EL DOCTOR BALMIS Y SU BATALLA CONTRA LA VIRUELA
Por Juan José Morales
Recorrió más de medio mundo vacunando contra el terrible mal, pero no llevaba la vacuna en frascos ni inyecciones, sino en la sangre viva de niños que lo seguían como borreguitos.
Marzo de 1804. En la catedral de la ciudad de México, capital de la Nueva España, se celebra un solemne Te Deum en presencia del intendenÂte de la ciudad y el ayuntamiento en pleno. Como invitado de honor, junto al obispo de la diócesis, un niño huérfano. El motivo de la ceÂlebración es la llegada de la ExpeÂdición Filantrópica de la Vacuna, que tiene como misión propagar por todo el vasto imperio español la inmunización contra la viruela. La especial distinción a este niño se debe a que es uno de los portaÂdores de la recién inventada vacuÂna, que en aquel entonces se aplicaÂba de niño a niño, de brazo a brazo.
La expedición, dirigida por el médico Francisco Javier Balmis Berenguer, nacido en Alicante en 1753 y muerto en Madrid en 1819, fue una de las grandes proezas médicas de todos los tiempos. ReÂcorrió miles de kilómetros por mar, tierra y ríos en 3 continentes e inoculó a cientos de miles de personas, con lo cual resultó el primer esfuerzo de vacunación a escala mundial en la historia, algo que se repetiría sólo más de un siÂglo después.
La vacuna antivariolosa había sido inventada apenas en 1796 por el médico británico Edward Jenner, quien observó que las ordeñadoras contagiadas con cierta enfermedad de las vacas, llamada vacuna «“que produce vesículas purulentas paÂrecidas a las de la viruela, pero en el ser humano es benigna-, no contraían viruela durante las epiÂdemias de esta enfermedad. Su método de inmunización con pus tomado de las pústulas de la vaÂcuna resultó muy efectivo y el rey Carlos IV de España, uno de cuyos hijos había muerto del entonÂces temible mal, ordenó no sólo inÂtroducir la vacunación en su país -lo cual se hizo en 1800- sino difundirla por todos los dominios españoles en América y Asia.
CARRERA DE RELEVOS
En un principio hubo oposiÂción a la idea, tanto por parÂte de algunos médicos como de la Iglesia -llegó a decirse que el hombre no debe intervenir en las enfermedades que Dios nos manda-, pero sobre todo del teÂsorero real, quien alegaba que no había fondos suficientes para cosÂtear una empresa que juzgaba inútil. Finalmente el rey dio órdeÂnes tajantes y el 30 de noviembre de 1803 se inició el periplo en una corbeta que se hizo a la vela desde el puerto de La Coruña. En ella iban 22 pequeños expósitos del orfanatorio del lugar, que en el curso de la travesía fueron sienÂdo vacunados sucesivamente paÂra pasar de brazo en brazo el viÂrus y mantenerlo vivo. En cada puerto de escala nuevos niños sustituían a los que iban a bordo y a la vez se formaban grupos que partían hacia las principales ciuÂdades llevando la vacuna en sus propios cuerpos, como en una caÂrrera de relevos.
La nave viajó primero a las islas Canarias, a mitad del Atlántico, y de ahí a Puerto Rico, Cuba y VenezueÂla, donde el grupo inicial se dividió. Una parte, a cargo del propio BalÂmis, partió por mar hacia Yucatán y La Nueva España, en tanto que la otra siguió su recorrido por tierra y vías fluviales hacia Colombia, cruÂzó los Andes para llegar a Perú y ArÂgentina, donde culminó su recorriÂdo casi en Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente. Éste fue el grupo que más penalidades sufrió: un naufragio -aunque sin víctimas- en el río Magdalena y los feroces ataques de mosquitos que se cebaban en las pústulas provocando infecciones, enferÂmedades y diarrea a los niños.
EN LA NAO DE LA CHINA
A su llegada a Yucatán el gruÂpo encabezado por Balmis volvió a dividirse y una pequeña parte se dirigió hacia VillaÂhermosa, en el actual estado de Tabasco, para continuar a Chiapas y Guatemala, mientras el grueso proseguía hacia Veracruz, Puebla, la ciudad de México y las poblaÂciones del norte del virreinato.
De la ciudad de México, Balmis, con su séquito infantil en constante renovación continuó a Querétaro, Guanajuato, León, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Chihuahua, donde llegó el 21 de mayo. EnfiÂló luego hacia los entonces hostiÂles y despoblados territorios de lo que ahora es el suroeste de EstaÂdos Unidos y que hasta 1847 fueÂron parte de México; y alcanzó la actual ciudad de Monterey, en CaÂlifornia. De vuelta por la costa del Pacífico pasó por Sonora y llegó a Guadalajara en agosto de 1804.
Tras un lapso de descanso y reorganización en la ciudad de MéÂxico, en enero de 1805 Balmis toÂmó en Acapulco la famosa nao de China hacia las Filipinas. Llevaba otro grupo de 24 niños -a cuyos padres había persuadido medianÂte halagos, dinero y promesas de que serían educados por cuenta del erario público-, que serían los portadores vivientes de la vacuna durante el largo y azaroso cruce del Pacífico. Cumplida su misión, todos fueron devueltos a México, en tanÂto el médico seguía hacia Cantón y Macao para finalmente, en 1806, volver a España.
POR CIENTOS DE MILES
La larga y prolongada expediÂción cubrió prácticamente todo el imperio español: Cuba, Puerto Rico, México, GuatemaÂla, Panamá, Colombia, Ecuador, Chile, Perú y Argentina en AméÂrica; el archipiélago filipino y MaÂcao y Cantón, en China. Gracias a una excelente organización, la vacunación pudo realizarse en esÂcala realmente masiva. Tan sólo en la ciudad colombiana de CarÂtagena de Indias, por ejemplo, se inmunizó a más de 24,000 personas y en la ciudad de México, a 100,000. Son cifras notables si se consideran el analfabetismo y la ignorancia imperantes en la époÂca y la desconfianza, los recelos y el temor que la gente experimenÂtaba ante la aplicación de pus en los brazos. Pero, por sus buenos resultados, la vacunación terminó siendo aceptada y cuando comenÂzaron las guerras de independenÂcia en las colonias españolas, era ya una práctica tan habitual que en 1814, en plena lucha, el general insurgente López Rayón hizo vaÂcunar a todos sus guerrilleros.
Durante mucho tiempo se creÂyó que Balmis había muerto pobre en 1819, pero el reciente haÂllazgo de su testamento reveló que durante sus últimos años tuÂvo una situación económica deÂsahogada. Tampoco fue olvidado. En España se han celebrado nuÂmerosos homenajes y reconociÂmientos en su honor, especialÂmente en 2003, al cumplirse 250 años de su natalicio y 200 de la expedición. En la ciudad de MéÂxico una calle lleva su nombre y en su memoria la Asociación MeÂxicana de Infectología y MicroÂbiología Clínica instituyó el PreÂmio Francisco Javier Balmis en Enfermedades Prevenibles por Vacunación.
Estoy haciendo el arbol genealogico de mi familia, y he encontrado datos lindisimos aqui en esto de la Epidemia de Viruela Negra en Chihuahua 1870 mis abuelos paternos murieron de ella….y sus tres hijos hombres quedaron marcados de por vida con las secuelas en cara………..que interesante es oir y ver todo lo que el Dr. Balmis hizo por chihuahua……..ojala que lo lean muchos para que aprendamos como se sobrevivio en el Norte del Pais, en el estado GRANDE por excelencia. Gracias.
A partir del 17 de octubre del 2009, le daremos vida al Dr Balmis, al igual que a Iturrigaray, Carlos IV, Napoleon y demas importantes personajes de nuestra historia en la obra de teatro «Cállate Josefa» a presentarse en el Teatro Orientación, atrás del Auditorio Nacional, México DF, todos los sabado y domingos a las 12:00hrs