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Ruido blanco. Espíritus tecnologizados

RUIDO BLANCO


Espíritus tecnologizados


Mario Méndez Acosta

RuidoBlanco1 Es verdad que el ser humano tiene contacto con lo más profundo del cosmos. Para ello le basta con encender un televisor y sintonizarlo en un canal que no capte señal alguna para poder ver y escuchar algo llamado «ruido blanco», el cual tiene su origen en la llegada al receptor de la radiación cósmica, integrada por señales electromagnéticas totalmente aleatorias, desorientadas y sin estructura alguna, que arriban a nuestro planeta desde los confines del universo. Con ellas llegan también otras partículas conocidas como rayos cósmicos que provocan la aparición de una interminable difusión de manchitas claras y oscuras, en una pantalla de televisión, sin orden alguno así como un ruido característico, que a algunos recuerda el sonido producido por un sartén con aceite en el que se fríe algún alimento. Este sonido se conoce como «ruido blanco» que es la voz del más puro azar. Y se trata de la combinación de todas las frecuencias de sonido.

whitenoise2 Pero muchos seres humanos no logran resistir la tentación de encontrar conexión con fenómenos misteriosos aún en los acontecimientos más azarosos de la naturaleza, por lo cual no han faltado interpretaciones caprichosas que van desde la convicción de que tal ruido tiene propiedades terapéuticas y relajantes, hasta el más reciente mensaje, que se convirtió en tema de una película hollywoodense, «Ruido Blanco» o «Voces del más allá», de Geoffrey Sax, protagonizada por Michael Keaton, donde se asevera que los muertos (en espíritu) intentan comunicarse con los vivos a través del ruido blanco producido por los aparatos electrónicos.

El motivo por el cual los difuntos encuentran más conveniente manifestarse, con increíble precisión, induciendo radiaciones electromagnéticas moduladas en los complejos circuitos electrónicos de un aparato de televisión o de una grabadora que, por ejemplo, produciendo sonido directamente en el aire o haciendo vibrar los tímpanos de los seres humanos, es un misterio.

Difícilmente puede decirse que alguno de los muertos que trata de hablarnos a través de aparatos electrónicos de comunicaciones en realidad haya tenido en vida el conocimiento técnico para intentarlo con éxito.

Obviamente, detrás de estas afirmaciones está una hipótesis inconsciente, implícita en el criterio de toda persona ignorante: que la comunicación, en este caso electrónica, se logra mediante un mecanismo maravilloso, casi mágico, ubicado en una «caja negra», y que los espíritus tienen a su alcance un suficiente conocimiento infuso y las formas mágicas para interactuar sin falla con esos aparatos. Se pueden encontrar en la red varios ejemplos de supuestos sonidos de ultratumba captados ya sea por grabadoras o televisores. (1)

El fenómeno de las supuestas voces electrónicas no es reciente. Alrededor de 1927, Tomás Alva Edison utilizó sin éxito todos sus talentos y recursos para construir un aparato que permitiera comunicarse con los espíritus de los muertos. Lo intentó con un grabador de discos de fonógrafo al que le adaptó una gran antena y también utilizó reactores químicos que podrían afectar un disco de baquelita.

Otro precursor fue el sueco Friederich Jurgenson, quien en 1959 colocó una grabadora en el campo para captar los sonidos de las aves, obteniendo en cambio el registro de tenues voces humanas que, según él, no respondían a una presencia física. Poco después, empezó a reconocer algunas de esas voces, incluyendo la de su propia madre que lo llamaba usando su sobrenombre de cariño.

El Dr. Konstantin Raudive, soviético letón, también intentó captar voces del más allá en grabadoras activadas en lugares solitarios, y en algún momento afirmó haber obtenido voces en alemán, letón y francés, incluyendo una voz que decía en este último idioma «¿Va dormir Margarete?».

Sorprende así siempre lo irrelevante de la información que por estos medios supuestamente transmiten los difuntos, se trata siempre de frases sin sentido o bien de advertencias obvias o de lamentos. No parece esto justificar el esfuerzo que harían los muertos al buscar comunicarse por medios electrónicos, aunque algunos parapsicólogos afirman que estas almas no saben que lo están haciendo, algo que hace al supuesto fenómeno todavía más irrelevante.

Las voces así captadas se clasifican, según James Alcock (2), en: voces de micrófono, captadas del aire por un receptor y una grabadora; las voces de radio, registradas al captar el ruido blanco de un receptor no sintonizado en alguna estación en particular, y las voces de diodo registradas en un circuito electrónico no receptor de radio. Algunos creyentes afirman haber captado voces habladas en reversa, como se asevera que ocurre con ciertos discos de rock. Pero si los muertos pueden lograr que la flecha del tiempo cambie de dirección, bien pueden trasladarse así a un momento en que todavía estuvieran vivos en el pasado, y recuperar de esta manera el acceso al mudo de los vivos.

En realidad, hay dos explicaciones sobre lo que se llega a captar en aparatos electrónicos (si uno elimina los casos de bromas o falsificaciones). Una voz inesperada en una grabación se puede deber a algo que se llama transmodulación, un suceso común de interferencia que se aprecia cuando ciertos aparatos de audición electrónica, como teléfonos o grabadoras, captan señales de radio. Otra posibilidad es que ocurra una apofenia; fenómeno psicológico perceptivo en el que detectamos conexiones inexistentes y hallamos causalidad en cosas no relacionadas entre sí. Detectamos así con frecuencia patrones que no existen, tal y como ocurre con las pruebas Rorschach, con manchas simétricas de tinta, que los psicólogos usan para analizar a sus pacientes.

Las percepciones de patrones de imágenes en cinescopios de televisión encendidos sin señal se asemejan también a las interpretaciones de los asientos del café en las tazas que usan los que leen la fortuna por este medio.

Desde luego, cualquiera puede hacer sus pruebas particulares sobre este asunto y ponerse a escuchar grabaciones dejadas transcurrir en el campo; a escudriñar largamente señales de radio o televisión, o bien contemplar la pantalla durante horas para ver si aparece algo que parezca una señal inteligente. No hay que olvidar, por otro lado, que para ser significativo, un resultado positivo debe ser repetible y reproducible por otros experimentadores.
REFERENCIAS

1) http://members.tripod.com/~GSOLTESZ/evp.htm#listen:
http://www.mdani.demon.com.uk
2) Electronic Voice Phenomena. Voices of the Dead? James E. Alcock, PhD.
http://www.csicop.org/list/listarchive/msg00471.html

La navaja de Occam arma racionalista

LA NAVAJA DE OCCAM ARMA RACIONALISTA[1]

Mario Méndez Acosta

Guillermode Occam Es tan mala la fama que tiene entre nosotros la Edad Media, que a muchos les resulta increíble que durante su transcurso vivieran personas pensantes, racionalistas y escépticas aun ante los más paralizantes dogmas vigentes en ese momento. Sin embargo, éste fue el caso de Guillermo de Occam, pensador británico que nació a finales del siglo XIII, quien se hizo monje franciscano y estudió en la Universidad de Oxford, donde fue catedrático entre 1315 y 1319.

Su visión acerca de la teoría del conocimiento era increíblemente moderna. Fue precursor de la concepción mecanicista de la ciencia que surgiría plenamente durante el Renacimiento y aunque se le considera la figura central de la escolástica del siglo XIV, su creencia personal era que la teología es materia de fe y no es accesible a la razón.

Se ha hecho notorio que el protagonista central de la novela El nombre de la rosa, de Humberto Eco, un monje franciscano medieval llamado Guillermo de Baskerville, está basado evidentemente en Sherlock Holmes, personaje RogerBacon detectivesco de Arthur Conan Doyle; pero pocas personas se han dado cuenta de que es indudable que también está inspirado en Guillermo de Occam: franciscanos, investigadores contemporáneos e ingleses ambos.

Era tal ola fama de polemista eficaz y de audaz heterodoxo que logró Occam, que se ganó el sobrenombre de Doctor invencible.

Occam prosiguió la tradición racionalista del también franciscano, británico e incansable investigador científico, el rebelde filósofo Roger Bacon, fallecido en 1294 y supuestamente inventor de la pólvora. Este tenía título, nada menos que, de Doctor admirable.

JuanEscoto Igualmente, Occam continuó la labor intelectual de otro gran monje filósofo británico, azote de Tomas de Aquino y defensor de la razón y del realismo, el escocés Duns (Juan) Escoto, el cual, para completar la triada, llevaba el sobrenombre de Doctor sutil. Escoto falleció en 1308.

Sin duda por tener elementos de tal categoría, la orden franciscana fue muy mal vista por el papado durante esa época. Por un pelo se salvó entonces de ser considerada herética y sus miembros más prominentes de las habituales ex comunión, tortura y muerte.

Occam es universalmente conocido por una máxima que, sin embargo, no se encuentra en sus escritos.

El enunciado original más conocido es: «No deben multiplicarse innecesariamente las entidades». Una regla equivalente «“nos recuerda el físico estadounidense Milton A. Rothman en su Guía del escepticismo– es la de «Resulta vano hacer más lo que se puede realizar con menos», frase que sí aparece en los escritos occamianos.

BertrandRussell2 Su regla era una respuesta a los más desaforados idealistas de su época que insistían en inventar objetos ideales que representasen la realidad subyacente de los objetos terrenales perceptibles por los humanos. Bertrand Russell redondea el concepto de la navaja de Occam señalando que «»¦ si en una ciencia todo puede ser interpretado sin suponer esta o aquella entidad hipotética, entonces no está justificado suponerla».

Este principio fue invaluable para librar a la física y a la química de numerosos fluidos inobservables postulados durante los siglos XVIII y XIX. Así, tuvieron que desaparecer el calórico, el flogisto, el éter y varios más.

Hay que señalar que este principio también estorbó la adopción de la teoría atómica por parte de los más prestigiosos físicos del siglo XIX. Sólo cuando varios de los fenómenos pronosticados por esa teoría se verificaron en los laboratorios, la existencia del átomo fue plenamente aceptada.

En la actualidad la navaja de Occam es considerada como un útil principio heurístico (regla de dedo para inventar). Está lejos de ser una ley natural. Sirve, no obstante, de guía para los científicos que se internan en sus investigaciones dentro de la física de las partículas elementales y es el motor de la búsqueda de una teoría física del campo unificado, cuyo objeto es reducir las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza «“gravedad, electromagnetismo y las dos fuerzas nucleares atómicas- a un solo fenómeno.

Se le ha malinterpretado de dos formas. No es verdadera esta interpretación: «Si dos teorías se ajustan a los resultados observados, la que requiera menos suposiciones se debe aceptar como la más válida». Esto es falso, en este caso ambas son igual de válidas aunque sea preferible la más sencilla.

Tampoco es verdad que la navaja recomiende que «la explicación más simple de una observación hecha de cualquier fenómeno es seguramente la correcta». Existen muchos casos en la física en que esto no se cumple. En primer lugar la explicación debe aplicarse a toda observación posible. Para un creacionista puede resultar más «simple» afirmar que Dios creó instantáneamente el universo completito hace ocho mil años, en lugar de aceptar la compleja realidad de la evolución cosmológica y de las especies.

La navaja expulsa del conocimiento a hipótesis innecesarias, fuera de las leyes naturales, y a entidades inobservables o espirituales. Es una herramienta invaluable contra las creencias mágicas y la superstición.


[1] Este artículo fue publicado originalmente en el periódico Excelsior del 17 de diciembre de 1988.

Hablando con los muertos

HABLANDO CON LOS MUERTOS[1]

Mario Méndez Acosta

Comunicarse con los que ya han dejado este mundo ha sido siempre una de las más insistentes aspiraciones de los seres humanos. La muerte de un ser amado es algo tan definitivo e irreversible que impresiona profundamente a la mente de casi todas las personas de todas las épocas y culturas. Una de las primeras reacciones ante la muerte es la negación; el individuo se niega a aceptar que el difunto simplemente ya no existe y que, tarde o temprano, a él mismo le va a ocurrir esa horrible experiencia.

A lo largo de los siglos, la negativa a aceptar esa suerte inevitable ha llevado a varias manifestaciones culturales muy evidentes, relacionadas con los rituales más misteriosos y profundos de muchas de las grandes religiones. Pero lo relevante, para el interesado en la ciencia y sus efectos en la vida social contemporánea, son las afirmaciones hechas por personas ordinarias en el sentido de que poseen algún tipo de facultad para comunicarse con los ya fallecidos.

Durante varios decenios, el mago Harry Houdini, quien detectó cómo los llamados médiums se dedicaban a engañar a las personas crédulas, en sesiones en las que afirmaban poder convocar a los espíritus de sus deudos, y reproducían ahí efectos en apariencia maravillosos, que mostraban la presencia de entidades del más allá. Después de la muerte de su madre, Houdini se dedicó a desenmascarar a los videntes que le aseguraban la comunicación con ella en el otro mundo. Jamás encontró a un médium que no hiciera algún tipo de trampa. Curiosamente, entre Harry Houdini y sir Arthur Conan Doyle, ferviente convencido en la realidad de los fenómenos sobrenaturales y del espiritismo, surgió una cierta amistad, y Doyle aseguraba que los poderes de Houdini como escapista eran de índole paranormal. La actividad de Houdini como desenmascarador de charlatanes la han seguido otros ilusionistas como James Randi y, en el México de los cuarenta el jesuita José Heredia.

JohnEdward La novedad en este ámbito es que hoy ha surgido una nueva oleada de individuos que aseveran poderse comunicar con los muertos, pero lo hacen ante un nutrido auditorio y ante las cámaras de televisión. Destaca entre ellos uno que se hace llamar John Edward, aunque su nombre verdadero es John McGee Jr. Este individuo tiene un programa espectacular llamado Crossing Over -Cruzando al otro lado- en el canal estadounidense de cable SciFi, emisora, en teoría, dedicada a la ciencia-ficción, pero que ahora, en forma deshonesta, ha tratado de capitalizar esa confusión popular que considera a la literatura mística y a la divulgadora de temas en torno de lo sobrenatural como ciencia-ficción, algo que rechazan los conocedores de este género literario tan respetable. Edward actúa ante un numeroso auditorio, y selecciona personas del mismo, a las que intenta convencer de que está en contacto con algún familiar ya fallecido para entregarles algún tipo de mensaje de su parte.

JamesvanPraagh Los nuevos espiritistas, como Edward y otros como James van Praagh, Rosemary Altea, Sylvia Browne y George Anderson, evitan usar la supuesta manifestación material de los espíritus, ya que ello los expondría a demandas severas, al ser descubiertos con más facilidad, y han optado por usar las técnicas de los médiums mentales, con las que fingen escuchar las voces de los difuntos y transmitir cierta información a sus clientes o a miembros del público que acude a sus espectáculos.

Los antiguos médiums enviaban los mensajes de los pretendidos muertos de manera clara y sin rodeos, pero John Edward se ha convertido en el amo de la ambigüedad y el circunloquio. Los muertos con los que hace contacto parecen tener muy mala memoria y dificultades patológicas para comunicarse. Reporta el investigador de los paranormal John Nickell el siguiente diálogo de Edward con Larry King, en el programa de éste en CNN. (Junio 19de 1998): «Siento que hay un nombre que empieza con algo que suena como J o con G, relacionado con esto» o «hay alguien que se llama Linda o Lindy… o Leslie, con un nombre que inicia con E» o bien «Tengo aquí a una Maggie o Margie, o algún nombre que tiene las letras M y G» o, también «hay una Mellen o Helen o Eleanore o algo así». Los espíritus parece que se comunican con Edward como si estuvieran jugando mímica o haciendo pantomima, como lo mostró Edward en el programa Dateline, de la cadena NBC de televisión.

RosemaryAltea Se trata de un caso claro de uso de las técnicas de la llamada «lectura en frío» con las cuales el supuesto médium suelta pistas verbales, para que sus víctimas asientan o nieguen, y él retroalimente información que le permita seguir adelante. Alguien muy crédulo puede proporcionar una cantidad de información sorprendente al médium, nada más asintiendo con la mirada y con leves movimientos de su cabeza. Edward practicó de niño estos trucos hasta el cansancio, ya que su madre practicaba la adivinación, organizaba fiestas síquicas en su casa e invitaba a todo tipo de supuestos clarividentes.

Pero estos médiums no se detienen en la llamada «lectura en frío» de la actitud de las personas que tienen delante a las que interrogan; también son hábiles en las técnicas de «lectura en caliente». John Edward practica esto con frecuencia, como se denunció en la revista Time (marzo 5 de 2001) donde una víctima de Edward, llamada Michael O’Neill, quien supuestamente recibió de Edward mensajes de su abuelo muerto, notó que los datos mejoraron sustancialmente desde la entrevista preliminar hasta el momento de inició del espectáculo, y señaló que los auxiliares de Edward recorren el auditorio hablando con el público, obteniendo información adicional que anotan en tarjetas. La información que de él obtuvieron estas personas fue empleada así por el médium al iniciar el espectáculo.

SylviaBrown En ese programa Dateline de junio de 2000, Edward fue descubierto en uno de sus trucos favoritos, al mostrarse que la información sobre la muerte de uno de los camarógrafos del programa la había obtenido del mismo, ese día un poco más temprano.

Es una táctica usual entre este tipo de estafadores amplificar sus escasos aciertos claros y minimizar sus numerosos fracasos en cada una de sus sesiones. Edward edita a veces los videos de sus presentaciones, para incluir escenas donde los miembros del público que entrevista asienten con la cabeza, cuando en realidad ellos mismos recuerdan haber denegado y diferido de lo que afirmaba. Emplea mucho afirmaciones generales ante grandes públicos, donde no faltará quien acepte lo señalado. Posteriormente, se enfoca a esa persona, y si no obtiene más aciertos busca otra con el mismo método.

Otra forma de desenmascarar lo que hace Edward es reproducido, empleando un falso psíquico que se presente como verdadero y obtenga aciertos asombrosos con las técnicas de lectura en frío. Después se le informa al asombrado público que todo fue un truco, sin embargo, muchos no lo creen, y se van con la impresión de que el supuesto médium en realidad era legítimo.

GeorgeAnderson Lo burdo de las actuaciones de Edward, y la credulidad de gran parte de su público, revelan sobre todo la gran necesidad de creer en estas cosas que afecta a la mayor parte de las personas. Nada de lo que hagan los investigadores y se publique en periódicos y revistas serios afecta esta tendencia de quien manifiesta la necesidad de escuchar una vez más el mensaje de un ser querido muerto. Sólo mediante la difusión constante de información crítica, sobre todo al alcance de los niños y los jóvenes, se podrá aumentar esa pequeña dosis de actitud crítica que le permite a cualquier individuo reconocer de inmediato a un estafador encallecido, como ha demostrado ser sin duda John Edward, así como sus imitadores en América Latina.

Referencias

John Edward: Hustling the Bereaved, Skeptical Inquirer, Dec. 200l.

Lean Jaroff: Talking to the dead. Time. March S, 200 l.

Chris Ballard: Oprah of the other side. New York Times Magazine, Jul29 2001.


[1] Este artículo fue publicado originalmente en Ciencia y desarrollo No. 165, México, julio/agosto de 2002, Págs. 86-87.

El mito del 10%

EL MITO DEL 10%[1]

Mario Méndez Acosta

En su gran mayoría, las personas parecen creer a pie juntillas la afirmación de que solamente usamos el 10% de nuestro cerebro y que, en consecuencia, si lo empleáramos en su totalidad, seríamos capaces de realizar grandes prodigios mentales y tal vez hasta poseeríamos poderes paranormales maravillosos. Algunos aseguran que si los científicos no saben para qué sirve el 90% de nuestra masa cerebral, lo más seguro es que en realidad la podamos utilizar en desarrollar algunos poderes psíquicos, para lo cual nos podríamos entrenar bajo la sabia conducción de varios expertos.

Karges Diversos negociantes, como Craig Karges y Carolyn Miss, que operan en Estados Unidos, cobran cantidades sustanciales por enseñar a la gente a usar la porción de nuestro cerebro que no aprovechamos en condiciones normales. Karges vende un programa llamado «margen intuitivo», que supuestamente permite desarrollar habilidades síquicas naturales, como la telepatía, la precognición y hasta la telequinesia -mover objetos a distancia- y, por su lado, Miss ha escrito varios libros en los que proporciona la receta para desencadenar poderes intuitivos latentes en ese 90% del cerebro que asegura no empleamos.

El notorio ilusionista y supuesto psíquico israelí, Uri Geller, también afirma en su libro El poder de la mente que la mayor parte de nosotros sólo usa el 10% de su cerebro, y agrega que hemos olvidado habilidades y poderes prodigiosos por no cultivar ese vasto potencial y por no educar a los niños para que lo aprovechen. Desde luego, aunque fuera cierto que no usamos el 90% de nuestro cerebro, cosa que resulta manifiestamente falsa, de ello no se sigue que pudiéramos desarrollar poderes capaces de violar las leyes de la física. Lo cierto es que el mito se basa en la interpretación errónea de dos hechos reales que afectan el funcionamiento del cerebro y que se tienen bien documentados.

Es cierto que las conexiones neuronales del cerebro muestran gran redundancia; es decir, una señal electroquímica, un conjunto de ellas, o hasta un patrón espacial de las mismas; pueden transmitirse por varias vías o trayectos dentro de la corteza cerebral y dentro del llamado sistema límbico. Lo anterior es una adaptación que han desarrollado todos los animales superiores, con objeto de que cualquier daño que afecte el tejido cerebral no se convierta en un defecto o una falla irreparable, incluso fatal para el individuo. Pero eso no quiere decir que el 90% de las neuronas múltiplemente conectadas de esta manera no funcione de manera constante, pues son las diversas conexiones que las unen las que pueden ser o no activadas en diversos momentos. La obtención de imágenes cerebrales por medio de la técnica conocida como tomografía de barrido de emisión de positrones (PET scan) y la de formación de imágenes del interior del cerebro mediante reso­nancia magnética, claramente demuestran que la mayoría de la masa cerebral dista de estar inactiva a lo largo de un tiempo razonable de actividad normal del individuo.

También ocurre que algunas funciones específicas y limitadas del organismo sólo se controlan de manera habitual por una parte aislada del cerebro y lo hacen sólo en determinado momento, del mismo modo como las personas no emplean todos sus músculos simultáneamente todo el tiempo. No obstante, a lo largo de un día casi todo el cerebro es usado una y otra vez, y el mito del 10% supone también que sus funciones se hallan muy localizadas en diversas regiones del mismo, dejando otras partes no especializadas a manera de espacios vacíos sin uso alguno. Pero lo cierto es que cualquier lesión que dañe una parte cualquiera del cerebro tendrá siempre alguna consecuencia -a veces espeluznante- en el funcionamiento del individuo afectado.

CarolineMyss Algunos otros señalan que esa parte no utilizada del potencial de la mente humana se refiere al inconsciente de las personas, el cual se afirma a la ligera que abarca un 90% de nuestra mente o actividad neuronal. Esa proporción tal vez sea mucho más reducida, según algunos experimentos que determinan la cantidad de información que puede manejar la conciencia humana, comparada con la que recibe el cerebro de todos los sentidos. Ocurre también que los recursos de la memoria, a largo plazo están almacenados químicamente en el cerebro y no subsisten como impulsos electroquímicos siempre activos en circuitos neuronales. Es verdad que, en ocasiones, la conciencia no puede tener acceso a esa información, sumergida en el olvido, pero ello puede remediarse con el estudio de ciertas drogas, la introspección prolongada y la mera reflexión también es verdad que ciertos ejercicios mentales pueden mejorar la memoria y la concentración, pero lo que hace eso es crear nuevos circuitos neuronales más duraderos y accesibles, que permiten al cerebro funcionar con mayor eficacia.

El mito del 10% se ha difundido de tal manera que se ha convertido en lo que el investigador Robert J. Samuelson denomina «psico-dato»; es decir, una creencia que, aun cuando no esté apoyada por evidencia real alguna, se toma como verídica entre el público, debido a que su repetición llega a alterar la forma en que experimentamos e interpretamos nuestra vida. Investigaciones recientes de la revista New Scientist atribuyen la creación del mito del 10% tanto a Sigmund Freud como al propio Albert Einstein y hasta al filósofo Dale Carnegie, y entre quienes se han dedicado a explotar las implicaciones de la leyenda y a poner a prueba sus afirmaciones se encuentran el investigador Barry Beyerstein, el psicólogo Benjamín Radford y el autor Michael Clark

Bibliografía

Beyerstein, Barry. Mind Myths, Nueva York, 1999, John Wiley.

Drain, Brian. The Last Word, New Scientist 19/26, Dic. 1998.

Clark, Michael. Reason to Believe. Nueva York, 1997, Avon Books.

Geller, Uri, y Jane Struthers. Mind Power Book, Londres, 1996 Virgin Books.


[1] Este artículo apareció originalmente en Ciencia y Desarrollo, México, número 161, noviembre/diciembre de 2001, Págs. 96-97.

Tierra Rara

TIERRA RARA[1]

Mario Méndez Acosta

Ward Las condiciones que permitieron la evolución de la vida animal avanzada en la Tierra y, por último, la apari­ción de una especie inteligente, capaz de crear una civilización tecnológica, quizá no se repitan en ningún otro lugar de nuestra galaxia o aun del universo visible. Esta es la conclusión a que llegan el geó­logo Peter Ward y el astrónomo Donald Brownlee, auto­res del éxito de librería titulado Tierra rara y de la hipóte­sis cosmológica del mismo nombre. Dicha hipótesis señala la paradoja de que muy probablemente la vida simple pueda estar casi en todos lados del cosmos, pero una vida com­pleja, como la que, hay en la Tierra, prácticamente no se encontrará en ningún otro sitio. Lo anterior representa la primera reversión de la tendencia mostrada por el avan­ce del conocimiento científico, que desde hace siglos ha ido retirándoles todo concepto de privilegio o de posición especial en la naturaleza a la Tierra, a nuestro sistema solar ya la especie humana. Según se profundiza en el estudio de la aparición de la vida en este planeta, y en su evolu­ción a lo largo de más de cuatro mil millones de años, todo indica que después de todo nuestro orbe sí es especial en el universo observable, por ser el único habitable para se­res que se pueden calificar como animales superiores.

Lo anterior no sólo representa un balde de agua hela­da sobre quienes creen en el origen extraterrestre de los ovnis, sino incluso para el grupo de científicos respeta­bles que se han dedicado, a lo largo de los últimos cuaren­ta años, a buscar señales de radio provenientes de otras civilizaciones en el cosmos. Por cierto, la total falta de éxito de dichas búsquedas, que han cubierto ya millones de es­trellas potenciales, concuerda con la hipótesis de la Tierra rara.

Brownlee Ciertos hallazgos recientes contribuyen a la conclu­sión de que el surgimiento de seres complejos en la Tie­rra, los metazoos, no ocurrió de manera lineal y sencilla a partir de la vida unicelular, sino que siguió un proceso largo, accidentado y con retrocesos. Se ha visto que no bas­ta para estos fines con que la Tierra esté en la posición más favorable en su distancia respecto al Sol, sino que influ­yen otros factores, como la existencia en nuestro sistema solar de Júpiter, gigantesco planeta que nos protege de una infinidad de impactos de cometas como el que causó la extinción de los dinosaurios, choques que hubieran oca­sionado una y otra vez la desaparición de cualquier indi­cio de vida compleja en la Tierra. La presencia de una luna relativamente grande sirve para estabilizar la inclinación del eje de la Tierra y para hacer más lenta su rotación, lo que mantiene las variaciones climáticas dentro de márge­nes no muy extremos. Nuestro planeta posee además pla­cas tectónicas, que son las que hacen que los continen­tes se trasladen por toda la superficie del planeta, creando montañas, desiertos, lagos e innumerables ambientes muy variados; esto favoreció el proceso de creación de las espe­cies, pero sobre todo permitió que en esas grandes fisuras del fondo de los mares, donde se separan unos de otros los continentes, surgieran de la Tierra lava y agua a altí­simas temperaturas, provenientes del núcleo incandes­cente, creando así un medio hospitalario muy especial, seguro y estable en esas profundidades marítimas abisa­les.

Se ha descubierto que en esos sitios submarinos, don­de debido a la altísima presión el agua se calienta a cien­tos de grados centígrados, habitan seres vivos tanto uni­celulares como multicelulares, a los que se ha denominado «extremófilos», y se ha determinado que los microorga­nismos de este tipo son los más antiguos que existen. Ello se puede verificar examinando las características del cam­bio a lo largo del tiempo, que muestra su material gené­tico respecto al de otros seres vivos. Al mismo tiempo, se ha determinado con mayor exactitud cómo eran las con­diciones atmosféricas en la Tierra primitiva, justo después de su enfriamiento y de que dejaron de impactarse en ella con frecuencia asteroides y cometas en esos primeros millones de años de su existencia.

rareearth Se ha visto que, de modo contrario a lo que se creía, la atmósfera primitiva de la Tierra no contenía gases como el metano, que favorecen la creación de materia orgánica, y que la presencia incesante de radiaciones ultravioleta hubiera impedido la formación de moléculas complejas. Ello ha orillado a los científicos a concluir que la vida misma se creó en el fondo de los mares, en esas fisuras ardientes donde aún sobreviven las bacterias y otros ani­males extremófilos.

La tectónica de placas permite también que la Tierra tenga un campo magnético que nos protege de radiaciones de partículas solares muy energéticas, las cuales hubieran impedido también la formación de moléculas complejas, ya que éstas sí atraviesan hasta la actual capa protectora de ozono.

Brownlee y Ward describen diez extinciones masivas distintas, ocurridas en nuestro planeta y debidas sobre todo a eventos cósmicos, como impactos de cometas, de las cuales se tiene un registro geológico. Cada vez, un rema­nente de vida ha podido sobrevivir para continuar con la evolución de la biosfera, pero no hay garantías de que ello siempre ocurra. La existencia continua de vida comple­ja en nuestro orbe ha sido una cadena muy delicada que podría romperse en cada momento y, mientras más dure, mayores son las probabilidades de que eso ocurra algún día.

Los autores también describen las muy especiales condiciones que tiene nuestro Sol. La vida compleja re­quiere de una estrella madre, estable y durable, de segun­da generación, con una buena cantidad de elementos pe­sados, y ese tipo de estrellas no existen en otras galaxias ni en cualquier lugar de la nuestra, a la que llamamos Vía Lác­tea. Así, por ejemplo, las estrellas en cúmulos esféricos son muy viejas y de primera generación, por lo que no con­tienen elementos pesados, mismos que tampoco poseen las situadas en las orillas alejadas de las galaxias espirales como la nuestra, además de que no están en posibilidad de generar planetas rocosos en donde surja vida. Por su parte, las estrellas situadas en los superpoblados núcleos de las galaxias se ven sujetas a frecuentes accidentes cós­micos, como estallidos de supernovas muy cercanas, que acabarían con la vida en cualquier planeta más o menos próximo.

La humanidad es mucho más especial de lo que se pensaba, y los sueños de que allá afuera, en el cosmos, existan grandes imperios galácticos resultan ahora increíblemente improbables.

Referencias

Peter Ward & Donald Brownlee. Rare Earth, Coper­nicus, Nueva York, 1999.

Paul Davies. Are we Alone?, Basic Books, Nueva York, 1995.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo, No. 157, México, marzo-abril de 2001. Págs. 96-97-