeto fotografiado por Cecconi. Otros tipos de globos, como los meteorológicos y los destinados a la investigación científica a gran altitud, pueden descartarse por razones similares. Sin embargo, no puede decirse lo mismo del globo de juguete fabricado con bolsas de plástico negras que las autoridades militares ofrecieron como explicación ya en 1984.
A finales de la década de 1970, se vendía habitualmente en quioscos y estanquillos un globo de juguete, denominado significativamente “UFO-Solar”, de color negro o muy oscuro, que medía -una vez inflado- unos 3 m de longitud por 70 cm de diámetro. Dicho objeto, fabricado con una pared muy fina de plástico muy ligero, llevaba claramente visible en su lateral “UFO-Solar” en letras mayúsculas y tenía ambos extremos abiertos. Para hacerlo operativo, bastaba -tras cerrar un extremo- con sujetar el extremo abierto contra el viento y, una vez inflado el globo, cerrar también ese extremo con una cuerda. En este punto había que esperar a que el Sol calentara el aire del interior del cilindro, lo suficiente para que despegara venciendo la resistencia que ofrecía la ligerísima carcasa de plástico.
Como es fácil adivinar, el vuelo de tales globos estaba totalmente fuera de control, sujeto en todo momento a los caprichos del viento y a las corrientes de convección que resultaban del calentamiento o enfriamiento relativo del aire en su interior, al estar una parte del globo más expuesta al Sol que otra. La incontrolabilidad del globo provocaba demasiados peligros para la navegación aérea, hasta el punto de que, tras unas cuantas colisiones fallidas entre aviones en vuelo y algunos de estos globos, la comercialización de los UFO-Solar fue finalmente prohibida por decreto en 1985.
Además, el globo era extremadamente frágil y propenso a romperse y desgarrarse, debido a su poco peso y a la delgadez del material utilizado, necesarios para que el globo pudiera emprender el vuelo. Estas consideraciones técnicas se aplican claramente tanto al UFO-Solar original como a cualquier globo de fabricación casera, quizá de tamaño diferente pero de concepto similar. Dicho esto, nuestra opinión es que el UFO-Solar, o globos similares, no es una explicación convincente del caso Cecconi por las siguientes razones.
Como hemos visto, el UFO-Solar medía unos 3 metros de largo y 70 centímetros de diámetro, mientras que Cecconi describe el objeto que observó como un “depósito de combustible” de ocho metros de largo y al menos tres metros de diámetro.
Ahora bien, todo es posible, pero dudamos mucho que un piloto experimentado y entrenado, con estatus de “listo para el combate” y miles de horas de vuelo en su haber, pudiera pasar a menos de 70 u 80 metros de un objeto volador y cometer un error tan colosal en cuanto a su tamaño. Además, Cecconi afirmó que no vio ninguna marca en los laterales del objeto, marcas que deberían haber estado claramente presentes, al menos en el caso de un UFO-Solar original.
Recordemos al lector que tales marcas no aparecen en las escasas fotos publicadas, y debemos suponer que tampoco aparecen en las demás, porque con toda probabilidad el Ministerio de Defensa las habría revelado sin duda, como una confirmación más de su propuesta de identificación del ovni con tal globo. Otro detalle que no puede conciliarse con un UFO-Solar tradicional es la presencia de la cúpula blanca opaca (o carenado) señalada por Cecconi en la parte superior del objeto.
Así pues, podríamos decir que existen al menos tres diferencias entre el objeto fotografiado por Cecconi y su posible identificación con un UFO-Solar: el tamaño, la ausencia de las marcas laterales y la presencia del misterioso carenado blanco.
Podría argumentarse, sin embargo, que la imaginación humana no tiene límites y que, por tanto, es posible que algún inventor creativo concibiera y construyera un globo inspirado conceptualmente en el UFO-Solar, mucho más grande, sin marcas y con algo blanco en la parte superior. De hecho, como se documentó ampliamente en la prensa de la época, tales modelos autoconstruidos existieron y tenían formas de lo más imaginativas.
Sin embargo, la observabilidad del objeto mediante radar y su dinámica de vuelo también descartarían la hipótesis del globo de juguete. En efecto, un UFO-Solar (o similar) no es observable por radar: el material utilizado para construirlo, necesariamente muy fino para permitir el vuelo en sus condiciones particulares de uso, no hacía posible en modo alguno la reflectividad radar.
Por lo tanto, dado por seguro -según el testimonio de Cecconi- que el centro de radar de Istrana registró la presencia del objeto sobre Treviso Sant’Angelo, parece inevitable concluir que tal objeto tuvo que ser muy diferente de los globos de tipo UFO-Solar.
El propio teniente coronel Patelli, aunque se inclinaba bastante por aceptar la hipótesis explicativa UFO-Solar, nos confirmó que si efectivamente un radar pudo captar el objeto, entonces su estructura debía ser, si no metálica, en todo caso muy diferente de una película de plástico muy fina.
Un último elemento parece excluir esta hipótesis, a saber, el perfil de vuelo del objeto. Como ya se preveía, el vuelo de un globo de tipo UFO-Solar era decididamente errático e imprevisible, completamente a merced de los caprichos del viento debido a su ligereza general. Sus corrientes de convección internas contribuían a hacerlo aún más inestable e incoherente en sus movimientos. Esto no concuerda en absoluto con la afirmación de Cecconi de que, con respecto a sus propios pasajes, tuvo la impresión de que el objeto permanecía prácticamente inmóvil. Además, el propio Cecconi declaró que recibió comunicación desde tierra de que el objeto se movía realmente por el aire, con velocidad relativamente moderada y rumbo constante.
No olvidemos, pues, que Cecconi afirmó que la misteriosa cúpula blanca se mantenía constantemente en la parte superior del objeto, sugiriendo así un objeto estable y no un globo muy ligero que tiende a cambiar de actitud y a girar a la menor ráfaga de viento.
También hay que tener en cuenta que el G-91 pasó repetidamente a 70-80 metros del objeto sin provocar ningún cambio en su actitud de vuelo. Ahora bien, es cierto que en un avión pequeño y rápido como el G-91R el efecto de las turbulencias se limitaba a su envergadura, o poco más, y que este efecto se materializaba principalmente en su estela y no lateralmente. Sin embargo, es difícil creer que un caza que pasara a 80 metros de un UFO-Solar a una velocidad de unos 500 km/h no destruyera su finísima envoltura o, al menos, lo alejara desordenadamente.
Por último, recordemos que, siempre según el piloto, el objeto pasó en pocos minutos de los 7,000 pies iniciales a más o menos 13,000, alternando fases de ascenso y descenso.
Incluso este ritmo fluctuante de ascenso no parece conciliarse demasiado bien con lo que cabría esperar de un UFO-solar, original o no.
¿Y qué decir de la extraña estela azul que la gente en tierra, pero no Cecconi, vio salir del objeto? ¿Y qué pensar de la repentina desaparición del objeto, tanto de la vista como de la pantalla del radar, prácticamente al mismo tiempo?
Es difícil dar respuestas sin datos objetivos. Por lo tanto, no podemos sino suspender el juicio sobre el ovni de Treviso, porque quedan demasiadas preguntas sin respuesta y la hipótesis UFO-Solar tampoco es capaz de explicar satisfactoriamente el caso, al menos sobre la base de los datos disponibles en la actualidad. Al contrario, estos datos tenderían a desmentirla.
Por supuesto, por nuestra parte, no damos por cerrada la investigación, porque siempre queda la esperanza de que alguna nueva información, quizá de fuentes oficiales, pueda tarde o temprano ayudar a arrojar nueva luz sobre el asunto.
NOTAS
[1] Puede ser útil recordar que el G-91R, además de las misiones de apoyo a las fuerzas terrestres, se utilizaba con normalidad precisamente para misiones de reconocimiento táctico, estando para ello equipado con cuatro cámaras Vinten (una frontal, dos laterales a derecha e izquierda en el morro, una en la parte inferior) optimizadas para ese fin.
[2] El pie es la unidad lineal de medida utilizada en aviación y corresponde a 30.48 cm. Por lo tanto, la altitud inicial de 7,000 pies corresponde a unos 2,100 metros, mientras que la altitud final de unos 13,000 pies corresponde a 3,900 metros.
[3] Evidentemente, esta afirmación debe tomarse con una pizca de sal, en el sentido de que no hay pruebas de que el objeto estuviera controlado o pilotado en modo alguno, aunque no deja de ser curioso que siempre llegara a estar en una posición determinada con respecto a los pasos del avión.
[4] Véase a este respecto nuestro artículo “Avistamientos ovni y aeronaves” en UFO – Rivista di informazione ufologica, número 14, julio de 1994.
AGRADECIMIENTOS
El autor desea dar las gracias a todos los que le ayudaron en la realización de la investigación, con especial referencia a Dario Bortolin, Bruno Patelli y Remo Guerrini.
El mariscal Cecconi -a quien ya se agradeció al principio del artículo su esencial colaboración- demostró ser no sólo un profesional muy valioso en su campo, sino también un verdadero caballero, y el autor considera un privilegio haber podido conocerle y reunirse con él en persona. Un sincero agradecimiento también a la Sra. Cecconi que, aunque en un momento ciertamente difícil, no dejó de acoger a los investigadores del CISU con gran simpatía y mucha paciencia.
Por último, hay que reconocer el mérito de quienes, dentro de nuestra asociación, han colaborado para que la investigación del caso Cecconi pudiera ir por buen camino, desde Renzo Cabassi a Alessandro Cortellazzi, desde Paolo Fiorino a Roberto Raffaelli.
[Este artículo se publicó por primera vez en UFO – Rivista di informazione ufologica, revista del Centro Italiano de Estudios Ovni (CISU), nº 17, febrero de 1996; © CISU, P.O. Box 82, 10100 Turín – cisu@ufo.it