Ciencia y seudociencia, cómo distinguirlas

CIENCIA Y SEUDOCIENCIA, CÓMO DISTINGUIRLAS[1]

Mario Méndez Acosta

El pensamiento mágico, como una forma sencilla y adaptada a nuestras expectativas de conocer el mundo que nos rodea, ha acompañado a la humanidad desde que fuimos capaces de hacemos preguntas sobre el Universo, nuestra presencia y la finalidad que puedan tener la existencia y la misma realidad. En un principio, la explicación de que todo lo que ocurre gira en torno a nuestras expectativas y a la intervención de entidades todopoderosas que nos favorecen o nos hunden a capricho, resultó suficiente para satisfacer esa curiosidad.

En época de los griegos, empezó a surgir un nuevo tipo de explicación sobre el mundo, que se basaba fundamentalmente en la noción de que el mismo es autoexplicable. Es decir, todo lo que ocurre en éste, incluyendo nuestra presencia y nuestro destino, pueden ser explicados por factores inherentes a la naturaleza y no es necesario acudir a una explicación mágica que implique la influencia de fuerzas ocultas o externas a esa naturaleza: a esa explicación le hemos denominado ciencia.

La ciencia tiene la característica fundamental de que todos sus conocimientos y explicaciones son provisionales y están sujetos a la posibilidad de ser refutados y sustituidos por una explicación mejor.

El progreso científico es, entonces, el crecimiento acumulado de conocimiento a lo largo del tiempo, en donde las características útiles se retienen y las que no lo son se abandonan, todo ello basado en el rechazo o la confirmación de afirmaciones comprobables.

La mayor parte de las explicaciones científicas se pueden expresar como leyes. Una ley científica es la descripción de una acción o fenómeno que se repite con regularidad y que permite una refutación o una confirmación, lo cual puede ser verificado o replicado por cualquiera con los medios adecuados. La ciencia es, pues, un conjunto de conocimientos o afirmaciones con un referente real, ubicado en el mundo natural, aunque también puede referirse a relaciones lógicas entre los números o magnitudes asociadas con los fenómenos naturales.

La ciencia ha logrado avanzar con dificultades. Luego de sufrir un retroceso y un estancamiento de casi dos milenios después de la decadencia de los griegos se ha convertido en la explicación más aceptada y fructífera del Universo, sobre todo a lo largo de los últimos 500 años. La explicación científica de los fenómenos naturales casi siempre entra en contradicción con las explicaciones mágicas previas, lo que provoca una lucha permanente entre religión y ciencia. Pero las religiones inteligentes aceptan el conocimiento científico y optan por describir sus explicaciones previas como alegorías simbólicas; en cambio, las religiones necias, sobre todo las integristas o fundamentalistas, insisten en que las explicaciones de sus textos son literalmente reales y que la ciencia actual es un engaño malévolo, destinado a destruir la fe de las personas; o bien, que la ciencia es una construcción social arbitraria de la cultura de Occidente, cuyas conclusiones y conocimientos son tan válidos como los de cualquier otra cultura humana, incluyendo las más primitivas. Quien crea esto simplemente se coloca al margen del progreso y del conocimiento, con lo cual se quedará relegado en la historia.

Pero la ciencia debe enfrentarse a otros remanentes de ese pensamiento mágico que se niega a morir y que, sobre todo, se niega a aceptar ese descubrimiento fundamental de la ciencia: el hecho de que el Universo es totalmente indiferente a nuestros deseos y conveniencia, por lo tanto, es posible hallar atajos o caminos fast track para el logro de nuestras aspiraciones. Sin embargo, en muchos casos el pensamiento mágico se disfraza con los ropajes de la ciencia. Quienes lo proponen buscan la credibilidad y la aceptación de la comunidad científica y del público simplemente reproduciendo la terminología y cumpliendo algunos de los rituales externos de la actividad mítica.

La pseudociencia es fácil de detectar, ya que una de sus características fundamentales es la de ofrecer algo a cambio de nada. Algo así como lo que los estadounidenses llaman un «almuerzo gratis», cuando al mismo tiempo señalan que no existe tal. La pseudociencia ofrece llevar a cabo un trabajo sin mediar esfuerzo. Ello ocurre, por ejemplo, con la parapsicología, que asegura la existencia de algo llamado telequinesia o telekinesis, una supuesta facultad mágica que permite mover objetos con la mente, o el caso de quienes ofrecen máquinas del movimiento perpetuo o fuentes inagotables de energía gratuita y no contaminante. Entre éstos encontramos a quienes tratan de encontrar cláusulas de escape a las leyes de la termodinámica, que prohíben crear energía de la nada o transferir energía de objetos fríos a objetos más calientes. Algunos otros proponen obtener energía del vacío aprovechando algunos aspectos curiosos de la mecánica cuántica.

La pseudociencia le ofrece al público incauto la posibilidad de obtener conocimiento sin necesidad de un laborioso aprendizaje, en esto se incluyen actividades como la clarividencia, la precognición, la predicción astrológica o la posibilidad de enviar mensajes a una velocidad mayor a la de la luz o hasta en forma instantánea, como se afirma que puede lograr la telepatía. Todo ello implica conocer los efectos antes de que las causas se produzcan. Otras pseudociencias como la grafología, la frenología y los biorritmos, también intentan brindamos conocimiento sin existir un esfuerzo sobre la naturaleza humana.

La pseudociencia ofrece también salud y curación a las enfermedades de una manera barata infalible e indolora. En lugar de los altos costos, riesgos e incertidumbres de la medicina científica, la pseudociencia ofrece panaceas basadas en teorías alegóricas sobre lo que son la salud y la enfermedad. La famosa Agua del Tlacote curaba todas las enfermedades.

La pseudociencia ofrece hablar con los muertos y garantiza la inmortalidad o la posibilidad de separar a voluntad el espíritu del cuerpo. Todos los sueños de la humanidad son atendidos por alguna pseudociencia.

Hay otras características inseparables de la pseudociencia. En lugar de presentar evidencia sobre lo que ocurre realmente y cómo ocurre, la pseudociencia se basa en una serie de postulados básicos inatacables, creados generalmente por un fundador, que es venerado, y cuyas enseñanzas se convierten en una especie de texto sagrado. La investigación que se llega a hacer al respecto está destinada a validar esas creencias básicas y todo experimento que las refute es desechado o mal interpretado.

Nadie está libre de caer bajo la influencia de algún tipo de creencia pseudocientífica, ya que son en verdad seductoras. Aunque tampoco hay que despreciar o burlamos de quienes las profesan. Lo que conviene hacer es sembrar en sus mentes la semilla de la duda, ya que muchas veces sucede que no han tenido acceso a información crítica sobre eso que llegan a creer a pie juntillas.


[1] Publicado originalmente en Ciencia y Desarrollo No. 168, México enero febrero de 2003, Págs. 48-49.

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