El caso de la centella asesina

CENTELLAS EN EL DESIERTO DE LOS LEONES

Muchos de mis allegados conocen mi interés por las centellas (los mal llamados rayos en bola). Incluso uno de los primeros artículos que publiqué en Cuadernos de Ufología se refería a este asunto. Lo que pocos saben es el origen de ese interés. El caso que voy a narrar resulta espectacular, y de haber caído en las garras de algún ufólogo, se hubiera convertido en un caso clásico de la ufología.

No recuerdo si fue en 1973 o 74, durante una visita a un lugar cercano a la Ciudad de México, llamado Desierto de los Leones(1), que me enteré de un curioso y fatal caso de centellas (o si se quiere, OVNIs).

El Desierto de los Leones es una zona de coníferas y densa vegetación al poniente de la Ciudad de México. Zona «pulmón» de la ciudad, muy visitada por los citadinos para hacer días de campo. Precisamente en un día de campo, acompañado por varios amigos de la preparatoria, fue que me enteré del caso.

El día resultó ser agradable hasta que, por la tarde, comenzó a llover. Era una verdadera tormenta. Alguien sugirió refugiarnos en una de las ermitas del lugar(2). Varios de nosotros, e incluso miembros de familias que hacían picnic, siguieron esta idea.

Dentro de una de esas ermitas nos acomodamos unas 15 a 20 personas. Luego llegó un vecino del lugar. Se trataba de un hombre de unos 60 años, de aspecto humilde: un campesino. Nos dijo que saliéramos de ahí pues ese era un lugar peligroso durante las tormentas.

Obviamente nadie le hizo caso, pues no nos queríamos mojar, y sabíamos que era mucho más peligroso estar bajo los árboles expuestos a los rayos.

El hombre, del que no tuve la precaución de tomar sus datos (por la inexperiencia de la juventud), nos contó una historia fantástica. El relato de la misma lo extraigo de mi memoria, y por lo mismo puede presentar muchas inexactitudes.

LA HISTORIA DEL CAMPESINO

«En 1950 «“inició su relato el anciano-, cuando en México se hablaba mucho de los platillos voladores(3), ocurrieron los sucesos que les voy a comentar.

«No recuerdo la fecha exacta pero era época de lluvias (entre julio y octubre). Un grupo de excursionistas, como ustedes, vino a visitar el Desierto. En la tarde comenzó a llover y varios de ellos se metieron en la ermita para atajarse del agua.

«Pasaron los minutos, cuando de pronto, en el cielo apareció un platillo volador. La gente de los periódicos hablaba de marcianitos verdes(4), pero nunca me imaginé que pudieran ser tan pequeños. Al menos los «marcianos» que tripulaban ese platillo, ya que el mismo era una bola de no más de medio metro de diámetro.

«Para que los «marcianos» pudieran entrar en ese platillo, deberían tener no más de 10 centímetros de alto.

Alguien preguntó al anciano si había visto a los «marcianos».

«No. De haberlos visto, no los vi. Sólo digo que si esa cosa estaba habitada, los tripulantes debieron ser mucho más pequeños que un enano.

«El caso es que el platillo volador tenía una forma de bola luminosa, como de una pelota de fútbol, sólo que más grande».

Yo no se si los demás le estaban creyendo al anciano, pero yo estaba fascinado con su relato. Era el momento y la situación adecuada para contar historias de misterio. Además, en esa época yo era un fanático de los OVNIs y creía, sin reflexionar, todo lo que me contaban al respecto. Hacía 4 o 5 años que me había iniciado en estos temas, a finales de la primaria, y mi odómetro apenas marcaba unos 4,323.3526 kilómetros tras los OVNIs. Por cierto que Séneca decía:

«Se el primero en callar si quieres que los demás callen».

Y Oscar Wilde apuntaba:

«El cínico conoce el precio de todas las cosas y el valor de ninguna».

¿Qué tiene que ver esto con lo que decíamos? Nada, pero son dos recursos indispensables con los que tiene que contar un ufólogo: el odómetro en los zapatos, que le indique cuantos kilómetros ha «pateado» detrás de los OVNIs; y un libro de «citas citables» para intercalar 3 o 4 en cada página del reporte.

«El platillo «“ continuó con su relato el campesino-, comenzó a descender desde la copa de los árboles. Volaba de una forma imposible de describir: como suspendido, como flotando, como un fantasma. No hacía ruido, o por lo menos yo no lo escuché. Sin embargo, otros dijeron que sonaba como un avispero. Tal vez fue la lluvia y la lejanía lo que me impidió escuchar el zumbido.

«Digo que comenzó a bajar muy lentamente. Todos lo veíamos atónitos. Era más brillante que el Sol, pero muy blanco, de una blancura cegadora. Cuando llegó a no más de un metro del suelo, se paro en seco, comenzó a vibrar y «¦ (el campesino hizo una pausa en su relato y trago saliva) «¦ ocurrió algo que no me puedo explicar».

Todos abrimos los ojos y, estoy seguro, hicimos un movimiento como acercándonos al anciano, para poder escuchar mejor. No podía decir que se escuchaba el silencio, porque afuera estaba lloviendo y se oían los relámpagos, pero yo sí sentía mi pulso.

«El platillo estaba vibrando cuando se partió en dos. No «¦ Se dividió en dos. No. Quiero decir que era algo como un fantasma que se separa en dos, pero que sigue teniendo la misma forma. El hecho es que el platillo se duplicó, permaneciendo con sus mismas dimensiones. Pero inmediatamente que se dividió, uno de los platillos se dirigió a toda velocidad hacia la ermita y el otro partió en sentido contrario.

«Fue entonces cuando ocurrió la explosión que quemó a esas personas. Murieron electrocutados. En la confusión, y debido a la enorme luminosidad que desprendió la explosión, no vimos hacia dónde se fue el platillo.

«Alguien llamó a la Cruz Roja, y también vino la policía. De acuerdo con las noticias que aparecieron a los pocos días, los jóvenes habían sido electrocutados por un rayo. Pero eso no es cierto, yo estuve ahí y les puedo asegurar que fue un platillo volador el que los mató».

Poco más o menos esas fueron las palabras de aquel anciano. Por lo menos es lo que recuerdo.

Tiempo después me dedicaría a revisar, uno por uno, todos los periódicos capitalinos de aquella época (1950). Aunque encontré una enorme cantidad de reportes de OVNIs (más bien de platillos voladores o «platívolos»), no descubrí ni una sola nota sobre «el platívolo asesino del desierto de los Leones». Tiempo después, sabría la razón.

¿COINCIDENCIAS?

Antes de continuar con el relato de este caso, creo que es el momento adecuado para apuntar que el periodista francés Girardin decía que

«La libertad es como el movimiento: no se define, se demuestra».

Publio Siro sentenció:

«El malo se hace pésimo cuando finge ser bueno».

Cumplida esta obligación, continuamos con la historia.

Todos mis amigos saben que yo no creo en las coincidencias. «Veo en el azar uno de los alias de Dios». Existe una fuerza interior, una «fuerza que parece guiar mis pensamientos».

Poco antes de terminar la carrera de ingeniero químico, ingresé al Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México. La intención era hacer mi servicio social, mi tesis y dedicarme a la investigación en dicho instituto.

En el Departamento de Radiación Solar, al que estaba adscrito, se acostumbraba organizar seminarios todos los lunes, a fin de que los miembros del mismo pudieran presentar los avances de sus investigaciones. Aquí hablaban todos, desde el director del departamento, hasta el último becario. Era común invitar a investigadores de otras áreas, para escuchar sus pláticas.

Una de mis pocas intervenciones se basó en una serie de trabajos sobre las centellas que habíamos venido preparando desde hacía tiempo. Antes de presentarla se me informó que iba a estar presente el Dr. Manuel Cerrillo, quizá el mejor experto mexicano sobre el asunto.

Recuerdo que el día de mi plática me levanté temprano; me dirigí a la Universidad y ordené las últimas ecuaciones para el cálculo de la energía generada por una centella. Al poco tiempo la sala de juntas estaba llena. Con algunos pequeños tropiezos (según yo), expuse mi tema. Uno de los investigadores del departamento indicó algunos errores en mis ecuaciones, que posteriormente serían corregidos. Al final se rompieron los formulismos académicos y escuchamos al doctor Cerrillo platicarnos sus experiencias con las centellas. Comentó algunos casos y de pronto, habló del suceso del Desierto de los Leones. Lógicamente aquí no se mencionó ningún plato volador ni marcianitos.

En términos generales la historia era la misma que me había contado el campesino. Es muy probable que el anciano fuera uno de los varios testigos que había entrevistado el doctor Cerrillo, luego de los fatídicos sucesos. Sin embargo la fecha no correspondía. Según el doctor Cerrillo esto había ocurrido en 1943 y no en 1950. Al insistir sobre este punto, me dijo que estaba completamente seguro, ya que poco después de sus entrevistas había elaborado un modelo que publicó en una revista científica(5) de la época.

Como es lógico ese mismo día busque la referencia y, efectivamente, ahí estaba. La centella del Desierto de los Leones había ocurrido en 1943. Lo anterior implicaba varias cosas: que el anciano se había equivocado en la fecha, y que el paso del tiempo había hecho que adornara su relato, introduciendo elementos ajenos al mismo, como el asunto de los platos voladores. No podían haber sido platos voladores por el simple hecho de que estos (con ese nombre) aparecieron hasta cuatro años después. En 1943 nadie hablaba de platos voladores, y por lo tanto el anciano, en el momento del avistamiento, seguro que no se puso a pensar en el tamaño de los tripulantes. Esto, seguramente, fue algo que adoptó tiempo después bajo la influencia de los medios periodísticos.

Antes de continuar con el modelo del doctor Cerrillo creemos que es el momento adecuado para introducir nuestras citas.

«Las tres cuartas partes de nuestros males proceden del pensamiento»

Anatole France

«El que se precia de ser algo, jamás menosprecia a los demás».

Goethe

Le doy gracias a Benítez por ser mi fuente de inspiración, y por ahorrarme la compra de un libro de «citas citables». Y ya que hablo de J.J., comulgo con él en aquello de «¿Existe la casualidad? ¿No será que alguien mueve los hilos?» O qué puede pensar el lector sobre las siguientes «casualidades».

Nunca hubiera descubierto la explicación a este caso si:

No hubiera estudiado ingeniería química; no hubiera hecho mi tesis sobre el ozono; no hubiera ingresado al Instituto de Geofísica; no me hubiera interesado en las centellas; no se hubieran hecho los seminarios los lunes; no hubieran invitado al doctor Cerrillo; no me hubiera levantado temprano; si se hubiera muerto el doctor Cerrillo (en mi caso, ni pensarlo, toco madera, perdón, ya descubrí que no soy tan escéptico); si se hubieran cancelado los seminarios; si me hubiera enfermado; si se hubiera incendiado el instituto; si hubiera jugado la selección nacional; si»¦

En fin «cuando uno vive sucesos como éstos ¿a qué conclusiones puede llegar? La lógica se desmorona. Y los mil ensayos para racionalizar lo acaecido terminan reducidos a cenizas. Ante hechos así, aferrarse al clavo de la lógica no es de hombres sensatos o comedidos; sino de necios» (JJ dixit)

No creo que nadie pueda negar argumentos tan claros; o por lo menos les va a ser muy difícil convencernos, a JJ y a mí, de lo contrario.

EL MODELO DE CERRILLO

Como ya expusimos más arriba, el doctor Cerrillo, que por aquel entonces trabajaba en el Departamento Electromagnético de la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, estudió más de 30 observaciones de centellas, entre los años 1942 y 1943, entre ellas la del Desierto DE los Leones, encontrando que:

«Las paredes y techos son de mampostería y están cubiertos por una lama, que al estar empapada por la lluvia, son relativamente buenos conductores».

«Lo anterior hace que la explicación de la centella no sea muy adecuada ya que no se puede encontrar campos electromagnéticos en el interior de cavidades cerradas con paredes de tipo conductor (jaula de Faraday)».

Pero, antes de ver cómo resolvió este problema el doctor Cerrillo, enlistemos algunas de las características que él encontró para las centellas:

  1. La mayoría se presentan en lugares montañosos.
  1. Hay casos en cuartos aislados de mampostería o adobe.
  1. Se observan bolas luminosas, de contornos bien definidos y no chispas ni arcos eléctricos.
  1. Dichas bolas se mueven y «siguen a cada persona».
  1. Hay confusión en precisar si son silenciosas o van acompañadas de ruidos intensos o de explosiones, puesto que para un mismo caso hay datos contradictorios.
  1. En el mismo recinto, unas personas mueren electrocutadas y otras, cerca de las primeras, resultan ilesas.
  1. Ningún informante sintió el más leve choque eléctrico.
  1. «Entran por puertas y ventanas».
  1. El fenómeno es de rara ocurrencia, puesto que son contadas las personas que lo han visto.

Cerrillo considera que las centellas son formadas por una resonancia electromagnética en una cavidad. El tiempo de este fenómeno, calculado por la teoría, es corto, debido principalmente a una absorción en el aire ionizado. Los cálculos de Cerrillo indican que:

«La gran concentración de la energía en algunas regiones, indica que las luces son muy intensas: por su rapidez, (quizás algunos microsegundos) no se observan, fisiológicamente, como de extraordinaria intensidad, debido a que la excitación de los nervios ópticos se efectúa en tiempos pequeñísimos. Este efecto es bien conocido por las personas que tienen experiencia con lámparas de fotografía ultra-rápida.

«La persistencia de luces muy intensas, de muy corta duración, puede llegar a 1 o 2 segundos.

«Esta persistencia es la causa de que estas bolas se muevan, y única explicación posible de que «sigan a observadores colocados en puntos diferentes».

Cerrillo deriva una serie de ecuaciones que predicen que la región luminosa, para el modo 110, se debe observar en el eje vertical y central del cuarto, siempre que el recinto esté vacío. Para otros modos las luces se repartirían con regularidad a lo largo de la habitación. Es decir, el fenómeno sería más frecuente mientras mayor sea el tamaño del recinto (una frecuencia natural más baja).

«Rayos con impulso monotónico, tienen un espectro de frecuencia cuyos máximos están del lado de las bajas frecuencias y por lo tanto no excitan resonancia»¦

Cerrillo considera las centellas como fenómenos muy raros, que requieren de una intensidad de corriente alta, y una baja energía promedio.

«Por tratarse de fenómenos de muy alta frecuencia, no deben sentirse choques eléctricos»¦ la energía se concentra en lugares descritos por las ecuaciones»¦ en los planos donde las concentraciones son máximas son peligrosas, e inofensivas alrededor de los planos donde la energía es constantemente nula. La separación de estos planos de máxima y mínima es de unos cuantos decímetros.

«Aparece aquí la primera objeción: Tómese un tramo de un plano vertical (modo 110) donde la concentración de la energía sea máxima. Necesariamente esta energía es menor que la total de la cavidad. Supóngase, no obstante, que ahí se concentrara momentáneamente la energía total. Para el recinto de 10 m x 5 m el volumen es de 250 m3. Tomando ahora una energía inicial de 10 joules por metro cúbico, la concentración máxima posible será de 2500 joules, es decir, 0.6 Kg caloría, resultando pues difícil justificar la carbonización de personas.

«La observación insólita, quizás se puede explicar, suponiendo que una descarga exterior excite la cavidad. Aunque la diferencia en tiempo entre la descarga y la iniciación de las luces internas es del orden de décimos de micro segundo, la persistencia en la retina de las intensas luces exteriores, puede producir la sensación de la entrada del fenómeno de afuera hacia dentro(6).

Cerrillo predice la existencia de centellas negras, o de centellas que no se pueden ver.

«La resonancia electromagnética puede ocurrir sin que los gradientes internos sobrepasen el de ruptura del aire. Pueden estar muy cerca de la ionización pero no alcanzarla. Entonces, es conducente preguntar, cuál sería el comportamiento de estas centellas oscuras:

«1. El amortiguamiento de las oscilaciones sería menos pronunciado.

«2. Necesitándose menores energías iniciales, es probable que éstas se produjeran más frecuentemente.

«3. Si dentro de la cavidad se colocan pequeño tubos de cristal con gases a baja presión, con electrodos hacia el exterior y colocados verticalmente, se podrían iluminar con gradientes tan pequeños que permitieran detectar el fenómeno, aun cuando tuviera muy poca intensidad.

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

El modelo de Cerrillo explica varios casos que no llegó a conocer en su momento. Centellas difusas u oscuras; testigos que afirman haber tocado las centellas sin sentir absolutamente nada; testigos que murieron por descarga eléctrica al tocar otras centellas.

Un caso particular fue el que ocurrió a mediados de los ochenta en la Ciudad de Cruz Azul, en el Estado de Hidalgo. Un joven pastor cuidaba su rebaño de ovejas cuando observó una «pelota de luz». El muchacho se le ocurrió patearla y la centella explotó matándolo junto a dos de sus animales.

Regresando al avistamiento del Desierto de los Leones quisiera hacer algunas puntualizaciones. El piso de las ermitas es de madera. Las paredes son de piedra pero tienen filtraciones. En época de lluvia las paredes se humedecen por completo y se forma lama (que ya fue observada por el doctor Cerrillo). Las paredes se vuelven conductoras. El piso es no conductor. ¿Qué pasaría a las personas que se cubren de la lluvia dentro de estas ermitas? ¿Qué pasa con las que se recargan en las paredes? ¿Qué ocurre con las que permanecen en medio de la habitación sin tocar las partes conductoras? Agreguemos un rayo»¦

Será esa la explicación del porqué varios de los protagonistas de esta historia murieron electrocutados y calcinados, mientras que otros vivieron para contarlo. En cualquier caso, no deseo hacer el experimento conmigo como conejillo de indias.

Varias fotos de centellas producidas por los doctores Sergei Emelin y Alexei Pirozerski del Instituto de Investigaciones Científicas (Radiofísica y Física), de la Universidad Estatal de San Petersburgo.

Daños producidos por una centella que entró al interior de un departamento.

Foto de una supuesta centella reflejada en una ventana.

Esta foto muestra las centellas producidas por los doctores Sergei Emelin y Alexei Pirozerski del Instituto de Investigaciones Científicas (Radiofísica y Física), de la Universidad Estatal de San Petersburgo.

Efectos luminosos producidos por centellas de laboratorio.

Este relámpago generó una centella después de desaparecer.

Cúmulo de centellas fotografiadas por un testigo al que sólo se le identifica como Bruce.

Werner Burger, de Montafon, tomó esta fotografía en 1978.

Centella filmada en Australia. Medía poco más de 100 metros de diámetro y duró unos 5 minutos. Fue estudiada por John Abrahamson de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda.

Centella producida por un corto eléctrico en las terminales de un generador cercano a una catarata, tomada por A. Nelson. De W. Brand, Der Kugelblitz, Probleme der Kosmischen Physik, II/III, H. Grand, Hamburg, 1923.

Centella formada cerca de un generador eléctrico. De W. Brand, Der Kugelblitz, Probleme del Kosmischen Physik, II/III, H. Grand, Hamburg, 1923.

El señor M. R. Lyons, de Inglaterra, fotografió este objeto que se hallaba suspendido sobre su jardín. De N. Charman, Ball Lightning Photographed, New Scientist, Vol. 69, 1976, pág. 444.

Centella que permaneció estática mientras se producían otros relámpagos. De O. Prochnow, Zur Blitzforschung, Physik. Zeit., Vol. 31, 1930, Pág. 335.

Foto tomada en 1938 en el interior de una capilla en Kerizinen, Brittany, Francia.

Centella dentro del zoológico de Bastle, Suiza. Foto de 1907.

Chester H. Heath, de Georgia tomó estas dos fotos en una reserva India, utilizando una cámara Polaroid. En caso de no ser un fraude o una falla en la película, serían una excelentes fotos de centellas.

Secuencia fotográfica de una centella obtenida en Japón.

Plasma en vórtice.

Varias fotos de Ptjr Davidovich Kapitza, incluyendo una durante su estancia en el Ej´rcito rojo.

Portada del libro de Mark Stenhoff.

Recuento de varios casos de centellas en un periódico sueco.

Una centella que cayó sobre una casa en Paris.

(1) El sitio hace honor a su nombre, no en el sentido de que sea un desierto, sino que está desierto de leones.

(2) En ese sitio existe un convento rodeado de 12 ermitas en las que se encerraban a meditar los monjes.

(3) Eso es cierto. Ver los artículos y el libro de Héctor Escobar y mis notas al respecto.

(4) Y eso que aún no había nacido este blog.

(5) Cerrillo Manuel, Sobre las posibles interpretaciones electromagnéticas del fenómeno de las centellas, Anuario de la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, Vol. 1, México, 1943, págs. 151-178.

(6) Se refiere al caso del desierto de los Leones.

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