DUDA
Durante cientos de años se han registrado en todo el mundo reportes de lluvias rojizas, que algunos identifican con la sangre. Hoy sabemos que las tormentas de polvo son abundantes productoras de residuos aéreos. No es insólito que Europa reciba lluvias de polvo procedentes del Sahara. El 28 de enero de 1983, por ejemplo, llovió «sangre» sobre Austria. Los meteorólogos de la central de observación de Viena encontraron que se trataba de arena del Sahara llevada al Atlántico Oriental por un anticiclón, de donde, como nube de polvo gigantesca, se trasladó por un ciclón de las Azores hacia Europa Central. En marzo de 1901, un volumen de polvo del Sahara, calculado en dos millones de toneladas, cayó sobre el norte de Ãfrica y el sur de Europa. Dos años más tarde, en febrero de 1903, el caído sobre Gran Bretaña se calculó que ascendía a diez millones de toneladas. En muchas ocasiones el polvo sahariano ha caído en forma de lluvia de barro o nieve rojiza sobre gran parte del sudoeste de Europa.
En América ocurre un fenómeno similar. Durante las sequías que padeció América del Norte en la década de los treinta, el viento levantó una vez diez millones de toneladas de polvo en el corazón del continente. En ocasiones fuertes vientos arrastran el polvo en dirección Este, unos 2,900 kilómetros hasta los cielos nubosos de la costa Atlántica.
Australia también aporta casos de este fenómeno. El 14 de noviembre de 1902 llovió barro en tasmania. El fenómeno se atribuyó a los torbellinos australianos. El rojo polvo volvió a caer ahí en febrero del año siguiente, a un promedio de cincuenta toneladas por milla cuadrada. El material, según se dijo, parecía indistintamente polvo de ladrillo vivamente coloreado, café claro o chocolate, muy suave al tacto y ligeramente iridiscente y gris; era también color de orín, simplemente rojo, amarillento, café o teñido de rozado.
Lluvias verdes, azules, negras y amarillas han también caído a la tierra, pero todas ellas tienen una explicación satisfactoria: por lo regular se debe a la presencia de microorganimos que imparten diversos colores a las aguas. En otra ocasión les dedicaremos un artículo más extenso.
Pero Fort no se preocupó de la Sociedad Forteana, él tenía otras cosas qué hacer. Estaba ocupado con su siguiente libro, Wild Talents (Talentos salvajes), que le habían encargado otra vez Kendall y Sussman. Lo termina en 1932. El libro trata de las capacidades ocultas o psíquicas de los seres humanos. Cansado y muy débil es internado en el Royal Hospital del Bronx, en donde muere el 3 de mayo de 1932, a la edad de 58 años. Incluso hasta sus últimas horas siguió tomando notas. La nota postrera decía: «Dificultad al afeitarme. Lugares desolados ante mí».
Talentos salvajes se publicaría pocas semanas después del deceso. Su herencia fueron los cuatro libros que publicó y más de 60,000 fichas de anomalías extraídas de revistas científicas.
Ese mismo año, muerto su héroe, Thayer se mudó a Hollywood para trabajar como guionista de películas. No le fue muy bien. Hacia 1936 le escribe a Dreiser que quiere comenzar a publicar las notas de Fort en una revista de la sociedad. La Fortean Society Magazine comienza a publicarse 1937, pero Dreiser se retira y ese año sólo se publican dos números. La tercera edición aparecería hasta 1940. El siguiente año se publicarían las obras completas de Charles Fort.
En la edición de enero de 1942, Thayer acusó al presidente Roosvelt de estar coludido con Japón. Woollcott renuncia a la sociedad por este incidente y pronto lo seguirían casi todos. Sólo se quedaría Wilson. Para sustituirlos, Thayer aceptó entre sus filas a BJS Cahill, quien diseñó el «Butterfly Map» del mundo, Iktomi, un nativo americano; Alfred Korzybski, autor de la Semántica General; Henry Clifford Stuart, economista excéntrico, Alfred Drayson, la feminista Caresse Crosby, el escritor Abraham Merritt y al príncipe hindú Kanhayalal Gauba. Todos ellos formaban la «Universidad Forteana». Además cambió el nombre de la revista: Doubt (Duda). Esta revista fue durante casi 20 años el órgano informativo de la Sociedad Forteana. Se dejó de publicar en 1959 después de 61 números.
El motor de la sociedad forteana era Thayer quien, al igual que su ídolo, tenía ideas extravagantes. Decía que la defensa civil era un fraude, que los detectores de mentiras eran broma y las tonsilectomías causaban poliomielitis. Para él la vacuna de Salk era una «pócima repugnante». Ambas guerras mundiales eran meros fraudes, una conspiración entre los aliados y el eje. La energía atómica era broma, porque no existían los átomos. El Sputnik era una falsificación. Los ovnis eran un invento de los militares para elevar el presupuesto de la defensa. Los periódicos imprimían solamente mentiras. Las licencias de matrimonio deberían ser suprimidas: «Exigir un permiso para las relaciones sexuales hace del estado un proxeneta». La religión es un timo. No hay oro en Fort Knox. La vacunación y la fluoración causan enfermedad. El transporte aéreo debe ser suprimido -es inseguro, y nadie hace nada de mérito con el tiempo ahorrado. Y toda la investigación y expediciones científicas son fraudes desvergonzados para robar el dinero de los contribuyentes.
Escribió una novela sobre la vida de Mona Lisa, de 46,000 páginas, de las cuales sólo se publicaron los tres primeros volúmenes (de 21 proyectados), con el título Mona Lisa Primera parte: El príncipe de Taranto. Pero como es obvio no tuvo ningún éxito comercial.
En Doubt se dieron a conocer varios de los que posteriormente se convertirían en la crema y nata de la magufería americana. Eric Frank Russell, autor de Great World Mysteries (1957); Vincent Gaddis, inventor del mito del triángulo de las Bermudas; e Ivan Sanderson, quien impulsaría la criptozoología.
Los Forteanos quedaron sin una sociedad hasta 1965, cuando Ron y Paul Willis comenzaron la International Fortean Organization (INFO), aún floreciente en Baltimore bajo su presidente actual, Phyllis Benjamin. Estos nuevos forteanos editan la revista INFO Journal (Revista de Informaciones Forteanas), que se sigue editando en la actualidad. Año con año se reúnen en su conferencia anual FortFest, a donde invitan a los magufos de moda: John Mack, Richard Hoagland, Bud Hopkins…
Fort hizo escuela. Se han editaron varias revistas con temas netamente forteanos, tales como The Fortean Society Magazine, Doubt, Info, Pursuit, órgano de la Society for the Investigation of the Unexplained (Sociedad para la Investigación de lo Inexplicado, SITU), Fortean Studies, The Anomalist y, en cierta forma, Fate. O las francesas, Gazette Fortéenne, Anomalies. Y la mexicana Duda. Pero ninguna ha tenido los alcances y la calidad de la revista inglesa Fortean Times. Sin embargo, tanto Fort como sus alumnos trabajaron sólo con reportes y recortes de periódicos. Muy pocos de ellos hicieron verdadera investigación de campo. Debido a esto nunca pudieron comprobar la veracidad de los famosos «hechos malditos».
Los reportes subían y bajaban o iban y venían mencionando, por ejemplo, fantasmagóricas lluvias de Fafrotskies (de las siglas en inglés de Objetos que Caen del Cielo) tales como monedas, piedras, ranas, hielo, sangre, etc., objetos que se encuentran en lugares en donde no deberían estar. Relatos extraordinarios que parecen desafiar las leyes de la naturaleza. Estas eran las herramientas de trabajo de Charles Fort. Abundan los ejemplos: lluvias no confirmadas de monedas en la región de Gorki, Rusia el 17 de junio de 1940, caída de una piedra (¿meteorito?) de unos 700 gramos en la casa del señor Joe Bloomer en Aston Birmingham, Inglaterra, posibles meteoritos caídos el 12 de julio de 1975 en Tongres de Etterbeek, Bélgica, o las leyendas que cuentan que en la región de Bijori, India, caen perlas con su respectivo orificio para armar un buen collar.
Los forteanos mantuvieron en jaque a los meteorólogos con toda esta serie de reportes de lluvias malditas. La situación se prolongó durante años y esto se debió a que ni uno ni otro grupo hizo investigación para establecer la verdad o falsedad de los hechos.
Después de la Segunda Guerra Mundial y gracias al gran desarrollo en los modelos matemáticos para el tratamiento de los problemas atmosféricos, al descubrimiento de nuevas técnicas de medición, a la disponibilidad de aparatos más potentes y a la disponibilidad de personal capacitado en las universidades, los geofísicos pudieron estudiar de una manera más completa la atmósfera en la que estamos inmersos y los fenómenos atmosféricos que en ella ocurren.
Sólo se conoce un caso que fue investigado de primera mano, aunque no in situ, por Charles Fort. Se trata del llamado «Incidente Dundas», ocurrido en Canadá en febrero de 1926. Por esas fechas Fort se encontraba en Inglaterra y conoció el incidente gracias a un cable de noticias.
El reporte original fue publicado el 27 de febrero en el Daily Star y decía:
«¿Los peces cayeron del cielo?
«Dundas busca explicación del supuesto fenómeno -¿Broma de un muchacho?
«Dundas, 26 de febrero «“Al igual que en muchos otros pueblos la lluvia cayó aquí ayer por la tarde, y varias horas después los residentes se asombraron al observar pequeños peces, del tamaño de los charales, cerca de la vecindad de las calles de Victoria y del mercado. Los peces, se dijo, no vinieron de las alcantarillas, ni se lavaron de la cala, que pasó a través de la ciudad.
«James W. Dickson, residente de la ciudad, cree que los peces cayeron con la lluvia del cielo. Él recogió especimenes y se propone buscar la opinión científica para el fenómeno.
«Profesor B. A. Bensley de la universidad de Toronto, declara que es inverosímil que los peces cayeran del cielo. «˜Mi opinión es que algún muchacho pequeño consiguió estos peces de alguna manera y los tiró en la calle»™, dijo».
Fort escribió al Daily Star de Toronto, mencionó sus libros, recortes e investigaciones y consiguió que los redactores se pusieran investigar. Los resultados aparecieron publicados el 16 y el 20 de marzo:
«Los charales de Dundas
«El 26 de febrero un fenómeno notable fue divulgado en Dundas, Ontario. Después de una fuerte lluvia de invierno se formó un charco en una de las calles principales, y en el se vieron una gran cantidad de charales muertos. Estos pequeños peces habían venido evidentemente del cielo con la lluvia. No hubo desbordamiento de ningún lago, corriente o alcantarilla que hubiera podido traerlos.
«El notable incidente apareció en la prensa de Toronto, fue transmitido a todos los periódicos en América, cablegrafiado a Londres, traducido y enviado a París, Berlín y Roma.
«El día siguiente The Star, investigando el caso, fue capaz de dar con una explicación simple del incidente. El Sr. Robert Manning de Dundas había planeado ir a pescar a través de los agujeros en el hielo. Él quería ir de pescar el jueves de tempestad, así que el día anterior fue a la puerta de la esclusa cerca del canal hidráulico y sacó una cubeta llena de charales. La fuerte lluvia del día siguiente le hizo posponer su viaje, y como los charales no esperarían, descargó la cubeta en el torrente de agua que fluía a lo largo de la calle. Más adelante un prominente ciudadano, viendo peces muertos en una charca de lluvia que acababa de caer del cielo, concluyó naturalmente que era testigo local de una maravilla.
«Así terminó el misterio. Pero cuando el misterio sale de un asunto, el interés en él termina en cuanto se refiere a las agencias telegráficas y de cable de noticias. Mientras se supuso que esos peces habían caído del cielo, estos eran peces maravillosos y dignos de cablegrafiar a los extremos de la tierra, pero, tan pronto como se supo que habían venido de Bob que había tirado la cubeta y que los había pescado de manera ordinaria en la esclusa de Dundas, ya no había maravilla en ellos. El interés en ellos terminó justo allí. Así que Londres, París, Berlín y Kalamazoo no supieron de la cubeta de carnada y se les dejó pensar en esos peces como que habían caído del cielo. Irán a los expedientes científicos en media docena de idiomas como el Incidente de Dundas.
«El Star ha tenido comunicación con un experto en Londres. Él no ha oído hablar de la cubeta de carnada, él cree que los peces cayeron del cielo, pero, siendo un hombre cauteloso y el autor de un libro sobre tales fenómenos, él busca de nosotros toda la evidencia que se pueda asegurar en cuanto a la autenticidad del incidente. Casi con pesar tendremos que decirle que esos peces nunca estuvieron más altos sobre la tierra que el codo de Bob.
«El experto y el autor que nos ha escrito sobre el tema es Sr. Charles Fort, de 39 (A) Marchmont St., W.C., Londres, Inglaterra. Él nos dice que tiene expedientes de más de doscientos casos de cosas vivas que han caído del cielo. Él apunta que el juez C. B. Montgomery, Oneco, Conn, es una autoridad por su declaración de julio 31 de 1921, sobre un diluvio de pequeñas ranas que cayó sobre un área de varias millas cuadradas cerca de su hogar. El Picayune de New Orleans del 4 de febrero de 1892, informó de una caída de millones de larvas grandes de especies desconocidas en Clifton, Ind. En varios casos, nuestro corresponsal dice que especies desconocidas en esta tierra ha caído del cielo. Refiriéndose al caso de Dundas, Ontario, y no conociendo de la cubeta de carnada de Bob Manning, el autor inglés continúa diciendo en su carta:
«»™Puede que no todas las aguas de superficie en Canadá en febrero 27 estuvieran congeladas, sino ciertamente proporcionaron charales donde no estaban disponibles. Éste es el punto sobre el cual estoy buscando información…. Parece increíble que los charales de Dundas tuvieran su origen en algún lugar de Canadá, o habrían podido ser llevados de un punto meridional lejano, sin dispersión. A la mayoría de las mentes les parecerá increíble que las criaturas cayeran a la tierra de un cuerpo de agua de alguna parte en el espacio más allá de esta tierra, porque el espacio interplanetario se supone es intensa, si no absolutamente, frío. Tengo muchos datos que indican otra cosa»™».
«A donde quiere llegar el Sr. Charles Fort es a esto: Si los charales de Dundas, las ranas de Connecticut y las larvas de Indiana cayeron del cielo y vinieron de otro mundo a éste, las ideas entonces aceptadas sobre el espacio son incorrectas y puede ser que sea posible volar de este planeta a otro. Los charales de Dundas no lo demuestran. Fueron llevados dentro de una cubeta al lugar en donde fueron encontrados. En cuanto a las ranas de Connecticut, sin duda, hubieran sido completamente explicadas si hubieran sido correctamente investigadas en su tiempo, y no habría ninguna maravilla tal como los charales de Dundas si no se hubiera dado una explicación simple en cuanto a cómo sucedieron y donde fueron encontrados».
El segundo artículo decía:
«Cuando se comienza un tejido
«Se ha dicho a menudo que un informe falso puede viajar tan rápidamente que la verdad nunca puede alcanzarlo. Con todo, no es solo una cuestión de velocidad. El informe falso es a menudo sensacional e interesante, mientras que la verdad es generalmente simple y prosaica, de modo que la gente que excitada repite y así ayuda a circular el informe falso, no encuentra el informe verdadero cuando habla de ello.
«Si un hombre oye un informe falso y lo repite a otros y entonces aprende que es falso su actitud es la de censurar a los que le contaron la historia, pero él no se culpa por transmitirla a otros. Un lector nos envía el extracto siguiente de un periódico inglés, el Chronicle and Mercury de Suffolk del 5 de marzo:
«»™Los periódicos canadienses publican un despacho de Dundad en Ontario, indicando que numerosos charales se han encontrado en los travesaños de las ventanas del tercer piso, y también nadando en agua medio congelada de una zanja. La teoría local es que los charales cayeron del cielo durante una tormenta con viento y lluvia».
«Dundad significa Dundas y ésta es la historia de los charales que Robert Manning pescó en la presa, y llevaba a casa en un cubo, con la intención de usarlos como carnada para pesca a través de agujeros en el hielo, pero los tiró al día siguiente por una fuerte lluvia, por lo que decidió abandonar el viaje y tirar sus pescados en la zanja. Se supuso que los peces habían caído del cielo, hasta que la investigación demostró de dónde habían venido realmente.
«Pero la historia original hizo tal progreso que la explicación probablemente nunca la alcanzará. Ha hecho no sólo progreso, sino que ha ganado tamaño y nuevas características. Los charales muertos están, en la historia antedicha, vivos y nadan y no solamente en el charco, sino algunos de ellos en los travesaños de las ventanas de departamentos a tres niveles de altura. Sin duda en alguna parte se está repitiendo el incidente con añadidos de que los peces fueron capturados en cestas en las azoteas de las casas en todas partes de la ciudad».
CHARLES HOY FORT Y EL FORTEANISMO
Pero ni el incidente de Dundas le pudo convencer de que las historias sobre lluvias de animales parecen no tener una base firme. Cuando sus apologistas más astutos insisten en que él no era el archienemigo de la Ciencia que nos han querido hacer ver, sino el enemigo de los científicos que olvidan el carácter efímero del conocimiento, sólo están enfatizando un aspecto del Forteanismo. Es cierto que ninguna teoría científica esta fuera de toda duda. También es verdad que los «hechos» científicos están sujetos a revisión final de los nuevos datos aún sin descubrir. Pero también es cierto que las teorías científicas están dadas dentro de ciertos niveles de confirmación. Es decir, son contrastables al modo de Popper. Fort pasó por alto este hecho elemental y su ceguera constituye el lado espurio y falso del Forteanismo.
Fort nunca aceptó las explicaciones científicas, y aún cuando sus libros se basaban en reportes aparecidos en la literatura científica, los presentaba fuera de contexto y de tal manera que intensificaba el aspecto «insólito» del suceso. Veamos algunos ejemplos sacados de las mismas obras de Fort, en los que vemos meteoritos, auroras boreales, espejismos y otros fenómenos naturales reportados de manera exagerada y fantasiosa.
«El 12 de agosto de 1892, muchas personas vieron resplandores en el cielo de Inglaterra[2]. En Manchester, eran como señales, y tan distintos a lo que comúnmente se conoce como «˜auroral»™ que Albert Buss los confundió con los rayos de un faro. Fueron vistos en Dewsbury; los describió un corresponsal en English Mechanic: «˜Yo nunca había visto una aurora boreal igual»™. En Loughborough se informó que eran «˜relámpagos rápidos»™».
«En el New York Tribune, del 1 de enero de 1910… se publica un despacho de Huntington, Virginia Occidental, fechado el 31 de diciembre de 1909: «˜Tres grandes luces de dimensiones casi uniformes aparecieron muy temprano en el cielo, en la vecindad, el día de hoy. Joseph Green, un granjero, declaró que eran meteoritos, y que habían caído en su granja»™».
«En junio de 1801… el espejismo de una ciudad desconocida fue visto, durante más de una hora, en Youghal, condado de Cork, Irlanda… Era una representación de mansiones rodeadas de arbustos y cercas blancas… había bosques al fondo. En octubre de 1796, se vio claramente durante media hora en Youghal un espejismo: tenía la forma de una ciudad amurallada. El 9 de marzo de 1797 fue visto un espejismo que representaba una ciudad amurallada».
«El 18 de agosto de 1880 una espesa nube negra apareció sobre el río Havre. La nube estaba compuesta de millones de moscas. Miles de insectos invadieron Inglaterra en 1869. En 1870 Inverness, en Escocia fue invadida por millares de pequeñas arañas rojas que tapizaron los tejados, calles y ventanas de la ciudad».
«Era una noche oscura de 1766. De repente, del firmamento se desprendieron brillantes estrellitas que comenzaron a volar. Volaban muy bajo, al ras de las calles. La gente supersticiosa decidió que a París la visitaban «˜espíritus»™. Pero a los que no creían en esas cosas les alarmaban temores más reales: ¡no vaya a ser que esas lucecillas prendan fuego a París!
«Los científicos del Jardín Botánico tranquilizaron a todos muy pronto: las inquietas estrellas resultaron ser escarabajos, grandes luciérnagas tropicales de la especie que en Cuba llaman cocuyos. Nadie sabe cómo llegaron a París».
Para beneplácito de los seguidores de Fort, los hechos malditos siguen ocurriendo. No hay más que revisar los periódicos para encontrarnos con despachos de prensa como el siguiente cable de UPI, fechado el 8 de junio de 1987:
«Llovieron peces en su jardín.
«Londres. «˜Había oído que llovieran gatos y perros»™, comentó Ron Langton, pero en su jardín había peces llovidos del cielo. Langton, de 67 años, encontró 5 lenguados y un romero en su jardín del este de Londres después de una tormenta días atrás. Los expertos conjeturaron que los peces llovidos fueron arrastrados hacia las alturas por un remolino que los recogió del río Tamesis, a ocho kilómetros de distancia. Habrían habido más peces para que Langton contara pero, dijo, su gato se comió a varios antes que él los recogiera. «˜Este es el primer incidente registrado de peces voladores en Londres, aunque ha ocurrido en otras partes del mundo»™, señaló un vocero del Museo de Historia natural. «˜Los vendavales pueden levantarlos y llevarlos hacia las nubes»™.
Está también el caso del pueblo hondureño de Yoro en el que se tienen registros de lluvias de peces desde hace unos 100 años. Yoro es un vocablo de la lengua tol, hablada por los tolopanes o xicaques, que significa «Centro del corazón». El fenómeno se presenta entre junio y julio. Incluso hay un festival dedicado a la lluvia de peces.
De julio a septiembre del 2001 la región de Kerala, al occidente de la India recibió continuas lluvias de un material rojizo. Algunos hablaron de sangre. Los análisis mostraron restos de bacterias y hongos.
Hoy a casi sesenta y cinco años de formada la Fortean Society, dos de sus principales propósitos escritos en el acta de su fundación (el 8 y el 9) han sido enterrados. La misma Sociedad forteana, que no era más que una broma, debió haber sido enterrada a la muerte de Fort. No era más que una extensión de los clichés de Fort. Charles Fort dudaba de todo, incluyendo sus propias especulaciones. Al final de sus días Fort escribió: «No creo en nada de lo que he escrito». Pero es importante recordar que tampoco creía en nada de lo que había leído. Pero la frase más importante que ha sido pasada por alto fue una nota que le escribió a Thayer y que decía:
«Yo… obviamente estoy ofreciendo todo lo que hay en este libro como ficción, como Los viajes de Gulliver, El origen de las especies[3] y también La Biblia».
Si pudiéramos preguntar a Fort porqué hizo tanto mal a la ciencia y a la humanidad, tal vez nos respondería lo mismo que a su padre: «Sólo por diversión».
En este clip vemos el tercer libro de Charles Fort en la línea de lo insólito: Lo!
Frontis en el Astounding Stories para la primera parte del libro de Fort.
Talentos salvajes, el libro póstumo de Fort.
La colección completa de los libros de Fort.
Caresse Crosby, la inventora del primer brasier.
Diversas fotos y caricaturas de Abraham Merritt y Eric Frank Russell.
Ivan T Sanderson en la portada de uno de sus libros.
Portadas de Doubt de septiembre a noviembre de 1934.
La mejor biografía de Fort es la escrita por Damon Knight.
Louis Kaplan también escribió una biografía de la «Foca del Bronx».
Pintura de Roque Zelada: «Lluvia de peces», basada en los relatos de lluvias que año con año se dan en el pueblo de Yoro, Honduras.
Lluvia de peces en Yoro, Honduras.
Incluso un hotel del pueblo ha bautizado su restaurante con el nombre de Lluvia de peces.
Material recogido de las lluvias de Kerala, ya desecado.
Fort murió el 3 de mayo de 1932. Sus restos descansan en el cementerio de Albany.
THE END
REFERENCIAS
Fort Charles Hoy, Charles Hoy Fort’s Short Stories. Editado por Mr. X, Wolfe Island, Ontario, (January) 1995.
Fort Charles Hoy, El Libro de los Condenados, Ediciones Dronte, Buenos Aires, 1974. Traducción de Domingo Santos. Publicado originalmente por Romeu, Barcelona, 1970. Reimpreso por CS Ediciones, Buenos Aires, 1992.
Fort Charles Hoy, Lo!,
Fort Charles Hoy, Nuevos mundos, Editorial Posada, México, 1985. Traducción Carlos Valdes.
Fort Charles Hoy, Wild Talents,
Gardner Martin, Fads and Fallacies in the name of Science, Dover Publications, Inc., New York, 1957.
Kaplan, Louis. The Damned Universe of Charles Fort, Autonomedia, Brooklyn, NY, 1993. Traducción inglesa de Witzenschaftlich Weltbetrachtungen. Das verdammte Universum des Charles Fort, Gatza Verlag, Berlín, 1991.
Knight, Damon. Charles Fort: Prophet of the Unexplained, Doubleday & Co., Garden City, New York, 1970. Introducción de R. Buckminster Fuller.
Moskowitz, Sam. Charles Fort: A Radical Corpuscle, Newark, New Jersey, 1976.
Pauwels Louis y Bergier Jacques, Un maestro del realismo fantástico: El increíble Charles Fort, Planeta, No. 15, Editorial Sudamericana S.A., Buenos Aires, 1967.
[1] Los conspiracionistas continúan siendo parte de la comunidad magufa.
[2] English Mechanic, Vol. 56.
[3] Ni siquiera en su declaración final pudo dejar de atacar a la ciencia.